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Día Internacional de la Mujer: ¿Se ha avanzado en equidad y liderazgo?

El 18 de enero, Kamala Harris, juraba su cargo frente al capitolio y dedicaba ese instante histórico a “las mujeres que vinieron antes”. Se convertía en la primera mujer número dos de la Casa Blanca. En este Día Internacional de la Mujer, las Naciones Unidas centran la celebración, precisamente, en el liderazgo femenino. Bajo el título Mujeres líderes: por un futuro igualitario en el mundo de la COVID-19, la organización busca reconocer los esfuerzos que mujeres y niñas realizan a diario en todo el mundo para forjar un futuro más igualitario y recuperarse de la pandemia.

Red Eléctrica es la única empresa del IBEX 35 con un consejo de administración paritario

En España, el pasado mes de mayo, el IBEX 35 celebraba que el 31,2% de los asientos en consejos de administración pertenecieran a mujeres, alcanzando así la meta fijada en 2015 por la CNMV. Red Eléctrica de España es, de hecho, desde 2020 la única empresa del IBEX 35 con un consejo de administración paritario, fruto de este compromiso con la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Por otro lado, nuestro país también cuenta con la cifra más alta de mujeres directivas en 16 años, donde nueve de cada diez compañías cuentan con una mujer a la cabeza de sus equipos. Pero la igualdad en el liderazgo va mucho más allá de la paridad en los despachos. 

También en el IBEX 35, las consejeras cobran un 62% menos que sus compañeros. Lo mismo ocurre en muchas otras compañías. Además, según el Women Leaders Index, solo el 39% de mujeres son altos cargos de las instituciones públicas españolas, un porcentaje que nos sitúa por debajo de la media europea y nos aleja de otros como Eslovenia, Albania o Suecia. De hecho, según este mismo índice, entre 2008 y 2018 el número de mujeres españolas en altos cargos públicos cayó un 10%.

Entre 2008 y 2018, el número de mujeres en altos cargos públicos ha caído un 10%

La paradoja de la prioridad

“En estos años hemos visto una ola de defensa de la igualdad de género en el ámbito laboral. Nunca antes el mundo empresarial había sido tan consciente de la necesidad de promover a las mujeres y de los beneficios que esto reporta”, concluyen tres investigadoras de IBM Institute for Business Value en Las mujeres, el liderazgo y la paradoja de la prioridad. “Sin embargo, los mensajes progresistas no son suficientes para un cambio real. Para que las organizaciones puedan obtener beneficios de la diversidad de género en el liderazgo, deben valorar las contribuciones de las mujeres tanto como las de los hombres”. 

El hecho de que cuatro de cada diez start-ups españolas cuenten con una CEO en sectores como las finanzas y la tecnología es un síntoma de avance. Pero el liderazgo no garantiza la igualdad: según el I-WIL Index, elaborado por el IESE, España ocupa la segunda posición en liderazgo personal, comprendido como la capacidad de las mujeres para estudiar más allá de lo obligatorio y el emprendimiento, bien sea en propias empresas o en patentes. Es decir, puntúa alto en cuanto al número de mujeres que se esfuerzan por seguir formándose para alcanzar los altos cargos.

Cuatro de cada diez start-ups españolas cuentan con una CEO

La investigación de IBM presta atención a este detalle, ya que el significado real de esta carrera de fondo es otro: “Los hombres de nuestra encuesta minimizan las dificultades que hubieran enfrentado si fueran mujeres. El 65% cree que habrían tenido la misma probabilidad de ser ascendidos mientras que, por otra parte, el 60% están seguras de que su evolución profesional hubiera sido mejor siendo hombres”. Esto da lugar a la paradoja de la prioridad: hablamos de igualdad, pero todavía muchas organizaciones “prefieren no intervenir en cuestiones de diversidad. Creen que es algo que se puede fomentar pero que no constituye una prioridad empresarial formal”.

Cuestión de prejuicios

Cientos de estudios destacan los beneficios de priorizar la diversidad y la igualdad en las empresas: un análisis de la consultora McKinsey & Company asegura que, con la paridad, la economía mundial aumentaría en 12 billones de dólares (un 11%) en 2025. Además, si se lograse la equiparación salarial, el PIB global engordaría en 28 millones de dólares, un 26% más. Sin embargo, recoge el informe de IBM, “el mensaje positivo sobre los beneficios financieros de la igualdad ha sido acallado por los persistentes estereotipos sobre las capacidades de liderazgo de las mujeres”. 

Las diferencias de salario y de acceso a altos cargos son una cuestión de prejuicios. La Universidad de Harvard realizó una investigación del comportamiento de hombres y mujeres en el entorno laboral -a quién se acercaban, cuánto tiempo pasaban con altos cargos, qué decían- para descubrir que hombres y mujeres tienen patrones de trabajo indistinguibles y el mismo desempeño asegurando que “los datos implican que las diferencias de género pueden residir no en cómo actúan las mujeres, sino en cómo las personas perciben sus acciones. Si las mujeres hablan con altos mandos en tasas similares a las de los hombres, entonces el problema no es el acceso, sino la forma en que se ven esas conversaciones”. 

Con la paridad la economía mundial aumentaría en 12 billones de dólares

La menor capacidad de liderazgo, asumir que todas las mujeres quieren ser madres o que las que quieren ser madres priorizarán la familia frente a su carrera son tres de los estereotipos que dirigen el entorno empresarial y generan un constante miedo al rechazo. En la encuesta del IBM Institute for Business Value, dos tercios de los participantes asumen que la principal razón por la cual no hay más mujeres en puestos de liderazgo es que ellas tienen mayor probabilidad de anteponer su familia a sus carreras. 

¿Por dónde empezar a solucionarlo? Por asumir este problema como una urgencia. No es suficiente con establecer planes de igualdad: todo se basa en las asunciones culturales que se hagan dentro de las oficinas. Así lo dice la investigación de IBM: “Si una persona cree que las mujeres tienen características inherentes que las hacen menos idóneas para los puestos de liderazgo, será fácil que lo perciba como un problema social que no le corresponde resolver a su organización. Para que el cambio ocurra en el negocio, los líderes ejecutivos deben reconocer cómo estas percepciones y este enfoque evasivo contribuyen a la cultura empresarial en la que la desigualdad de género puede persistir”. El cambio es una responsabilidad de todos. 

Los niños que no pueden ser niños

“Por un nuevo amanecer de esas vidas / todos debemos poner lo que nos toca / Su futuro depende de nosotros / Terminemos con el trabajo infantil”. Con estos versos, el grupo francés Kids United New Generation hace un llamamiento en contra de una realidad todavía muy presente y más cercana de lo que pensamos: el trabajo infantil. Con el mensaje de la canción Take a Stand, el grupo recuerda al mundo que 2021 es el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil y que, con las crisis sanitaria y económica actuales, se hace más necesario que nunca atajar esta vulneración de derechos de los menores que, por desgracia, aún no ha quedado en el pasado. Y es que152 millones de niños y niñas siguen sometidos al trabajo infantil en todo el planeta, aunque en la última década se haya conseguido reducir en un 38%. De ellos, según Unicef, 72,5 millones ejercen alguna de las peores formas de trabajo infantil, entre las que se encuentra la esclavitud, la trata, el trabajo forzoso o el reclutamiento para conflictos armados.

152 millones de niños y niñas siguen sometidos al trabajo infantil en todo el planeta

Para entender cómo impacta en la vida de los más pequeños el trabajo infantil, primero es necesario comprender qué es exactamente y sus implicaciones. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), no todas las tareas que un menor realiza deben ser consideradas trabajo infantil. Y recuerda que “la participación de los niños o los adolescentes en trabajos que no atentan contra su salud y su desarrollo personal ni interfieren con su escolarización se considera positiva”. La ayuda que prestan a sus familias en el hogar, la colaboración en un negocio familiar o las tareas que realizan fuera del horario escolar o durante las vacaciones para ganar dinero ayudan, según la OIT, al desarrollo de los menores, al bienestar de la familia y a prepararse para ser miembros productivos de la sociedad en la edad adulta. Teniendo esto en cuenta, este organismo de Naciones Unidas define el trabajo infantil como todo aquel “que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”. En sus formas más extremas, además, los menores son sometidos a situaciones de esclavitud y se ven separados de sus familias y expuestos a peligros y enfermedades graves. La OIT recuerda que, incluso, se ven “abandonados a su suerte en calles de grandes ciudades, con frecuencia a una edad muy temprana”. 

Las organizaciones internacionales lo tienen claro: la mayoría de menores que se ven forzados al trabajo precoz lo hacen en el sector agrícola. Sin embargo, Unicef alerta de que hay millones de niñas trabajando como sirvientas domésticas y asistentas del hogar sin sueldo y que, ellas, son «especialmente vulnerables a la explotación y el maltrato». Los datos de las circunstancias más terribles de trabajo infantil son demoledores:  1,2 millones de niñas y niños son víctimas de trata; 5,7 millones lo son de la servidumbre por deuda u otras formas de esclavitud; 1,8 millones, de la prostitución o la pornografía; y más de 300.000 menores son reclutados como niños soldados en conflictos armados que no cesan. 

Según Unicef, 72,5 millones de menores ejercen alguna de las peores formas de trabajo infantil

Por regiones, Asia y el Pacífico suspenden a la hora de proteger a los más pequeños del trabajo infantil. Allí, 127,3 millones de niños y niñas de entre 5 y 14 años son trabajadores. Esto es, el 19% de los menores de la región trabajan. En África subsahariana, alrededor de 48 millones de niños trabajan: casi uno de cada tres menores de 15 años es activo económicamente, lo que supone el 29% del total. Por su parte, en América Latina y el Caribe, cerca de 17,4 millones de niños y niñas tienen trabajo, es decir, un 16% de los niños y niñas de la región se ven sometidos a trabajo infantil. En Oriente Medio y África del Norte el porcentaje es del 15% de los menores de la región. Las economías más desarrolladas no se libran: 2,5 millones de niños trabajan en ellas. Y 2,4 millones lo hacen en las economías en transición. 

Ahora, en plena pandemia y con una crisis económica mundial que amenaza con no tener precedentes, los cierres de las escuelas y las situaciones familiares de muchos menores ponen en el punto de mira los avances conseguidos. Porque, como asegura Francesco d’Ovidio, encargado del Servicio de Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo de la OIT, “el apoyo a la erradicación del trabajo infantil hoy es más importante que nunca, pues la crisis de la covid-19 amenaza con revertir los logros de años”. Por eso, Naciones Unidas hace un llamamiento claro en este Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil: que los Gobiernos, las empresas, el tercer sector y la sociedad civil se unan para luchar contra esta lacra que pone en jaque el derecho a la infancia. Ahora, es el momento de pasar de los compromisos a la acción.

Cinco mujeres que la ciencia olvidó

Que cada 11 de febrero se celebre el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia no es baladí. A lo largo de la historia y de manera sistemática las investigadoras y científicas se han visto privadas en muchos casos del reconocimiento merecido por sus aportaciones a los avances científicos. Todos recordamos a Neil Armstrong dando “un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad”. Sin embargo, durante décadas olvidamos que quienes recorrieron millas buscando la manera de llegar a la luna fueron Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson. Tres mujeres afroamericanas que materializaron un sueño –aparentemente inalcanzable– en cálculos matemáticos. Sin ellas, la carrera espacial no se habría desarrollado de la misma manera y, a pesar de ello, la realidad de una sociedad patriarcal decidió dejarlas fuera de los libros de texto. 

Solo el 29,3% del total del personal de investigación a nivel mundial son mujeres

Algo que podría parecer anecdótico se convierte en un problema sistémico cuando nos damos cuenta de la ausencia de referentes femeninos en los libros de ciencias. Según la Unesco, las mujeres representan solo el 29,3% del total del personal de investigación a nivel mundial. Dicho de otro modo: 7 de cada 10 investigadores son hombres. Además, solo el 3% de los premios Nobel en ciencias han sido otorgados a mujeres –e, incluso, se ha llegado a excluir del Nobel a las mujeres que han formado parte de una investigación premiada–. Para Naciones Unidas, las asociaciones de científicas y las ONG la razón de estas cifras es clara: los estereotipos de género son directamente responsables de la escasa representación femenina en la ciencia.

Faltan referentes femeninos para las jóvenes

La iniciativa #NoMoreMatildas denuncia la falta de referentes científicos para las niñas y adolescentes

Tras un año en el que se ha demostrado que la participación de las mujeres es clave para que la sociedad y la ciencia avancen –y para encontrar vacunas para enfermedades como la covid-19–, la iniciativa #NoMoreMatildas, impulsada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), pone sobre la mesa una realidad ignorada durante demasiado tiempo: la falta de referentes científicos para las niñas y adolescentes.

Diferentes estudios revelan que los nombres femeninos en los libros de ciencias de la ESO solo ocupan un 7,6% respecto a sus homólogos varones. Además, solo el 12% de las citas de trabajos académicos hacen referencia a científicas. Lo más curiosos es lo paradójico de la representación femenina en la ciencia española: si en los años 80 las mujeres representaban más del 30% del alumnado de Ingeniería informática, hoy apenas llegan al 12%. Este mismo patrón siguen las matemáticas: en el año 2000 ellas representaron más del 60% del alumnado; durante los siguientes 18 años, su presencia cayó hasta el 37%. Desde AMIT se preguntan si esta tendencia no será, en parte, fruto de la ausencia de referentes femeninos y si no se estará perpetuando, una vez más, esa idea errónea de que la ciencia siempre ha sido un mundo de hombres. Porque, en realidad, nunca lo ha sido. Y así lo demuestran Mileva EinsteinLise MeitnerMarie LavoisierInge Lehman o Hedy Lamar, cinco investigadoras que son solo una pequeña muestra de la contribución de la mujer al avance científico y su escaso reconocimiento:

Marie Lavoisier (1758-1836): de la alquimia a la química

En pocas cosas hay tanto consenso como en reconocer a Marie Anne Pierrette Paulze-Lavoisier la madre de la química moderna. Esta francesa ilustrada se convirtió en la colaboradora esencial de su marido, Antoine Lavoisier –conocido como el padre de la misma disciplina científica de la que su esposa fue madre–. Juntos consiguieron que se sentasen las bases para dejar atrás la alquimia de la época y sumergir al mundo en la más pura modernidad. Sin embargo, la llegada de la Revolución Francesa, a pesar de todo el bien que hizo, acabó con el brillante futuro de Marie y su marido. El conocido como reinado del terror acabó con Antoine encarcelado y ejecutado por su trabajo previo. Ella, después de un breve periodo en prisión, continuó recopilando las investigaciones que había llevado a cabo con su marido. Al no conseguir que ninguna editorial las publicara, decidió autoeditarlas. La casa de esta científica se convirtió, hasta el día de su muerte, en un lugar de encuentro para las mentes más brillantes de su país. 

Mileva Einstein-Maric (1875-1948): la madre olvidada de la relatividad

Son 43 las cartas que se conservan de la correspondencia entre Albert y Mileva Einstein, pero todas tienen una característica en común: en ellas ambos hablan una y otra vez de “nuestros trabajos”, “nuestra teoría del movimiento relativo” o “nuestros artículos”. Sin embargo, poco se sabe de la que fuera la primera mujer de Einstein más allá de que estudiaron juntos, fueron compañeros de ciencia y de vida durante años. 

Podría decirse que hasta los años 80 –cuando se publicó la correspondencia– prácticamente nadie discutía la autoría absoluta de este científico alemán sobre la teoría de la relatividad, aunque se sospechaba que ella, que había sido compañera suya en la universidad, podría haber tenido algo que ver en su trabajo. Según las cartas entre el físico y la matemática –cuya carrera se vio truncada por un embarazo fuera del matrimonio, la teoría que llevó a Einstein a ganar el Nobel estaría construida sobre los cimientos del trabajo universitario de Maric.

Lise Meitner (1878-1968): la fisión nuclear tiene nombre de mujer

La fisión nuclear se tornó realidad a principios del siglo XX gracias a las investigaciones que esta austriaca –que trabajaba gratis en un laboratorio alemán– llevó a cabo. Con la llegada del nazismo, Meitner, que era judía, estuvo a punto de perder la vida. Sin embargo, eso no fue motivo para que la científica convirtiera su descubrimiento en una bomba nuclear: se negó a colaborar en el proyecto Manhattan y eso hizo, en parte, que fuese su colaborador Otto Hahn el que se llevó el crédito (y el Nobel de Química) en 1944 por el descubrimiento de la fisión nuclear. 

Para compensar todos los agravios profesionales sufridos por Meitner por el mero hecho de ser mujer en una época en la que los estudios superiores y la ciencia se les estaba prácticamente prohibidas, en 1997 la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) decidió bautizar un elemento de la tabla periódica en su honor. Nació así el meitnerio, un reconocimiento tardío al gran talento de una mujer que cambió el curso de la historia para siempre. 

Inge Lehmann (1888-1993): viajando al centro de la Tierra

Todos aprendemos en el colegio que nuestro planeta está formado por diferentes capas: la corteza, el manto superior e inferior y el núcleo externo e interno. Sin embargo, son menos los que saben quién descubrió, en 1936, la discontinuidad que separa el núcleo externo del interno y que corrobora que la Tierra no es hueca. Fue Inge Lehman quien desmontó, tras estudiar los terremotos, el sueño que Julio Verne tuvo en el siglo XIX. Pero esta danesa ya había sido pionera mucho antes de este descubrimiento por sus trabajos como sismóloga y geóloga.  

Su dedicación y descubrimientos la llevaron en 1928 a ser la primera mujer que fue nombrada  jefa del departamento de sismología del recién creado Real Instituto Geodésico Danés (Danish Geodetic Institute). Pero no fue el único hito con el que abrió las puertas a otras mujeres: en 1971 se convirtió en la primera mujer en ganar la medalla William Bowie, la mayor distinción de la Unión Geofísica Americana.

Hedy Lamar (1914-2000): actriz, sí, pero también inventora

Su pasión, la ingeniería, se vio pospuesta como carrera durante años porque Hedy Lamar decidió dedicarse a su otro gran amor: la actuación. En los primeros años de la década de 1930 fue una de las actrices más famosas de Europa, conocida por aquel entonces como Hedwig Eva Maria Kiesler. Con el auge del nazismo, del que su marido era partícipe, decidió huir a Estados Unidos y triunfar en Hollywood. Durante la Segunda Guerra Mundial utilizó su conocimiento de primera mano del régimen nazi para buscar una manera de otorgarle la ventaja a los aliados. Así, inventó y patentó un sistema que impedía que los torpedos fueran detectados. Sin embargo, el ejército estadounidense no lo usó hasta años después. Eso sí, hoy, su invento es la base de las comunicaciones sin cables y, sin ir más lejos, del WIFI.

Brecha salarial e igualdad de oportunidades, una tarea aún pendiente

La desigualdad de género es, aún hoy, uno de los principales obstáculos en el camino hacia el progreso social y económico y, si bien la violencia contra las mujeres radicada en esa desigualdad estructural es una de sus  peores consecuencias, no es la única. A pesar de que en todo el planeta se están dando pasos  hacia la igualdad de género la discriminación sigue erosionando nuestras sociedades de forma constante y, en ocasiones, imperceptible.

El mundo ha perdido hasta 160 mil millones de dólares de riqueza por la brecha salarial

Parte de esta fragmentación social se percibe especialmente en el ámbito laboral, sobre todo en lo concerniente a los salarios. Más allá de considerar la igualdad de género como un evidente imperativo ético, es preciso observarla también como una necesidad económica. Según datos del Banco Mundial, se han perdido hasta 160 billones de dólares de riqueza en todo el mundo debido a las diferencias de ingresos entre hombres y mujeres a lo largo de su vida. 

No en vano, las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres haciendo el mismo trabajo. Esto no ocurre tan solo en países menos desarrollados, sino también en países de nuestro entorno. Es el caso, por ejemplo, de Alemania, donde la diferencia salarial llegó al 49% en 2017, según datos de Naciones Unidas. Además, ONU Mujeres calcula que se tardarían alrededor de siete décadas en cerrar estas brechas.

Las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres haciendo el mismo trabajo

La diferencia salarial provoca la desvalorización del capital humano, cuya riqueza, según el informe del Banco Mundial, “representa dos tercios de la cambiante riqueza de las naciones, muy por encima del capital natural y otras formas de capital”.  En concreto, “las mujeres representan sólo el 38% de la riqueza en capital humano de sus países”. 

La participación de las mujeres en la fuerza laboral se reduce

Otra de las dimensiones de la desigualdad en el ámbito laboral es el descenso de la participación laboral de las mujeres.  Si comparamos los datos de los años 2000 y 2019, ésta ha bajado hasta tres puntos, pasando del 51% al 48%. Mientras tanto, las más de 1.500 reformas políticas que, según el Banco Mundial, se han efectuado durante los últimos 50 años no han logrado erradicar el problema por completo. Así, se siguen repitiendo patrones característicos de los tradicionales roles de género. Por ejemplo, el Banco Mundial estima que las mujeres dedican el triple de tiempo que los hombres a las prestación de cuidados sin remuneración, y entre una y cinco horas más al día a realizar trabajos no remunerados, como las tareas domésticas. 

La relevancia estratégica de la igualdad de género la ha llevado a ser incluida dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de  la Agenda 2030 de la ONU como el ODS 5. Si bien es cierto que el progreso ha sido innegable durante el último siglo, la igualdad sigue siendo un desafío. 

Las soluciones, a simple vista, parecen muy sencillas.  Así, las  propuestas habituales son la inversión en educación, el uso de currículum vitae ciegos (es decir, que no revelen género o edad), la conciliación laboral y familiar o el fin de determinadas estructuras laborales heredadas  del pasado, como es el hecho de que las mujeres ocupen mayoritariamente los puestos de menor cualificación. Sin embargo, poco se puede hacer a favor de la igualdad  laboral sin un impulso legislativo. Sólo así es posible abordar el problema de manera integral al establecer una política pública con vocación de permanencia en el tiempo. 

España inicia un cambio de rumbo

En España, mientras tanto, el timón comienza a girar con determinación: los dos reales decretos aprobados por el Gobierno de España durante el mes de octubre establecen medidas en el sector empresarial como la obligatoriedad de contar con un registro de retribuciones que permita aflorar situaciones de discriminacion salarial a las mujeres. Asimismo, se rebajará también de 250 a 50 trabajadores el umbral de una empresa por el cual es obligatorio registrar y aprobar un plan de igualdad.

Otros países de nuestro entorno, como Italia, también empiezan a tomar medidas concretas, como ocurre con la jubilación anticipada para las mujeres que hayan cumplido con el requisito de cotización. Se trata de una suerte de incentivo para completar una carrera laboral que, como sabemos, tradicionalmente ha estado plagada de un mayor número de obstáculos para las mujeres. No obstante, estas medidas requieren de una estrategia conjunta, esto es, un plan de acción global que ponga fin, definitivamente, a la discriminación que sufre la mitad de la población mundial.  La pandemia de coronavirus ha supuesto un alto en el camino, pero no debe hacernos perder el rumbo. No debemos olvidar que, detrás del objetivo económico de la equidad laboral, nos guía, en esencia, el imperativo moral de la plena igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.  

Radiografía de los derechos humanos en el mundo

“Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”, dicen en Amnistía Internacional cada vez que denuncian una violación de derechos humanos en el mundo desde su creación en 1961. En aquel momento, la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumplía trece años, pero seguía en pañales. Hoy, 72 años después de que se aprobase, se ha avanzado sobremanera, pero no lo suficiente. Las violaciones de derechos humanos siguen estando a la orden del día: desde Europa al sudeste asiático o las profundidades de la sabana africana, pasando por la totalidad del continente americano o la isla más recóndita de Oceanía. A la espera de que se confirmen los datos finales de 2020 que, para ONG como Amnistía o Human Rights Watch, podrían ser catastróficos debido al desigual impacto del coronavirus, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas alerta del frágil estado de los derechos fundamentales en el mundo.“Recibimos tantas peticiones de ayuda al año que no damos abasto para responderlas todas”, recuerda Michelle Bachelet, la alta comisionada para los Derechos Humanos.

2020 ¿suspenso en derechos humanos?

Este año, Naciones Unidas recuerda que 235 millones de personas requieren de ayuda humanitaria. Es decir, un 40% más que el año pasado. “Es la perspectiva más sombría y oscura sobre las necesidades humanitarias que jamás se haya establecido”, explican desde la ONU y el Alto Comisionado para los Derechos Humanos en su Panorama Global Humanitario 2021. Además, añaden, si todas las personas vulnerables que necesitan ayuda urgente viviesen en un mismo país, este sería el quinto más grande del mundo. 

Naciones Unidas recuerda que 235 millones de personas requieren de ayuda humanitaria

Las violaciones de derechos humanos no han parado ni siquiera durante las cuarentenas más severas. En los últimos meses, Amnistía Internacional ha denunciado las detenciones de manifestantes pacíficos en Hong Kong, las represiones contra protestas pacíficas en Polonia y Bielorrusia, el uso de bombas de racimo en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, la falta de protección legal para las trabajadoras domésticas en Líbano, el encubrimiento de la masacre de Lagos en Nigeria, la brutalidad policial en Estados Unidos, el desamparo de los mayores en las residencia  españolas, la encarcelación de activistas en Rusia, la discriminación –y asesinato– contra los anglófobos en Camerún o la detención de activistas por los derechos de las mujeres en Arabia Saudí, entre muchas acciones de Gobierno, empresas e instituciones que amenazan a la Declaración Universal de Derechos Humanos. 

Mark Lowcock: “Podemos deshacer 40 años de progreso en 2021 o trabajar juntos para que todos encontremos una salida a esta pandemia”

Como culmen de las violaciones de derechos están las crisis humanitarias vividas en el mundo. Según la ONU, en Latinoamérica se necesitan paliar los efectos de los desastres naturales –como los huracanes Eta e Iota en América Central–, la pobreza y la violencia extrema, los desplazamientos forzosos o la inseguridad alimentaria. Esta última, cada vez más creciente, pasó del 22,9% en 2014 al 31,7% en 2019. Las crisis humanitarias en Siria y Yemen tampoco dejan indiferentes a nadie: hay al menos 20,6 millones de personas afectadas en el primero y 19 millones en el segundo. Todas ellas ven sus derechos humanos vulnerados a diario y se ven privadas de recursos básicos para poder desarrollar sus vidas. El coordinador humanitario de Naciones Unidas, Mark Lowcock, recuerda que “podemos dejar que 2021 sea el año de un gran retroceso –deshaciendo 40 años de progreso– o podemos trabajar juntos para asegurarnos de que todos encontremos una salida a esta pandemia".

Derechos humanos y cambio climático en Europa

En primavera de este año, el comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, anunció el avance en una iniciativa legislativa obligatoria para todas las empresas con sede en Europa de debida diligencia en materia de derechos humanos y medio ambiente. Poco después, a finales de verano, se publicaba un avance con recomendaciones para una futura legislación común con el fin de proteger a las posibles víctimas de violaciones de derechos humanos allá donde las empresas europeas se encuentren. La Unión Europea pretende, así, forzar la aplicación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en todo el planeta. 

La futura normativa europea, que se presentará en el primer trimestre de 2021, tiene como objetivo exigir a las empresas que respeten los derechos humanos y el medio ambiente en sus operaciones, pero también en sus cadenas de valor globales y dentro de sus relaciones comerciales. Además, pedirá a las empresas que identifiquen, detengan, prevengan, mitiguen y monitoreen los potenciales impactos adversos sobre los derechos humanos y el medio ambiente que puedan tener sus operaciones o sus cadenas de valor en todo el mundo. Una vez entre en vigor esta legislación, las corporaciones europeas serán responsables directas de cualquier impacto negativo en materia de derechos humanos y medio ambiente de todo su sistema de producción (desde las cadenas de valor hasta las relaciones comerciales). 

Europa prepara una ley que exigirá a las empresas que respeten los derechos humanos y el medio ambiente en sus operaciones

Después de este anuncio, una docena de ONG se unieron para exigir a la Unión una legislación más ambiciosa y recordar a los países miembro que estarán vigilantes para, si fuese necesario, denunciar los abusos que las empresas cometan. En su petición alertan de que la Covid-19 ha conseguido que se rebajen los requisitos de protección medioambiental en el mundo, lo que, de mantenerse en el tiempo, podría suponer un grave retroceso en la lucha contra la emergencia climática. 

La defensa y protección de los derechos humanos y de nuestro planeta es, como deja ver la iniciativa europea, tarea de todos. La sociedad civil, los Gobiernos y las empresas deben permanecer alerta para que estos no se violen y denunciar cualquier posible ataque a los derechos más fundamentales. 2020 puede ser un punto de inflexión en todo lo conseguido en las últimas décadas. Por eso, como Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional, decía, no podemos olvidar que “la vela no arde por nosotros, sino por todas aquellas personas que no conseguimos sacar de prisión, que fueron abatidas camino de prisión, que fueron torturadas, secuestradas o víctimas de desaparición. Para eso es la vela”. Y en 2021 tiene que seguir ardiendo, también por nuestro planeta y por los derechos de todos. 

Radiografía de la violencia machista en España: una de cada dos mujeres la ha sufrido

A mediados de noviembre eran ya 1.074 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en España desde 2003, fecha en la que se empezó a llevar un registro. La última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, publicada en septiembre, no deja lugar a dudas: en nuestro país, una de cada dos mujeres la ha sufrido en alguna de sus formas, ya sea fuera o dentro de la pareja. El feminicidioes la consecuencia más grave de una violencia machista que en lo que va de año ha acabado con la vida de 40 mujeres en nuestro país y ha dejado a 23 menores huérfanos. Hoy, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una situación que ya se considera un problema de salud pública. 

A pesar de que las noticias sobre asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas inundan los informativos, la violencia machista no solo se manifiesta de esa forma fatal. La última macroencuesta realizada a lo largo de 2019 por el Ministerio de Igualdad recoge también la violencia física y sexual contra las mujeres fuera de la pareja, además del acoso. Los datos hablan por sí solos: el 6,5% (1.322.052) de las mayores de 16 años de nuestro país han sufrido violencia sexual en algún momento de sus vidas y el agresor era alguien con el que no mantenían una relación de pareja. Casi el 50% de estas agresiones sucedieron en espacios públicos (calle o parques) o en bares o locales de ocio nocturno. Sin embargo, solo el 8%  lo denunció, aunque el porcentaje asciende al 11,1% cuando se tienen en cuenta las denuncias interpuestas por terceros. Asimismo, el 13,4% (2.737.358 mujeres) asegura haber sufrido violencia física en algún momento de su vida por parte de alguna persona con la que no mantienen ni han mantenido una relación. Un 8,7% (1.778.550)  la padeció antes de los 15 años. 

Pero a veces la violencia machista toma tintes más sutiles, que no dejan marcas evidentes a la vista. Tanto el acoso sexual como el denominado stalking esa persecución intrusiva, incesante y en contra de la voluntad a través de medios digitales, como llamadas, mensajes en redes sociales o Whatsapp– pueden considerarse consecuencia directa de esa cultura de la violación imperante, que desde Naciones Unidas recuerdan está arraigada en «un conjunto de creencias, control y poder patriarcales» y que no hace más que «alimentar la discriminación de género y las actitudes sobre el género y la sexualidad». 

Las consecuencias son reales: en España, 8.240.537  mujeres mayores de 16 años (el 40,6%) reconocen haber sufrido acoso sexual en algún momento de sus vidas. Cuando hablamos de stalking, son 3.095.357 (el 15,2%) las que lo han sufrido y casi el 60% de manera semanal o diaria.

La violencia dentro de la pareja en España

El 6 de enero, Mónica Linde, de 28 años, y su hija Ciara, de 3 años, eran asesinadas por la expareja de Mónica y padre de la niña. Así comenzaba un 2020 oscuro por muchas más razones que la pandemia. La última víctima de violencia machista por parte de una pareja o expareja ocurría poco antes de que se escribiesen estas líneas en Girona. El 9 de noviembre, un hombre le arrebató la vida a su esposa en Lloret del Mar, según confesó él mismo. Junto a ellas otras 38 mujeres perdieron la vida a manos de sus parejas a lo largo de este año.

2,9 millones de mujeres en España reconocen haber sufrido violencia física o sexual en la pareja

Estos son solo los rostros visibles de un problema estructural que se extiende como las raíces de un árbol por los cimientos de nuestra sociedad. Según la macroencuesta del Gobierno, las mujeres que aseguran haber sufrido violencia física o sexual dentro de la pareja, presente o pasada, ascienden a 2.905.489 (el 14,2%). De ellas, el 25% reconoce que la violencia física solo ocurrió una vez, mientras que el 75% afirma que se produjo de forma reiterada. Pero los datos van más lejos: el 86,2% de las mujeres que han sufrido violencia sexual por parte de su actual pareja reconoce que ha ocurrido en más de una ocasión, frente al 10% que dice que solo ha tenido lugar una vez. Además, el 84,3% asegura que ha sufrido violencia psicológica emocional por parte de su actual pareja en más de una ocasión –frente al 14,9% en las que ha ocurrido solo una vez–.

Las cifras en el mundo

Como sabemos, la violencia contra las mujeres no es un fenómeno exclusivo de nuestra sociedad. Las cifras en el mundo que arroja Naciones Unidas son escalofriantes: una de cada dos mujeres asesinadas en 2017 lo fue a manos de su pareja o un miembro de su familia. La violencia machista contra las mujeres en edad reproductiva es una causa de muerte e incapacidad tan grave como el cáncer. Es más, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, en la mayoría de los casos por parte de un compañero sentimental. Pero es que tan solo el 52% de las mujeres casadas o que viven en pareja decide libremente sobre sus relaciones sexuales y todo lo relacionado con ellas, como el uso de anticonceptivos o su propia salud sexual. Además, actualmente casi 750 millones de mujeres y niñas se han casado –la mayoría de manera forzosa– antes de cumplir 18 años. 

En el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual

Otra forma de violencia contra las mujeres es la mutilación genital femenina, a la que se han visto sometidas al menos 200 millones. Y otra más: el 71% de las víctimas de la trata en todo el mundo son mujeres y niñas, y tres de cada cuatro  son utilizadas para la explotación sexual. 

La pandemia no ha facilitado la lucha contra la violencia machista, ni en España ni en el mundo. Según ONU Mujeres, desde que estallara la Covid-19 y obligase a millones de personas a confinarse en sus casas, la violencia se ha intensificado. Unicef también alerta de que este año ha supuesto un retroceso de los derechos conseguidos por las niñas en los últimos años: los cierres de escuelas las han puesto en peligro de ser obligadas a contraer matrimonio o a sufrir violencia física o sexual e, incluso, a quedar embarazadas sin poder sopesar opciones. La organización humanitaria calcula que durante los primeros seis meses de confinamiento la violencia de género podría haber aumentado en 31 millones de casos adicionales.. 

Durante la pandemia, los casos de violencia de género podrían haber aumentado en 31 millones

No podemos olvidar que está en la mano de toda la sociedad frenar la violencia machista. La educación es la clave, pero también alzar la voz cuando se observen comportamientos machistas en los círculos cercanos. Porque, como explica António Guterrez, secretario general de la ONU: «La violencia contra las mujeres y las niñas tiene sus raíces en siglos de dominación masculina. No olvidemos que las desigualdades de género que alimentan la cultura de la violación son esencialmente una cuestión de desequilibrio de poder». 

Brecha digital de género: ¿una tarea pendiente en España?

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Las mujeres tienen cada vez más presencia en el ámbito de las tecnologías, aunque todavía queda mucho camino por recorrer para que la brecha digital de género forme parte del pasado. Así lo aseguran dos nuevos informes de la serie Mujeres, tecnología y sociedad digital del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, que analizan todas aquellas variables que están condicionando la participación femenina en el mundo de las TIC o las STEM: las opciones y logros educativos, las relaciones familiares, la formación de la familia o los patrones de movilidad geográfica.

La ingeniería tiene nombre de mujer

Si nos pusieran delante la fotografía de un aula universitaria el primer día de clase con, pongamos, cien estudiantes repartidos en las mesas, y nos pidieran que adivinásemos qué carrera están estudiando –o, siendo algo más benévolos, si están matriculados en una disciplina de humanidades, sociales, ciencias de la salud o técnicas–, es probable que acertásemos atendiendo solamente al porcentaje de alumnos y alumnos presentes en el aula. Aunque en las últimas décadas el imparable avance de la igualdad se ha hecho patente en casi todos los ámbitos de la sociedad, la brecha de género sigue muy presente en la educación superior.  Si hemos asumido –no sin esfuerzo– que no hay colores «de niños» o «de niñas», ¿por qué no parece suceder lo mismo con las carreras?

Según los datos recogidos por la Unesco, solamente el 28% de los investigadores científicos de todo el mundo son mujeres. Aunque en ciertas áreas de la ciencia sí que se ha logrado equiparar la presencia de hombres y mujeres –por ejemplo, en Química, Medicina, Biología o Enfermería, donde ellas son incluso mayoría–, la ausencia de vocaciones femeninas en las denominadas carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) es especialmente preocupante. Desde el organismo internacional alertan, de hecho, de que las disparidades de género son «tanto más alarmantes cuanto que se considera que, en general, las carreras vinculadas con las STEM constituyen los empleos del futuro, la fuerza motriz de la innovación, del bienestar social, del crecimiento inclusivo y del desarrollo sostenible».

En nuestro país, solo uno de cada cuatro matriculados en ingenierías es mujer

En nuestro país, los datos aportados por el Ministerio de Educación confirman que la situación no dista mucho de las cifras manejadas por los organismos internacionales: en nuestro país, solo uno de cada cuatro matriculados en ingenierías es mujer. Esta cifra sube hasta el 31,4% al hablar de las carreras STEM en general –debido a la mayor presencia de alumnas en carreras como Matemáticas–, según apuntan desde el Instituto de la Mujer. «La falta de mujeres en la ingeniería es un problema global, no local. Sin embargo, estas cifras enmascaran la realidad: hay carreras universitarias como la ingeniería biomédica o la bioingeniería donde ahora encontramos una igualdad casi total entre hombres y mujeres. En el otro extremo hay ingenierías como la informática o la electrotecnia, en las que la presencia femenina está a punto de pasar a un dígito», analizaba Sara Gómez, directora general de Universidades de la Comunidad de Madrid, en un diálogo con Eva Pagán, directora general de Transporte de Red Eléctrica de España organizado por Red2030 con motivo del Día de la Mujer.

El origen de la brecha hay que buscarlo mucho antes. Según diversas investigaciones –entre ellos, un estudio publicado en la revista Science–, a partir de los seis años las niñas empiezan a pensar que los niños son más capaces que ellas. Con esa tendencia, cuando llegan a la etapa de la adolescencia y tienen que tomar decisiones sobre qué quieren estudiar, confían en sí mismas menos que sus compañeros varones. Si a eso le añadimos la tradicional dificultad asociada a las carreras STEM, pocas se creen con aptitudes para afrontar su futuro laboral y académico en estas áreas. Paradójico: ese mismo estudio revela que, aunque las niñas de todas las edades relacionan las mejores notas con las chicas, siguen contestando que los más brillantes son sus compañeros.

«No es solo la formación de los docentes, debería cambiar también la idea que hay de que para hacer una ingeniería tienes que ser muy listo, porque también tienes que serlo para convertirte en un buen abogado o un buen periodista. Se transmite que la ingeniería es algo que haces solo, en un sitio cerrado, peleándote con las máquinas, y a lo mejor las mujeres, que somos más sensibles a tener trato con los demás, esa imagen que se da nos condiciona. Además, la realidad es que un equipo de ingeniería siempre es multidisciplinar: ya sea para construir un puente, una instalación eléctrica o una gran infraestructura, necesitas un equipo», apuntaba por su parte Eva Pagán en el mismo diálogo.

Para denunciar la situación y visibilizar la vocación de las mujeres en las carreras STEM, cada 23 de junio se celebra el Día de la Mujer en la Ingeniería que se suma a otras conmemoraciones de este tipo, como el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia –11 de febrero–. Aunque el objetivo es ambicioso, el coste de no lograr la igualdad sería caro para todos: en una sociedad cada vez más digitalizada y donde los sectores más demandados están relacionados con la tecnología, dejar al margen a la mitad de la población mundial sería poner serias trabas a su empleo en el futuro. En un momento en el que el planeta tiene que hacer frente a un momento decisivo, su supervivencia requerirá del mejor arma posible para hacerlo: el talento de todos  sus habitantes, sin importar su género.

Las ciudades abren paso a sus habitantes

"Las ciudades son para las personas, no para los vehículos”. Esta declaración de principios hecha hace un tiempo por la directora ejecutiva de ONU Hábitat, Maimunah Sharif, sigue hoy más vigente que nunca. Sobre todo porque, en las últimas semanas, a las grandes ciudades del planeta se les han visto las costuras. Cuando el distanciamiento social se ha convertido en algo necesario para contener la expansión del coronavirus nos hemos dado cuenta de que en las grandes urbes, diseñadas para los vehículos, no hay suficiente espacio para las personas. Y ahora ha llegado el momento de cambiar esa realidad.

La considerable reducción del tráfico rodado y la disminución de la contaminación del aire como consecuencia del confinamiento han evidenciado la urgencia de situar a los ciudadanos (y no a los vehículos) en el centro de la planificación urbanística del futuro, que debe ser más sostenible para cumplir también con los objetivos de reducción de emisiones y la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Además, el aumento de la población urbana, que según la ONU crecerá en 6 millones de habitantes en 2050, es una amenaza seria para la salud si no se plantea un nuevo modelo de ciudad que vaya ligado a criterios de sostenibilidad. Es por eso que, algunos expertos han señalado a la “nueva normalidad” como un buen escenario para comenzar a alcanzar las metas propuestas por el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11 sobre el desarrollo de espacios urbanos sostenibles.

Londres como hoja de ruta

La última gran ciudad en sumarse a esta corriente reformista es una de las capitales más importantes del planeta: Londres. Sin ir más lejos, la semana pasada, el alcalde de la ciudad, Sadiq Khan, aseguró que el coronavirus cambiaría fundamentalmente la forma en la que los londinenses se desplazan por la ciudad. En una de las mayores iniciativas de reorganización llevadas a acabo en cualquier ciudad del mundo, Londres limitará el acceso con automóviles a una superficie significativa de su casco urbano, cediendo así las calles a peatones, ciclistas y transporte público. El objetivo es claro: además de permitir ese distanciamiento social obligado por el coronavirus, la ciudad reducirá sus niveles de contaminación y la salud de los ciudadanos ganará a corto, medio y largo plazo.

El anuncio de Londres coincide con las propuestas en las últimas semanas de Milán, que peatonizará 35 kilómetros de calles, de París, que invertirá más de 300 millones de euros en crear nuevos carriles bici, o Bogotá, que reconvertirá 76 kilómetros para ciclistas y evitará así aglomeraciones en el transporte público.

Milán, París y Bogotá también han puesto en marcha iniciativas de reorganización en las últimas semanas

En nuestro país, en la última semana más de 1.500 personas firmaron el manifiesto diseñado por el arquitecto Massimo Paolini y dirigido a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, donde se destacaba que la situación actual se presenta como una oportunidad única para llevar a cabo restructuraciones urbanísticas –tanto en la capital catalana como en el resto de ciudades españolas– y devolver la ciudad a las personas.

Según se especifica en el documento, la clave está en otorgar espacio al ciudadano a través de una reorganización de la movilidad. “No podemos seguir adelante si no quitamos espacio al automóvil, que se lleva más de la mitad de la superficie urbana”, explica el arquitecto y experto en urbanismo, José Rodríguez. En este sentido, reducir drásticamente el uso del vehículo privado mediante el fomento de la bicicleta -como ha venido haciéndose en las últimas semanas- , mejorar el transporte público en términos de acceso y frecuencias y ampliar aceras devolvería instantáneamente gran parte del espacio a los peatones. Hay ejemplos que demuestran que funciona, como la ampliación de las aceras  de la Gran Vía madrileña o la supermanzana de Barcelona.

Una ciudad más humana también pasa por apostar por impulsar los espacios públicos a través de la creación de nuevas zonas verdes, la naturalización de solares no edificados o la instalación de huertos urbanos en los diferentes barrios. Claros ejemplos de ello son el anillo verde de Vitoria o el cauce del río Tùria en Valencia. Desde la oficina de arquitectos Paisaje Transversal, que también ha propuesto una decena de medidas post-pandemia, Jon Aguirre destaca el especial esfuerzo que debe ponerse en este aspecto: “Tenemos una agenda urbana a nivel internacional, europeo y nacional. Las ciudades tienen que empezar a desarrollar un plan estratégico que incorpore la resiliencia, la infraestructura verde y la naturalización urbana”.

La desigualdad, el otro gran problema de las ciudades

Más allá del ámbito climático, la sostenibilidad también se dibuja a través de la erradicación de las desigualdades. Repensar la vivienda y garantizar su acceso es otra parte de la reorganización urbana. De hecho, es la primera meta del Objetivo 11 de los ODS que, además, insiste en fortalecer económicamente el desarrollo regional y evitar la despoblación.

Una importante necesidad, como señalan desde Paisaje Transversal, sería acabar de raíz con las llamadas “vulnerabilidades sistémicas”, como son los excesos del alquiler, los espacios domésticos limitados y la pobreza energética. “Desde hace tiempo se ha visto la urgencia de rehabilitación del parque inmobiliario como una lucha contra el cambio climático porque los edificios son grandes fuentes de gases de efecto invernadero”, explica Aguirre.

Rehabilitar es históricamente caro, pero existen ciertas medidas que pueden ayudar a mejorar los edificios más antiguos, como explica José Rodríguez: “Al no estar bien aislados requieren un gran consumo de calefacción y aire acondicionado. Eso podría solucionarse rehabilitándolo energéticamente incluyendo espuma de poliuretano en las fachadas, un procedimiento que no requiere obra interior, es barato y tiene muy buenos resultados”.

Economía al rescate

Como último paso, reorganizar las ciudades requiere replantear el modelo económico. Y esto el coronavirus lo ha conseguido con creces. No solo ha quedado evidenciada la dependencia exterior de bienes de consumo básicos, sino que además ha situado en el centro del debate las dificultades que han atravesado los pequeños comercios y el consumo local. Tal y como marca el arquitecto italiano en su manifiesto, la reorganización urbana debe pasar por impulsar la economía local y el cooperativismo, reutilizar materiales de construcción y reducir el turismo masivo.

Además de estos planes, el despacho de Paisaje Transversal añade políticas públicas en torno a la revitalización económica de barrios, el impulso de energías renovables a escala local y la recuperación de la industria mediante estrategias de renovación de polígonos. A fin de cuentas, el coronavirus ha dejado en evidencia que el desarrollo sostenible solo es posible si se transforma radicalmente la forma en la que administramos los espacios urbanos. Como subraya Aguirre: “Una ciudad sin un plan es una ciudad a la deriva”.

#Coronavirus: la aceleración del mundo digital

El estado de alarma decretado el pasado 14 de marzo para frenar la expansión del coronavirus ha cambiado radicalmente nuestra vida social. Ya no somos los que éramos. Las casas son ahora también oficinas, aulas de clase, gimnasios y lugares de ocio; las salidas a la calle están limitadas para comprar lo esencial, y el espacio vital de cada uno se ha extendido hasta un radio de dos metros. El aislamiento impide tocar, besar y abrazar a los seres queridos, pero no puede eliminar las ganas de comunicarnos y, sobre todo, de vernos. Desde hace casi un mes y medio la falta de contacto ha encontrado el sustituto –casi– perfecto: las videollamadas.

Las llamadas telefónicas ya no son suficientes. O al menos eso se desprende de los datos sobre el consumo de las apps que incluyen la opción de hablar a través del vídeo. “En los lugares más golpeados por el virus, las videollamadas a través de WhatsApp y Messenger han aumentado más del doble”, detalla Facebook –compañía a la que pertenecen estas aplicaciones– en un comunicado de prensa. En países como Italia, añade, “el tiempo invertido en llamadas grupales (con tres o más participantes) se ha incrementado más de un 1.000% durante el último mes”.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la necesidad de estar conectados no surge por un deseo de ver a nuestra familia y amigos, sino por un imperativo para poder seguir asistiendo a clase o yendo al trabajo? Para realizar el primer tipo de videollamadas es suficiente con tener un Smartphone, mientras que para las segundas hace falta un dispositivo más grande y con mejores prestaciones que nos permita reproducir la experiencia real de estar en el aula o la oficina. Es aquí cuando se evidencian algunas de las brechas digitales que existen en nuestro país.

Las videollamadas han aumentado más del doble en Whatsaap y Messenger

En España, “el 9,2% de los hogares con niños que pertenecen al tramo de ingresos más bajo (900 euros mensuales netos o menos) carecen de acceso a internet. Por el contrario, en los hogares con mayores ingresos el porcentaje de menores sin acceso a internet apenas llega al 0,4”, muestra un informe del Alto Comisionado para la lucha contra la pobreza infantil. La brecha digital implica, pues, una desigualdad educativa.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de analizar la brecha digital entre los estudiantes es el acceso a tablets u ordenadores, dispositivos necesarios para poder seguir el ritmo de las clases. La encuesta TIC (Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares) de 2019, señala que “el 23% de los hogares con menores del tramo más bajo de ingresos no tienen ordenador en casa, en comparación con el 1,2% del tramo de ingresos más alto”. En el caso de las tablets la brecha es aún mayor, ya que la diferencia entre la renta más alta y la más baja es de 28 puntos porcentuales.

Además del sector educativo, el coronavirus también ha trastocado el ecosistema laboral obligando a todas las empresas en las que sea posible a trabajar desde casa. El teletrabajo masivo, aunque ha supuesto un desafío para todo tipo de compañías, es casi una utopía para la mayoría de las Pymes. Según los datos publicados en marzo de 2019 por Cifras Pymes, el 99,8% del tejido empresarial está constituido por pequeñas y medianas empresas que emplean al 65,9% de los trabajadores. A pesar de suponer la casi totalidad de la fuerza de trabajo española, “solo el 14% de ellas tienen un plan de digitalización en marcha”, explica Gerardo Cuerva, presidente de la patronal Cepyme, en un artículo publicado en El País. Al bajo índice de digitalización de las Pymes y los autónomos se suma que su actividad laboral diaria suele implicar un mayor trato directo con la gente. Por tanto, la brecha digital también puede suponer un mayor riesgo de contagio.  

Disminuir las desigualdades asociadas a la brecha digital implican, principalmente, inversiones. Por poner un ejemplo, en el artículo mencionado, Cuerva estima que el coste para garantizar el teletrabajo es de “al menos 22.400 euros para una empresa de 10 trabajadores que requiera una instalación básica”. Sin embargo, si hay que sacar algo bueno de las crisis es, como apunta el historiador y filósofo Yuval Noah Harari, su impulso para generar cambios en las sociedades y acelerar procesos históricos ya en marcha. Y ya nos encontrábamos inmersos en medio de una transformación digital: esa Cuarta Revolución Industrial de la que habla el sociólogo y economista Jeremy Rifkin.

Von der Leyen: "La UE debe liderar la transición hacia un planeta sano y un mundo digital"

Quizá, esta pandemia ha ayudado a poner de manifiesto que es crucial acelerar al máximo la transformación digital. No solo porque es clave a nivel competitivo, sino porque ayudaría a reducir las desigualdades existentes y a alinearse con esa Agenda global de Naciones Unidas –Agenda 2030–, que apuesta por el desarrollo sostenible del planeta y sus habitantes.

Al menos así lo aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, durante la presentación del Green Deal, esa hoja de ruta que llevará a Europa a liderar la lucha contra el cambio climático. “La Unión Europea debe liderar la transición hacia un planeta sano y un nuevo mundo digital”, sostenía entonces Von der Leyen. Y añadía: “La digitalización tiene una enorme repercusión en nuestra forma de vivir, trabajar y comunicarnos. Debemos adaptarnos a esta nueva era”.