Categoría: Agenda 2030

Cambio climático: un foco de desigualdad latente

Tras años en un segundo plano, la lucha contra el cambio climático ha pasado a ocupar, por fin, el centro del debate público. Décadas después de que comenzaran las alertas por parte de la comunidad científica y los colectivos ecologistas, la mayor parte de los gobiernos del mundo han entendido la urgencia del problema y la necesidad de colocar la protección del planeta como un eje esencial de la política nacional e internacional. Hasta ahora, la degradación de la Tierra, una situación provocada principalmente por la sobreactividad humana, siempre ha sido enfocada desde una perspectiva medioambiental o productiva, como un problema que perjudica principalmente al mundo natural y al sistema bajo el que se rige la sociedad actual. Se obvia el hecho de que los principales perjudicados están siendo las personas y, en concreto, aquellas con menos recursos o en situación de exclusión.

El cambio climático amenaza el disfrute de aspectos como la vida, el agua, el saneamiento, el acceso a alimentos, la salud, la vivienda o el propio desarrollo

Prueba de ello es el ascendente nivel de preocupación que este tema suscita entre la población, dado el impacto que esta percibe en su día a día. Según una encuesta realizada por el Eurobarómetro, casi ocho de cada diez europeos (78%) considera el cambio climático como un problema muy grave. Y es que el constante deterioro del planeta amenaza seriamente el disfrute efectivo de aspectos como la vida, el agua, el saneamiento, el acceso a alimentos, la salud, la vivienda o el propio desarrollo. Aspectos, todos ellos, que comparten un mismo denominador: son derechos humanos. Por este motivo, desde las instituciones internacionales se está instando a los gobiernos a tomar medidas urgentes contra el cambio climático desde un punto de vista de protección a los colectivos sociales más vulnerables. «Los Estados tienen la obligación de defender los derechos humanos para prevenir los efectos adversos predecibles del cambio climático y garantizar que aquellos a los que afecte, sobre todo los que estén en una situación de vulnerabilidad, tengan acceso inmediato a recursos y medidas de adaptación efectivos que les permitan vivir dignamente», se puede leer en un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH).

«Es necesario que los Estados tomen medidas ambiciosas de adaptación y mitigación que sean inclusivas y respetuosas con las comunidades a las que afecte el cambio climático»

Con ello, desde el corazón de la ONU se abre un nuevo frente desde el que presionar a los gobiernos a tomar medidas efectivas y de calado contra el calentamiento global y los efectos adversos que ello genera. En este sentido, la realidad de la demanda queda reflejada en multitud de ejemplos, desde las prolongadas sequías en el África subsahariana, que han dejado sin agua potable a multitud de comunidades, hasta las devastadoras tormentas tropicales en el sudeste asiático que se han llevado casas y comercios, pasando por los incendios y las olas de calor en el hemisferio norte. Todos estos fenómenos afectan directamente a las personas y, más concretamente, a aquellas que menor acceso tienen a recursos que les permitan adaptarse a la situación actual. Un crecimiento de la desigualdad que tienen nombres y rostros y, como no puede ser de otra manera, reclama soluciones inmediatas. «Es necesario que los Estados tomen medidas ambiciosas de adaptación y mitigación que sean inclusivas y respetuosas con las comunidades a las que afecte el cambio climático», insisten desde la ACNUDH, desde donde se trabaja para potenciar aspectos como la inclusión de la sociedad civil en los procesos de tomas de decisiones medioambientales, la facilitación de mecanismos de derechos humanos para abordar los problemas medioambientales o la investigación y promoción para abordar vulneraciones de los derechos humanos causadas por la degradación del medio ambiente, en particular hacia grupos en situaciones de vulnerabilidad.

Si algo ha quedado demostrado a lo largo de los años es que el cambio climático es un problema de todos que tiene un impacto especial entre aquellos con menos recursos. Un foco de desigualdad que, al margen del daño que supone para el medio ambiente, también puede conllevar un desgaste de las sociedades y los derechos conquistados. Evitarlo es algo que está en nuestra mano.

Turismo rural: ¿dinamizar o erosionar la España vaciada?

El verano es una estación endulzada por las promesas que suelen encerrar las vacaciones: evadirnos del estrés, relativizar ciertos problemas y descubrir rincones hasta entonces completamente desconocidos. Este verano, los alojamientos rurales de España ya alcanzan una ocupación media del 50% y se prevé que las cifras finales superen el 52% registrado en 2019, según datos del portal EscapadaRural.

El turismo de vías verdes permite aprovechar 2.700 kilómetros de antiguas infraestructuras ferroviarias abandonadas

Es un hecho que el turismo rural satisface a sus fieles: el 96% de los turistas rurales declararon este año haber practicado esta clase de turismo con anterioridad, frente a un 98% que lo hizo el año pasado. De hecho, según datos del Observatorio de Turismo Rural, más de la mitad de los turistas (52%) reconoce haber cambiado el sol y la playa por el medio rural. Se trata de un modelo disruptivo en este sentido, ya que se busca el contacto con la naturaleza y con un entorno al que normalmente muchos no tienen acceso. Los mismos datos así lo demuestran: la abundancia de opciones al aire libre (70%) es la motivación que más crece respecto a años anteriores, junto con la posibilidad de visitar un entorno cultural (49%) y la riqueza gastronómica (45%). Asturias, Andalucía y Aragón son los destinos predilectos para satisfacer estas necesidades.

Mucho más que turismo

El turismo rural tiende a ser más que una mera actividad económica, llegando a dinamizar zonas que de otro modo podrían quedar abandonadas. A esto ayudan alternativas como el ecoturismo, una forma de viajar de manera responsable por su bajo impacto ambiental, con actividades imposibles de encontrar en los entornos urbanos o masificados: interpretación del medio natural, observación de fauna y flora, rutas culturales o fotografía de naturaleza, entre otras.

Otra de las alternativas más destacadas es la de las vías verdes (o cicloturismo), cada vez es más popular. Aprovechando los 2.700 kilómetros –de un total de 8.000– de las antiguas infraestructuras ferroviarias españolas abandonadas, esta forma de viajar permite no solo observar algunos de los paisajes nacionales más espectaculares, sino dinamizar áreas en declive.

Luces… y también sombras

No obstante, no es oro todo lo que reluce: el turismo rural también puede contribuir, paradójicamente, a la degradación de nuestros pueblos. Una mala gestión puede llevar, más allá de la posible gentrificación –y la construcción derivada de la misma, a veces no asimilable por el entorno–, a consecuencias notablemente profundas. Así, la contaminación, una insuficiente depuración de aguas residuales o gestión de residuos, el agotamiento de los recursos, la erosión del suelo por el impacto de los visitantes o el deterioro y la destrucción de la fauna y flora local pueden convertirse en algunas de estas posibles consecuencias, tal como indican desde CEUPE.

La abundancia de opciones al aire libre (70%) es la motivación que más crece en el turismo rural respecto a años pasados

Además, una gestión negativa de este tipo, según defienden desde la Asociación Española de Expertos Científicos en Turismo (AECIT), puede favorecer la erosión de los comercios tradicionales, la especulación por el uso del suelo e incluso una suerte de monocultivo económico. La comunidad que en un principio se beneficiaba, de este modo, podría acabar sumida en un laberinto con una única salida. En última instancia, las consecuencias de una actividad mal implementada puede impulsar una despoblación de la misma zona que pretendía dinamizar.

Así, el creciente turismo rural tiene el potencial de transformar los ecosistemas, economías y sociedades de la España vaciada. De la forma de gestionar e implementar tal actividad, así como del compromiso de los turistas y establecimientos, dependerá que este cambio conduzca al rural hacia un escenario más sostenible.

Protege la salud de tu piel…y también la del mar

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Llega el verano y muchas personas se lanzan a la playa para pasar unos días. En la maleta no falta la protección solar para cuidar la piel pero hay que tomar consciencia de la necesidad de proteger también el mar. Según la organización Green Cross cada año 25.000 toneladas de crema solar llegan a los océanos causando múltiples daños medioambientales.

La financiación, clave para el avance de la Agenda 2030

Por segundo año consecutivo, el mundo ha dejado de progresar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con esta contundencia lo advierten los expertos que firman el Sustainable Development Report, uno de los informes más valorados del mundo de la sostenibilidad, pues evalúa a cada país según su nivel de implicación a la hora de mantener el ritmo en el cumplimiento de estas metas medioambientales y sociales.

No es cuestión de una falta de compromiso. Más bien es que el contexto actual no lo está poniendo nada fácil: como ya advirtió el economista Jeffrey Sachs en la presentación del estudio, «para acelerar el progreso de los ODS necesitamos acabar con la pandemia, negociar el fin de la guerra en Ucrania y asegurar la financiación necesaria; los países pobres son los que se están viendo especialmente afectados por las repercusiones». Dado que actualmente vivimos en un mundo globalizado, igual que un equipo, cada país debe tender la mano al resto para evitar lastrar, aún más, los avances que necesitamos.

Todos los expertos coinciden en la conclusión: los ODS necesitan una mayor financiación. El dinero es innovación; la innovación es futuro. Y algunos países como España, conscientes de ello, han pisado el acelerador para seguir cumpliendo con las promesas que se acordaron frente a las Naciones Unidas. En 2022, según indica el informe, nuestro país avanzó hasta el puesto 16 del ránking global en desarrollo sostenible, aumentando cuatro puntos en comparación con el año anterior. La nota final es de un 80 sobre 100, lo que nos sitúa por encima de naciones como Bélgica, Portugal, Japón o los Países Bajos.

España puntúa alto en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: se sitúa en el puesto número 16, por encima de los Países Bajos y Bélgica

Es un crecimiento disimulado, pero relevante. El trabajo de España con los ODS ha registrado avances en 15 de 17 objetivos, haciendo especial hincapié en la igualdad de género, el agua limpia y el crecimiento económico, donde el informe aplaude los progresos a la hora de reducir brechas de educación y empleo, mejorar la gestión de los sistemas sanitarios o garantizar los derechos laborales fundamentales y mejorar el empleo. También reconoce los esfuerzos en la disminución de emisiones en las grandes ciudades y en la lucha contra el hambre.

Sin embargo, como el resto de países, el nuestro también tiene como asignatura pendiente la infrafinanciación. Así lo advirtió Leire Pajín, presidenta de Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible –la organización encargada de elaborar este estudio–: «Las lecciones aprendidas con las crisis actuales nos muestran la urgencia de una mayor conexión entre la ciencia y la toma de decisiones para acelerar múltiples procesos, como las energías limpias».

Uno de los mayores motivos tras este problema es que los países más vulnerables –a su vez, los más afectados por la crisis climática– no han tenido la oportunidad de recuperarse aún de la crisis sanitaria y la económica. Y sin recuperación, los ODS pierden prioridad. De hecho, estas crisis se han solapado bloqueando, principalmente, los avances en la reducción de la pobreza (ODS 1) y la garantía de un trabajo decente (ODS 8). Basta un dato para comprender lo que ocurre: en 2015, los países en vías de desarrollo avanzaban mucho más rápido en compromisos medioambientales que los desarrollados.

Para garantizar que los países vulnerables puedan volver a subir al tren de los ODS es fundamental ampliar las vías de financiación que les ayuden a recuperarse definitivamente de la crisis sanitaria y económica

«A mitad de camino del 2030, necesitamos urgentemente un plan global de financiación de los ODS, además de mayores compromisos provenientes de los países del G20», advierte el informe. «Con la financiación, las innovaciones tecnológicas y la ciencia pueden ayudar a identificar soluciones en tiempos de crisis y contribuir de forma decisiva a la hora de responder a estos problemas». En otras palabras, para garantizar el cumplimiento de los ODS es requisito fundamental dirigir los objetivos económicos hacia la inclusión de los países vulnerables.

Para ello, REDS subraya cuatro prioridades. En primer lugar, advierte que los países del G20 deben comprometerse mucho más a la hora de enviar mayores flujos de financiación a los países vulnerables, para que estos puedan desarrollarse económicamente y alcanzar los ODS. Además, también deberían ampliar su capacidad de préstamo para el mismo cometido y apoyar otras medidas que puedan ampliar la capacidad de subvención. Aunque los países vulnerables también tienen deberes: deben esforzarse en mejorar sus políticas económicas con diversas medidas para prevenir futuras crisis y volverse más estables.

En conclusión, la correcta financiación de los ODS necesita construirse sobre un pilar de alianzas. Una vez más, resalta la importancia de los compromisos comunes entre instituciones públicas y privadas para acelerar las decisiones definitivas que nos ayudarán a hacer frente a los grandes retos de nuestro tiempo. El momento es ahora.

¿Qué hacen los festivales de música por los ODS?

En verano, el mapa de España es musical. Se mire donde se mire, los festivales brotan en cualquier hábitat: en plena costa valenciana, en las profundidades de los bosques gallegos o incluso dentro de los propios entornos urbanos. Con más de 890 espectáculos al aire libre y 1.800.000 asistentes anuales, nuestro país se corona como el primer destino turístico de festivales de Europa. 

No es solo por la música. Disfrutar de varios días corriendo de escenario a escenario tiene detrás todo un contexto social en un ambiente festivo marcado por la gastronomía, el sol y los reencuentros. Una demostración de que la cultura impacta de manera transversal en la economía, pero también –y, sobre todo– en el bienestar social ya que, a través de ella, se incrementan los sentimientos de experiencias colectivas y se consiguen sociedades más cohesionadas. ¿O acaso es posible imaginar un verano sin bailes, sin teatros, sin arte y desprovisto de melodías?

España es el primer destino de festivales en Europa: cada año acoge más de 800 eventos y más de un millón de asistentes

Precisamente prestando atención a este factor dinamizador de la cultura, a lo largo de la última década organizaciones como la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS) o la Asociación de Festivales de Música (FMA) han centrado sus esfuerzos en reivindicarla como un agente fundamental para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Defienden que la cultura contribuye a los ODS desde todos los ángulos ya que, además de tener un retorno económico a nivel europeo, nacional y local, también fomenta el derecho a la participación en la vida cultural y, sobre todo, genera sociedades más igualitarias.

Así contribuyen los festivales a la Agenda 2030

«La cultura, como foco estratégico de concienciación social, debe estar alineada con las estrategias de desarrollo sostenible», insiste la FMA en su plan de acción Festivales de Música y Agenda 2030. «En este contexto, los festivales de música son lugares de encuentro, ocio y trabajo que tienen un impacto social, ambiental y económico en la región donde se generan».

Esta es una idea que sitúa a los festivales cara a cara con una realidad: la industria de la música es una de las más contaminantes de la actualidad –estos macroconciertos pueden llegar a superar los 25 kilos de CO2 emitidos por asistente–. Por ello, incluirlos como agentes esenciales en la consecución de la Agenda 2030 no solo beneficia a las sociedades de forma intangible, sino que además invita a los propios eventos a ser más respetuosos con el planeta, lo que conciencia a sus asistentes sobre las metas sostenibles a alcanzar. Es el círculo perfecto.

Pero ¿por qué entonces la cultura no tiene un ODS propio dentro de la Agenda 2030 si juega un papel tan relevante? La FMA lo achaca a que, tradicionalmente, el sector se ha centrado más en el beneficio económico que en el social, llegando a imponer modelos que no dialogan directamente con las realidades sociales. «El concepto de la sostenibilidad no ha tenido un buen nivel de conceptualización en el sector cultural porque se ha orientado más a una mirada hacia el pasado y la tradición», aclaran los expertos. Sin embargo, esa idea está empezando a diluirse. Y es precisamente esa transversalidad del sector la que puede hacer que la cultura pase de ser una ausente en la Agenda 2030 a dirigir cada paso hacia las metas.

En realidad, el marco de los ODS es una triple oportunidad para el sector cultural, en general, y los festivales en concreto. En primer lugar, adhiriéndose a ellos, estos pueden repensar su relación con las audiencias e identificar nuevos públicos que les lleven a desarrollar políticas más inclusivas, contribuyendo a objetivos como la igualdad de género, la diversidad o la reducción de pobreza.

Por otro lado, esta alineación permite también alimentar la innovación de estos eventos, creando infraestructuras más inclusivas y contribuyendo a comunidades más sostenibles –ejemplo de ello es el Festival Cruïlla, en Barcelona, que ha aprovechado para lanzar una convocatoria de start-ups dispuestas a aportar soluciones de ecodiseño y medidores de huellas ambientales–. También empujan a crear sinergias entre el ámbito público y privado, alimentando esas alianzas necesarias para lograr los objetivos sostenibles.

Una aportación clave de estos eventos es la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial, con medidas que reducen el impacto ecológico e impulsan la memoria colectiva

Otra aportación clave de los festivales es la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial, con medidas que reducen el impacto ecológico e impulsan la conservación y la memoria colectiva. Ejemplo de ello son el Tomavistas (Madrid), que desde 2019 está adherido al plan de PYMEs y Objetivos de Desarrollo Sostenible, participando con entidades como la ONG Reforesta para recuperar espacios verdes en Madrid, y el Festival Sinsal, celebrado en la ría de Vigo, que busca reducir su impacto trabajando en seis líneas distintas: la igualdad, la circularidad, la diversidad, la localidad, la eliminación de plásticos y la reducción de las emisiones de carbono.

La igualdad de género también es una meta que se beneficia de los festivales adheridos a la Agenda 2030 gracias a la capacidad que tiene la música para concienciar. Incluso pueden contribuir desde el otro lado del escenario, en la organización, incluyendo a más mujeres en puestos fundamentales para su desarrollo, como montadoras, programadoras o directoras.

Otro buen ejemplo de ello es la iniciativa Keychange promovida por la PRS Foundation, un manifiesto firmado por distintos agentes europeos de la industria musical que propone medidas para alcanzar un equilibrio de género en la industria –dedicar más fondos públicos a garantizar la equidad, elaborar un análisis independiente para conocer datos concretos sobre la brecha laboral, proporcionar más referentes femeninos en los carteles, etcétera–.

Y, sin duda, los festivales también dejan lugar a la consecución de los objetivos relacionados con el medio ambiente y los ecosistemas, ya que pueden concienciar de la forma más práctica posible a la audiencia; por ejemplo, instalando fuentes de agua gratuitas, prohibiendo botellas de plástico, reciclando aguas residuales, instalando carpas para concienciar sobre los principales retos del cambio climático y permitiendo a los cantantes utilizar su música para multiplicar el mensaje. En este sentido, Billie Eilish, a lo largo de todas sus actuaciones, ha instalado el Billie Eilish Eco Village, una zona a la que el público puede acudir para aprender sobre el cambio climático.

Resulta evidente que el alcance de la música a la hora de resolver los principales retos de la Agenda 2030 es tan universal como sus melodías, tal y como indica la FMA, que en su informe desarrolla una hoja de ruta que reformula hasta el más mínimo detalle de estos eventos para que cumplan con los ODS en todos los sentidos. Por el momento, España es un país en el que los festivales cada vez abogan más por la sostenibilidad ambiental y social. Pero todo apunta a que la música seguirá haciendo su labor más pura: hacer llegar el mensaje de los ODS a todos los rincones del mundo.

Incendios y la delicada recuperación de los ecosistemas

El fuego siempre aparece como uno de los protagonistas más indeseados del verano. Miles de hectáreas se calcinan cada año a causa del aumento de las temperaturas y sus consecuencias, algo agravado por el efecto del cambio climático: en la cuenca mediterránea, por ejemplo, el número de días de riesgo extremo de incendios se ha duplicado en los últimos 40 años. Un dato en el que no se incluyen aquellos de origen humano, ya sean accidentales o negligentes. Según cifras de Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, más de 75.000 hectáreas han sido calcinadas en la primera mitad de 2022 en nuestro país. Los incendios de Zamora, Salamanca, Cáceres o Barcelona nos están dejando importantes pérdidas, entre ellas la muerte del brigadista Daniel Muñoz, y paisajes calcinados que se extienden en el horizonte como un yermo de color negro, casi lunar. Y si ponemos la vista en el largo plazo, ¿cuáles son los efectos del fuego?

Los incendios forestales pueden crear impactos de gran complejidad sobre los ecosistemas en cuestión, ya que dependen de factores tan concretos y relacionados entre sí como el tipo de paisaje o la posterior respuesta de la vegetación. El aumento de la frecuencia de incendios, si se suma a factores como los periodos de sequía, puede generar impactos ambientales de largo recorrido, como la disminución de la productividad de los ecosistemas en cuestión, cambios negativos en las dinámicas de cultivo o, directamente, aparición de desertificación. No es de extrañar: el fuego no solo afecta a la flora y la fauna, sino también al propio suelo, el elemento que constituye la base misma de toda la vida forestal.

Más de 75.000 hectáreas han sido calcinadas en la primera mitad de 2022 en nuestro país

El suelo puede marcar la vida de una zona no solo a corto plazo, sino a lo largo de varios años. Entre sus funciones se encuentran aspectos tan esenciales como la retención del carbono, la purificación del agua, la regulación del clima o el propio suministro de alimentos, fibras y combustibles. De este modo, si un bosque se incendia, su suelo estará expuesto a la erosión del viento y el agua, sufriendo problemas como la pérdida material, la infiltración acuática o la desaparición de nutrientes. Los cimientos de la vida, así, se resquebrajan, complicando la recuperación del ecosistema.

Con la flora y fauna ocurre algo similar, y es que la recuperación, al igual que los efectos derivados de la catástrofe, puede durar años. Al fin y al cabo, un incendio puede cambiar drásticamente la composición de la cadena trófica (es decir, la alimentación interrelacionada entre seres vivos). Se trata de algo fundamental: de esta clase de dinámicas dependen también las distintas comunidades humanas. La flora, como el suelo, provee además un servicio fundamental, ya que absorbe las emisiones de gases de efecto invernadero. Así lo demuestran las cifras de los bosques europeos, que captan alrededor de 360 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, un valor muy superior a las emisiones de un país como España, que emite algo más de 200 toneladas.

Un paso adelante, ¿dos pasos atrás?

Un incendio supone, en definitiva, un retroceso en los ecosistemas del lugar. Su magnitud, sin embargo, no depende tanto de la extensión del incendio como de su intensidad: si uno es extenso pero ligero, el efecto del fuego es suave, lo que provoca, por ejemplo, que los árboles no terminen de quemarse del todo (y que, por tanto, puedan rebrotar más fácilmente).

El número de días de riesgo extremo de incendios se ha duplicado en los últimos 40 años

El principal problema es que el cambio climático está aumentando la severidad de los incendios, lo que puede llevar a eliminar totalmente la vegetación y esterilizar completamente las zonas afectadas. Esto supone que una recuperación pueda llevar como mínimo decenas de años (e incluso siglos en algunos casos). Ni siquiera a través de una intensa reforestación y recolonización animal se puede acelerar el proceso, que conlleva en muchos casos la aparición de especies –tanto vegetales como animales– invasoras que pueden alterar los ciclos naturales de los bosques.

Mandela, el líder conciliador

Cuando en 1994 Nelson Rolihlahla Mandela llegó al gobierno sudafricano, la historia del mundo cambió. Su irrupción en el poder, en un país aquejado por la segregación racial, supuso un antes y un después en la lucha contra el racismo a nivel internacional. Este hecho sumado a otras causas sociales en las que estuvo involucrado le ha posicionado como uno de los grandes líderes mundiales del siglo XX.

Madiba, nombre con el que sus compatriotas se dirigían a él en honor al clan al que pertenecía, fue hijo del líder de la tribu y su infancia transcurrió en el entorno rural sudafricano, donde conoció de cerca los usos y costumbres de su gente. Muchos rasgos del liderazgo y la enorme valoración de la justicia social los aprendió de su primo Jongintaba, uno de los jefes tribales, que lo tuteló una vez fallecido su padre.

Poco antes de cumplir la mayoría de edad, Mandela ya formaba parte del consejo tribal, en el que sus dotes de líder empezaban a vislumbrarse. Tras su negación a un matrimonio concertado en 1941 se fue a Johannesburgo donde comenzó a trabajar como ayudante para un despacho de abogados. El nombre clave en esos tiempos fue Walter Sisulu, un amigo íntimo que influyó en sus ideas políticas y lo ayudó a terminar sus estudios de Derecho. Tanto Sisulu, como toda la gente que trató directamente con Madiba, relató siempre que el poder de seducción, la confianza en sí mismo y su personalidad aplastante, eran rasgos innegables de la persona que pasó a la historia como la figura que derrocó el Apartheid en Sudáfrica. Sin embargo, su meteórica carrera política se vería dramáticamente interrumpida por su entrada en prisión.  Su fervorosa militancia en el Congreso Nacional Africano (CNA) y en el Partido Comunista de Sudáfrica, pero, sobre todo, la fundación de La Lanza de la Nación, una organización guerrillera y armada en 1961, le llevaron a un proceso judicial que le sentenció a cadena perpetua en 1962. Desde entonces, pasó 27 años privado de libertad. En concreto, su lucha fue contra los bantustanes: un plan del gobierno con el que se pretendía marginar a la población no blanca (el 70%) en Sudáfrica.

«Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada»

Igual que Pepe Mujica (ex presidente de Uruguay), Dilma Rouseff (ex presidenta de Brasil), y Lech Walesa (ex presidente de Polonia), Mandela fue uno de los líderes que excepcionalmente lograron pasar de la prisión a la silla presidencial. Sin embargo, para él el camino fue mucho más largo. Después de décadas luchando desde la sombra, en 1984 el gobierno le ofreció una libertad condicionada a establecerse en uno de los bantustanes, pero él no la aceptó. Durante el mismo tiempo, su esposa Winnie (con quien estaba casado desde 1958), abrazó con fervor la lucha contra el Apartheid así como la causa contra la liberación de Mandela (ya de dimensiones internacionales), y, finalmente, en 1990, tras la legalización del CNA, Madiba fue excarcelado.

Tres años más tarde, igual que le había sucedido a Lech Walesa, Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz, que compartió con Frederik de Klerk, entonces presidente de la República. Ese gesto le convirtió en uno de los líderes más conciliadores de todos los tiempos. No en vano, un año más tarde, cuando se celebraron las elecciones generales de Sudáfrica, Mandela, como candidato del CNA, se convirtió en el primer presidente negro de un país conocido por el constante endurecimiento de su política segregacionista racial.

Hoy es recordado en su país natal como ‘El padre de Sudáfrica’, gracias al plan de reconstrucción y desarrollo con el que pudo mejorar el nivel de vida de la población que vivía en las condiciones más precarias. «Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada», aseguraba Mandela. Una visión que las nuevas generaciones tienen presente gracias a la película Invictus, el filme de Clint Eastwood en el que relata cómo ‘Madiba’, con su apoyo a la selección nacional de rugby durante la copa mundial de 1995, impulsó la inclusión social y la conciliación entre las dos Sudáfricas que habían permanecido segregadas durante décadas.

Los microplásticos llegan a la Antártida

La Antártida ha sido el continente que ha permanecido ajeno al cambio causado por los humanos. Su posición lejana y, sobre todo, sus duras condiciones atmosféricas han hecho que, por muchos exploradores que hayan intentado posicionar a sus países en la zona, haya permanecido como un espacio al margen, un lugar protegido de los golpes de la modernidad y en el que la naturaleza tenía el dominio absoluto. Así era hasta ahora, porque la Antártida, a pesar de todo, no ha logrado quedarse virgen al cambio climático, la contaminación y los aspectos más negativos del progreso humano.

De hecho, un reciente estudio ha concluido que, aunque la actividad humana en el continente es limitada – y vinculada al personal de las expediciones científicas –, las micropartículas de plástico han logrado encontrar su camino hasta la zona. El descubrimiento ha sido realizado por la doctoranda Alex Aves, de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda, tras una recolección de muestras de nieve en 2019 en varias ubicaciones de la Plataforma de Hielo de Ross. Tras someterlas a análisis, se encontró estos materiales en todas y cada una de ellas. «Es increíblemente triste, pero encontrar microplásticos en la nieve fresca de la Antártida resalta el alcance de estos contaminantes», afirma la investigadora tras la publicación de los resultados.

Entre los 13 tipos de microplásticos encontrados se encuentra el tereftalato de polietileno, PET. Es el plástico de uso común que sirve para fabricar todo tipo de productos, desde botellas de agua o refrescos a prendas de ropa.

La recolección de muestras de nieve demuestra que los microplásticos ya han llegado a la Antártida: el PET es el más presente

Esa presencia es también una pista para entender cómo han llegado esos microplásticos a la nieve de la Antártida. No es que estén allí solo porque hay personas viviendo de forma ocasional en el continente –aunque las muestras con más cantidad de contaminantes sí fueron las que se recolectaron más cerca de bases científicas, lo que invita a preguntarse cuánto impacta realmente esa población– sino que han viajado desde las zonas en las que los plásticos se usan de forma masiva. Es decir, igual que el elevado uso de plásticos está contaminando los mares, lo hace también con la nieve que llega luego a la Antártida.

De una manera o de otra, el plástico es capaz de desplazarse y llegar a todas partes. No quedan zonas ajenas a su impacto contaminante.

Innovar para solucionar el problema

El problema del plástico en la Antártida necesita una solución. Los datos del estudio ya han llevado a que Nueva Zelanda plantee que el tema se incluya en el tratado internacional que regula el uso del continente.

Sin embargo, estos resultados invitan a pensar más allá, puesto que son una confirmación de que el plástico es un problema global al que resulta imposible escapar. Apostar por la innovación y crear soluciones específicas conectadas con el problema puede ayudar a paliar los efectos que el uso de plástico –el futuro, pero también el que ya se ha hecho– tiene en el medioambiente.

Una de las últimas propuestas es un pez robot, diseñado por científicos de la Universidad de Sichuan, que nada como los peces de verdad por los mares, pero que mientras lo hace absorbe los microplásticos para ayudar a eliminarlos de ese ecosistema. Aunque todavía está en una fase preliminar, la idea tiene elevado potencial, porque además podría ser empleada incluso en aguas turbulentas.

Igualmente, el propio robot simplifica la investigación, por lo que ayuda a comprender qué ocurre con esas partículas. «Después de que el robot recolecte los microplásticos en el agua, los investigadores pueden analizar más a fondo la composición y la toxicidad fisiológica de los microplásticos», asegura Yuyan Wang, uno de los investigadores.

Podría ser una potencial solución para un problema complejo y grave, uno al que, como la nieve de la Antártida demuestra, no se puede dar la espalda.

“El cibermundo abre oportunidades para una educación más accesible”

Hace más de diez años encontró en el metaverso una herramienta complementaria para la formación en las aulas. Francisco Sendra (Málaga, 1958) es médico y docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, y para él la tecnología –y el juego–, resultan elementos excepcionales para ampliar los horizontes de la enseñanza.

La exploración hacia nuevos caminos en la docencia hacia el metaverso, como él mismo comenzó haciendo hace años con el programa ‘Second Life’, puede significar un antes y un después en las formas en las que se relacionan los alumnos y el profesorado dentro y fuera de las aulas; aunque, por el momento, sólo se trate de actividades extracurriculares. Reflexionamos con el experto sobre éstas y otras cuestiones vinculadas con la educación.

¿Es el metaverso un arma de doble filo en materia educativa? ¿Ayuda realmente a tener un proceso de aprendizaje más creativo, o se ha convertido en una limitante para desarrollar habilidades sociales?

No entiendo al metaverso como un arma de doble filo en la educación a ningún nivel (educación primaria, secundaria o superior), siempre que se mantenga como un recurso online complementario a la formación reglada. Creo que participar en actividades en entornos tridimensionales puede aportar mucho a alumnos y profesores. De entrada, supone otra forma de aprendizaje online, con una mayor sensación de “estar ahí” que la que proporcionan los recursos de conferencias 2D. Además, puede proporcionar espacios y situaciones que serían carísimos o imposibles de asumir en la vida real, por ejemplo, disponer de un edificio de varias plantas dedicado 24/7 a las actividades de una asignatura, o montar un aula en un escenario fantástico o exótico, como un asteroide flotante o una playa, por ejemplo.

¿Cuáles son los principales retos, en la España de hoy, respecto a la digitalización de la educación?

Es una pregunta muy amplia y el concepto digitalización de la educación es algo ambiguo, puede referirse tanto al soporte proporcionado por contenidos digitales, evitando o anulando el uso de papel, como a los sistemas de gestión de la educación, del tipo plataformas Moodle o similares, ampliamente utilizados en la actualidad como organizadores de procesos educativos. Incluso puede referirse a recursos de aprendizaje remoto (sincrónico y asíncrono) entre los que se incluyen las plataformas de conferencias online (zoom, meet, teams, …), ampliamente utilizadas durante la pandemia y, por supuesto, también el metaverso, con nuevos conceptos de realidad virtual, realidad aumentada o mundos virtuales sociales. Esta tecnología, sobre todo las últimas, evoluciona muy rápido y, tal vez, un reto sea propiciar un mayor conocimiento de las mismas y favorecer que se usen.

De Second Life a la digitalización de la sociedad en 2022. ¿De qué manera nuestro mundo ha cambiado en torno a su dependencia de las herramientas digitales? 

Ha cambiado mucho y lo está haciendo a gran velocidad, en función del progreso de la tecnología. Solo hay que ver cómo ha cambiado nuestro entorno cotidiano. Por poner un ejemplo, todos llevamos un potente ordenador en nuestro bolsillo, con localización por GPS, conexión casi global a Internet, acceso a redes sociales y al uso de herramientas cada vez más sofisticadas. Además, permite grabar audios, capturar imágenes, hablar por teléfono o hacer videoconferencias. No sólo en nuestra vida privada nos hemos hecho dependientes de la tecnología. Está ocurriendo en la vida profesional y en el ámbito educativo y es importante aceptar y aprovechar todas las ventajas que ofrecen los avances tecnológicos. Poniendo un ejemplo relacionado con el ámbito científico, cualquiera que lleve algunas décadas en ello, sabe lo que costaba encontrar fuentes de información y referencias bibliográficas hace años y la facilidad con que tenemos de acceso global a este tipo de información. Actualmente es algo esencial en el progreso científico. Lo mismo puede extrapolarse a otros ámbitos, culturales, legales, etc.

Hablemos de la importancia del juego en el proceso educativo. ¿De qué manera favorecen los juegos online, las realidades virtuales (como fue Second Life), por ejemplo, el aprendizaje en disciplinas tan estrictas como la medicina? 

El juego es muy importante en el proceso educativo del ser humano durante la infancia. Pero también favorece el aprendizaje del adulto, fundamentalmente proporcionando diversión y entretenimiento como estrategia para reforzar el interés en una materia. Para ello, deben tenerse muy en cuenta los objetivos de aprendizaje que se persiguen. Las realidades virtuales, como Second Life, son un juego en sí mismas. Uno accede a ellas representado por un elemento gráfico de aspecto humano llamado avatar y eso le confiere un toque divertido. Pero dentro de los mundos virtuales pueden desarrollarse actividades muy serias, tanto como las que se realizan habitualmente en un aula: una clase, una conferencia, una exposición de un tema de un grupo de alumnos a sus compañeros, etc.

El uso de elementos y herramientas de juego con fines no lúdicos, incluyendo la educación, se conoce como gamificación. La gamificación no es patrimonio del uso de ordenadores, pues pueden realizarse excelentes estrategias de juegos en el aula, que permiten romper la dinámica habitual de estos escenarios funcionando como un estímulo para el aprendizaje. En los mundos virtuales como Second Life, pueden realizarse estrategias de gamificación imposibles (o muy caras) de realizar en la vida real, como disponer durante seis semanas de una isla de 600 metros de diámetro en la que los alumnos deben revisar contenidos educativos en grandes paneles que desaparecen a los cuatro días y son sustituidos por preguntas y tareas que hay que buscar por la isla. Estoy contando la síntesis del juego educativo League of Rays, realizado ininterrumpidamente desde 2015 con más de 1.000 estudiantes de medicina participantes hasta la fecha.

La pandemia, sin duda, hiperdigitalizó nuestras formas de interactuar y sociabilizar, de comprar y de vender, etcétera. Y, por supuesto, nuestras formas de enseñar y aprender. ¿Estamos frente a una moda o frente a un proceso imparable en el que el ‘cibermundo’ será esencial en todas las áreas de la docencia? 

Estoy convencido de que estamos ante un proceso imparable, la tecnología lo permite y los próximos avances, como la conexión 5G o el desarrollo de dispositivos de interacción (gafas, mandos, guantes, sensores corporales) lo van a potenciar. Una gran parte del desarrollo tecnológico de estos entornos 3D proviene del mundo de los videojuegos masivos online, los cuales tienen una tendencia en desarrollos y número de usuarios ascendente. Si a ello le sumamos el interés de determinadas empresas proveedoras de software o de servicios de redes sociales, este fenómeno va a ser imparable. Aunque no me atrevería a vaticinar escenarios futuros, sí puedo recomendar que estemos preparados para las sorpresas.

Hasta ahora, las actividades académicas que usted ha desarrollado en el ‘cibermundo’ son extracurriculares, ¿considera que el sistema educativo español debería de considerarlas ya como parte fundamental de sus programas educativos?

Algunas de las actividades que hemos desarrollado en Second Life desde 2011 son extracurriculares, con participación voluntaria de estudiantes de pregrado y postgrado. Otras son curriculares, con participación obligatoria, como actividad complementaria de una asignatura. Creo que es pronto para considerar el uso de los mundos virtuales como parte fundamental de los programas formativos. Incluso me atrevería a decir que tal vez nunca sean actividades fundamentales, aunque estoy convencido de que serán muy valiosas. Aún hay que conocer más sobre su aplicabilidad en distintos ámbitos educativos y fomentar la cultura de esta tecnología entre profesores y alumnos, para ir incorporándola como un avance tecnológico más en la mejora de la formación.

¿Abre el cibermundo nuevas oportunidades para alcanzar una educación más inclusiva y accesible? Si es así, ¿de qué manera?

Abre oportunidades para una educación más accesible, sin duda. Es parte de la esencia del metaverso, propiciar un acceso universal a un mundo virtual. También los recursos tridimensionales se pueden compartir y así, estudiantes de Gerona pueden desarrollar actividades de aprendizaje con su profesor en instalaciones virtuales desarrolladas en la universidad de Málaga, o estudiantes de toda España pueden participar en un juego competitivo de aprendizaje en el mismo escenario virtual (por poner ejemplos que ya se han llevado a cabo en nuestra universidad).

Las reglas de inclusión educativa y todos los aspectos éticos relacionados con ellas han de ser los mismos que rigen para el mundo real. Adicionalmente, algunas características de los mundos virtuales responden a la diversidad de los usuarios en cuanto a su cultura, comunidad, autopercepción de género, etc. La representación de sí mismos, su avatar, es confeccionado y puede ser detallado por cada usuario en cuanto a sus características estéticas de género, color de piel, apariencia, etc.

¿De qué manera el metaverso puede ayudar a la consecución de los ODS?

En mi opinión, el metaverso puede contribuir al acceso a información de salud para todos, lo que encuadra con el objetivo 3, y a una educación inclusiva e igualitaria (en relación con el objetivo 4).

Sostenibilidad que se huele y se toca en las ciudades

Cuando alguien piensa en su ciudad de origen, su cabeza visualiza espacios, pero también rememora el olor de la pastelería de la esquina, el sonido de unas campanas dando la hora en una iglesia o el aroma de los naranjos en un parque. Ocurre a veces que, al volver a un lugar concreto, aspectos como el aroma o las texturas sirven también para retrotraerse a momentos específicos. En las urbes actuales, donde todo parece diseñado para la vista, con edificaciones cada vez más sugerentes y constantes replanteamientos de espacios, sentidos como el olfato o el tacto también pueden ayudar a hacer ciudad y escribir historias. Es lo que se conoce como el valor intangible de las ciudades, aspectos que crean la identidad de un entorno de una forma intrínseca a las emociones y que pueden ser de gran ayuda a la hora de crear espacios más amables para el ser humano.

A ello es a lo que ha dedicado su carrera el investigador David Howes, quien dirige el Centro de Estudios Sensoriales de la Universidad de Concordia y quien está considerado como el primer impulsor del marco teórico desarrollado en torno a un aspecto que él mismo denominó urbanismo sensorial: la información no visual que define el carácter de una ciudad y afecta a su habitabilidad.

Los investigadores de ‘GoGreen Routes’ analizan cómo la naturaleza se puede integrar en los espacios humanos de una manera que mejore la salud humana y la ambiental

En la línea de las investigaciones de Howes, han sido muchos los expertos que en los últimos años han comenzado a indagar sobre estas cuestiones y desarrollar proyectos en torno a ellas, conscientes de la relevancia que esto puede tener en materia de sostenibilidad. Es el caso de GoGreen Routes, un proyecto financiado a través de fondos europeos y que utiliza dispositivos portátiles para rastrear datos biométricos como la variabilidad del ritmo cardíaco a modo de indicador de las respuestas emocionales a diferentes experiencias sensoriales. De esta manera, con el estudio de estos datos, los investigadores analizan cómo la naturaleza se puede integrar en los espacios humanos de una manera que mejore la salud humana y la ambiental.

En este sentido, Beau Beza, profesor de arquitectura de la Universidad de Deakin, en Australia, lidera un equipo que introduce sonidos, olores y texturas en entornos de realidad virtual que las autoridades municipales pueden utilizar a la hora de presentar proyectos de planificación. A través de estos avances, las propuestas de urbanismo van un punto más allá y generan un mayor conocimiento de su posible impacto en la vida de las personas.

El urbanismo sensorial también puede tener impacto en la mejora de la igualdad

Esta mejoría a la que abre la puerta el urbanismo sensorial no solo está relacionada con aspectos de salud, sino que también puede tener impacto en cuestiones de igualdad. Convencida de ello trabaja Mónica Montserrat Degen, socióloga cultural urbana de la Universidad de Brunel, en Londres, y cuyas investigaciones son utilizadas por ayuntamientos como el londinense o el de Barcelona. Lo que ofrecen los datos recabados por Degen es entender las percepciones del espacio público y cómo las jerarquías sensoriales excluyen, en muchas ocasiones, a ciertos grupos de personas. Una información que puede resultar clave a la hora de atajar esas diferencias.

A través de estos proyectos y muchos otros que actualmente se están desarrollando en todo el mundo, el urbanismo sensorial ha ido ganando peso en la agenda de las administraciones públicas. Un tipo de urbanismo que se sale de los desarrollos clásicos y que se revela como una de las claves de cara a alcanzar la tan ansiada sostenibilidad en urbes y otros núcleos poblacionales.