Categoría: Agenda 2030

Incendios y la delicada recuperación de los ecosistemas

El fuego siempre aparece como uno de los protagonistas más indeseados del verano. Miles de hectáreas se calcinan cada año a causa del aumento de las temperaturas y sus consecuencias, algo agravado por el efecto del cambio climático: en la cuenca mediterránea, por ejemplo, el número de días de riesgo extremo de incendios se ha duplicado en los últimos 40 años. Un dato en el que no se incluyen aquellos de origen humano, ya sean accidentales o negligentes. Según cifras de Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, más de 75.000 hectáreas han sido calcinadas en la primera mitad de 2022 en nuestro país. Los incendios de Zamora, Salamanca, Cáceres o Barcelona nos están dejando importantes pérdidas, entre ellas la muerte del brigadista Daniel Muñoz, y paisajes calcinados que se extienden en el horizonte como un yermo de color negro, casi lunar. Y si ponemos la vista en el largo plazo, ¿cuáles son los efectos del fuego?

Los incendios forestales pueden crear impactos de gran complejidad sobre los ecosistemas en cuestión, ya que dependen de factores tan concretos y relacionados entre sí como el tipo de paisaje o la posterior respuesta de la vegetación. El aumento de la frecuencia de incendios, si se suma a factores como los periodos de sequía, puede generar impactos ambientales de largo recorrido, como la disminución de la productividad de los ecosistemas en cuestión, cambios negativos en las dinámicas de cultivo o, directamente, aparición de desertificación. No es de extrañar: el fuego no solo afecta a la flora y la fauna, sino también al propio suelo, el elemento que constituye la base misma de toda la vida forestal.

Más de 75.000 hectáreas han sido calcinadas en la primera mitad de 2022 en nuestro país

El suelo puede marcar la vida de una zona no solo a corto plazo, sino a lo largo de varios años. Entre sus funciones se encuentran aspectos tan esenciales como la retención del carbono, la purificación del agua, la regulación del clima o el propio suministro de alimentos, fibras y combustibles. De este modo, si un bosque se incendia, su suelo estará expuesto a la erosión del viento y el agua, sufriendo problemas como la pérdida material, la infiltración acuática o la desaparición de nutrientes. Los cimientos de la vida, así, se resquebrajan, complicando la recuperación del ecosistema.

Con la flora y fauna ocurre algo similar, y es que la recuperación, al igual que los efectos derivados de la catástrofe, puede durar años. Al fin y al cabo, un incendio puede cambiar drásticamente la composición de la cadena trófica (es decir, la alimentación interrelacionada entre seres vivos). Se trata de algo fundamental: de esta clase de dinámicas dependen también las distintas comunidades humanas. La flora, como el suelo, provee además un servicio fundamental, ya que absorbe las emisiones de gases de efecto invernadero. Así lo demuestran las cifras de los bosques europeos, que captan alrededor de 360 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, un valor muy superior a las emisiones de un país como España, que emite algo más de 200 toneladas.

Un paso adelante, ¿dos pasos atrás?

Un incendio supone, en definitiva, un retroceso en los ecosistemas del lugar. Su magnitud, sin embargo, no depende tanto de la extensión del incendio como de su intensidad: si uno es extenso pero ligero, el efecto del fuego es suave, lo que provoca, por ejemplo, que los árboles no terminen de quemarse del todo (y que, por tanto, puedan rebrotar más fácilmente).

El número de días de riesgo extremo de incendios se ha duplicado en los últimos 40 años

El principal problema es que el cambio climático está aumentando la severidad de los incendios, lo que puede llevar a eliminar totalmente la vegetación y esterilizar completamente las zonas afectadas. Esto supone que una recuperación pueda llevar como mínimo decenas de años (e incluso siglos en algunos casos). Ni siquiera a través de una intensa reforestación y recolonización animal se puede acelerar el proceso, que conlleva en muchos casos la aparición de especies –tanto vegetales como animales– invasoras que pueden alterar los ciclos naturales de los bosques.

Mandela, el líder conciliador

Cuando en 1994 Nelson Rolihlahla Mandela llegó al gobierno sudafricano, la historia del mundo cambió. Su irrupción en el poder, en un país aquejado por la segregación racial, supuso un antes y un después en la lucha contra el racismo a nivel internacional. Este hecho sumado a otras causas sociales en las que estuvo involucrado le ha posicionado como uno de los grandes líderes mundiales del siglo XX.

Madiba, nombre con el que sus compatriotas se dirigían a él en honor al clan al que pertenecía, fue hijo del líder de la tribu y su infancia transcurrió en el entorno rural sudafricano, donde conoció de cerca los usos y costumbres de su gente. Muchos rasgos del liderazgo y la enorme valoración de la justicia social los aprendió de su primo Jongintaba, uno de los jefes tribales, que lo tuteló una vez fallecido su padre.

Poco antes de cumplir la mayoría de edad, Mandela ya formaba parte del consejo tribal, en el que sus dotes de líder empezaban a vislumbrarse. Tras su negación a un matrimonio concertado en 1941 se fue a Johannesburgo donde comenzó a trabajar como ayudante para un despacho de abogados. El nombre clave en esos tiempos fue Walter Sisulu, un amigo íntimo que influyó en sus ideas políticas y lo ayudó a terminar sus estudios de Derecho. Tanto Sisulu, como toda la gente que trató directamente con Madiba, relató siempre que el poder de seducción, la confianza en sí mismo y su personalidad aplastante, eran rasgos innegables de la persona que pasó a la historia como la figura que derrocó el Apartheid en Sudáfrica. Sin embargo, su meteórica carrera política se vería dramáticamente interrumpida por su entrada en prisión.  Su fervorosa militancia en el Congreso Nacional Africano (CNA) y en el Partido Comunista de Sudáfrica, pero, sobre todo, la fundación de La Lanza de la Nación, una organización guerrillera y armada en 1961, le llevaron a un proceso judicial que le sentenció a cadena perpetua en 1962. Desde entonces, pasó 27 años privado de libertad. En concreto, su lucha fue contra los bantustanes: un plan del gobierno con el que se pretendía marginar a la población no blanca (el 70%) en Sudáfrica.

«Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada»

Igual que Pepe Mujica (ex presidente de Uruguay), Dilma Rouseff (ex presidenta de Brasil), y Lech Walesa (ex presidente de Polonia), Mandela fue uno de los líderes que excepcionalmente lograron pasar de la prisión a la silla presidencial. Sin embargo, para él el camino fue mucho más largo. Después de décadas luchando desde la sombra, en 1984 el gobierno le ofreció una libertad condicionada a establecerse en uno de los bantustanes, pero él no la aceptó. Durante el mismo tiempo, su esposa Winnie (con quien estaba casado desde 1958), abrazó con fervor la lucha contra el Apartheid así como la causa contra la liberación de Mandela (ya de dimensiones internacionales), y, finalmente, en 1990, tras la legalización del CNA, Madiba fue excarcelado.

Tres años más tarde, igual que le había sucedido a Lech Walesa, Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz, que compartió con Frederik de Klerk, entonces presidente de la República. Ese gesto le convirtió en uno de los líderes más conciliadores de todos los tiempos. No en vano, un año más tarde, cuando se celebraron las elecciones generales de Sudáfrica, Mandela, como candidato del CNA, se convirtió en el primer presidente negro de un país conocido por el constante endurecimiento de su política segregacionista racial.

Hoy es recordado en su país natal como ‘El padre de Sudáfrica’, gracias al plan de reconstrucción y desarrollo con el que pudo mejorar el nivel de vida de la población que vivía en las condiciones más precarias. «Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada», aseguraba Mandela. Una visión que las nuevas generaciones tienen presente gracias a la película Invictus, el filme de Clint Eastwood en el que relata cómo ‘Madiba’, con su apoyo a la selección nacional de rugby durante la copa mundial de 1995, impulsó la inclusión social y la conciliación entre las dos Sudáfricas que habían permanecido segregadas durante décadas.

Los microplásticos llegan a la Antártida

La Antártida ha sido el continente que ha permanecido ajeno al cambio causado por los humanos. Su posición lejana y, sobre todo, sus duras condiciones atmosféricas han hecho que, por muchos exploradores que hayan intentado posicionar a sus países en la zona, haya permanecido como un espacio al margen, un lugar protegido de los golpes de la modernidad y en el que la naturaleza tenía el dominio absoluto. Así era hasta ahora, porque la Antártida, a pesar de todo, no ha logrado quedarse virgen al cambio climático, la contaminación y los aspectos más negativos del progreso humano.

De hecho, un reciente estudio ha concluido que, aunque la actividad humana en el continente es limitada – y vinculada al personal de las expediciones científicas –, las micropartículas de plástico han logrado encontrar su camino hasta la zona. El descubrimiento ha sido realizado por la doctoranda Alex Aves, de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda, tras una recolección de muestras de nieve en 2019 en varias ubicaciones de la Plataforma de Hielo de Ross. Tras someterlas a análisis, se encontró estos materiales en todas y cada una de ellas. «Es increíblemente triste, pero encontrar microplásticos en la nieve fresca de la Antártida resalta el alcance de estos contaminantes», afirma la investigadora tras la publicación de los resultados.

Entre los 13 tipos de microplásticos encontrados se encuentra el tereftalato de polietileno, PET. Es el plástico de uso común que sirve para fabricar todo tipo de productos, desde botellas de agua o refrescos a prendas de ropa.

La recolección de muestras de nieve demuestra que los microplásticos ya han llegado a la Antártida: el PET es el más presente

Esa presencia es también una pista para entender cómo han llegado esos microplásticos a la nieve de la Antártida. No es que estén allí solo porque hay personas viviendo de forma ocasional en el continente –aunque las muestras con más cantidad de contaminantes sí fueron las que se recolectaron más cerca de bases científicas, lo que invita a preguntarse cuánto impacta realmente esa población– sino que han viajado desde las zonas en las que los plásticos se usan de forma masiva. Es decir, igual que el elevado uso de plásticos está contaminando los mares, lo hace también con la nieve que llega luego a la Antártida.

De una manera o de otra, el plástico es capaz de desplazarse y llegar a todas partes. No quedan zonas ajenas a su impacto contaminante.

Innovar para solucionar el problema

El problema del plástico en la Antártida necesita una solución. Los datos del estudio ya han llevado a que Nueva Zelanda plantee que el tema se incluya en el tratado internacional que regula el uso del continente.

Sin embargo, estos resultados invitan a pensar más allá, puesto que son una confirmación de que el plástico es un problema global al que resulta imposible escapar. Apostar por la innovación y crear soluciones específicas conectadas con el problema puede ayudar a paliar los efectos que el uso de plástico –el futuro, pero también el que ya se ha hecho– tiene en el medioambiente.

Una de las últimas propuestas es un pez robot, diseñado por científicos de la Universidad de Sichuan, que nada como los peces de verdad por los mares, pero que mientras lo hace absorbe los microplásticos para ayudar a eliminarlos de ese ecosistema. Aunque todavía está en una fase preliminar, la idea tiene elevado potencial, porque además podría ser empleada incluso en aguas turbulentas.

Igualmente, el propio robot simplifica la investigación, por lo que ayuda a comprender qué ocurre con esas partículas. «Después de que el robot recolecte los microplásticos en el agua, los investigadores pueden analizar más a fondo la composición y la toxicidad fisiológica de los microplásticos», asegura Yuyan Wang, uno de los investigadores.

Podría ser una potencial solución para un problema complejo y grave, uno al que, como la nieve de la Antártida demuestra, no se puede dar la espalda.

“El cibermundo abre oportunidades para una educación más accesible”

Hace más de diez años encontró en el metaverso una herramienta complementaria para la formación en las aulas. Francisco Sendra (Málaga, 1958) es médico y docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, y para él la tecnología –y el juego–, resultan elementos excepcionales para ampliar los horizontes de la enseñanza.

La exploración hacia nuevos caminos en la docencia hacia el metaverso, como él mismo comenzó haciendo hace años con el programa ‘Second Life’, puede significar un antes y un después en las formas en las que se relacionan los alumnos y el profesorado dentro y fuera de las aulas; aunque, por el momento, sólo se trate de actividades extracurriculares. Reflexionamos con el experto sobre éstas y otras cuestiones vinculadas con la educación.

¿Es el metaverso un arma de doble filo en materia educativa? ¿Ayuda realmente a tener un proceso de aprendizaje más creativo, o se ha convertido en una limitante para desarrollar habilidades sociales?

No entiendo al metaverso como un arma de doble filo en la educación a ningún nivel (educación primaria, secundaria o superior), siempre que se mantenga como un recurso online complementario a la formación reglada. Creo que participar en actividades en entornos tridimensionales puede aportar mucho a alumnos y profesores. De entrada, supone otra forma de aprendizaje online, con una mayor sensación de “estar ahí” que la que proporcionan los recursos de conferencias 2D. Además, puede proporcionar espacios y situaciones que serían carísimos o imposibles de asumir en la vida real, por ejemplo, disponer de un edificio de varias plantas dedicado 24/7 a las actividades de una asignatura, o montar un aula en un escenario fantástico o exótico, como un asteroide flotante o una playa, por ejemplo.

¿Cuáles son los principales retos, en la España de hoy, respecto a la digitalización de la educación?

Es una pregunta muy amplia y el concepto digitalización de la educación es algo ambiguo, puede referirse tanto al soporte proporcionado por contenidos digitales, evitando o anulando el uso de papel, como a los sistemas de gestión de la educación, del tipo plataformas Moodle o similares, ampliamente utilizados en la actualidad como organizadores de procesos educativos. Incluso puede referirse a recursos de aprendizaje remoto (sincrónico y asíncrono) entre los que se incluyen las plataformas de conferencias online (zoom, meet, teams, …), ampliamente utilizadas durante la pandemia y, por supuesto, también el metaverso, con nuevos conceptos de realidad virtual, realidad aumentada o mundos virtuales sociales. Esta tecnología, sobre todo las últimas, evoluciona muy rápido y, tal vez, un reto sea propiciar un mayor conocimiento de las mismas y favorecer que se usen.

De Second Life a la digitalización de la sociedad en 2022. ¿De qué manera nuestro mundo ha cambiado en torno a su dependencia de las herramientas digitales? 

Ha cambiado mucho y lo está haciendo a gran velocidad, en función del progreso de la tecnología. Solo hay que ver cómo ha cambiado nuestro entorno cotidiano. Por poner un ejemplo, todos llevamos un potente ordenador en nuestro bolsillo, con localización por GPS, conexión casi global a Internet, acceso a redes sociales y al uso de herramientas cada vez más sofisticadas. Además, permite grabar audios, capturar imágenes, hablar por teléfono o hacer videoconferencias. No sólo en nuestra vida privada nos hemos hecho dependientes de la tecnología. Está ocurriendo en la vida profesional y en el ámbito educativo y es importante aceptar y aprovechar todas las ventajas que ofrecen los avances tecnológicos. Poniendo un ejemplo relacionado con el ámbito científico, cualquiera que lleve algunas décadas en ello, sabe lo que costaba encontrar fuentes de información y referencias bibliográficas hace años y la facilidad con que tenemos de acceso global a este tipo de información. Actualmente es algo esencial en el progreso científico. Lo mismo puede extrapolarse a otros ámbitos, culturales, legales, etc.

Hablemos de la importancia del juego en el proceso educativo. ¿De qué manera favorecen los juegos online, las realidades virtuales (como fue Second Life), por ejemplo, el aprendizaje en disciplinas tan estrictas como la medicina? 

El juego es muy importante en el proceso educativo del ser humano durante la infancia. Pero también favorece el aprendizaje del adulto, fundamentalmente proporcionando diversión y entretenimiento como estrategia para reforzar el interés en una materia. Para ello, deben tenerse muy en cuenta los objetivos de aprendizaje que se persiguen. Las realidades virtuales, como Second Life, son un juego en sí mismas. Uno accede a ellas representado por un elemento gráfico de aspecto humano llamado avatar y eso le confiere un toque divertido. Pero dentro de los mundos virtuales pueden desarrollarse actividades muy serias, tanto como las que se realizan habitualmente en un aula: una clase, una conferencia, una exposición de un tema de un grupo de alumnos a sus compañeros, etc.

El uso de elementos y herramientas de juego con fines no lúdicos, incluyendo la educación, se conoce como gamificación. La gamificación no es patrimonio del uso de ordenadores, pues pueden realizarse excelentes estrategias de juegos en el aula, que permiten romper la dinámica habitual de estos escenarios funcionando como un estímulo para el aprendizaje. En los mundos virtuales como Second Life, pueden realizarse estrategias de gamificación imposibles (o muy caras) de realizar en la vida real, como disponer durante seis semanas de una isla de 600 metros de diámetro en la que los alumnos deben revisar contenidos educativos en grandes paneles que desaparecen a los cuatro días y son sustituidos por preguntas y tareas que hay que buscar por la isla. Estoy contando la síntesis del juego educativo League of Rays, realizado ininterrumpidamente desde 2015 con más de 1.000 estudiantes de medicina participantes hasta la fecha.

La pandemia, sin duda, hiperdigitalizó nuestras formas de interactuar y sociabilizar, de comprar y de vender, etcétera. Y, por supuesto, nuestras formas de enseñar y aprender. ¿Estamos frente a una moda o frente a un proceso imparable en el que el ‘cibermundo’ será esencial en todas las áreas de la docencia? 

Estoy convencido de que estamos ante un proceso imparable, la tecnología lo permite y los próximos avances, como la conexión 5G o el desarrollo de dispositivos de interacción (gafas, mandos, guantes, sensores corporales) lo van a potenciar. Una gran parte del desarrollo tecnológico de estos entornos 3D proviene del mundo de los videojuegos masivos online, los cuales tienen una tendencia en desarrollos y número de usuarios ascendente. Si a ello le sumamos el interés de determinadas empresas proveedoras de software o de servicios de redes sociales, este fenómeno va a ser imparable. Aunque no me atrevería a vaticinar escenarios futuros, sí puedo recomendar que estemos preparados para las sorpresas.

Hasta ahora, las actividades académicas que usted ha desarrollado en el ‘cibermundo’ son extracurriculares, ¿considera que el sistema educativo español debería de considerarlas ya como parte fundamental de sus programas educativos?

Algunas de las actividades que hemos desarrollado en Second Life desde 2011 son extracurriculares, con participación voluntaria de estudiantes de pregrado y postgrado. Otras son curriculares, con participación obligatoria, como actividad complementaria de una asignatura. Creo que es pronto para considerar el uso de los mundos virtuales como parte fundamental de los programas formativos. Incluso me atrevería a decir que tal vez nunca sean actividades fundamentales, aunque estoy convencido de que serán muy valiosas. Aún hay que conocer más sobre su aplicabilidad en distintos ámbitos educativos y fomentar la cultura de esta tecnología entre profesores y alumnos, para ir incorporándola como un avance tecnológico más en la mejora de la formación.

¿Abre el cibermundo nuevas oportunidades para alcanzar una educación más inclusiva y accesible? Si es así, ¿de qué manera?

Abre oportunidades para una educación más accesible, sin duda. Es parte de la esencia del metaverso, propiciar un acceso universal a un mundo virtual. También los recursos tridimensionales se pueden compartir y así, estudiantes de Gerona pueden desarrollar actividades de aprendizaje con su profesor en instalaciones virtuales desarrolladas en la universidad de Málaga, o estudiantes de toda España pueden participar en un juego competitivo de aprendizaje en el mismo escenario virtual (por poner ejemplos que ya se han llevado a cabo en nuestra universidad).

Las reglas de inclusión educativa y todos los aspectos éticos relacionados con ellas han de ser los mismos que rigen para el mundo real. Adicionalmente, algunas características de los mundos virtuales responden a la diversidad de los usuarios en cuanto a su cultura, comunidad, autopercepción de género, etc. La representación de sí mismos, su avatar, es confeccionado y puede ser detallado por cada usuario en cuanto a sus características estéticas de género, color de piel, apariencia, etc.

¿De qué manera el metaverso puede ayudar a la consecución de los ODS?

En mi opinión, el metaverso puede contribuir al acceso a información de salud para todos, lo que encuadra con el objetivo 3, y a una educación inclusiva e igualitaria (en relación con el objetivo 4).

Sostenibilidad que se huele y se toca en las ciudades

Cuando alguien piensa en su ciudad de origen, su cabeza visualiza espacios, pero también rememora el olor de la pastelería de la esquina, el sonido de unas campanas dando la hora en una iglesia o el aroma de los naranjos en un parque. Ocurre a veces que, al volver a un lugar concreto, aspectos como el aroma o las texturas sirven también para retrotraerse a momentos específicos. En las urbes actuales, donde todo parece diseñado para la vista, con edificaciones cada vez más sugerentes y constantes replanteamientos de espacios, sentidos como el olfato o el tacto también pueden ayudar a hacer ciudad y escribir historias. Es lo que se conoce como el valor intangible de las ciudades, aspectos que crean la identidad de un entorno de una forma intrínseca a las emociones y que pueden ser de gran ayuda a la hora de crear espacios más amables para el ser humano.

A ello es a lo que ha dedicado su carrera el investigador David Howes, quien dirige el Centro de Estudios Sensoriales de la Universidad de Concordia y quien está considerado como el primer impulsor del marco teórico desarrollado en torno a un aspecto que él mismo denominó urbanismo sensorial: la información no visual que define el carácter de una ciudad y afecta a su habitabilidad.

Los investigadores de ‘GoGreen Routes’ analizan cómo la naturaleza se puede integrar en los espacios humanos de una manera que mejore la salud humana y la ambiental

En la línea de las investigaciones de Howes, han sido muchos los expertos que en los últimos años han comenzado a indagar sobre estas cuestiones y desarrollar proyectos en torno a ellas, conscientes de la relevancia que esto puede tener en materia de sostenibilidad. Es el caso de GoGreen Routes, un proyecto financiado a través de fondos europeos y que utiliza dispositivos portátiles para rastrear datos biométricos como la variabilidad del ritmo cardíaco a modo de indicador de las respuestas emocionales a diferentes experiencias sensoriales. De esta manera, con el estudio de estos datos, los investigadores analizan cómo la naturaleza se puede integrar en los espacios humanos de una manera que mejore la salud humana y la ambiental.

En este sentido, Beau Beza, profesor de arquitectura de la Universidad de Deakin, en Australia, lidera un equipo que introduce sonidos, olores y texturas en entornos de realidad virtual que las autoridades municipales pueden utilizar a la hora de presentar proyectos de planificación. A través de estos avances, las propuestas de urbanismo van un punto más allá y generan un mayor conocimiento de su posible impacto en la vida de las personas.

El urbanismo sensorial también puede tener impacto en la mejora de la igualdad

Esta mejoría a la que abre la puerta el urbanismo sensorial no solo está relacionada con aspectos de salud, sino que también puede tener impacto en cuestiones de igualdad. Convencida de ello trabaja Mónica Montserrat Degen, socióloga cultural urbana de la Universidad de Brunel, en Londres, y cuyas investigaciones son utilizadas por ayuntamientos como el londinense o el de Barcelona. Lo que ofrecen los datos recabados por Degen es entender las percepciones del espacio público y cómo las jerarquías sensoriales excluyen, en muchas ocasiones, a ciertos grupos de personas. Una información que puede resultar clave a la hora de atajar esas diferencias.

A través de estos proyectos y muchos otros que actualmente se están desarrollando en todo el mundo, el urbanismo sensorial ha ido ganando peso en la agenda de las administraciones públicas. Un tipo de urbanismo que se sale de los desarrollos clásicos y que se revela como una de las claves de cara a alcanzar la tan ansiada sostenibilidad en urbes y otros núcleos poblacionales.

Rompiendo las barreras de la salud reproductiva

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Para afrontar y resolver los retos demográficos nació el Día Mundial de la Población, que se celebra cada 11 de julio. Uno de sus objetivos es asegurar los derechos de salud sexual y reproductiva en todos los países del mundo ya que según Naciones Unidas un 43% de las mujeres del planeta no puede tomar sus propias decisiones al respecto.

La sobrepesca lleva a tiburones y rayas a la extinción

Las voces que alertan sobre el fin del mundo no exageran, cada día hay especies nuevas al borde de la extinción debido a la explotación descontrolada de los recursos, además del cambio climático. Y, ahora mismo, entre las que más padecen la vorágine de las actividades humanas se encuentran los tiburones y las rayas.

Las malas noticias provienen de un reciente estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), un organismo que publica su lista roja de las especies más amenazadas del planeta, y entre algunas de sus conclusiones está que más de un tercio de todas las especies de tiburones y rayas están en peligro de extinción. ¿La causa? Principalmente la sobreexplotación humana de los océanos. Actualmente, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, se capturan aproximadamente 800.000 toneladas de tiburones cada año, aunque la cifra real podría ser cuatro veces mayor según otros estudios.

Actualmente, todas las especies de tiburones y rayas ya están en peligro de desaparecer

Desde hace años la UICN viene alertando de la fragilidad de estas especies y señalando que su lamentable situación se incrementa año tras año. La principal razón es la falta de control por parte de las autoridades locales del usufructo de los recursos marinos. Por otra parte, un informe de la ONU ha publicado que la vida marina está llegando a límites catastróficos por la siguiente razón: la imparable acidificación de los océanos, un fenómeno causado por los desechos tóxicos vertidos en ellos y que está llevando hasta el extremo la supervivencia de los arrecifes de coral. De acuerdo con ese documento, pese a que los arrecifes sólo representan el 1% de la vida marina, el 25% de las especies depende de ellos. Ambos contextos son el resultado de que hoy el 32% de los tiburones y las rayas estén frente a la vulnerabilidad máxima y en riesgo de desaparecer.

Siguiendo la misma línea, la organización WWF sostiene que no sólo están amenazadas algunas especies de estos depredadores marinos sino que son todas ellas. También señala que el número de especies amenazadas se ha duplicado y las que están en peligro crítico se han triplicado. Y avisa con preocupación: “La crítica situación de estas especies ha encendido todas las alarmas. Estamos a punto de empezar a perder este antiguo grupo de criaturas, especie por especie, aquí y ahora. A partir de este momento, necesitamos una acción mucho más contundente por parte de los gobiernos para limitar la pesca y hacer que estos animales, indispensables para mantener el equilibrio de los ecosistemas marinos, se alejen del borde del abismo”.

Control y límites a la captura

La problemática nace de que los esfuerzos de los gobiernos regionales se están viendo rebasados por el descontrol que favorece a las embarcaciones procedentes de países que siguen capturando tiburones y rayas sin límite alguno. En pocas palabras, las medidas que van en dirección correcta hacia a la protección de las especies marinas no logran ponerse en marcha, pues aún no hay un control en el número de capturas, como tampoco existen sanciones efectivas correspondientes a esta sobreexplotación de los recursos marinos.

La vulnerabilidad de estas especies se ha triplicado durante la última década.

Otro dato duro incluido en el informe de la UICN es el siguiente: los tiburones y las rayas son el segundo grupo de vertebrados más amenazado del planeta. A este respecto, WWF también remarca que, desafortunadamente, los esfuerzos de los gobiernos siguen siendo insuficientes y “todos los países y organismos regionales de pesca que capturan tiburones deberían de intensificar y asumir su responsabilidad”.

En resumen, todo son llamadas de alerta para proteger a estas especies. Aún estamos a tiempo de evitar su desaparición.

El camino a la visibilidad real, también en el trabajo

Nuestro país es la nación europea con más población LGTBi. También una de las naciones más respetuosas con la diversidad sexual. Y aun así, cruzar la puerta del trabajo todavía es sinónimo de ocultar su identidad sexual para siete de cada diez personas del colectivo, tal y como desvela el Proyecto Europeo ADIM Avanzando en la gestión de la diversidad LGBT en el sector público y privado. 

El miedo a ser objeto de insultos, burlas o comentarios negativos lleva a las personas del colectivo a dejar su vida personal reservada a la esfera privada, absteniéndose de compartir cualquier tipo de comentario más allá de lo puramente profesional. Mientras el resto de los compañeros comentan las últimas vacaciones con su pareja o comparten cualquier tipo de problema personal con el resto de la plantilla, ellos vuelven al armario.

Cuatro de cada diez empleados LGTBi esconden su identidad sexual por miedo a reforzar estereotipos

Más de la mitad lo hacen porque creen que su vida privada es algo personal, un rincón que debe quedar protegido de lo público. Sin embargo, el estudio elaborado por ADIM (con la participación del Ministerio de Igualdad, 16 empresas y ocho universidades públicas), invita a mirar con lupa esta idea. Y es que, detrás se esconde el miedo más que el pudor: un 43% se esconde para evitar rumores o estereotipos sobre su persona, un 32% para no verse obligado a dar explicaciones, un 21% por temor a que se le cierren puertas profesionales y un llamativo 7%, directamente, para evitar perder su puesto de trabajo.

Además, la discriminación no solo llega cuando ya se ha firmado el contrato. También a la hora de buscar empleo, una realidad que afecta especialmente a las personas trans: según la European Union Agency for Fundamental Rights, en España, el 77% de las mujeres trans ha sufrido discriminación a la hora de conseguir un puesto y, tras hacerlo, cinco de cada diez han sido víctimas de actitudes vejatorias. En el caso de los hombres trans, las cifras no son mucho más alentadoras: un 34% también han sido víctimas de discriminaciones.

La realidad laboral contrasta con la social, mucho más abierta y tolerante con el colectivo. Y en un momento como en el que nos encontramos, donde la defensa de la diversidad es la base de las sociedades más justas, crear un ambiente laboral inclusivo es tan fundamental como en el espacio público. A fin de cuentas, el tejido empresarial repercute directamente en la sociedad. Y viceversa.

En busca de un espacio seguro

El elemento diferencial para crear un ambiente diverso no es otro que la confianza: la garantía de un espacio seguro donde compartir información con la seguridad de que no va a suponer un perjuicio profesional o personal. La guía de Buenas Prácticas en diversidad LGTBI publicada por la Fundación Seres no deja lugar a dudas cuando asegura que la transformación debe ocurrir desde dentro, ya que la defensa de la igualdad del colectivo LGTBi no solo generará espacios laborales más plurales, sino que permeará hacia el resto de la cadena de valor, desde clientes a proveedores.

Así, la fundación, junto a más de una veintena de empresas instaladas en España con largo recorrido en políticas de diversidad, dibuja una hoja de ruta para fomentar la visibilidad real en las compañías. De forma resumida, la transformación pasa por una fase de reflexión y un plan de acción que incluya políticas internas, formación en diversidad y redes de empleados donde los trabajadores puedan expresar sus problemas y apoyarse mutuamente.

En la actualidad, 110 empresas en España están adheridas a la Red Empresarial por la Diversidad e Inclusión LGTB

Esta es una estrategia que están desarrollando ya numerosas compañías en España de distintas formas (aunque con el mismo objetivo): algunas financian investigaciones sobre discriminación para promover una cultura inclusiva dentro y fuera de la empresa, otras construyen redes de apoyo tan amplias que recorren el globo concienciando sobre diversidad mientras que, en otros entornos laborales, los empleados con puestos ejecutivos se muestran abiertamente LGTBi para construir una comunidad de visibilidad y promover iniciativas de concienciación y de liderazgo entre el resto de trabajadores.

En realidad, la semilla del cambio por una visibilidad real se plantó en 2015, cuando en España nació la Red Empresarial por la Diversidad e Inclusión LGTBI, la primera red interempresarial y de expertos de diversidad que cuenta actualmente con 110 empresas de distintos sectores asociadas a través de sus iniciativas de inclusión.

Casi diez años después, la entidad demuestra que hay empresas verdaderamente comprometidas a la hora de convertirse en espacios inclusivos, por ejemplo, ofreciendo canales de atención para que los empleados consulten temática LGTBi, realizando campañas anuales para visibilizar al colectivo, apoyando a las personas en transición de género, incluyendo personas LGTBi en puestos de alto rango o creando, más allá de proyectos individuales, grupos de talento y diversidad con amplia representación LGTBi.

Asegurar el bienestar del colectivo es un deber. También un importante valor añadido. Como advierte el estudio de la Unión Europea, «las compañías que trabajan la diversidad sexual son mucho más efectivas a la hora de potenciar la creatividad y la innovación, pues aseguran el bienestar de quienes trabajan en ellas y garantizan su mayor implicación». La ecuación es sencilla: la diversidad es proporcional al grado de bienestar de los empleados. Más es más. Y, siempre, debe ser igual.

Los derechos humanos, bajo la lupa

Los períodos de crisis tienden a tener un efecto negativo en los derechos de la población. Los derechos humanos y sociales son un daño colateral de las situaciones problemáticas, como han ido demostrando las grandes vicisitudes de la historia reciente. La Gran Recesión de hace poco más de una década impactó profundamente en la sociedad, aumentando las desigualdades y precarizando derechos. La gran pregunta ahora es si la pandemia del coronavirus ha tenido un efecto similar.

La FRA alerta: «la pandemia ha tenido un tremendo efecto negativo en el disfrute por parte de la gente de los derechos sociales»

El último estudio de la Agencia de los Derechos Fundamentales (FRA, por sus siglas en inglés) ha abordado esa cuestión, analizando la factura del covid-19. Sus investigaciones confirman que la crisis sanitaria sí ha tenido un efecto directo sobre los derechos de la ciudadanía europea. El Informe de la FRA sobre los derechos fundamentales de 2022 concluye: «la pandemia ha tenido un tremendo efecto negativo en el disfrute por parte de la gente de los derechos sociales, afectando a todas las áreas de la vida».

Así, durante los últimos años se han hecho más abruptas tanto la desigualdad como la situación de vulnerabilidad de ciertos colectivos. Quienes estaban en una posición precaria antes de la crisis sanitaria, han salido de ella en una situación mucho peor. De hecho, el porcentaje de europeos que están en una situación delicada ha escalado. En febrero/marzo de 2021, el 23,7% de los habitantes de la Unión Europea reconocía que le costaba llegar a final de mes. En 2019, eran el 18,5.

También ha crecido el número de personas que siente que la sociedad europea las está dejando de lado. Es el 26% de los europeos, frente al 18,3% que aseguraba lo mismo en 2020. En este punto, la situación es más complicada para las mujeres que para los hombres. El 23,3% de los hombres asegura sentir esa percepción (frente al 17% de 2020), mientras que son el 27,7% de las mujeres (frente al 19,3% previo) quienes acusan esos efectos.  Por edades, los más jóvenes son –sin tener en cuenta el género– los más perjudicados. El 32,8% de los europeos de entre 18 y 34 años cree que la sociedad los está expulsando.

Los grandes puntos de tensión

Más allá de las percepciones de la ciudadanía y de lo que ha supuesto en términos de precariedad esta crisis, algunas áreas se han visto especialmente tensionadas. Entre todos los golpes que los derechos fundamentales han sufrido durante este último año, la FRA ha identificado tres áreas clave en las que los efectos han sido más duros.

La primera es la de los derechos de la infancia. Según las conclusiones del informe, la crisis ha aumentado el riesgo de exclusión y pobreza de aquellos menores europeos que ya estaban en entornos más desfavorecidos. Así mismo, la pandemia ha tenido un efecto directo –y para peor– sobre el bienestar infantil y el acceso a la educación. Por ejemplo, no toda la infancia contaba con los mismos recursos para acceder al e-learning.

Al 23,7% de los europeos les cuesta llega a fin de mes y el 26% siente que la sociedad los deja de lado

El siguiente punto en el que las cosas han empeorado ha sido en el racismo. Durante estos años pandémicos, tanto los delitos de odio como la discriminación han subido. De forma particular, la FRA destaca cómo ha aumentado «la incitación al odio en línea contra los migrantes y las minorías étnicas».

Por tanto, no sorprende que el otro gran punto en el que el organismo europeo ha identificado como tensionado haya sido el conectado con las migraciones. «Las personas migrantes fueron víctimas de violencia o expulsadas en las fronteras terrestres de la UE y más de 2.000 migrantes murieron en el mar», señala el comunicado en el que se aborda el estudio, recordando que el número de menores migrantes no acompañados que han llegado a las fronteras europeas en este período ha subido.

Por tanto, alerta la agencia comunitaria, es crucial que en los planes de recuperación europeos se tenga en cuenta el fomento de los derechos y, también, que se trabaje para la cohesión social. Por ahora, los fondos de recuperación ya han ido en esa dirección. «La respuesta a la pandemia del covid-19 y la guerra de Ucrania muestran cómo se forja la Unión Europea cuando se enfrenta a crisis», asegura el director de la FRA, Michael O’Flaherty, señalando que los planes de financiación «pueden y están marcando una diferencia significativa». La UE no debe perderlo de vista.

Capacitación digital más allá de las grandes ciudades

La primera vez que se habló de ciudades digitalizadas no fueron pocos los que pensaron en ciencia ficción. Poco a poco, el concepto fue tomando forma en la conciencia colectiva: frente a los múltiples retos a los que nos enfrentamos –el cambio climático, la incertidumbre económica, la crisis demográfica, la precariedad laboral o la gestión de recursos naturales–, una digitalización transversal a través del llamado internet de las cosas puede hacer de nuestras urbes lugares más inteligentes, eficientes, modernizados y, en consecuencia, más justos.

Lo cierto es que en los últimos años hemos perdido la cuenta de las veces que se ha hablado de la ciudad más inteligente de Europa. Las propuestas se cuentan por decenas y hay un problema: mientras las grandes ciudades rompen con las fronteras y se asientan en nuevos modos de vida, como advierte el Foro Económico Mundial en un reciente informe, las urbes medianas y pequeñas (y por ende las zonas rurales), ya de por sí afectadas por importantes brechas, se van viendo relegadas a un segundo plano y quedando, poco a poco, desancladas de esas innovaciones que pueden aproximarles al mismo futuro. Si la hoja de ruta de la digitalización no pasa por ellas, ¿cómo se van a plantear soluciones adaptadas a sus necesidades?

Según el INE, en las localidades de menos de 10.000 habitantes, solo un 36% de personas cuentan con habilidades digitales avanzadas

«Las ciudades medianas y pequeñas son una parte fundamental del sistema urbano, un nivel intermedio entre el campo y las grandes ciudades, lo que permite procesos como el desarrollo industrial, mejores servicios públicos, absorción de empleo y distribución de la población», explican Jeff Meritt y Xiao Si, los expertos de la organización que firman el informe. Es decir, son el equilibrio. «Permitir que en ellas ocurra una digitalización de tales resultados como la de las grandes urbes les ayudaría a aumentar su capacidad de acción en el entorno, la sociedad, la gobernanza y la economía».

Cuando esta digitalización no las alcanza, quienes las habitan pierden la posibilidad de ampliar sus capacidades digitales, lo que afecta también a las zonas rurales aledañas. En el caso de España, la valoración positiva renquea a la hora de analizar el capital humano en términos digitales. Así lo advierte el Índice de Economía y Sociedad Digital de la Comisión Europea y lo demuestra el Instituto Nacional de Estadística: en las localidades de menos de 10.000 habitantes (donde se incluyen los pueblos de la denominada España vacía), un 36% cuenta con habilidades digitales avanzadas, mientras que esa cifra alcanza casi el 50% en las de más de 100.000. Sin embargo, el mayor porcentaje de personas sin habilidades digitales se encuentra en las ciudades de menos de 10.000 habitantes y entre 10.000 y 50.000. Es decir, las pequeñas y medianas.

El dato preocupa también a los expertos del Colegio de Arquitectos de España, que lo conciben como una consecuencia de esa brecha digital entre urbes. Tal y como lo explican en su informe, sobre La tendencia inteligente de las ciudades en España: «En la mayoría de los países europeos existen ciudades inteligentes de diferentes dimensiones y, aunque muchas iniciativas todavía están en desarrollo, las grandes urbes tienden a estar más avanzadas. Esto pone de manifiesto el potencial riesgo de una brecha digital entre grandes y pequeñas ciudades; resulta paradójico que las ciudades pequeñas no puedan desenvolverse y ser más eficientes para la ciudadanía, que antes o después tratará de migrar hacia entornos más cosmopolitas».

Ese es el principal problema al que alude el Foro Económico Mundial: si una pequeña localidad, desprovista de habilidades digitales, no puede competir con el nivel de digitalización urbanita, inevitablemente acabará perdiendo población. Algo que, en el caso concreto de España, es especialmente dañino para el mundo rural. Y, como las fichas de un dominó, irá trayendo consigo más problemas: falta de talento digital, menos recursos económicos destinados a la transformación digital, mayor analfabetismo en tecnología y, finalmente, una desconexión del resto de poblaciones.

Soluciones reales (y eficientes)

¿Por dónde empezar a resolver este denominador común en el resto del globo? El Foro Económico Mundial no deja lugar a duda: urge una estrategia centrada en las necesidades particulares de cada pequeña y mediana ciudad, así como en zonas rurales, diseñada con la idea de construir alianzas entre gobiernos, empresas y la ciudadanía (una pieza esencial para diseñar un resultado que realmente funcione). En nuestro país, muchos se han puesto ya manos a la obra para formar a la ciudadanía en habilidades digitales.

Un buen ejemplo de este trabajo conjunto entre el ente público y el privado es el proyecto #MoverEspaña, desarrollado por la tecnológica HP, que incluye sesiones de formación en programación para profesores de escuelas rurales y en digitalización impartidas por expertos de HP en diferentes pueblos de la España vacía para, con el asesoramiento de grandes multinacionales tecnológicas, permitir que los vecinos puedan desarrollar sus propios proyectos contribuyendo a la innovación digital del pueblo.

La brecha entre localidades grandes y pequeñas trae consigo mayor analfabetismo en tecnología y, finalmente, una desconexión del resto de poblaciones

De la misma manera, Tu carrera digital, impulsada por Adecco Formación en la Comunidad de Madrid, capacita a jóvenes de todos los entornos urbanos en conocimientos y habilidades digitales para incrementar su inserción laboral; mientras tanto, el programa Conecta Rural impulsado por el Ministerio de Asuntos Sociales cuenta con más de una decena de talleres y webinars dirigidos a ciudadanos de las zonas rurales con el objetivo de dotarles de las herramientas fundamentales para que se desenvuelvan con las nuevas tecnologías.

Más recientemente, el Grupo Red Eléctrica y la fundación Cibervoluntarios han puesto en marcha Eje Digital, un programa de apoyo a la transformación digital del medio rural que busca mejorar las competencias digitales de las poblaciones rurales y favorecer así su reactivación económica y social. Ha comenzado como un proyecto piloto en cuatro municipios de Castilla y León, Aragón y Andalucía, con formaciones que alcanzarán al menos a 400 personas, y pronto se replicará en otras localidades. «La digitalización supone la diferencia entre estar o no estar, especialmente en las zonas rurales. Muchas personas tienen acceso a la tecnología pero carecen de competencias digitales, lo que les limita el acceso a la igualdad de oportunidades», explica Yolanda Rueda, presidenta de Cibervoluntarios.

De hecho, el desarrollo de habilidades digitales básicas forma parte de la conocida estrategia España 2050 elaborada por el Gobierno, por lo que es común encontrar en las agendas de muchas ciudades medianas y pequeñas algún programa o estrategia que apueste por la digitalización de las urbes. Al fin y al cabo, esta también se incluye en las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y nadie puede (o debe) quedarse fuera.