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Primavera en la ciudad: un momento clave para proteger la biodiversidad

La primavera se anuncia ya en los días que, poco a poco, empiezan a alargar sus horas de luz. También en los brotes de los árboles, que exhiben sus flores al mundo. Pero sobre todo en ese estallido de sonidos provocado por los animales que salen por fin de sus refugios. Si nos paramos un momento, seremos capaces de escuchar ese bullicio único de la estación, el periodo de cortejo por antonomasia y también un momento idóneo para las migraciones.

Sin embargo, en el entorno urbano, a medida que aumentan las interacciones animales también lo hace el riesgo. En España, más de 500 millones de aves mueren al año tras chocarse, en pleno vuelo, contra cristales y ventanas. También en nuestro país mueren atropellados anualmente 9 millones de aves y 1,5 millones de mamíferos, víctimas de los desplazamientos entre ciudades y pueblos. Eso sin contar con las vidas perdidas de animales invertebrados como las mariposas o las abejas.

En España, más de 500 millones de aves mueren al año tras chocarse, en pleno vuelo, contra cristales y ventanas

Desde hace varias décadas, la brecha que deja el conflicto entre el desarrollo urbanístico y el respeto a la biodiversidad no ha dejado de agrandarse: la mayor evidencia la encontramos durante el confinamiento provocado en 2020 por la covid-19, cuando numerosas especies de animales camparon a sus anchas por las calles y las carreteras sin correr el riesgo de sufrir daños. Tras el fin de las medidas, la presencia de los animales fue poco a poco reduciéndose de nuevo.

Es una problemática compleja y grave. En primer lugar porque el vínculo entre la biodiversidad urbana y nuestra forma de vida es muy estrecho. Perder una significa perder también la otra. Una investigación reciente basada en los resultados de 19 estudios, responsables de analizar un total de 40 tipos de relaciones entre la biodiversidad y la salud humana, llegó a la conclusión de que un 60% de estas conexiones eran positivas, frente a un 8% negativas y un 33% sin efectos significativos.

Explicado de una forma más clara, la biodiversidad no es un elemento ajeno a las ciudades, sino que esta contribuye al bienestar del ser humano: regula la aparición de plagas y parásitos, mejora el bienestar físico y mental, facilita la polinización y la reproducción de las especies vegetales –incrementando, por tanto, la presencia de pulmones verdes y sumideros de carbono– y contribuye a mitigar los efectos del cambio climático al garantizar la permanencia de los espacios verdes. Además, está demostrado que la presencia de biodiversidad nos acerca más a la naturaleza y nos obliga a asumir más responsabilidades con el medio ambiente.

En busca de ciudades más respetuosas

Aunque se tiende a concebir las ciudades como enemigas de los ecosistemas, lo cierto es que estos entornos per se no son los que provocan el daño. De hecho, estas pueden ayudar a conservar especies locales y facilitar los pasos migratorios. El problema llega cuando la actividad humana las hace inhabitables.

Crear corredores de fauna silvestre en jardines, plantar especies autóctonas o construir nidos artificiales son medidas efectivas para proteger la biodiversidad urbana

En este sentido, algunas tendencias del urbanismo ecológico han introducido innovaciones para integrar la naturaleza en los edificios, implantando fachadas verdes y jardines verticales, eliminando posibles reflejos en los cristales para evitar que los pájaros las confundan con paisajes, reduciendo la contaminación lumínica y acústica, limitando pavimentos artificiales o creando corredores de vida silvestre entre jardines y parques. Un buen ejemplo es la ciudad inglesa de Bristol que, dentro de los actos conmemorativos tras su nombramiento en 2015 como Capital Verde Europea, propuso convertir la ciudad en un entorno amigable para la fauna silvestre plantando especies vegetales capaces de atraer a abejas y mariposas y construyendo nidos artificiales para pájaros y murciélagos, entre otras acciones.

Otras propuestas más sencillas pasan por plantar especies autóctonas para atraer a insectos locales, evitar plantas exóticas invasoras, tapar piscinas para evitar que los animales caigan en ellas o evitar las podas de setos y arbustos entre los meses de mayo y agosto para no bloquear los procesos de reproducción de las aves y otros animales.

Sin embargo, organizaciones expertas como SEO/Birdlife consideran que para construir ciudades respetuosas con la biodiversidad es necesario subir un escalón más en el urbanismo, alcanzando la planificación urbanística. Como cada ciudad es única, las realidades de los distintos entornos urbanos permiten elaborar una hoja de ruta para hacer evolucionar las ciudades hacia espacios más resilientes y conectados a la naturaleza.

Así, los expertos de la organización han elaborado a través de los proyectos de conservación desarrollados a lo largo de los últimos 15 años en Cantabria una exhaustiva guía, inspirada en más de 40 estudios de caso, que incluye 100 medidas para la conservación de la biodiversidad en entornos urbanos –agrupadas en los ámbitos de gestión municipal, expansión urbanística, edificios e infraestructuras, zonas verdes, educación y participación ciudadana– para aunar esfuerzos y crear un mundo mucho más biodiverso y, por tanto, menos hostil.

La contaminación por medicamentos, una gran amenaza para los ríos

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Un estudio científico dirigido por la Universidad de Nueva York ha analizado la presencia de productos farmacéuticos en las aguas fluviales de 258 ríos de todo el mundo. Los resultados han detectado concentraciones potencialmente tóxicas en más de la cuarta parte de los lugares analizados. Una contaminación que representa una notable amenaza para el medio ambiente y la salud humana.

Australia declara al koala en peligro de extinción

Los koalas se asentaron en los campos de eucalipto de Australia hace millones de años. Les gustó especialmente la parte oriental, que convirtieron en su hábitat hasta que, hace apenas 250 años, los colonos británicos decidieron instalarse en la región y despejar terreno salvaje para dar cabida a la agricultura y a las infraestructuras urbanas. En consecuencia, los marsupiales de la zona quedaron en jaque teniendo que huir de su entorno al ver destruidos los campos que les servían de cobijo y alimento. Una huida que se vio agravada por la persecución de cazadores furtivos que codiciaban sus pieles, que empezaban a adquirir un enorme valor.

Afortunadamente, los dos siglos que nos separan desde aquella época permitieron a la población australiana reconciliarse paulatinamente con el koala, hasta el punto de convertirlo en símbolo nacional y embajador turístico. Sin embargo, pese a que hoy en día la caza furtiva de esta especie se ha controlado y casi eliminado por completo, el número de ejemplares continúa disminuyendo. Y es que el gran enemigo en el siglo XXI ya no lleva escopeta, los incendios, las sequías y la urbanización masiva es lo que, desde hace 20 años, está destruyendo el hábitat de los koalas.

En los últimos tres años, Australia ha perdido alrededor del 30% de las poblaciones de koalas, según un estudio de la Australian Koala Foundation

En 2012, los colectivos animalistas ya ejercieron presión a las autoridades para tomar cartas en el asunto, y consiguieron que los koalas fueran clasificados como especie vulnerable. No obstante, esa etiqueta no fue suficiente para frenar el declive. En los últimos tres años, Australia ha perdido alrededor del 30% de las poblaciones de koalas, según un estudio de la Australian Koala Foundation. Concretamente, si en 2018 se contabilizaron más de 80.000 ejemplares, el año pasado no llegaron a 60.000.

Ante esta situación, con la llegada de 2022, el Gobierno de Australia ha decidido incluir al koala en la lista de animales en peligro de extinción, y así dedicar más recursos a devolverles el espacio que una vez les perteneció. El primer ministro del país, Scott Morrison, ha anunciado que invertirá 50 millones de dólares durante los próximos cuatro años para la conservación y recuperación de la especie. “Los protegeremos mediante la restauración de su hábitat, el apoyo económico a tratamientos y cuidados médicos, el refuerzo en investigación en salud animal e intentaremos comprender mejor a sus poblaciones”, ha asegurado. De esta forma, se prevé que la ley medioambiental nacional no solo devuelva la calidad de vida a los koalas sino a muchos otros animales con los que comparten entorno.

Aun así, diversas organizaciones animalistas reclaman que esta acción no basta para solucionar el problema. El científico conservacionista Stuart Blanch, que trabaja en WWF-Australia, indicaba que “esta decisión es bienvenida, pero no parará el descenso de marsupiales hasta la extinción a menos que se tomen medidas legales más severas.” A fin de cuentas, en una década los koalas han pasado de no figurar en ninguna lista a ser catalogados como vulnerables, y de vulnerables a estar en peligro de extinción.

Australia invertirá 50 millones de dólares durante los próximos cuatro años para la conservación y recuperación de esta especie

Por otra parte, hay organismos que no están completamente de acuerdo con la decisión del primer ministro australiano. Si bien hay unanimidad en que el koala es una especie frágil, no la hay en cuanto al peligro de extinción. El origen de esta ambigüedad surge de la dificultad por censar koalas, ya que las estimaciones varían en gran medida según la zona y el equipo que realice el recuento. Por ejemplo, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que es la máxima autoridad a nivel global sobre el estado de conservación de las especies, niega que el koala esté en un peligro de extinción real.

Sea como sea, los koalas están en una situación delicada, lo suficiente como para ser atendidos con más empeño que en el pasado. No podemos olvidar el gran papel que ocupan en el círculo de la vida: su desaparición de los ecosistemas conllevaría una complicación en la reproducción de los bosques, lo que supondría un impacto irreversible para el planeta y para todas las especies que habitamos en él.

Las especies invasoras, un riesgo para la biodiversidad local

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Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las especies exóticas invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo. Estas especies están provocando una rápida y masiva pérdida de animales endémicos, notables daños en el medio ambiente y su acción tiene un importante impacto en las economías de los países perjudicados.

Salvar Doñana, una apuesta por el futuro

El Parque Nacional de Doñana, localizado entre las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, es el mayor espacio natural de nuestro país y está conformado por un mosaico de ecosistemas que albergan una biodiversidad única en todo el continente europeo, siendo referencia mundial por su valor ecológico.

De las 54.251 hectáreas que conforman el  Parque Nacional de Doñana, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994, unas 27.000 pertenecen a los humedales que conforman las marismas. Estas marismas se encuentran permanentemente saturadas de agua y favorecen una gran diversidad biológica, convirtiéndose en parada fundamental en la ruta de muchas aves migratorias, no sólo europeas sino también africanas. Con su alta capacidad de absorción, además, amortiguan posibles inundaciones y combaten las sequías gracias a su gran volumen de almacenamiento. Igualmente, son un aliado imprescindible en la lucha contra el cambio climático ya que retienen ingentes cantidades de gases de efecto invernadero.

Los humedales son entornos de gran diversidad biológica que previenen inundaciones y sequías, combaten el cambio climático y favorecen la economía

El impacto de estos beneficios es innegable, desde el punto de vista medioambiental. Sin embargo, va mucho más allá: las marismas también favorecen el desarrollo de la economía local permitiendo el uso de sistemas de agricultura y pesca tradicionales y potenciando el ecoturismo.

Lamentablemente, la búsqueda de un beneficio económico extra amenaza a los humedales de Doñana con un peligroso descenso en su extensión. Así lo ha considerado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que en junio del año pasado hizo pública una sentencia contra el Estado español por la deficiente gestión de los recursos hídricos del parque. Las extracciones de agua para el regadío en la agricultura industrial, en muchos casos realizadas de forma ilegal, y el desvío de grandes cantidades hídricas al turismo de la zona son las grandes amenazas que se ciernen sobre los humedales de Doñana. Así lo reconoce dicha sentencia y lo denuncian diversas organizaciones no gubernamentales.

La UNESCO también se ha dirigido al Gobierno de España para exigir un cambio radical en la gestión del parque y su entorno con el fin de evitar el colapso. Entre sus recomendaciones figura la de aplicar el Plan Especial de la Corona Forestal de Doñana, aprobado en 2014 por la Junta de Andalucía y que en 2019, según denuncias de WWF, solo se cumplía en un 20%.

Para mejorar la actual situación, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha puesto en marcha el Plan Estratégico para la Conservación de los Humedales 2022-2030, que actuará en nueve humedales de nuestra geografía que corren peligro. En el caso de Doñana, se combatirán las extracciones ilegales de agua, y se realizarán intervenciones que permitan elevar temporalmente los niveles hídricos del subsuelo.

El Parque Nacional de Doñana está declarado como Patrimonio de la Humanidad desde 1994 y cuenta con 27.000 hectáreas de humedales

Por otro lado, como continuación del programa Ferdoñana, que a través de la formación y el asesoramiento personalizado logró reducir la pérdida de agua en la zona mejorando la rentabilidad del sector de cultivo de frutos rojos, la Unión Europea aprobó, a finales de 2020, su contribución financiera para el proyecto Life4Doñana. Este se está desarrollando en seis fincas piloto de cultivo de fresa para incorporar sistemas de riego a demanda que permitan potenciar tanto la sostenibilidad de dicho cultivo como la eficiencia en el uso de agua.

Igualmente, en 2016, la empresa Heineken España puso en marcha el Proyecto Doñana, con el fin de devolver a diversos humedales más de 1.000 millones de litros de agua al año. Este proyecto cuenta con el apoyo de la organización no gubernamental SEO/Birdlife, que monitoriza las mejoras medioambientales logradas en los humedales intervenidos y aporta datos sobre viabilidad de réplica en nuevos entornos.

Cualquier acción orientada a la recuperación de los humedales de Doñana y la sostenibilidad de los cultivos que se alimentan de sus aguas será indudablemente beneficiosa para nuestro ecosistema, pero también podrá convertirse en una herramienta de progreso socioeconómico.

Seis especies en peligro por el tráfico ilegal de animales

El tráfico ilegal de animales es el tercer mercado ilícito que más dinero mueve a nivel mundial, aproximadamente 20.000 millones de euros cada año según la ONG WWF, una cifra equiparable a la que mueve el tráfico de armas y de drogas. Se trata de un mercado en el que cada año cerca de 7.000 especies se ven afectadas directamente, tal y como recoge el informe ‘Informe mundial sobre los delitos contra la vida silvestre y los bosques 2020’ de la Oficina de las Naciones Unidas sobre el Crimen y las Drogas (UNODC). Es el caso de los rinocerontes y los elefantes. La propia UNODC y WWF estiman que alrededor de 20.000 elefantes y más de 1.000 rinocerontes son asesinados cada año para traficar con sus huesos, piel, colmillos y cuernos. Se calcula que los ingresos ilícitos anuales generados por el tráfico de marfil y cuerno de rinoceronte entre 2016 y 2018 -últimos datos disponibles debido a la COVID19- alcanzaron los 400 millones de dólares y 230 millones de dólares, respectivamente.

Una de las soluciones administrativas propuestas a este tráfico es el llamado Listado Positivo. Se trata de un documento que incluiría las especies cuya tenencia y comercio están permitidas, quedando prohibidas todas las demás. De esta forma se facilitaría el control de las especies que pueden comercializarse y mejoraría la eficacia en la detección de irregularidades. Por otro lado, autoridades como la secretaria general de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés), Ivonne Higuero, apuestan por facilitar a los gobiernos herramientas que les ayuden a abordar esta problemática. «Los datos precisos son la base de la formulación de políticas públicas», asegura la experta. De esta forma, se «proporciona a los gobiernos un panorama claro de la situación y se subraya la necesidad de actuar ahora para conservar nuestras especies y ecosistemas más valiosos».

En Red2030 hacemos un repaso por seis de las especies más afectadas por el tráfico ilegal: elefante, rinoceronte, tigre, pangolín, gorila y león.

Elefante

El tráfico ilegal de marfil es uno de los más lucrativos del mundo. Aunque el trabajo de los gobiernos ha conseguido disminuir su incidencia en la última década, la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) calcula que el número de elefantes de bosque africanos ha disminuido en más de un 86% en un período de 31 años, mientras que la población de elefantes de sabana africanos lo ha hecho en al menos un 60% en los últimos 50 años.

Ambas especies han sufrido fuertes disminuciones desde 2008 debido a un aumento significativo de la caza furtiva, que alcanzó su punto máximo en 2011. El Informe de la UICN sobre la Situación de los Elefantes Africanos calcula que quedan en torno a 415.000 individuos de las dos especies. La UNDOC añade “buenas noticias” hasta 2018: en la última década la caza de elefantes se ha reducido a un tercio, pero su situación “sigue siendo crítica”.

Rinoceronte

Desde la Edad Media el cuerno del rinoceronte está considerado un ingrediente fundamental en remedios milagrosos, lo que alimenta su caza furtiva. Sin embargo, con el crecimiento de ésta también lo han hecho los esfuerzos de diferentes países para proteger la especie, que arrojan algunas buenas noticias: de nuevo según la UICN, entre 2012 y 2018, la población de rinoceronte negro (Diceros bicornis) creció en toda África en un 2,5% anual, pasando de aproximadamente 4.845 a 5.630 animales en la naturaleza. Los modelos de población predicen un lento aumento similar en los próximos cinco años. Aun así, se mantiene en la Lista Roja de Especies Amenazadas.

Tigre

Al ser humano le ha bastado sólo un siglo para acabar con el 97% de la población de tigres salvajes. Estos son cazados furtivamente para diversos usos: su piel es utilizada en alfombras, sus huesos sirven para elaborar medicinas supuestamente milagrosas y sus garras y colmillos se venden como amuletos.

De las nueve subespecies que existían, tan sólo quedan seis, y en la actualidad viven más tigres en cautividad que en libertad. Se calcula que en los últimos 15 años se han matado al menos 1.755 tigres, principalmente en Laos, Vietnam y Tailandia. Ahora bien, no todo es malo: hay que celebrar que la población mundial de tigres está creciendo por primera vez, aumentando de 3.200 a 3.890 ejemplares en menos de una década.

Pangolín

El pangolín es un pequeño mamífero con el cuerpo cubierto de escamas de hábitos solitarios. Algunos han querido ver en él el origen de la pandemia de la COVID19, ya que su carne está considerada un manjar en algunos países del Sudeste asiático. Sus escamas, además, se utilizan en la medicina tradicional, lo que fomenta su caza furtiva hasta el punto de que UICN lo ha llegado a considerar el mamífero más amenazado del mundo.

WWF estima que, en la última década, más de un millón de pangolines han sido cazados en la naturaleza para satisfacer la demanda asiática, sobre todo de China y Vietnam, afectando al 80% de su población. En 2016, el Convenio CITES, que implica a más de 180 países, alcanzó un acuerdo para prohibir totalmente el comercio de pangolines, un gran paso para proteger a la especie de la extinción. Sin embargo, el tráfico ilegal de la especie continúa, hasta alcanzar la cifra de 2,7 millones de ejemplares cazados al año según UICN.

Gorila

Al gorila no solo le afecta la caza furtiva, también la degradación de su hábitat natural por la acción humana -como la minería ilegal en algunas zonas de áfrica- y enfermedades como el ébola. El tráfico ilegal en los últimos años ha aumentado debido al auge del comercio ilegal de su carne (bushmeat), cada vez más codiciada, según WWF.

UICN pone el foco en cómo el gorila oriental (Gorilla beringei) ha sufrido una “devastadora reducción de su población”, de más del 70%, en apenas 20 años. Dicha población se estima actualmente en menos de 5.000 individuos. Por su parte, el gorila oriental de planicie (G. b. Graueri), una de las dos subespecies del gorila oriental, ha perdido el 77% de su población desde 1994.

Aun así, se vislumbra un crecimiento positivo de la población de gorilas. Los últimos datos disponibles estiman que el número total de ejemplares de todas las especies presentes en África Ecuatorial es de 360.000 ejemplares, cuando los cálculos anteriores no alcanzaban los 200.000.

León

En las últimas décadas, la población de leones ha disminuido un 40% y su área de distribución se ha reducido un 94% en todo el mundo. La UICN calcula que quedan unos 30.000 ejemplares, pero estudios más recientes alertan sobre importantes disminuciones especialmente en poblaciones pequeñas de África occidental y oriental, por lo que se puede hablar de cifras inferiores a los 20.000 ejemplares en libertad.

Su vulnerabilidad ha incrementado en los últimos años porque el tráfico de leones estaba menos vigilado que el de tigres y los furtivos y traficantes han cambiado de mercado en consonancia. Por ejemplo, el vino de huesos de tigre, símbolo de estatus social en algunos países asiáticos, ha pasado a ser vino de huesos de león.

La sostenibilidad de las montañas

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La Organización de las Naciones Unidas ha declarado 2022 como el Año Internacional del Desarrollo Sostenible en las Montañas. Una ocasión para hacer frente a los efectos del cambio climático en los sistemas montañosos con medidas y políticas concretas.

Del Siglo XVIII a nuestros días: la pesca de arrastre y sus consecuencias

A pocas millas de la costa española, en el Mediterráneo, buzos se sumergen cargados con linternas y una bombona de oxígeno a la espalda. No buscan ningún tesoro, sino una red de arrastre abandonada en el fondo del mar. Es normal que las redes de arrastre duren muchos años pegadas a rocas y algas. Lo que pocos saben es que podría tener más de trescientos años.

La pesca de arrastre es una de las técnicas de pesca masiva más antiguas y desde sus inicios la inquietud por su impacto ambiental ha estado presente. Una preocupación que ya en el s. XVIII impulsó iniciativas de conservación como el proyecto ‘Colección de los peces y demás producciones de los mares de España”. Una serie de grabados y calcografías que pretendían servir como inventario de la fauna marina autóctona de la época. La colección, presentada al monarca Carlos III por el Conde de Floridablanca y llevada a cabo por Antonio Sáñez Reguart, tenía como objetivo preservar las especies que vivían en el fondo marino que estaban siendo mermadas por la pesca de arrastre.

El 80% de las pesquerías del Mediterráneo están sobreexplotadas

Esta colección es un ejemplo pionero de estudio y conservación de especies marinas amenazadas en nuestro país y sirvió de crítica hacia prácticas con grave impacto ambiental como la pesca de arrastre. Pero no es la única. En 1822, el político Roque Barcia Ferraces de la Cueva imprimió su ‘Pequeña memoria de grandes desaciertos sobre la Pesca’ en el que cuestionaba el uso que se empezaba a hacer en la costa de Huelva de técnicas de arrastre introducidas por los pescadores catalanes y valencianos. Estas son solo algunas muestras que indican que la conciencia medioambiental y la preservación de la biodiversidad no es una tendencia de nuestros días, viene de lejos.

Pérdida de biodiversidad

Según datos de Naciones Unidas, “los océanos son una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo. Constituyen más del 90% del espacio habitable del planeta y contienen unas 250.000 especies conocidas y muchas más que aún quedan por descubrir, ya que todavía no se han identificado más de dos tercios de las especies marinas del mundo”. Su equilibrio es fundamental para el bienestar de los ecosistemas terrestres y juegan un papel clave en la salud global del planeta y el bienestar social. Sin embargo, el 80% de las pesquerías del Mediterráneo están sobreexplotadas, entre las que se incluyen también los depredadores marinos. Esta ausencia de depredadores, por ejemplo, es responsable del aumento de las medusas que, cada verano, sufren los bañistas en el Mediterráneo. Según la organización WWF, las poblaciones mundiales de especies de vertebrados han disminuido una media del 68% desde los años setenta debido a la actividad humana.

La FAO apunta directamente a la sobrepesca como una de las causas más importantes de la destrucción de los ecosistemas marinos

Por eso, ahora la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando recupera proyectos pioneros como esta ‘Colección de los peces y demás producciones de los mares de España’. Se trata de una exposición que mira al pasado para arrojar luz sobre el presente y los retos a los que debemos hacer frente. En este sentido, la búsqueda de sistemas sostenibles de pesca es esencial para garantizar la biodiversidad. De hecho, la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, apunta directamente a la sobrepesca como una de las causas más importantes de la destrucción de los ecosistemas marinos. Técnicas como la pesca de arrastre destruyen entornos naturales maduros y eficientes, para dejar otros ineficientes. La pérdida de la biomasa, es decir, la cantidad total de materia viva presente en un ecosistema, es tremendamente nociva para el medio ambiente. La sobrepesca afecta a las especies animales: las técnicas de arrastre no discriminan qué animales quedan atrapados ni su estado de crecimiento; pueden ser crías que todavía no han podido desarrollarse o especies adultas cuya captura impide que vuelvan a reproducirse. Por ejemplo, peces como el atún han visto cómo se reducían sus comunidades hasta en un 95% según Greenpeace. Junto a estas especies otras  como el rape, la merluza, el lenguado o la platija también se han visto afectadas. Una situación que se agrava, si tenemos en cuenta que cuando se echan las redes al mar, hasta el 70% de los peces capturados son de otras especies que se desechan y que mueren antes de ser devueltas.

Mirando atrás, a finales del siglo XVIII, cuando el Conde de Floridablanca inició el proyecto de conservación pictórica de especies en peligro de extinción por la pesca de arrastre probablemente no se imaginara que, varios siglos después, su obra serviría como inspiración para la defensa de los ecosistemas marinos y su biodiversidad. Hoy, cuando el problema de la sobreexplotación de especies ha alcanzado cifras que amenazan el equilibrio no solo del ecosistema marino sino del todo el planeta, debemos poner en marcha medidas que frenen de manera inmediata prácticas como la pesca de arrastre. Impulsar iniciativas en este sentido y destinar recursos para la recuperación de especies y para el desarrollo de sistemas de desarrollo sostenibles es ahora, sin duda, más importante que nunca.

Pueblos indígenas, los necesarios guardianes del Amazonas

“Los pueblos indígenas son una extensión de la naturaleza, y la naturaleza es una extensión de nosotros”. Una frase que revela una realidad incuestionable. ¿La autora? Samela Awiá, uno de los rostros jóvenes del ambientalismo amazónico, y descendiente del pueblo Sateré-Mawé. Esta brasileña de 24 años, comunicadora y artesana además de estudiante de biología,  se ha dedicado como tantos otros activistas a denunciar la deforestación del Amazonas –considerado como el ‘pulmón del planeta’– y ha defendido que los mejores protectores del inmenso tesoro natural que ahí se resguarda son los pueblos originarios. Samela es parte de la generación que puede ser la última con la posibilidad de frenar lo que no pocos científicos han tildado de ‘un cataclismo medioambiental’: sin el Amazonas, la catástrofe será irremediable.

 En 2021 el Amazonas perderá 860.000 hectáreas, superficie similar Puerto Rico

Unas semanas antes de que se celebrara la COP26, el Proyecto de Monitoreo de la Amazonas Andina (MAAP) –una iniciativa de la organización Conservación Amazónica, y apoyada por la Agencia Espacial Europea, y NORAD, la agencia noruega para la cooperación y el desarrollo– publicó un informe con una preocupante predicción: cuando acabe este año  el Amazonashabrá perdido más de 860.000 hectáreas, una superficie equivalente a la de Puerto Rico Estamos hablando de un fenómeno que afecta aparentemente a tres países, Brasil, Perú y Colombia (de los que sólo el primero es responsable del 79% de esa deforestación), pero que en realidad pone en riesgo a toda la población del planeta.

Entonces, ¿quién puede proteger y recuperar esos hábitats naturales? La respuesta es simple: quienes allí han vivido desde tiempos ancestrales, porque, como indica Samela, “ellos dependen de la biodiversidad para sobrevivir; son parte de la naturaleza y ésta es parte de ellos. No están motivados por la codicia que motiva la destrucción ambiental”.

Evidencias de una sostenibilidad milenaria

En junio de este año, una investigación publicada en el diario científico Proceedings of the National Academy of Sciences (Estados Unidos) reveló que los pueblos indígenas amazónicos hicieron un uso sostenible de los recursos naturales del Amazonas durante 5.000 años, antes de la llegada de los europeos. Principalmente, el estudio exponía que no se encontraron evidencias de que los pueblos originarios hubieran talado o quemado sus tierras causando daños irreparables en el medio ambiente como los que vemos en la actualidad. Y concluyó que los primeros habitantes de la Amazonia Occidental de Perú convivían con las selvas de una manera sostenible, formando parte del mismo entorno.

Por otro lado, el informe ‘Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques’ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), evidenció que los bosques de América Latina y el Caribe, custodiados por comunidades indígenas, “contienen casi el 30% del carbono almacenado en los bosques de América Latina y el 14% del carbono de los bosques tropicales de todo el mundo”. Además de sus bosques, el informe destaca como ejemplo que “los territorios indígenas de Brasil tienen más especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que todas las áreas protegidas del país fuera de estos territorios”.

Protectores ancestrales en defensa de la naturaleza 

Desde hace décadas, los indígenas han tenido que emigrar a zonas urbanas, debido a la sobreexplotación de los recursos de sus tierras. En la Amazonia brasileña, muchos pueblos originarios aún están presentes en el 13% del territorio, pero la presión por parte de los grandes intereses ganaderos y de la explotación de la selva amenaza su supervivencia.

Durante 5.000 años los pueblos originarios del Amazonas convivieron de manera sostenible con el entorno, hasta la llegada de los europeos

Aunasí, quienes allí resisten el embiste del capitalismo más salvaje, se aferran a la defensa de los ecosistemas y la biodiversidad porque se consideran parte de lo mismo. “La emergencia medioambiental no sólo es para nosotros. Pedimos a los gobiernos del mundo que nos ayuden a proteger nuestro territorio, que es también el territorio de la humanidad. Porque si la selva amazónica desaparece, morirá gente en todas partes, así de simple”, declaró José Gregorio Díaz Mirabal, líder venezolano del pueblo amazónico Kurripako en el congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en Marsella, en septiembre de este año. Él es el coordinador de la COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) que representa a más de dos millones de personas pertenecientes a nueve organizaciones indígenas.  “Esto es riqueza para Estados Unidos, Europa, Rusia y China, pero es pobreza para nosotros”, también dijo Díaz Mirabal, en referencia a la explotación de uranio, oro y petróleo en la zona.

Sin duda, la conservación de los bosques es una piedra angular para la solución a la crisis medioambiental. Y los esfuerzos no sólo pueden quedar a nivel gubernamental. Los grupos indígenas forman parte indiscutible de la solución. Esa es la opinión de Gretel Aguilar, CEO de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Durante las Jornadas de Sostenibilidad 2021 del Grupo Red Eléctrica de Madrid, sostuvo: “hay que hacer un esfuerzo especial para incluir a los grupos marginados y, sobre todo, para que las mujeres, los jóvenes, las comunidades locales y los pueblos indígenas participen en las inversiones que pongan en práctica soluciones basadas en la naturaleza. De esta manera tendremos una verdadera recuperación económica duradera que contribuya al bienestar humano y a reducir la desigualdad y las presiones sobre el planeta”.

¿Cuál es la solución para llegar a 2050 con una perspectiva optimista sobre el futuro de todos en el planeta? La respuesta sigue siendo compleja, pero la participación de quienes, desde tiempos ancestrales, han hecho de las selvas en América Latina un hábitat y un ecosistema resulta imprescindible en la ecuación.