Categoría: Agenda 2030

Los ecosistemas subterráneos, grandes olvidados de la naturaleza

Bajo el asfalto de Hawkins, un pequeño pueblo de Indiana (Estados Unidos), existe un mundo que pone en peligro la vida de todos. Es un reflejo literal de la misma ciudad, pero en una versión invertida y con aires demoníacos. Allí, los monstruos crecen silenciosos a la espera de dominar el mundo real, donde los humanos viven sin saber lo que ocurre ahí abajo, en el upside down (el mundo al revés).

Esta historia no es más que la sinopsis de la exitosa serie de ficción Stranger Things (Netflix), que relata las aventuras de un grupo de adolescentes contra las criaturas de esa realidad alternativa. Sin embargo, en el mundo real, sí que existe otro bajo nuestros pies del que sabemos poco, a pesar de que nuestra frenética actividad pone en peligro la vida de sus habitantes: los ecosistemas subterráneos.

Solo el 6,9% de los ecosistemas subterráneos se encuentran en zonas protegidas

Son los hábitats más extendidos del planeta y prestan servicios esenciales, tanto para el mantenimiento de la biodiversidad como para el bienestar humano. Hablamos de cuevas, grietas, aguas y suelos donde conviven especies de todos los reinos animales que nada tienen que ver con lo que tenemos aquí arriba. Desde insectos que parecen mágicos, como la recién descubierta hada de los bosques,  hasta crustáceos adaptados a vivir sin luz, como las batinelas.

También, aunque quedan cientos de especies de los ecosistemas subterráneos por descubrir, destacan algunos mamíferos como los murciélagos pero, sobre todo, la gran variedad de microrganismos que llevan a cabo una labor fundamental para mantener el equilibrio de esa delicada cadena trófica de los ecosistemas.

La lista de beneficios que aportan estos desconocidos es extensa. Algunos hongos y bacterias combaten patógenos que depuran el agua del subsuelo y luchan contra diversas plagas y enfermedades, mientras que otros organismos se encargan de captar dióxido de carbono y mejorar la capacidad de absorción del suelo. Por otro lado, los procesos digestivos de numerosas especies, como han indicado algunas investigaciones, aumentan el acceso a nutrientes de las plantas, recuperando hasta los suelos más degradados.

Sin embargo, a pesar de que el subsuelo, especialmente el tropical, contiene más especies sin descubrir que la superficie, existen muy pocos estudios científicos que exploren sus bondades, tal y como advertía recientemente Susana Pallarés, quien ha participado en uno de los trabajos más exhaustivos sobre la materia publicado en el Biological Reviews: «Dado que sabemos tan poco sobre estos ecosistemas, es imposible diseñar estrategias de conservación que los protejan».

Así, solo el 6,9% de este tipo de ecosistemas se encuentran en zonas protegidas. Y es de pura casualidad: si están vigilados es porque encima de ellos viven especies más conocidas en peligro de extinción. Por eso, el equipo del que forma parte Pallarés ha querido sentar las bases para poder dirigir mayores esfuerzos científicos a estos ecosistemas, analizando 708 artículos científicos publicados entre 1964 y 2021 sobre el tema para descubrir qué errores de cálculo se han cometido hasta ahora.

Los estudios científicos se han centrado solo en hábitats atractivos para el ojo humano, como las cuevas, y animales muy concretos, desoyendo por completo las necesidades del resto de especies

En primer lugar, destaca la desigualdad en la focalización de los estudios. En otras palabras, las escasas evaluaciones llevadas a cabo se han realizado en paisajes subterráneos atractivos para el ojo humano, como las cuevas terrestres, y con un sesgo claro hacia algunos animales en concreto. En cambio, las fisuras, las cavidades terrestres con conexión al mar a través de canales subterráneos y las cuevas marinas siguen inexploradas. Y de lo que no se ve, no se habla; por tanto, no existe. Así, pasan desapercibidas también las necesidades de decenas de microorganismos y plantas que juegan ese papel clave en el equilibrio del planeta.

El segundo problema: tampoco existe información sobre las amenazas. Al no estudiarse a fondo lo que vive allí es imposible explicar lo que lo pone en peligro. Pero, en realidad, los ecosistemas subterráneos se enfrentan silenciosamente a numerosos problemas, entre ellos, la perturbación del hábitat debido al turismo y la contaminación, el cambio climático y la sobreexplotación –España, un país rico en agua subterránea, es también la nación que más explota este recurso (en numerosas ocasiones, ilegalmente, como ocurre en Doñana)–. Los efectos pueden ser incluso más desastrosos que en la superficie, puesto que estas especies, al mantenerse bajo tierra, son mucho más delicadas a los cambios abruptos de sus hábitats.

Después de tantas décadas de ignorancia, ¿es realmente posible dirigir nuestra mirada del cielo al suelo? Según el grupo de investigadores, «no es necesario reinventar la rueda»; la mayor parte de las medidas actuales que funcionan en la protección de ecosistemas terrestres o marinos pueden aplicarse con éxito a lo subterráneo». No obstante, añaden, las futuras investigaciones sí que deberían centrarse en generar nuevas ideas para resolver problemas concretos de lo que ocurre allí abajo y, así, poder cambiar lo que hacemos desde arriba.

Precaución (con no atropellar fauna), amigo conductor

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La última campaña de la Dirección General de Tráfico ha puesto su foco en las más de 100 personas que fallecen al ser atropelladas en carretera cada año. Este drama se agrava si tenemos en cuenta que el atropello es también una de las principales causas de mortalidad para numerosas especies de fauna.

Siete planes para disfrutar de unas vacaciones conscientes (y sostenibles)

En un momento en el que la crisis ambiental cobra especial protagonismo, no es casualidad que algunas personas opten por hacer de sus vacaciones de verano su tiempo libre una consigna por el planeta. Ante informes preocupantes como los del IPCC, la conciencia social está cada vez más pendiente de las acciones positivas que se pueden realizar para proteger la naturaleza. Y si el resto del año no tenemos tiempo para hacerlo, ¿por qué no aprovechar los días de verano?

Todavía queda tiempo. Esta puede ser la oportunidad perfecta para devolverle al planeta un poco de todo lo que nos ha dado. Si todavía no has planeado tus vacaciones, te ofrecemos algunas alternativas para contribuir de forma directa al bienestar de toda la naturaleza que nos rodea.

Reforestar zonas afectadas por eventos meteorológicos

Los bosques son los pulmones del planeta y mantenerlos con vida es una obligación. En la actualidad, algunos hoteles en las Islas Baleares y las Islas Canarias ofrecen packs para plantar árboles en zonas devastadas por lluvias torrenciales e incendios. Igualmente, la organización Reforesta organiza todos los años varias batidas de voluntarios para plantar y mantener árboles autóctonos, crear refugios para la fauna y limpiar riberas.

Voluntariado para proteger entornos naturales

Existen otras tantas variantes del voluntariado ambiental. Por un lado, encontramos a las grandes organizaciones como SEO/Birdlife, que organiza voluntariados de seguimiento de aves, o WWF, que apuesta por restaurar hábitats de especies amenazadas. Pero, a nivel autonómico, hay entidades más pequeñas que buscan siempre ayuda para conservar parques naturales de tanta relevancia como el de Doñana. De hecho, el Programa de Voluntariado en Parques Nacionales organizado por el Ministerio de Transición Ecológica ofrece decenas de convocatorias para ayudar a mantener estas zonas protegidas. Una gran forma de cuidar de la naturaleza mientras disfrutamos de ella.

Rutas de observación de animales

Conocer la fauna que comparte espacio con nosotros también es importante para concienciarnos. Por eso, más allá del seguimiento de aves, en España existen múltiples rutas de observación del famoso lince ibérico, un animal que rara vez vemos pero cuya existencia se ve seriamente afectada por la actividad humana. Igualmente, en la Sierra de la Culebra (Zamora), recientemente asediada por los incendios, se organizan numerosas rutas para observar a sus lobos. Acudiendo a ella no solo estamos disfrutando de las especies autóctonas, sino que además contribuimos a que la zona se recupere poco a poco.

Submarinismo para limpiar fondos marinos

El perfil del voluntario playero es muy demandado por las organizaciones de conservación en época estival, dados los serios problemas que los ecosistemas marinos tienen con la basura y los microplásticos. ¿Por qué no aprovechar las horas de buceo limpiando el mar? La Asociación Subacuática de Casares (Málaga) organiza limpiezas todos los años, al igual que el International Coastal Cleanup España, que convoca a más de medio millón de voluntarios para recolectar los residuos que contaminan las costas, los ríos y los lagos, o la Red de Vigilantes Marinos, que aúna la práctica del buceo con la posibilidad de participar en la protección del medio marino.

Veranear en una granja ecológica

Una opción perfecta para los que quieren estar en pleno contacto con la naturaleza, pero en secano. En nuestro país hay multitud de granjas ecológicas que buscan voluntarios para que trabajen el huerto o cuiden a los animales durante las vacaciones de los dueños, a cambio de alojamiento y comida. Así, además de contribuir a proyectos ecológicos, estaremos fomentando también el desarrollo del mundo rural. Ecotur y WWOF España son algunas de las páginas que conectan a voluntarios con cientos de granjas españolas.

Baños de bosque y otras formas de vivir la naturaleza

Baños de bosque, inmersiones en la naturaleza, excursiones al campo… no importa el nombre que le demos. Para aquellos que buscan unas vacaciones relajadas pero plagadas de naturaleza, el sector del ecoturismo ofrece múltiples actividades para despertar ese afán por proteger el planeta, desde paseos por el bosque, senderismo y piragüismo hasta clases de botánica orgánica y excursiones a grandes enclaves donde observar animales en libertad. En este sentido, la organización Naturalwalks brinda cientos de actividades y salidas al campo para sumergirnos en la naturaleza.

Aprendiendo de las tradiciones

Como indican los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuidar de los ecosistemas también es cuidar el medio rural. Ese frágil equilibrio entre lo animal y lo humano es clave para que todo siga funcionando y, por ello, contribuir al planeta en estas vacaciones también pasa por valorar más el patrimonio. En un país como el nuestro, que acoge a más de 5.000 pueblos, el abanico de propuestas es inmenso: visitar casas-museo, aprender oficios de la zona, descubrir su gastronomía y realizar actividades de ecoturismo de la mano de entidades autóctonas es la mejor forma de contribuir a la conservación de nuestros orígenes, y, por tanto, de la propia naturaleza.

Cinco ecoyoutubers para seguir este verano

La presencia de YouTube en el día a día es cada vez más elevada. El 35% de los usuarios españoles de redes sociales accede a YouTube varias veces al día y un 32% lo hace al menos una vez, según datos de Statista. En ver sus contenidos se pasan desde minutos hasta horas: la media está en 1 hora y 10 minutos al día por persona, como calcula otro estudio elaborado por IAB Spain y Elogia.

Todo ese tiempo da para acceder a una amplia variedad de temas. La plataforma de vídeos se usa como espacio para el entrenamiento, pero también como vía para descubrir tendencias, acceder a información y formarse. De hecho, para las generaciones más jóvenes, que dedican cada vez menos tiempo a los medios tradicionales y más a la red, canales como YouTube son su principal fuente informativa. Lo que se ve allí es lo que pasa.

El papel que pueden ocupar los youtubers como divulgadores en temas de sostenibilidad y medio ambiente es, potencialmente, enorme. Los ecoyoutubers llegan a una audiencia muy amplia y lo hacen con mensajes llamativos y convincentes. Te proponemos a algunos de ellos para seguirlos este verano.

 

Lethal Crysis. «La esencia está en el lugar, pero las personas lo hacen mágico», promete en la descripción de su canal de YouTube. Rubén Diez Viñuela es, en YouTube, Lethal Crysis, un viajero que recorre el mundo denunciando los problemas que destrozan ecosistemas y ponen en peligro el planeta ante sus casi 4,5 millones de seguidores. «En mis viajes grabo situaciones y hechos objetivos tal y como yo los percibo. Y luego doy mi opinión. Es la manera de dejar un poquito de mí», le explicaba en una entrevista a la revista Esquire.

 

 

Climabar. Puede que sus cifras de seguidores no estén en los millones, pero Climabar intenta explicar «la emergencia climática para la generación del meme». Carmen Huidobro y Belén Hinojar abordan temas claves vinculados con la sostenibilidad – desde el greenwashing a los vínculos entre masculinidad tóxica y comportamientos poco respetuosos – con un lenguaje cercano y divertido. Es hablar de temas importantes, pero como se haría en un bar «para que llegue a los que hay que convencer de verdad», asegura Huidobro.

 

 

The Girl Gone Green. Manuela Barón habla en su canal sobre sostenibilidad partiendo de sus propias experiencias personales: ella misma ha decidido vivir generando desechos mínimos y «plant based».  La decisión la tomó en 2015, tras descubrir mientras viajaba la situación en la que se encontraba el planeta. En sus vídeos - en inglés – enseña desde cómo cambiar un vehículo a combustible por una bicicleta eléctrica o qué ocurre cuando se pasa un año sin comprar cosas.

 

 

Mixi. Mixi Pacheco da una vuelta de tuerca verde a los populares canales de YouTube de trucos de belleza, higiene y cosmética. Propone un «estilo de vida ecológico, vegano y saludable» a sus más de 300.000 seguidores, a los que intenta enseñar cómo vivir sin generar residuos y siendo más respetuosos con el entorno sin renunciar a ninguna de las comodidades de la vida moderna. Desde el suavizante de la ropa hasta el sérum para mejorar el estado del cabello, todo –o al menos eso demuestra esta creadora– se puede hacer en casa con mínimo impacto.

 

 

Fray Sulfato. Óliver del Nozal es en YouTube Fray Sulfato, un educador ambiental que divulga en la popular red de vídeos cómo funciona el planeta. Al fin y al cabo, Fray Sulfato quiere ser «tu biólogo de cabecera». Así, sus vídeos abordan temas de lo más variado, desde cómo afecta el calor a las placas solares a cómo puede ser el montañismo inclusivo o cómo reciclar bien. Vídeo a vídeo ayuda a comprender la importancia del medio ambiente y su valor.

Cambio climático: un foco de desigualdad latente

Tras años en un segundo plano, la lucha contra el cambio climático ha pasado a ocupar, por fin, el centro del debate público. Décadas después de que comenzaran las alertas por parte de la comunidad científica y los colectivos ecologistas, la mayor parte de los gobiernos del mundo han entendido la urgencia del problema y la necesidad de colocar la protección del planeta como un eje esencial de la política nacional e internacional. Hasta ahora, la degradación de la Tierra, una situación provocada principalmente por la sobreactividad humana, siempre ha sido enfocada desde una perspectiva medioambiental o productiva, como un problema que perjudica principalmente al mundo natural y al sistema bajo el que se rige la sociedad actual. Se obvia el hecho de que los principales perjudicados están siendo las personas y, en concreto, aquellas con menos recursos o en situación de exclusión.

El cambio climático amenaza el disfrute de aspectos como la vida, el agua, el saneamiento, el acceso a alimentos, la salud, la vivienda o el propio desarrollo

Prueba de ello es el ascendente nivel de preocupación que este tema suscita entre la población, dado el impacto que esta percibe en su día a día. Según una encuesta realizada por el Eurobarómetro, casi ocho de cada diez europeos (78%) considera el cambio climático como un problema muy grave. Y es que el constante deterioro del planeta amenaza seriamente el disfrute efectivo de aspectos como la vida, el agua, el saneamiento, el acceso a alimentos, la salud, la vivienda o el propio desarrollo. Aspectos, todos ellos, que comparten un mismo denominador: son derechos humanos. Por este motivo, desde las instituciones internacionales se está instando a los gobiernos a tomar medidas urgentes contra el cambio climático desde un punto de vista de protección a los colectivos sociales más vulnerables. «Los Estados tienen la obligación de defender los derechos humanos para prevenir los efectos adversos predecibles del cambio climático y garantizar que aquellos a los que afecte, sobre todo los que estén en una situación de vulnerabilidad, tengan acceso inmediato a recursos y medidas de adaptación efectivos que les permitan vivir dignamente», se puede leer en un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH).

«Es necesario que los Estados tomen medidas ambiciosas de adaptación y mitigación que sean inclusivas y respetuosas con las comunidades a las que afecte el cambio climático»

Con ello, desde el corazón de la ONU se abre un nuevo frente desde el que presionar a los gobiernos a tomar medidas efectivas y de calado contra el calentamiento global y los efectos adversos que ello genera. En este sentido, la realidad de la demanda queda reflejada en multitud de ejemplos, desde las prolongadas sequías en el África subsahariana, que han dejado sin agua potable a multitud de comunidades, hasta las devastadoras tormentas tropicales en el sudeste asiático que se han llevado casas y comercios, pasando por los incendios y las olas de calor en el hemisferio norte. Todos estos fenómenos afectan directamente a las personas y, más concretamente, a aquellas que menor acceso tienen a recursos que les permitan adaptarse a la situación actual. Un crecimiento de la desigualdad que tienen nombres y rostros y, como no puede ser de otra manera, reclama soluciones inmediatas. «Es necesario que los Estados tomen medidas ambiciosas de adaptación y mitigación que sean inclusivas y respetuosas con las comunidades a las que afecte el cambio climático», insisten desde la ACNUDH, desde donde se trabaja para potenciar aspectos como la inclusión de la sociedad civil en los procesos de tomas de decisiones medioambientales, la facilitación de mecanismos de derechos humanos para abordar los problemas medioambientales o la investigación y promoción para abordar vulneraciones de los derechos humanos causadas por la degradación del medio ambiente, en particular hacia grupos en situaciones de vulnerabilidad.

Si algo ha quedado demostrado a lo largo de los años es que el cambio climático es un problema de todos que tiene un impacto especial entre aquellos con menos recursos. Un foco de desigualdad que, al margen del daño que supone para el medio ambiente, también puede conllevar un desgaste de las sociedades y los derechos conquistados. Evitarlo es algo que está en nuestra mano.

Turismo rural: ¿dinamizar o erosionar la España vaciada?

El verano es una estación endulzada por las promesas que suelen encerrar las vacaciones: evadirnos del estrés, relativizar ciertos problemas y descubrir rincones hasta entonces completamente desconocidos. Este verano, los alojamientos rurales de España ya alcanzan una ocupación media del 50% y se prevé que las cifras finales superen el 52% registrado en 2019, según datos del portal EscapadaRural.

El turismo de vías verdes permite aprovechar 2.700 kilómetros de antiguas infraestructuras ferroviarias abandonadas

Es un hecho que el turismo rural satisface a sus fieles: el 96% de los turistas rurales declararon este año haber practicado esta clase de turismo con anterioridad, frente a un 98% que lo hizo el año pasado. De hecho, según datos del Observatorio de Turismo Rural, más de la mitad de los turistas (52%) reconoce haber cambiado el sol y la playa por el medio rural. Se trata de un modelo disruptivo en este sentido, ya que se busca el contacto con la naturaleza y con un entorno al que normalmente muchos no tienen acceso. Los mismos datos así lo demuestran: la abundancia de opciones al aire libre (70%) es la motivación que más crece respecto a años anteriores, junto con la posibilidad de visitar un entorno cultural (49%) y la riqueza gastronómica (45%). Asturias, Andalucía y Aragón son los destinos predilectos para satisfacer estas necesidades.

Mucho más que turismo

El turismo rural tiende a ser más que una mera actividad económica, llegando a dinamizar zonas que de otro modo podrían quedar abandonadas. A esto ayudan alternativas como el ecoturismo, una forma de viajar de manera responsable por su bajo impacto ambiental, con actividades imposibles de encontrar en los entornos urbanos o masificados: interpretación del medio natural, observación de fauna y flora, rutas culturales o fotografía de naturaleza, entre otras.

Otra de las alternativas más destacadas es la de las vías verdes (o cicloturismo), cada vez es más popular. Aprovechando los 2.700 kilómetros –de un total de 8.000– de las antiguas infraestructuras ferroviarias españolas abandonadas, esta forma de viajar permite no solo observar algunos de los paisajes nacionales más espectaculares, sino dinamizar áreas en declive.

Luces… y también sombras

No obstante, no es oro todo lo que reluce: el turismo rural también puede contribuir, paradójicamente, a la degradación de nuestros pueblos. Una mala gestión puede llevar, más allá de la posible gentrificación –y la construcción derivada de la misma, a veces no asimilable por el entorno–, a consecuencias notablemente profundas. Así, la contaminación, una insuficiente depuración de aguas residuales o gestión de residuos, el agotamiento de los recursos, la erosión del suelo por el impacto de los visitantes o el deterioro y la destrucción de la fauna y flora local pueden convertirse en algunas de estas posibles consecuencias, tal como indican desde CEUPE.

La abundancia de opciones al aire libre (70%) es la motivación que más crece en el turismo rural respecto a años pasados

Además, una gestión negativa de este tipo, según defienden desde la Asociación Española de Expertos Científicos en Turismo (AECIT), puede favorecer la erosión de los comercios tradicionales, la especulación por el uso del suelo e incluso una suerte de monocultivo económico. La comunidad que en un principio se beneficiaba, de este modo, podría acabar sumida en un laberinto con una única salida. En última instancia, las consecuencias de una actividad mal implementada puede impulsar una despoblación de la misma zona que pretendía dinamizar.

Así, el creciente turismo rural tiene el potencial de transformar los ecosistemas, economías y sociedades de la España vaciada. De la forma de gestionar e implementar tal actividad, así como del compromiso de los turistas y establecimientos, dependerá que este cambio conduzca al rural hacia un escenario más sostenible.

Protege la salud de tu piel…y también la del mar

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Llega el verano y muchas personas se lanzan a la playa para pasar unos días. En la maleta no falta la protección solar para cuidar la piel pero hay que tomar consciencia de la necesidad de proteger también el mar. Según la organización Green Cross cada año 25.000 toneladas de crema solar llegan a los océanos causando múltiples daños medioambientales.

La financiación, clave para el avance de la Agenda 2030

Por segundo año consecutivo, el mundo ha dejado de progresar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con esta contundencia lo advierten los expertos que firman el Sustainable Development Report, uno de los informes más valorados del mundo de la sostenibilidad, pues evalúa a cada país según su nivel de implicación a la hora de mantener el ritmo en el cumplimiento de estas metas medioambientales y sociales.

No es cuestión de una falta de compromiso. Más bien es que el contexto actual no lo está poniendo nada fácil: como ya advirtió el economista Jeffrey Sachs en la presentación del estudio, «para acelerar el progreso de los ODS necesitamos acabar con la pandemia, negociar el fin de la guerra en Ucrania y asegurar la financiación necesaria; los países pobres son los que se están viendo especialmente afectados por las repercusiones». Dado que actualmente vivimos en un mundo globalizado, igual que un equipo, cada país debe tender la mano al resto para evitar lastrar, aún más, los avances que necesitamos.

Todos los expertos coinciden en la conclusión: los ODS necesitan una mayor financiación. El dinero es innovación; la innovación es futuro. Y algunos países como España, conscientes de ello, han pisado el acelerador para seguir cumpliendo con las promesas que se acordaron frente a las Naciones Unidas. En 2022, según indica el informe, nuestro país avanzó hasta el puesto 16 del ránking global en desarrollo sostenible, aumentando cuatro puntos en comparación con el año anterior. La nota final es de un 80 sobre 100, lo que nos sitúa por encima de naciones como Bélgica, Portugal, Japón o los Países Bajos.

España puntúa alto en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: se sitúa en el puesto número 16, por encima de los Países Bajos y Bélgica

Es un crecimiento disimulado, pero relevante. El trabajo de España con los ODS ha registrado avances en 15 de 17 objetivos, haciendo especial hincapié en la igualdad de género, el agua limpia y el crecimiento económico, donde el informe aplaude los progresos a la hora de reducir brechas de educación y empleo, mejorar la gestión de los sistemas sanitarios o garantizar los derechos laborales fundamentales y mejorar el empleo. También reconoce los esfuerzos en la disminución de emisiones en las grandes ciudades y en la lucha contra el hambre.

Sin embargo, como el resto de países, el nuestro también tiene como asignatura pendiente la infrafinanciación. Así lo advirtió Leire Pajín, presidenta de Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible –la organización encargada de elaborar este estudio–: «Las lecciones aprendidas con las crisis actuales nos muestran la urgencia de una mayor conexión entre la ciencia y la toma de decisiones para acelerar múltiples procesos, como las energías limpias».

Uno de los mayores motivos tras este problema es que los países más vulnerables –a su vez, los más afectados por la crisis climática– no han tenido la oportunidad de recuperarse aún de la crisis sanitaria y la económica. Y sin recuperación, los ODS pierden prioridad. De hecho, estas crisis se han solapado bloqueando, principalmente, los avances en la reducción de la pobreza (ODS 1) y la garantía de un trabajo decente (ODS 8). Basta un dato para comprender lo que ocurre: en 2015, los países en vías de desarrollo avanzaban mucho más rápido en compromisos medioambientales que los desarrollados.

Para garantizar que los países vulnerables puedan volver a subir al tren de los ODS es fundamental ampliar las vías de financiación que les ayuden a recuperarse definitivamente de la crisis sanitaria y económica

«A mitad de camino del 2030, necesitamos urgentemente un plan global de financiación de los ODS, además de mayores compromisos provenientes de los países del G20», advierte el informe. «Con la financiación, las innovaciones tecnológicas y la ciencia pueden ayudar a identificar soluciones en tiempos de crisis y contribuir de forma decisiva a la hora de responder a estos problemas». En otras palabras, para garantizar el cumplimiento de los ODS es requisito fundamental dirigir los objetivos económicos hacia la inclusión de los países vulnerables.

Para ello, REDS subraya cuatro prioridades. En primer lugar, advierte que los países del G20 deben comprometerse mucho más a la hora de enviar mayores flujos de financiación a los países vulnerables, para que estos puedan desarrollarse económicamente y alcanzar los ODS. Además, también deberían ampliar su capacidad de préstamo para el mismo cometido y apoyar otras medidas que puedan ampliar la capacidad de subvención. Aunque los países vulnerables también tienen deberes: deben esforzarse en mejorar sus políticas económicas con diversas medidas para prevenir futuras crisis y volverse más estables.

En conclusión, la correcta financiación de los ODS necesita construirse sobre un pilar de alianzas. Una vez más, resalta la importancia de los compromisos comunes entre instituciones públicas y privadas para acelerar las decisiones definitivas que nos ayudarán a hacer frente a los grandes retos de nuestro tiempo. El momento es ahora.

¿Qué hacen los festivales de música por los ODS?

En verano, el mapa de España es musical. Se mire donde se mire, los festivales brotan en cualquier hábitat: en plena costa valenciana, en las profundidades de los bosques gallegos o incluso dentro de los propios entornos urbanos. Con más de 890 espectáculos al aire libre y 1.800.000 asistentes anuales, nuestro país se corona como el primer destino turístico de festivales de Europa. 

No es solo por la música. Disfrutar de varios días corriendo de escenario a escenario tiene detrás todo un contexto social en un ambiente festivo marcado por la gastronomía, el sol y los reencuentros. Una demostración de que la cultura impacta de manera transversal en la economía, pero también –y, sobre todo– en el bienestar social ya que, a través de ella, se incrementan los sentimientos de experiencias colectivas y se consiguen sociedades más cohesionadas. ¿O acaso es posible imaginar un verano sin bailes, sin teatros, sin arte y desprovisto de melodías?

España es el primer destino de festivales en Europa: cada año acoge más de 800 eventos y más de un millón de asistentes

Precisamente prestando atención a este factor dinamizador de la cultura, a lo largo de la última década organizaciones como la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS) o la Asociación de Festivales de Música (FMA) han centrado sus esfuerzos en reivindicarla como un agente fundamental para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Defienden que la cultura contribuye a los ODS desde todos los ángulos ya que, además de tener un retorno económico a nivel europeo, nacional y local, también fomenta el derecho a la participación en la vida cultural y, sobre todo, genera sociedades más igualitarias.

Así contribuyen los festivales a la Agenda 2030

«La cultura, como foco estratégico de concienciación social, debe estar alineada con las estrategias de desarrollo sostenible», insiste la FMA en su plan de acción Festivales de Música y Agenda 2030. «En este contexto, los festivales de música son lugares de encuentro, ocio y trabajo que tienen un impacto social, ambiental y económico en la región donde se generan».

Esta es una idea que sitúa a los festivales cara a cara con una realidad: la industria de la música es una de las más contaminantes de la actualidad –estos macroconciertos pueden llegar a superar los 25 kilos de CO2 emitidos por asistente–. Por ello, incluirlos como agentes esenciales en la consecución de la Agenda 2030 no solo beneficia a las sociedades de forma intangible, sino que además invita a los propios eventos a ser más respetuosos con el planeta, lo que conciencia a sus asistentes sobre las metas sostenibles a alcanzar. Es el círculo perfecto.

Pero ¿por qué entonces la cultura no tiene un ODS propio dentro de la Agenda 2030 si juega un papel tan relevante? La FMA lo achaca a que, tradicionalmente, el sector se ha centrado más en el beneficio económico que en el social, llegando a imponer modelos que no dialogan directamente con las realidades sociales. «El concepto de la sostenibilidad no ha tenido un buen nivel de conceptualización en el sector cultural porque se ha orientado más a una mirada hacia el pasado y la tradición», aclaran los expertos. Sin embargo, esa idea está empezando a diluirse. Y es precisamente esa transversalidad del sector la que puede hacer que la cultura pase de ser una ausente en la Agenda 2030 a dirigir cada paso hacia las metas.

En realidad, el marco de los ODS es una triple oportunidad para el sector cultural, en general, y los festivales en concreto. En primer lugar, adhiriéndose a ellos, estos pueden repensar su relación con las audiencias e identificar nuevos públicos que les lleven a desarrollar políticas más inclusivas, contribuyendo a objetivos como la igualdad de género, la diversidad o la reducción de pobreza.

Por otro lado, esta alineación permite también alimentar la innovación de estos eventos, creando infraestructuras más inclusivas y contribuyendo a comunidades más sostenibles –ejemplo de ello es el Festival Cruïlla, en Barcelona, que ha aprovechado para lanzar una convocatoria de start-ups dispuestas a aportar soluciones de ecodiseño y medidores de huellas ambientales–. También empujan a crear sinergias entre el ámbito público y privado, alimentando esas alianzas necesarias para lograr los objetivos sostenibles.

Una aportación clave de estos eventos es la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial, con medidas que reducen el impacto ecológico e impulsan la memoria colectiva

Otra aportación clave de los festivales es la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial, con medidas que reducen el impacto ecológico e impulsan la conservación y la memoria colectiva. Ejemplo de ello son el Tomavistas (Madrid), que desde 2019 está adherido al plan de PYMEs y Objetivos de Desarrollo Sostenible, participando con entidades como la ONG Reforesta para recuperar espacios verdes en Madrid, y el Festival Sinsal, celebrado en la ría de Vigo, que busca reducir su impacto trabajando en seis líneas distintas: la igualdad, la circularidad, la diversidad, la localidad, la eliminación de plásticos y la reducción de las emisiones de carbono.

La igualdad de género también es una meta que se beneficia de los festivales adheridos a la Agenda 2030 gracias a la capacidad que tiene la música para concienciar. Incluso pueden contribuir desde el otro lado del escenario, en la organización, incluyendo a más mujeres en puestos fundamentales para su desarrollo, como montadoras, programadoras o directoras.

Otro buen ejemplo de ello es la iniciativa Keychange promovida por la PRS Foundation, un manifiesto firmado por distintos agentes europeos de la industria musical que propone medidas para alcanzar un equilibrio de género en la industria –dedicar más fondos públicos a garantizar la equidad, elaborar un análisis independiente para conocer datos concretos sobre la brecha laboral, proporcionar más referentes femeninos en los carteles, etcétera–.

Y, sin duda, los festivales también dejan lugar a la consecución de los objetivos relacionados con el medio ambiente y los ecosistemas, ya que pueden concienciar de la forma más práctica posible a la audiencia; por ejemplo, instalando fuentes de agua gratuitas, prohibiendo botellas de plástico, reciclando aguas residuales, instalando carpas para concienciar sobre los principales retos del cambio climático y permitiendo a los cantantes utilizar su música para multiplicar el mensaje. En este sentido, Billie Eilish, a lo largo de todas sus actuaciones, ha instalado el Billie Eilish Eco Village, una zona a la que el público puede acudir para aprender sobre el cambio climático.

Resulta evidente que el alcance de la música a la hora de resolver los principales retos de la Agenda 2030 es tan universal como sus melodías, tal y como indica la FMA, que en su informe desarrolla una hoja de ruta que reformula hasta el más mínimo detalle de estos eventos para que cumplan con los ODS en todos los sentidos. Por el momento, España es un país en el que los festivales cada vez abogan más por la sostenibilidad ambiental y social. Pero todo apunta a que la música seguirá haciendo su labor más pura: hacer llegar el mensaje de los ODS a todos los rincones del mundo.

Incendios y la delicada recuperación de los ecosistemas

El fuego siempre aparece como uno de los protagonistas más indeseados del verano. Miles de hectáreas se calcinan cada año a causa del aumento de las temperaturas y sus consecuencias, algo agravado por el efecto del cambio climático: en la cuenca mediterránea, por ejemplo, el número de días de riesgo extremo de incendios se ha duplicado en los últimos 40 años. Un dato en el que no se incluyen aquellos de origen humano, ya sean accidentales o negligentes. Según cifras de Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, más de 75.000 hectáreas han sido calcinadas en la primera mitad de 2022 en nuestro país. Los incendios de Zamora, Salamanca, Cáceres o Barcelona nos están dejando importantes pérdidas, entre ellas la muerte del brigadista Daniel Muñoz, y paisajes calcinados que se extienden en el horizonte como un yermo de color negro, casi lunar. Y si ponemos la vista en el largo plazo, ¿cuáles son los efectos del fuego?

Los incendios forestales pueden crear impactos de gran complejidad sobre los ecosistemas en cuestión, ya que dependen de factores tan concretos y relacionados entre sí como el tipo de paisaje o la posterior respuesta de la vegetación. El aumento de la frecuencia de incendios, si se suma a factores como los periodos de sequía, puede generar impactos ambientales de largo recorrido, como la disminución de la productividad de los ecosistemas en cuestión, cambios negativos en las dinámicas de cultivo o, directamente, aparición de desertificación. No es de extrañar: el fuego no solo afecta a la flora y la fauna, sino también al propio suelo, el elemento que constituye la base misma de toda la vida forestal.

Más de 75.000 hectáreas han sido calcinadas en la primera mitad de 2022 en nuestro país

El suelo puede marcar la vida de una zona no solo a corto plazo, sino a lo largo de varios años. Entre sus funciones se encuentran aspectos tan esenciales como la retención del carbono, la purificación del agua, la regulación del clima o el propio suministro de alimentos, fibras y combustibles. De este modo, si un bosque se incendia, su suelo estará expuesto a la erosión del viento y el agua, sufriendo problemas como la pérdida material, la infiltración acuática o la desaparición de nutrientes. Los cimientos de la vida, así, se resquebrajan, complicando la recuperación del ecosistema.

Con la flora y fauna ocurre algo similar, y es que la recuperación, al igual que los efectos derivados de la catástrofe, puede durar años. Al fin y al cabo, un incendio puede cambiar drásticamente la composición de la cadena trófica (es decir, la alimentación interrelacionada entre seres vivos). Se trata de algo fundamental: de esta clase de dinámicas dependen también las distintas comunidades humanas. La flora, como el suelo, provee además un servicio fundamental, ya que absorbe las emisiones de gases de efecto invernadero. Así lo demuestran las cifras de los bosques europeos, que captan alrededor de 360 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, un valor muy superior a las emisiones de un país como España, que emite algo más de 200 toneladas.

Un paso adelante, ¿dos pasos atrás?

Un incendio supone, en definitiva, un retroceso en los ecosistemas del lugar. Su magnitud, sin embargo, no depende tanto de la extensión del incendio como de su intensidad: si uno es extenso pero ligero, el efecto del fuego es suave, lo que provoca, por ejemplo, que los árboles no terminen de quemarse del todo (y que, por tanto, puedan rebrotar más fácilmente).

El número de días de riesgo extremo de incendios se ha duplicado en los últimos 40 años

El principal problema es que el cambio climático está aumentando la severidad de los incendios, lo que puede llevar a eliminar totalmente la vegetación y esterilizar completamente las zonas afectadas. Esto supone que una recuperación pueda llevar como mínimo decenas de años (e incluso siglos en algunos casos). Ni siquiera a través de una intensa reforestación y recolonización animal se puede acelerar el proceso, que conlleva en muchos casos la aparición de especies –tanto vegetales como animales– invasoras que pueden alterar los ciclos naturales de los bosques.