Categoría: Agenda 2030

El presente del voluntariado: mirar al futuro para cambiarlo todo

El día 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Voluntariado. Esta fecha sirve para poner en valor el trabajo imprescindible e incansable de los voluntarios y voluntarias de todo el mundo. Ellos y ellas dedican sus vidas, así como una gran parte de su tiempo y de sus recursos -materiales e intelectuales-, a ayudar a personas en situación de vulnerabilidad y a combatir problemas sociales y medioambientales. Gracias a ellos el mundo es un lugar más amable y solidario.

En España, más del 37% de la población mayor de 14 años colaboró con alguna ONG en 2020. La mayoría de estas colaboraciones (24,8%) se basaron en aportaciones económicas. Sin embargo, el apoyo económico no es suficiente; aportar con acciones de voluntariado activo que mejoren la vida y los entornos que compartimos son una fuente de bienestar social clave.

El voluntariado en España tiene nombre de mujer

En 2020, 2,6 millones de personas en España realizaron acciones de voluntariado. Si indagamos más en los datos que nos ofrece el informe La Acción Voluntaria en 2020. Voluntariado en tiempos de pandemia, elaborado por la Plataforma de Voluntariado en España y el Observatorio del Voluntariado, vemos que el porcentaje de mujeres (56,3%) que están involucradas en labores de voluntariado es ligeramente superior al de los hombres (43,7%). Una brecha de género que va en descenso, no obstante.

 «No habrá un futuro en el voluntariado sin involucrar a los más jóvenes»

Por otro lado, en el caso del voluntariado, la edad sí importa: hasta un 69,6% de las personas voluntarias tienen más de 45 años, según el citado informe. Un dato que podemos relacionar directamente con la mayor estabilidad económica de esos grupos de edad, así como a una ocupación menor en los mayores de 55 años.

Así, cuando trazamos el perfil tipo de la persona involucrada en tareas de voluntariado activas en España lo tenemos claro: a día de hoy, se trata de una mujer de más de 45 años de nacionalidad española.

Nuevas formas de voluntariado

Los avances tecnológicos y la digitalización imperante en nuestras vidas también afectan al desarrollo y a la evolución del voluntariado. ONG de todo tipo y de todo el mundo están innovando en cuanto a la implantación de alternativas al voluntariado tradicional para favorecer esta labor y ofrecer mayor flexibilidad. Uno de los formatos que más se ha extendido son los microvoluntariados. Una fórmula que no requiere un compromiso permanente y que aprovecha el potencial de las nuevas tecnologías para su desarrollo. A través de ellas se facilita la incorporación de nuevos perfiles que pueden dedicarse de forma más activa y puntualmente a apoyar las acciones que llevan a cabo estas organizaciones.

Otro de los retos a los que se enfrentan las organizaciones sin ánimo de lucro y otros organismos que promueven este tipo de iniciativas es el de atraer a personas voluntarias más jóvenes. En este sentido, la posibilidad de hacer cibervoluntariado, desde casa, a personas en situación de vulnerabilidad -como el que se ofreció a las personas que sufrieron de soledad forzosa durante la pandemia de la covid-19- es una de las grandes tendencias de cara al futuro, tal y como afirma Franc Cortada, director general de Oxfam Intermón. «Igual que no habrá un futuro sostenible en materia económica sin sumar a los jóvenes al mercado laboral, no habrá un futuro en el voluntariado sin involucrar a los más jóvenes. La posibilidad de integrar el mundo digital y el voluntariado, es a su vez, un camino interesante del que todavía hemos visto solo el principio, tanto a nivel particular como corporativo», asegura.

Los avances tecnológicos y la digitalización también afectan al desarrollo y a la evolución del voluntariado

El boom del voluntariado corporativo

No se puede hablar de la situación del voluntariado en nuestro país sin prestar atención al auge que ha experimentado el voluntariado corporativo. En los últimos años, el mundo empresarial ha dado un necesario paso adelante en cuanto a su implicación en la acción social. Según cifras recogidas por el Observatorio del Voluntariado Corporativo, más del 70% de empresas que superan los 500 trabajadores lo practican de forma activa.

Y no sólo eso. El voluntariado pasa a ser una de las líneas que vertebran la estrategia a largo plazo de las empresas: la quinta parte de las compañías que iniciaron proyectos de estas características hace una década todavía los siguen llevando a cabo. Un compromiso estrechamente vinculado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la Agenda 2030, que serían imposibles de lograr sin el apoyo de las empresas con una mentalidad más inclusiva y abierta a trabajar más allá del retorno económico. En este sentido, Begoña Gómez, directora de la Cátedra de Transformación Social Competitiva, de la Universidad Complutense de Madrid destacaba en las Jornadas de Sostenibilidad 2021 del Grupo Red Eléctrica que «hoy la nueva economía demanda otro modelo de empresa, que no sólo mire por el negocio y que incorpore también variables sociales y ecológicas que impacten de forma positiva en el entorno».

Estas tendencias de cambio positivo en la sociedad de mano de las empresas son ya una realidad: la vida y el crecimiento de las empresas en este momento social, irán de la mano del voluntariado corporativo. Sin conciencia de los problemas que sufren nuestras sociedades, no existirá el futuro justo y sostenible que todos deseamos.

Pueblos indígenas, los necesarios guardianes del Amazonas

“Los pueblos indígenas son una extensión de la naturaleza, y la naturaleza es una extensión de nosotros”. Una frase que revela una realidad incuestionable. ¿La autora? Samela Awiá, uno de los rostros jóvenes del ambientalismo amazónico, y descendiente del pueblo Sateré-Mawé. Esta brasileña de 24 años, comunicadora y artesana además de estudiante de biología,  se ha dedicado como tantos otros activistas a denunciar la deforestación del Amazonas –considerado como el ‘pulmón del planeta’– y ha defendido que los mejores protectores del inmenso tesoro natural que ahí se resguarda son los pueblos originarios. Samela es parte de la generación que puede ser la última con la posibilidad de frenar lo que no pocos científicos han tildado de ‘un cataclismo medioambiental’: sin el Amazonas, la catástrofe será irremediable.

 En 2021 el Amazonas perderá 860.000 hectáreas, superficie similar Puerto Rico

Unas semanas antes de que se celebrara la COP26, el Proyecto de Monitoreo de la Amazonas Andina (MAAP) –una iniciativa de la organización Conservación Amazónica, y apoyada por la Agencia Espacial Europea, y NORAD, la agencia noruega para la cooperación y el desarrollo– publicó un informe con una preocupante predicción: cuando acabe este año  el Amazonashabrá perdido más de 860.000 hectáreas, una superficie equivalente a la de Puerto Rico Estamos hablando de un fenómeno que afecta aparentemente a tres países, Brasil, Perú y Colombia (de los que sólo el primero es responsable del 79% de esa deforestación), pero que en realidad pone en riesgo a toda la población del planeta.

Entonces, ¿quién puede proteger y recuperar esos hábitats naturales? La respuesta es simple: quienes allí han vivido desde tiempos ancestrales, porque, como indica Samela, “ellos dependen de la biodiversidad para sobrevivir; son parte de la naturaleza y ésta es parte de ellos. No están motivados por la codicia que motiva la destrucción ambiental”.

Evidencias de una sostenibilidad milenaria

En junio de este año, una investigación publicada en el diario científico Proceedings of the National Academy of Sciences (Estados Unidos) reveló que los pueblos indígenas amazónicos hicieron un uso sostenible de los recursos naturales del Amazonas durante 5.000 años, antes de la llegada de los europeos. Principalmente, el estudio exponía que no se encontraron evidencias de que los pueblos originarios hubieran talado o quemado sus tierras causando daños irreparables en el medio ambiente como los que vemos en la actualidad. Y concluyó que los primeros habitantes de la Amazonia Occidental de Perú convivían con las selvas de una manera sostenible, formando parte del mismo entorno.

Por otro lado, el informe ‘Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques’ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), evidenció que los bosques de América Latina y el Caribe, custodiados por comunidades indígenas, “contienen casi el 30% del carbono almacenado en los bosques de América Latina y el 14% del carbono de los bosques tropicales de todo el mundo”. Además de sus bosques, el informe destaca como ejemplo que “los territorios indígenas de Brasil tienen más especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que todas las áreas protegidas del país fuera de estos territorios”.

Protectores ancestrales en defensa de la naturaleza 

Desde hace décadas, los indígenas han tenido que emigrar a zonas urbanas, debido a la sobreexplotación de los recursos de sus tierras. En la Amazonia brasileña, muchos pueblos originarios aún están presentes en el 13% del territorio, pero la presión por parte de los grandes intereses ganaderos y de la explotación de la selva amenaza su supervivencia.

Durante 5.000 años los pueblos originarios del Amazonas convivieron de manera sostenible con el entorno, hasta la llegada de los europeos

Aunasí, quienes allí resisten el embiste del capitalismo más salvaje, se aferran a la defensa de los ecosistemas y la biodiversidad porque se consideran parte de lo mismo. “La emergencia medioambiental no sólo es para nosotros. Pedimos a los gobiernos del mundo que nos ayuden a proteger nuestro territorio, que es también el territorio de la humanidad. Porque si la selva amazónica desaparece, morirá gente en todas partes, así de simple”, declaró José Gregorio Díaz Mirabal, líder venezolano del pueblo amazónico Kurripako en el congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en Marsella, en septiembre de este año. Él es el coordinador de la COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) que representa a más de dos millones de personas pertenecientes a nueve organizaciones indígenas.  “Esto es riqueza para Estados Unidos, Europa, Rusia y China, pero es pobreza para nosotros”, también dijo Díaz Mirabal, en referencia a la explotación de uranio, oro y petróleo en la zona.

Sin duda, la conservación de los bosques es una piedra angular para la solución a la crisis medioambiental. Y los esfuerzos no sólo pueden quedar a nivel gubernamental. Los grupos indígenas forman parte indiscutible de la solución. Esa es la opinión de Gretel Aguilar, CEO de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Durante las Jornadas de Sostenibilidad 2021 del Grupo Red Eléctrica de Madrid, sostuvo: “hay que hacer un esfuerzo especial para incluir a los grupos marginados y, sobre todo, para que las mujeres, los jóvenes, las comunidades locales y los pueblos indígenas participen en las inversiones que pongan en práctica soluciones basadas en la naturaleza. De esta manera tendremos una verdadera recuperación económica duradera que contribuya al bienestar humano y a reducir la desigualdad y las presiones sobre el planeta”.

¿Cuál es la solución para llegar a 2050 con una perspectiva optimista sobre el futuro de todos en el planeta? La respuesta sigue siendo compleja, pero la participación de quienes, desde tiempos ancestrales, han hecho de las selvas en América Latina un hábitat y un ecosistema resulta imprescindible en la ecuación.

Consumo local para el Black Friday

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Tomar conciencia de nuestra responsabilidad como consumidores y apoyar el comercio de proximidad puede ser clave para ayudar a desarrollar la economía local a la vez que cuidamos el medio ambiente.

El bienestar emocional en la infancia y la adolescencia, una asignatura pendiente

Hay cifras que no se pueden ignorar: en el mundo, uno de cada siete niños, niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años tiene un problema de salud mental diagnosticado. Pero más grave aún es el hecho de que cada año 46.000 adolescentes se suiciden. Esos números, que no son simples cifras sino una realidad alarmante, se recogen en el informe del Estado Mundial de la Infancia 2021 En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, elaborado por Unicef.

De hecho, según dicho informe, la ansiedad y la depresión prevalecen en el 42% de los niños y las niñas diagnosticados con algún problema de salud mental y el suicidio se ha posicionado como una de las cinco principales causas de muerte entre jóvenes de entre 15 y 19 años,sólo superado por los accidentes de tráfico, la violencia interpersonal y la tuberculosis.

46.000 adolescentes se suicidan cada año en el mundo

Aquí, en España, durante 2020, cada dos horas una persona se quitó la vida: es decir 11 cada día. Una cifra que incluye tanto a jóvenes como a adultos, pero que es importante tener como referencia ya que, según los expertos, casi todo problema de salud mental en la adultez tuvo un origen desatendido en la infancia. Por lo tanto, señalar los problemas emocionales y de salud mental como una cuestión menor es sencillamente cerrar los ojos ante una realidad que necesita de acciones concretas y urgentes.

Pobreza, pandemia y violencia

Para elaborar el informe del Estado Mundial de la Infancia 2021, Unicef colaboró con un proyecto llamado Estudio Mundial sobre la Adolescencia Temprana de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad John Hopkins, en el que chicos y chicas de distintos países formaron grupos de debate para compartir sus experiencias y percepciones sobre la salud mental en relación a sus respectivos entornos. La pobreza, el estrés y el caos ocasionado por la pandemia, así como la violencia sexual, aparecieron en los testimonios de estos jóvenes.

Respecto a la pobreza, un chico de Malawi habló de cómo el hecho de que sus compañeros se burlaran de él por ser el único en su clase que no podía llevar unos buenos zapatos le hacía sentir muy mal. “Si tu familia no te puede comprar unos buenos zapatos, te pones unos ‘crocs’. Pero los compañeros te los quitan y los lanzan de unos a otros riéndose y diciendo: -¡Mirad estos zapatos!-. Es muy doloroso, es horrible”, dijo.

Hace falta ‘psicoeducación’, educar a la gente sobre las emociones y a cómo lidiar con situaciones complicadas

Otro de los problemas que siempre ha existido, pero que durante los últimos tiempos se ha visibilizado aún más, es el de la violencia sexual. El testimonio de una chica egipcia, en el grupo de 15 a 19 años, es el siguiente: “Los maestros acosan a las niñas incluso en la escuela primaria y preparatoria. Las tocan de distintas formas y ellas son incapaces de decir nada, porque si lo hacen, las suspenden. Si se lo cuentan a otras personas, les dirán que un maestro es incapaz de hacer algo semejante”.

Por otra parte, de acuerdo con este informe, la pandemia ha dejado a una generación de jóvenes muy afectada emocionalmente. Y aún no sabemos, a largo plazo, cómo y cuáles serán los efectos en la salud mental. “Cuando pienso en todos los que han muerto a causa de la enfermedad, me pongo triste, y cuando me entero de que el número de casos está aumentando, me estreso”, expresó un chico de la República Democrática del Congo en el grupo de 10 a 14 años.

Incluso en países altamente desarrollados, como Suecia, aún quedan muchos estigmas sobre el tema. “El estrés y las enfermedades mentales son un tema muy angustioso. Nadie quiere hablar de ello”, resumió una chica sueca en el grupo de 15 a 19 años.

Lo que falta es educación sobre emociones 

Entrevistamos a Marisol Cortés, psicóloga, terapeuta especializada en terapia de juego en niños y adolescentes. La experta afirma que lo primero es diferenciar entre la niñez y la adolescencia. “Son dos terrenos y dos etapas de la vida completamente distintas. Aunque problemas como la ansiedad, el estrés y la depresión aparezcan en ambas, se manifiestan en cada una de ellas de forma distinta”.

Para comenzar, Cortés cuenta que ha visto un aumento en los casos de jóvenes con pensamientos suicidas. “Hay muchos chicos y chicas con muy baja autoestima, con mucha ansiedad y con miedos”.

Para ella, hace falta mucho trabajo en la prevención, y, sobre todo, en el apoyo a la salud mental en los adolescentes con ideación suicida. “También es muy importante que ese apoyo exista para las familias y los profesionales de la educación que estén en contacto con esos chicos”, agrega. “Creo que la forma de vida ha cambiado, y con ello, la forma de relación que hay entre muchos padres y sus hijos. Hoy tenemos a muchos niños, niñas y adolescentes que se sienten completamente solos. Pero también a muchos padres y madres que no saben ver que en la conducta de rebeldía de un chico lo que hay en el fondo es un grito desesperado por atención, de necesidad de cariño”, cuenta Cortés.

En opinión de la experta, lo que hace falta es ‘psicoeducación’, es decir, fomentar la educación en emociones y en habilidades para aprender a lidiar con situaciones complicadas y momentos críticos. Todo esto se traduce en prevención y para ello hacen falta recursos públicos para prevenir los problemas de salud mental y detectarlos a tiempo. “Sí que faltan recursos por parte de las administraciones, porque no todos los chicos y las chicas tienen los recursos para pagarse una terapia privada”, asegura Cortés. En este sentido, cabe destacar que según el estudio de Unicef, en los presupuestos mundiales para la salud, sólo el 2% está destinado al cuidado de la salud mental.

Eliminar el desperdicio alimentario

Las cifras de desperdicio alimentario alcanzan unas cotas alarmantes. Solo en los hogares españoles se tiran anualmente a la basura 1.364 millones de kilos/litros de alimentos, según los datos del último ‘Panel para la cuantificación del desperdicio alimentario en los hogares’, del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Esto implica que se desperdician hasta 31 kilos/litros de alimentos por persona al año. La magnitud de estos datos hace necesario que se reconsidere la manera en la que nos alimentamos, pero también de cómo producimos, transportamos,  aprovechamos y tratamos los alimentos en las distintas fases de la cadena. De esta forma lograremos convertir un proceso hasta ahora lineal en uno circular con menor impacto en el entorno y en la sociedad.

Los hogares españoles  tiran a la basura 1.364 millones de kilos de alimentos al año

Para hacer frente a este reto, se ha aprobado el anteproyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario. Un texto que pretende introducir cambios que sean clave en la industria y que engloben a todos los actores implicados. Tal y como se indica desde Moncloa la nueva normativa, que es la primera de estas características que se promueve en nuestro país, permitirá poner a España al mismo nivel que otros países europeos que ya cuentan con este tipo de legislación como Francia o Italia, dos de los precursores en esta materia.

Prevención y reaprovechamiento

La nueva ley tiene un enfoque altamente preventivo: todos los agentes de la cadena alimentaria deberán contar con un plan de prevención contra el desperdicio. De esta forma se pretende reducir las principales causas del despilfarro como son “errores en la planificación y calendario de cosecha, empleo de prácticas de producción y manipulación inadecuadas, deficiencia en las condiciones de almacenamiento, malas técnicas de venta al por menor y prácticas de los proveedores de servicios”, según señalan desde el Gobierno.

Otra de las novedades importantes es la jerarquía de prioridades que establece qué hacer con esos alimentos sujetos a convertirse en basura. La primera prioridad será la alimentación humana, ya sea a través de donaciones a ONG o a bancos de alimentos, para lo que deberán suscribir convenios de colaboración. A continuación, encontramos la transformación de alimentos en otros nuevos de mayor preservación (como mermeladas o zumos). Y solo en el caso de que no sean aptos para el consumo humano su uso se destinará como alimento animal, o para su transformación en compost o biogás.

Aproximadamente el 14% de los alimentos producidos a nivel mundial se pierde entre la producción y la fase anterior a la venta minorista

Por otro lado, los establecimientos hosteleros y otros servicios alimentarios estarán en la obligación de anunciar a sus clientes, preferiblemente en la carta o menú, la posibilidad de llevarse aquello que no se ha consumido y contar con recipientes adecuados para su transporte. Con ello, se busca involucrar y concienciar también a los consumidores.

Alineamiento con los ODS

Esta ley entra en sintonía con las intenciones legislativas y normativas a nivel global. La hoja de ruta común que comprenden los Objetivos de Desarrollo Sostenible ya contempla esta problemática, específicamente en el Objetivo 12: Producción y consumo responsables, a través de la meta 12.3, que trata de reducir la mitad del desperdicio de alimentos per cápita mundial, tanto a nivel del consumidor como en las cadenas de producción y suministro, sin olvidarse de las pérdidas producidas durante las cosechas. Y es que, como evalúan los indicadores de este ODS, un porcentaje elevado de alimentos se pierde antes de que llegue al consumidor: tal y como indica la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, se calcula que en torno al 14 % de los alimentos producidos a nivel mundial se pierde entre la producción y la fase anterior a la venta minorista. 

Además, una mejor gestión de nuestras cadenas de alimentación supone un impacto ambiental de grandes dimensiones que es necesario para afrontar la transición ecológica a nivel mundial.  Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) la totalidad de la industria alimentaria aporta entre el 25 y el 30% de los gases de efecto invernadero.

Es por ello por lo que la creación de marcos normativos como este se torna tan necesario en la coyuntura actual. Un cambio en los modelos de alimentación actuales, especialmente los occidentales, que se centren más en una alimentación de temporada, ecológica y de cercanía, inmersa en dinámicas circulares, es un factor clave en el cambio global que queremos alcanzar.

La perspectiva social como palanca de transformación

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible –aquellas metas con las que Naciones Unidas pretende modelar el futuro del planeta– se encuentran algunas de las ideas más loables marcadas por la humanidad en su conjunto: el fin de la pobreza, el hambre cero, el desarrollo de la salud y el bienestar, la expansión de una educación de calidad o la igualdad de género. A priori cabría pensar que todas ellas son un listado hecho para los líderes políticos, para su encargo exclusivo; nada más lejos de la realidad: la confección de esta lista, que en total cuenta con 17 objetivos, se ha hecho pensando también –en algunos casos, incluso principalmente– en las corporaciones. Son ellas, hoy, quienes recogen gran parte de las expectativas de alcanzar estas metas. No solo porque las empresas son uno de los actores fundamentales de la sociedad, sino porque la ciudadanía reconoce, cada vez más, su habilidad para hacer frente a los retos de nuestro siglo.

Por primera vez en 20 años las empresas son consideradas las instituciones más confiables de la sociedad

Esta potencia para actuar se refleja, por tanto, en las exigencias hechas a las propias compañías. Hoy no solo basta con ofrecer buenos servicios o productos: el impacto en la sociedad debe serpositivo; las corporaciones han de tener los valores adecuados. Y la dirección, hasta el momento, parece especialmente positiva. Según datos de la consultora Edelman, por primera vez en 20 años las empresas son consideradas las instituciones más confiables de la sociedad; se alzan hoy, por tanto, como unas de las grandes hacedoras del futuro.

Una nueva época

La importancia que adquiere el rol de las corporaciones parece, así, cada vez más evidente. Ninguna compañía duda en utilizar términos como transparencia, inclusión, ética y derechos humanos. Esta actitud se recoge también en la mayoría de las empresas a través de lo que se conoce como Transformación Social Competitiva, cuyo objetivo doctrinal pasa por desarrollar un modelo más próspero, responsable y social. Esta es, hoy, una de las principales puntas de lanza contra los grandes desafíos sociales   de nuestros países: no solo reporta beneficios a la ciudadanía en su conjunto, sino que ayuda a las compañías a ir un paso más allá en unos compromisos absolutamente necesarios; lo social, al fin y al cabo, pasa por ser parte inseparable de la estrategia corporativa. Estos valores no solo recogen algunas de las acciones más urgentes –como, por ejemplo, la descarbonización–, sino también aquellas que, en ocasiones, pasan desapercibidas. Es el caso, por ejemplo, de los programas de promoción del talento o las becas para el estudio.

Más de la mitad de la población del planeta confía en que los CEO lideren el cambio social

Los dirigentes de las compañías, al fin y al cabo, poseen una responsabilidad no solo con el resto de su corporación, sino con el conjunto de la sociedad, de la que son parte fundamental. Algunas métricas, muestran que más de la mitad de la población del planeta confía en que los CEO –esto es, los dirigentes de más alto nivel– lideren el cambio social. «Estas expectativas hacen que la Alta Dirección y los Consejos de Administración tengan que centrarse en el compromiso con la sociedad con el mismo rigor, consideración y energía que emplean para obtener beneficios», señaló recientemente Beatriz Corredor, presidenta del Grupo Red Eléctrica, durante las Jornadas de Sostenibilidad 2021 celebradas en el Museo Nacional Reina Sofía. De hecho, tal como recalcaba la directiva, «beneficio e impacto están cada vez más íntimamente ligados». Esto no es, ni mucho menos, sorprendente: solo la confianza parece atraer hoy a los consumidores, lo que crea –cada vez más– un círculo cerrado de consumo responsable. En este sentido, Mónica Chao, directora de Sostenibilidad de IKEA y presidenta de WAS, quien también intervino en las jornadas, recalcó que «para que realmente se produzca una transformación sostenible tiene que llegar a la mayoría de las personas» y aseguró que esa accesibilidad «tiene que venir con lo que nosotros llamamos affordability», es decir, sin que las personas tengan que plantearse grandes cambios en su vida.

Para conseguir avances en esta dirección, no obstante, es importante saber dónde se puede situar una compañía en un primer momento. En este sentido, el clúster de impacto social de Forética, formado por algunas de las grandes empresas del país, reveló que un 90% de las compañías de la agrupación consideran como positiva la medición del impacto social no solo en cuanto a la gestión externa, sino también en relación a la organización interna de las compañías. El comportamiento ético –no solo con los demás, sino con todo aquello que nos rodea– ha dejado de ser una opción; es, en definitiva, una nueva forma de vida.

El activismo ciudadano, clave en la sociedad del futuro

En una de las miles de páginas que el filósofo Zygmunt Bauman escribió durante su vida, se esconde una pequeña frase que revela una cruda realidad: «Uno nunca puede estar seguro de lo que debe hacer, y jamás tendrá la certeza de haber hecho lo correcto». La incertidumbre forma parte (inevitable) de la vida humana y, como advertía Bauman, es obligatorio aceptarlo para así evitar angustias vitales y mirar al futuro desde otro punto de vista. Si nuestro paso por el planeta es breve, ¿por qué no actuar desde nuestra individualidad para provocar un cambio?

Bauman habló durante toda su carrera filosófica de la ‘realidad líquida’, esa que invita al movimiento sin echar raíces en ningún lugar. Y es en los albores de los retos globales donde este concepto retoma su sentido desde el activismo ciudadano: la transición hacia un mundo más verde, justo e inclusivo ya no queda encorsetada en las instituciones, sino que son los propios habitantes quienes toman riendas del asunto para provocar cambios locales de alcance global.

La participación ciudadana protagonizó parte de las Jornadas de Sostenibilidad 2021 al presentarse como herramienta fundamental para lograr, de manera cohesionada y adecuada, la transición ecológica que necesitamos

El empoderamiento ciudadano en busca de una sociedad más comprometida no ha dejado de crecer en la última década al albor de la revolución tecnológica, que ha abierto un amplio abanico de herramientas para hacer de internet un altavoz que llame a la acción. Funciona: según una encuesta de Metroscopia, en la actualidad los españoles confían mucho más en los movimientos sociales que en los políticos. 

Un ejemplo de activismo ciudadano lo tenemos en las elecciones municipales de 2015, cuando plataformas vecinales como Levantemos El Puerto (Cádiz) –una iniciativa que buscaba dar el salto a la política– se hicieron con un importante número de votos dando paso a lo que conocemos como municipalismo, esa política basada en instituciones asamblearias. Como analiza el Barcelona Centre for International Affairs, en este caso también «el cambio tecnológico ha facilitado vías de contacto mucho más informales pero al mismo tiempo fiables, lógicas de relación más horizontales y dinámicas de multipertenencia».

Saltando del activismo político al social, Change.org es un claro ejemplo de cómo las nuevas tecnologías han ayudado a la movilización ciudadana. La plataforma, que nació para dar altavoz a las iniciativas de personas particulares, registró en los seis primeros meses de 2020 un 80% más de solicitudes. En total, más de 14 millones de personas se movilizaron con alguna petición tanto en ámbitos medioambientales, como en justicia social, conflictos, economía, sanidad o educación.

En el plano físico, existen numerosos casos de cómo la ciudadanía se organiza en busca de una sociedad sostenible. Un ejemplo es el nacimiento de la app Kuorum, una herramienta digital que ayuda a gobiernos y empresas a abrir procesos de participación en comunidad facilitando, por ejemplo, el diseño de presupuestos participativos. Encontramos igualmente el caso del Consell de Menorca, que generó un debate público en busca de ideas para solucionar el problema de accesibilidad a la vivienda en las islas convocando a vecinos, poderes públicos, residentes y empresas. También plataformas como Aragón Participa, Barcelona Decidim o Irekia son casos de éxito de activación ciudadana para la transformación social.

El papel de la participación ciudadana protagonizó parte de las Jornadas de Sostenibilidad 2021, organizadas por el Grupo Red Eléctrica, al presentarse como herramienta fundamental para transformar, de manera cohesionada y adecuada, la transición ecológica que necesitamos. «Tanto individualmente como colectivamente estamos concienciados», reflexionó Juan Verde, presidente de Advanced Leadership Foundation. «La concienciación individual y comunitaria, unida al resto de agentes sociales, son piezas que encajan y que nos permitirán alcanzar los objetivos», señaló.

Europa y las empresas hablan de participación ciudadana

La relevancia del activismo ciudadano está clara para las instituciones nacionales, pero también para las internacionales. De hecho,  la Comisión Europea acaba de inaugurar un centro de competencias para fomentar la participación de la ciudadanía en el diseño de las estrategias políticas del futuro. «El aumento de las asambleas y los paneles ciudadanos en los últimos años ha demostrado dos cosas: en primer lugar, que la ciudadanía demanda participar en las políticas públicas y, en segundo lugar, que su participación es clave para mejorar la confianza en las instituciones y reforzar la democracia», reconoce la institución europea en su escrito, que proyecta iniciativas de activación ciudadana como Conference on the Future of Europe o European Democracy Action Plan.

La Comisión Europea acaba de inaugurar un centro de competencias para fomentar la participación de la ciudadanía en el diseño de estrategias políticas

También las Naciones Unidas cuentan con su propio brazo de sociedad civil y organizan talleres, debates, conferencias y otras acciones enfocadas al activismo de los ciudadanos. «El poder de convocatoria, movilización y concienciación de los movimientos sociales es cada vez mayor. Responderá con mayor energía y ejercerá esa labor de concienciación en poderes públicos y empresas», aseguró Alfredo González, secretario de Estado de Política Territorial en las Jornadas de Sostenibilidad 2021. De hecho, de los 70.000 millones de euros que llegarán a España gracias a los fondos de recuperación poscovid Next Generation, el 15% se dirigirá a los ayuntamientos que, según los ponentes, ejercen de una de las formas más fructíferas de activismo ciudadano, ya que saben lo que necesitan sus habitantes en cada momento.

No pasó desapercibido en el evento el nombre de Greta Thunberg como ejemplo de movilización ciudadana desde la generación más joven —la más implicada en las nuevas formas de activismo— a la falta de acción contra la crisis climática y social. Una chispa que ilumina la importancia de la justicia intergeneracional: dejar a los que vienen el planeta que esperan de nosotros (y que merecen). El periódico The Guardian publicó recientemente la historia de 20 jóvenes activistas que trabajan a diario para labrarse una sociedad más justa y sostenible. Sin embargo, advirtió Verde, «no debemos descargar la responsabilidad sobre ellos». «Podemos pedirles, pero también implicarnos. No hay que esperar a su impulso para actuar», matizó. El activismo ciudadano consiste, precisamente, en eso: tomar acción de forma individual para cambiar colectivamente.

El reto global de ‘ecologizar’ la economía

No existe una sola economía que tenga capacidad para salvarse del impacto del cambio climático. Tanto si es rica como si se encuentra en vías de desarrollo, los efectos de la crisis climática, como las altas temperaturas, los fenómenos climáticos extremos o la alteración de la biodiversidad no solo le pasarán factura al bienestar, sino que también alcanzarán los bolsillos de los ciudadanos. Esta es la conclusión a la que llega el Long-term macroeconomic effects of climate change del Institute for New Economic Thinking, asegurando que, de no cumplir con el Acuerdo de París, en 2100 el aumento de la temperatura global (0,04 grados por año) habrá hecho menguar en un 7,22% el PIB per cápita mundial. Este es el PIB conjunto de Australia, Bélgica, Canadá, Alemania y Sudáfrica.

Además, como indica una encuesta realizada por el Foro Económico Mundial, los ciudadanos ya no creen que sus Gobiernos puedan cambiar este futuro –el 53% opina que las instituciones públicas no están haciendo lo suficiente– y, por ello, miran hacia las empresas, que consideran han hecho mucho más de lo que debían para avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y reducir grandes problemas como el cambio climático, la desigualdad y la hambruna. En este nuevo escenario de confianza se celebró la Cumbre Anual de Impacto en el Desarrollo Sostenible, a fin de dar con soluciones empresariales para trabajar en la ‘ecologización’ de las economías y poner freno a los riesgos ecosociales de la crisis ambiental.

Más allá del evidente cumplimiento de los ODS, el centenar de líderes empresariales, políticos, gobiernos y agentes sociales convocados en el Foro Económico Mundial en septiembre llegaron a la conclusión de que la colaboración público-privada debe ser inmediata. Así, el ‘business as usual’ –traducido como la tendencia tradicional de las empresas a buscar el mayor beneficio sin tener en cuenta otras consecuencias no económicas– debería desaparecer por completo. Invertir en prevención resulta esencial para reducir los impactos financieros del cambio climático y trabajar de la mano del sector público en la predicción y el conocimiento de riesgos es el camino a seguir.

El cambio climático provocará en 2100 una merma del 7% del PIB mundial si no se frena a tiempo

«Tenemos muchos más posibles daños a largo plazo que hace 20 años, por lo que necesitamos un modelo global accesible para todas las regiones», aseguró John Haley, CEO de Willis Towers Watson. Lo ejemplificó con el proceso de predecir un terremoto. «Tras la ola de terremotos de los 90, los estados construyeron un modelo de predicción global donde todo el mundo podía acordar cuáles eran los mayores riesgos e identificar cómo minimizar el impacto. Era algo con consistencia, transparente, y eso es precisamente lo que necesitamos en nuestra economía».

En este sentido, otra de las ideas auspiciadas por el economista Paul Donovan derivaron en el concepto de la ‘desglobalización’, un salto que consistiría en un modelo de producción local más eficiente y, por tanto, menos contaminante. Aunque con matices. «A pesar de que es una alternativa mucho más sostenible tenemos que tener en cuenta que, debe existir una estrategia paralela para poder lidiar con las posibles consecuencias que esto provoque en la economía».

Comprometerse a las ‘emisiones cero’ es, quizá, una de las propuestas más evidentes y necesarias, pero no por ello menos complicada para el sector empresarial –y para la economía, en general–. «Alcanzar la neutralidad es muy caro», avanzaba en el encuentro Rich Lesser, de Boston Consulting Group. Resulta fundamental, según él, la colaboración, primero, entre los eslabones de la cadena de producción y, posteriormente, entre los distintos sectores que componen la economía. «Para muchos países, la neutralidad climática no sale a cuenta. Por eso necesitamos dar un paso adelante y crear mejores sinergias, más allá de nuestras fronteras, para fomentar la transición desde la microeconomía y la macroeconomía», aseguraba.

¿Qué implica esto? Asumir, primeramente, que el 80% de la inversión en esta transformación debe nacer del sector privado. «Adaptarnos a estos impactos no es solo tomar parte de nuestra responsabilidad, también proporcionar trabajos y competitividad que cambiará el mundo», aseguraba Feike Sybesma, de Royal Phillips. Y en segundo lugar, ser conscientes del reto que supone abandonar la financiación asociada a las emisiones: según el estudio The Time To Green Finance, solo un 25% de las entidades analizadas hacían un seguimiento de las emisiones derivadas de sus actividades. «Necesitamos apostar por ser transparentes y coordinarnos con el resto de sectores para apostar por una transición transparente y eso lo haces con una metodología aceptada, donde todos hablemos el mismo lenguaje», defendía Alison Martin, del Zurich Insurance Group.

Atención a las economías emergentes

Frente a la vorágine de pandemias, crisis climática e inestabilidad económica, el foco se sitúa de manera decisiva sobre el papel que juegan las empresas en las transformaciones sociales. Los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) son por ello fundamentales para que las entidades desarrollen estrategias que maximicen sus impactos positivos tanto en el desarrollo ambiental como en el económico, ya que ambos van de la mano. Y aquí las economías emergentes –aquellas que no se incluyen en la categoría de países subdesarrollados, pero tampoco cumplen como potencias mundiales– pueden jugar un papel fundamental, según las conclusiones de la Cumbre.

En una crisis de confianza con las instituciones públicas, el sector privado se percibe con la capacidad suficiente para dar con soluciones a los retos globales

Tradicionalmente, estos países han sido interpretados como inversiones arriesgadas, especialmente cuando se tratan de criterios ESG. Una visión que, en la actualidad, el Foro Económico Mundial describe como «una barrera que limita las oportunidades para favorecer la recuperación pospandemia». «Si vives en un país rico, tan solo te afecta el ODS del clima. Y centramos nuestra inversión y nuestro valor en ese. Sin embargo, la pobreza, el hambre, la inseguridad sanitaria y la injusticia afecta al resto», reflexionaba Majid Jafar, de Crescent Petroleum. ¿Cómo es posible garantizar una transición económica justa y sostenible si sus criterios no prestan atención al resto de territorios?

En resumen, el puente hacia la recuperación sostenible se cimenta en cuatro pilares, según concluye la Cumbre. El primero, los principios de gobernanza que sitúan el propósito frente al beneficio en las actividades económicas; el segundo, la ambición por proteger el planeta a través del consumo responsable y el uso sostenible de los recursos; en tercer lugar, acabar con la pobreza y la hambruna para asegurar que todos los habitantes jueguen en el mismo lado de la igualdad y, por último y más importante, la apuesta por la prosperidad. Una prosperidad que asegure una vida decente a todo ser humano, pero también un progreso económico, social y tecnológico en consonancia con la naturaleza.

El rostro de la pobreza en España, cada vez más joven

Lo tenemos como el primero de nuestros Objetivos de Desarrollo Sostenible y, sin embargo, los datos no son muy alentadores. Hablamos del Fin de la Pobreza, una problemática que dependiendo del contexto económico y social de cada país se manifiesta de diferentes formas. En España los datos relativos a pobreza arrojan una imagen desoladora para niños, niñas, adolescentes y adultos jóvenes, los más afectados por la sucesión de crisis, una generación con unos indicadores y tasas de riesgo de pobreza alarmantes.

Son diversos los informes que, incluso con anterioridad a la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19, alertan sobre la necesidad de tomar medidas efectivas si no queremos agrandar la brecha generacional que existe actualmente en nuestro país. Uno de ellos es ‘El Mapa de la Pobreza Severa en España. El Paisaje del Abandono’ presentado el pasado mes de septiembre por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES). Según este documento el factor edad es especialmente determinante: la población menor de 17 años es el grupo más afectado estando un 14,1% en pobreza severa. Le siguen el colectivo menor de 30 años, que alcanza el 11%.

España deberá dedicar 527 millones de euros del Fondo Social Europeo Plus a la lucha contra la pobreza infantil

A pesar de ser España la cuarta economía de la zona euro, los datos sobre pobreza infantil nos sitúan en el tercer puesto dentro de la Unión Europea, por detrás de Rumanía y Bulgaria. Frente a la necesidad de abordar este gran reto surge una oportunidad única tras la puesta en marcha desde Bruselas de la Garantía Infantil Europea, mediante la cual los países con mayores tasas de pobreza infantil de la Unión Europea deberán dedicar al menos el 5% del Fondo Social Europeo Plus a combatirla en el nuevo periodo 2021-2027. Para España esto implica un total de 527 millones de euros, inversión para la que el Ministerio de Derechos Sociales deberá elaborar un Plan de Acción nacional en 2022. Para la redacción de esta hoja de ruta Unicef, junto al Ministerio, presentará a la Comisión Europea un informe sobre la situación inicial que sirva como base para detectar tanto a los colectivos más vulnerables como las medidas e indicadores que deberá abordar la propuesta.

Desempleo y falta de recursos económicos

Con respecto a la población menor de 30 años, las estadísticas arrojan una fotografía de gran desamparo en España: la renta media para quienes aún no han cumplido los 30 es de 10.156 euros al año. En mayo de 2021, la tasa de desempleo de las personas menores de 25 años era del 36,9%, una cifra sólo superada por Grecia. Pero aún hay más, un informe elaborado por el Observatorio Social La Caixa afirma que la riqueza neta media de los millennials es de 3.000 euros, frente a los 63.400 euros de la generación anterior. Así, sólo el 44% de los primeros tienen su vivienda en propiedad, frente al 65% de la generación X. Incluso quienes —a pesar de las altas tasas de paro— consiguen trabajo, deberían dedicar el 92,9% de su salario neto a pagar los 904 euros mensuales que costaba de media alquilar una vivienda en 2020. La consecuencia directa también nos la da el informe del Observatorio, con apenas un 18,6% de las personas entre 16 y 29 años emancipadas.

Apenas un 18,6% de las personas de entre 16 y 29 años están emancipadas

Las causas y consecuencias se entrelazan en un ciclo que se retroalimenta y que está lleno de contradicciones: los condicionantes socioeconómicos de los hogares más pobres engrosan las tasas de abandono escolar, mientras que la generación más preparada de españoles se enfrenta a una de las mayores tasas de paro de la democracia. Es necesario un pacto generacional que reconcilie las posibilidades y oportunidades independientemente de la edad, que apueste por una infancia y una juventud con oportunidades reales, y que dé soluciones a la población más joven.

«Todavía perdura una larga tradición de roles femeninos en situación de inferioridad»

Conce Macías, directora de proyectos en AlmaNatura, comparte su perspectiva sobre el problema multifactorial que atañe a la España vacía: igualdad de género y sostenibilidad como bases del nuevo mundo rural.

Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la población activa femenina constituye tan solo el 49%, mientras que en el caso masculina esta cifra alcanza el 72%. ¿Es necesaria una perspectiva de género a la hora de abordar el problema de la España vacía?

Como mujer que vive y trabaja desde un pueblo de casi 900 habitantes, y liderando una organización que impulsa la reactivación rural, la perspectiva de género no solo es necesaria, sino urgente a la hora de solucionar un problema tan acuciante como es la España vacía. Los datos lo avalan: el INE nos desvela que, aun habiendo un millón más de mujeres que de hombres, la mayor parte de la población femenina se encuentra en las grandes ciudades, disminuyendo de forma drástica a medida que va disminuyendo la población. Es decir, que en pueblos de menos de 100 habitantes nos vamos a encontrar casi un 60% de hombres y un 40% de mujeres, existiendo más porcentajes de ellas, sin embargo, a nivel global.

De ese 40%, una gran proporción forma parte de una población adulta de más de 65 años, por lo que las edades de entre 18 y 45 años son aproximadamente las que emigran a la ciudad, dejando a los pueblos sin mujeres con edad fértil ya no solo biológicamente –lo que asegura la perpetuidad de la población rural– sino también laboralmente, lo que limita el desarrollo de ciertos sectores y el impulso de muchos otros.

Todas las personas somos importantes en este reto de la despoblación rural, por ello es necesario poner énfasis en la construcción de un mundo rural donde las relaciones sociales se transforman desde la familia, visibilizando capacidades y aspiraciones individuales y colectivas independientemente del género. Una sociedad donde las mujeres aportemos nuestra visión, conocimientos y experiencias en el desarrollo de estrategias igualitarias que pongan el foco en la recuperación y creación de un mundo rural donde tanto el hombre como la mujer puedan desarrollarse e interactuar en condiciones de igualdad para una gestión del talento enfocada en la resolución de los retos rurales.

¿Considera que es esta una oportunidad histórica para arreglar la brecha de desigualdad?

Cualquier momento puede ser una oportunidad histórica, aunque en estos tiempos que vivimos se está favoreciendo el hecho de crear organismos políticos y técnicos que sostengan esta prioridad y vigilen la evolución de las desigualdades y el impacto en la sociedad y en la política, al igual que impulsar medidas sanitarias que reduzcan las desigualdades y establezcan alianzas para impulsar políticas adaptadas. Reitero que estamos en el momento, aunque siento que aún tenemos que integrarlo a nivel social, educativo y familiar: no solo deben de existir normativas, decretos y estrategias que hablen sobre el tema, sino que hace falta que estas calen y sean entendibles por toda la sociedad para que se lleven a cabo.

«Aún seguimos viendo casos de cómo se proyecta al hombre desde la libertad y a la mujer desde el sacrificio y la subordinación en los pueblo»

Según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, las sociedades que son muy desiguales son menos efectivas a la hora de reducir la pobreza. Por ello, si queremos revertir el movimiento de la despoblación, se vuelve necesaria una conexión entre las políticas de igualdad y de desarrollo rural que atiendan aspectos como el mercado laboral, el uso del tiempo, la percepción de la calidad de vida y la influencia de los estereotipos que aún existen y limitan el impulso del papel de la mujer en los entornos rurales.

¿Estamos ante una oportunidad? Diría que sí. ¿Estamos preparados para gestionar esa oportunidad? Es posible decir que a medias: aún seguimos viendo casos de cómo se proyecta al hombre desde la libertad y a la mujer desde el sacrificio y la subordinación en los pueblos. Para romper esos estereotipos se necesita actuar desde lo pequeño, y las políticas públicas aún no están diseñadas para ello, ya que esto no se arregla con la acción voluntaria de ciertas asociaciones u ONG; hacen faltan estrategias diseñadas desde la realidad rural y no desde una oficina en la ciudad.

Debido a la economía rural, habitualmente ligada a aspectos tradicionales, ¿se corre el peligro de que las mujeres terminen, de nuevo, limitadas a un solo tipo de trabajo? En este sentido, ¿cabe esperar nuevas oportunidades creadas por los usos de las nuevas tecnologías y la digitalización?

La participación laboral de las mujeres en los pueblos depende de la situación del mercado de trabajo, que es mucho menos diverso que en las ciudades. Este mercado laboral rural está condicionado en gran medida por la cualificación y la disposición del tiempo de la mujer, existiendo una demanda más enfocada al sector de la agricultura, los trabajos temporales y las necesidades de cuidado que solicita la población envejecida.

A este tipo de trabajo acceden mayoritariamente mujeres con niveles de estudios básicos, existiendo una emigración elevada de mujeres con altas cualificaciones formativas. Esto deja patente dos cuestiones a las que debemos de hacer frente las entidades que impulsamos el papel de los pueblos en la economía mundial si queremos que las mujeres diversifiquen su participación fuera del sector laboral tradicional. Por un lado, hace falta atender las necesidades educativas de las mujeres y, por otro lado, abordar la necesidad de diversificación de las oportunidades laborales adaptando e impulsando negocios en torno a sectores más innovadores vinculados a la digitalización, economía circular, etc.

Para que esto ocurra es necesario que existan servicios de cuidado a la infancia y a las personas mayores, que mejore la movilidad y exista una mayor sensibilización del mercado laboral del papel de la mujer en los entornos rurales, donde tiene que compaginar la vida laboral y la familiar por falta de servicios; si no, las mujeres no podrán desvincularse del sector tradicional, el cual está marcado por la falta de recursos.

Ante esta situación, el emprendimiento y las nuevas tecnologías se presentan como una oportunidad para poder compaginar ambas cosas. Una conexión digital mínimamente equiparable a las zonas urbanas reduciría mayoritariamente la exclusión digital que aún padece la población rural, y, por supuesto, un aumento de oportunidades para las mujeres que demandan instrumentos de trabajo eficaces para poder trabajar y llegar a cualquier lugar del mundo, realizarse y obtener unos ingresos dignos equiparables a cualquier carrera profesional.

¿Qué papel puede jugar lo que se ha venido a llamar «la economía de los cuidados» en esta clase de territorios?

Si miro tras la ventana de mi despacho en Arroyomolinos de León, veo a mi vecina Consuelo y a las hijas de Concha atender a sus mayores y a sus hijos, en jornadas interminables donde es imposible alternar el desarrollo profesional y el personal. Si sigo mirando más abajo de mi calle, me topo con las vecinas que hacen cuidados a domicilio y a otras que piden ayuda a sus madres para poder atender una tienda local, mientras sus hijos e hijas están fuera del colegio. Este sector sigue estando potencialmente vinculado a la mujer tanto en el ámbito profesional como a nivel personal como único medio de desarrollo para mujeres en pueblos de menos de 5.000 habitantes.

El cuidado es una capacidad intrínseca de cualquier ser humano solo que unos hemos tenidos contextos sociales que han permitido desarrollar más esta cualidad que otros, pero para sentirnos parte de esta sociedad la capacidad de cuidado debería de potenciarse, pues es ella la responsable de conductas respetuosas entre iguales y con el medio ambiente, ejes principales en la Agenda 2030.

«Es importante promover formalmente la economía del cuidado como una oportunidad laboral tanto para hombres como mujeres»

Si el cuidado está patente en el ámbito rural por sus características y también de forma intrínseca en cualquier ser humano, es importante promover formalmente la economía del cuidado como una oportunidad laboral tanto para hombres como para mujeres. Para ello, debemos enfatizar aquellos elementos del cuidado que producen o contribuyen a generar valor económico, potenciarlos y gestionarlos para visibilizarlos.

Los avances sustantivos que las mujeres han experimentado en términos de participación económica y política y de reconocimiento de derechos en diversos campos deberían también expresarse en el ámbito de la organización del cuidado, en el cual los cambios resultan, por el contrario, extremadamente lentos. Lograr mayor justicia en este campo es un paso ineludible para alcanzar mayor equidad económica y social y construir sociedades más igualitarias en el ámbito rural.

¿Qué papel ha de jugar la educación –y la concienciación social– en políticas de inclusión con un marcado enfoque de género?

Perdonad mi mala memoria. En algún lugar leí o escuché que, si ponemos consciencia de la pobreza, la violencia de género, la discriminación, la falta de recursos y de desarrollo en el ámbito rural, todas ellas tienen cara de mujer. Esto es curioso porque a pesar del convencimiento de una sociedad no sexista, todavía perdura una larga tradición de roles femeninos en situación de inferioridad en el mundo rural. Para poder sobreponerse a ello es necesario enfocarse en dos grandes sistemas: la familia y la escuela a cualquier nivel, desde centros primarios hasta el universitario, que promuevan una sociedad rural igualitaria.

El nivel educativo ha creado dos bandos diferenciados de mujeres que se desarrollan conforme a los ideales sociales actuales. Por un lado, las mujeres que han estudiado, han salido fuera del pueblo y se han convertido en profesionales de sectores novedosos. Por otro lado, mujeres sometidas al sistema tradicional familiar donde el hombre trae el dinero y las mujeres cuidan de la familia. Aún existen muchas mujeres en este segundo grupo, mujeres muy jóvenes que no ven posibilidades de desarrollo más allá que las tareas domésticas o pequeños negocios transitorios.

Aún existe un trabajo educativo maravilloso que realizar para lograr un desarrollo integral de las personas que formamos parte de los pueblos, independientemente de los estereotipos y roles en función del sexo. Como adultos, deberíamos tomar conciencia del camino que aún debemos recorrer tanto hombres como mujeres para alcanzar el objetivo común de una igualdad real y que, en consecuencia, traerá el desarrollo de oportunidades que ofrecerán una nueva perspectiva socioeconómica al mundo rural.

En términos de repoblación, son las mujeres jóvenes las que más abandonan los territorios «vacíos». ¿Cómo podemos favorecer el papel emprendedor de las mujeres en estas zonas, especialmente aquellas más jóvenes y así retener el talento?

Desde AlmaNatura llevamos desarrollando programas de emprendimiento como Holapueblo y GIRAMujeres donde potenciamos el emprendimiento femenino como un instrumento activo para favorecer la reactivación rural. Estos programas incluyen muchos de los aspectos que creemos indispensables para potenciar el papel emprendedor como uno de los pilares fundamentales en la regeneración socioeconómica de estos territorios.

Por un lado, creemos firmemente que para poder impulsar el emprendimiento femenino son necesarias algunas modificaciones sociales e institucionales que ayuden a gestionar, de forma equilibrada, materias específicas como la conciliación, ya que la familia y el entorno se convierten en barreras para poder conciliar el negocio y el trabajo familiar. El acceso a la financiación y la gestión económica, suelen ser dos temas bastantes limitantes. Al no poseer una educación financiera de forma generalizada llegamos fácilmente a la ideación de modelos de negocios viables que necesitan altos recursos financieros que ocasionan en muchas ocasiones el aplazamiento de la toma de decisiones a la hora de emprender.

Por otro lado, la ruptura de ciertos estereotipos también se convierten en barreras que afectan de forma negativa al emprendimiento femenino. Muchas veces se traspasan las creencias que el patriarcado ha creado y ha atribuido a las mujeres como aspectos propios de la mujer empresaria. Esto contribuye en gran medida a la construcción errónea de lo que es el emprendimiento femenino potenciando un factor bloqueador individual como es la autopercepción que tenemos de nosotras mismas como empresarias y que hacen surgir miedos, inseguridades, etc.

Aunque ponemos el foco en aquellas cuestiones que desde mi punto de vista hace falta fortalecer, no nos podemos olvidar de otras que ya existen y que es importante recordar y potenciar para fortalecer el papel de la mujer en el ámbito del emprendimiento. Ejemplos de ello son la capacidad que tenemos para la gestión y organización, un factor fundamental en el impulso de una empresa; nuestra sensibilidad en materia de retos sociales y ambientales, que abren la puerta al emprendimiento social, el apoyo institucional y de grandes empresas que potencian e impulsan el emprendimiento femenino; la capacidad de innovación y liderazgo; al igual que las capacidades personales y únicas que nos hacen estar más que preparadas para asumir el lanzamiento y puesta en marcha de negocios viables y sostenibles que generen oportunidades en el medio rural.

La ministra Teresa Ribera habló el pasado 8 de marzo de «proyectos de emprendimiento en el ámbito rural, proyectos que demuestran que lo rural es sinónimo de solidaridad». ¿Qué clase de iniciativas cree que se deberían implementar para cohesionar estos territorios?

AlmaNatura ha podido reconstruir con los fondos ahorrados durante 25 años, un molino harinero, símbolo de la historia y sentido de pertenencia de Arroyomolinos de León. El objetivo no es convertirlo en un espacio expositivo, sino un espacio donde ocurran cosas, un espacio vivo que impulse investigaciones, proyectos, charlas y reflexiones que potencien la innovación en el ámbito rural por ello este molino harinero se ha convertido en un Laboratorio de Innovación Rural (AlmaNatura Lab) capaz de provocar el desarrollo y avance de la sociedad rural.

En los pueblos reside el gran saber de personas y entidades que llevan trabajando y aprendiendo de los ciclos y procesos naturales y sociales de estos territorios. Dicha interacción debe de generarse y promoverse con el objetivo de construir nuevas sinergias e intercambio de aprendizajes entres los agentes claves del territorio que den forma a soluciones temáticas a través de centros de conocimiento que ponen la tecnología, el saber y la planificación al servicio de los entornos rurales.

Estamos en un momento importante de sensibilización sobre el estado de los pueblos, aunque es necesario pasar al segundo nivel. El emprendimiento, la salud, la educación o la tecnología son ejes vertebradores del futuro de los pueblos que deben de ser consensuados y gestionados. No podemos trabajar solos. Hace falta unión y respeto ante las problemáticas y soluciones que se plantean desde cualquier organismo y desde la propia ciudadanía.

Es momento de poder impulsar estrategias y sistemas de aprendizajes basados en la creación de conocimiento compartido como realizamos de forma interna en AlmaNatura con entidades como Red Eléctrica de España y Correos, que permitan potenciar las capacidades de las zonas rurales para construir nuevas soluciones a los retos que enfrentamos de forma conjunta. Son necesarios proyectos de colaboración entre especialistas de terreno, investigadores, organizaciones rurales, empresas, ONG y Gobiernos locales que tengan la potencialidad de encontrar soluciones que ninguno de los actores individualmente se hubiese atrevido a identificar o tenga la capacidad de abordar.