Glaciares de sangre: ¿qué hay detrás de este fenómeno cada vez más común?

El clásico manto blanco de nieve y hielo de los glaciares está registrando escenas  que podrían inspirar cualquier película de terror, donde una larga lengua de color sangre se desplaza lentamente hacia el mar, cubriendo todo a su alrededor. En 2020, los científicos de la Base de Investigación Vernadsky de Ucrania se encontraron, nada más levantarse, con esta dantesca imagen que les llevó a plantearse cualquier escenario –¿una masacre de pingüinos? ¿restos de un volcán?–. Aristóteles se preguntó lo mismo en sus Tratados sobre la Naturaleza en el siglo III a.C., así como numerosos alpinistas que en otros rincones del mundo que también se han topado a lo largo de la historia con esta imagen.

En 1911, el geólogo australiano Griffith Taylor también dejó constancia de ello en sus anotaciones aludiendo a una serie de algas rosadas como responsables de la coloración. Años más tarde, sin embargo, varios estudios llegaron a la conclusión de que estas lenguas de sangre –cataratas, en algunos casos– eran el resultado de una acumulación de óxido de hierro del agua de un lago salado subterráneo que emana del glaciar y, al mezclarse con el oxígeno, toma este característico color.

Pero el asunto se repite durante la primavera en múltiples rincones del mundo cubiertos de nieve, y especialmente en los Alpes franceses, que están siendo testigos de este fenómeno con más frecuencia de la que debieran. Poco tiene que ver ya con un lago subterráneo. Nos referimos ahora a la ‘nieve de sangre’ (o ‘nieve de sandía’, como se llama en algunos lugares), una imagen similar en la que la nieve parece estar tintada con sangre roja o rosada. Tiene una explicación biológica que, esta vez, sí implica a una especie de alga microscópica, la Chlamyodomas Nivalis, que supera los millones de ejemplares por centímetro de nieve.

La C. Nivales podría provocar un círculo vicioso en el calentamiento global: a más nieve derretida, más presencia de la especie y menor emisión de la energía a la atmósfera

Durante el invierno, esta especie mantiene su color verde y vive latente en la nieve y el hielo hasta que llegan las altas temperaturas estivales y el consecuente derretimiento, lo que provoca que este alga florezca extendiendo sus esporas rojas para protegerse de los rayos ultravioleta y pintando el manto blanco de este particular color.  Cuando da lugar a densas floraciones, la microalga provoca que la nieve se derrita más rápido y, en consecuencia, pase a un estado acuoso que resulta óptimo para que la especie pueda reproducirse.

Este no supondría sino otro extraordinario fenómeno de la naturaleza de no ser porque cabe la posibilidad de que el calentamiento global lo esté convirtiendo en algo demasiado frecuente, tal y como ha analizado ya la comunidad científica francesa, que asegura haber registrado un ‘boom’ de esta nieve sangrienta en los últimos años.  «Las algas necesitan agua líquida para la floración, por lo tanto, el derretimiento de la nieve y el hielo crean un círculo vicioso de calentamiento global», explicaba Steffi Lutz, autora de la investigación. Como ocurre con cualquier proceso en la naturaleza, un fenómeno es inocuo para la vida si se da en el periodo de tiempo naturalmente establecido. Pero si el ser humano altera este ritmo, puede volverse un peligro para él y el resto de especies.

De hecho, según ha podido demostrar recientemente un estudio que ha recogido hasta 40 muestras de este alga en 16 glaciares en Groenlandia, Noruega, Islandia y Suecia, su presencia reduce hasta en un 20% el albedo de la nieve (la capacidad para reflejar luz y, así, devolver parte de la energía a la atmósfera), un fenómeno que resulta esencial esencial a la hora de mantener a raya la temperatura del planeta.

El 25% de la isla de King George (Antártida) ya se ha oscurecido debido a la presencia de estas algas

De continuar aumentando, predicen ya estos científicos (aunque todavía en estudios preliminares), el efecto de la C. Nivalis podría influir de forma directa en el calentamiento del planeta. Dado que la ‘nieve de sangre’ se ha identificado ya en glaciares de todo el mundo, desde la Antártica hasta los Himalayas o el Ártico, otro estudio reveló a través de imágenes tomadas desde satélites que en la isla de King George –cercana a la Antártida– el 26% de la nieve se había oscurecido debido a la presencia de estas algas.

A la espera de ahondar más en los factores que influyen a este fenómeno, por el momento los glaciares de sangre atraen a los turistas tanto como lo hicieron con Aristóteles o Griffith Taylor. La expectación es tal, que incluso Marvin Kren, director austriaco, rodó en 2013 Blutglestcher, una película de terror en la que varios científicos se desplazan a los Alpes precisamente a estudiar un ‘líquido rojo extraño sobre la nieve’ que provoca la alteración de las especies locales. Una imagen que la comunidad científica espera se quede solo ahí, en el mundo de la fantasía.