Categoría: Transición energética

Charles F. Brush, uno de los pioneros de la energía eólica

A finales del siglo XIX, mientras gran parte de la sociedad dependía de la iluminación de gas, Charles F. Brush comenzó a experimentar con el viento como elemento clave para generar electricidad. Su visión y dedicación lo convirtieron en un referente y una inspiración para todos los profesionales de la industria de las energías renovables.

Brush puso de manifiesto su interés por la ciencia y la electricidad desde la infancia, al construir con solo doce años su primera máquina eléctrica con materiales que encontró en la granja de sus padres. Tras licenciarse como ingeniero, demostró su inquietud y valía mediante la creación de diversos inventos como la lámpara de arco o un generador eléctrico para alimentarla.

La energía eólica es una de las fuentes de energía renovable más limpias y sostenibles

Pero su carrera en la energía eólica comenzó en 1887, cuando construyó la primera turbina eólica a gran escala en Cleveland, Ohio. Una turbina de más de 17 metros de diámetro compuesta por 144 aspas de madera y conectada a un generador de corriente continua que era capaz de generar suficiente electricidad como para iluminar 350 hogares. Este invento se convirtió en una atracción popular para los visitantes de Cleveland.

A pesar de que la energía eólica se había utilizado en molinos de viento durante siglos, Brush veía un gran potencial como fuente de energía para generar electricidad a gran escala. La creación de esta primera turbina no solo fue un gran logro técnico, sino que abrió el camino para la revolución de las energías limpias.

Tras ver afectada su turbina por una tormenta, Brush construyó una nueva de 22 metros de diámetro capaz de generar 30 kilovatios de electricidad, que se convirtió en la turbina más grande del mundo en ese momento. Tal fue su capacidad que se utilizó para iluminar el alumbrado público de Cleveland durante la Exposición Mundial Colombina, un evento que marcó un hito en la historia de la energía eléctrica.

Con la fundación de “Brush Electric Company”, empresa que se dedicó al desarrollo de turbinas eólicas, Brush logró construir turbinas más grandes y eficientes, convirtiéndose en un ejemplo para proyectos donde el viento era el gran protagonista.

La labor de Brush fue fundamental para el desarrollo de la energía eólica, y su apuesta por la sostenibilidad e innovación sigue siendo una fuente de inspiración. Su visión y liderazgo nos recuerda la importancia de seguir explorando soluciones renovables y sostenibles para nuestro planeta.

Uno de cada 4 MW en servicio en España ya es eólico y en lo que va de 2023 esta fuente ha generado el 26% de la electricidad del país

En la actualidad, el viento es una fuente de energía renovable con un notable crecimiento. 1 de cada 4 MW en servicio en España ya es eólico. En 2022 esta tecnología supuso el 22% del mix de generación y en lo que va de año ya representa el 26%, según datos de Red Eléctrica. Una cifra que seguirá en aumento ya que para alcanzar el objetivo fijado para 2030 de que el 67% de la energía sea de origen renovable, España necesitará un parque de generación eólica de 50 GW.

Charles F. Brush fue un verdadero visionario cuya dedicación y perseverancia ayudaron a sentar las bases de la energía renovable del futuro. Su trabajo es especialmente relevante en la actualidad por la necesidad urgente de encontrar formas más sostenibles de generar energía. A medida que el mundo se enfrenta a los desafíos del cambio climático y la dependencia de los combustibles fósiles, la energía eólica, junto con otras renovables, se están convirtiendo en una solución cada vez más necesaria.

Claves de la futura reforma del mercado eléctrico

A nadie sorprende ya el hecho de vivir en una de esas épocas que terminan reflejándose en los libros de historia como etapas de transición. La lucha contra el cambio climático y la búsqueda de una sociedad sostenible cuya existencia y actividad no colisione con la supervivencia del planeta ha obligado a replantear cuestiones y planteamientos que afectan a todos los sectores, embarcados en una metamorfosis total. Todo cambia, y lo hace obligado por las circunstancias a pasos de gigante.

Entre todos los procesos, el iniciado por el sector energético, uno de los principales emisores de dióxido de carbono hacia la atmósfera y base sobre la que se sustenta buena parte del sistema global, se percibe como una suerte de llave impulsora de los que quedan por acometer.

La UE dará más peso a los contratos a largo plazo que reflejen los costes reales de producción

De esa necesidad, unida a una situación geopolítica inestable que plantea serias dudas sobre cuánto tiempo podrá aguantar el mercado sobre los estándares actuales, surge la reforma estructural del mercado eléctrico propuesta por la Unión Europea. Una reforma cuyos objetivos pasan por proteger mejor a los consumidores frente a la excesiva volatilidad de los precios pero, sobre todo, por fomentar el crecimiento de las energías limpias y fortalecer la adaptabilidad del mercado.

Pese a las diferentes aristas que muestra esta iniciativa, su esencia se puede entender desde tres ejes o bloques principales:

El primero, y quizás el más relevante, pasa por dar más peso a los contratos a largo plazo que reflejen los costes reales de producción. Esto se prevé que genere una mayor estabilidad y favorezca la entrada al mercado de la nueva generación inframarginal, para la que, no obstante, también se pretende establecer un límite de precio de cara a asegurar que sus ingresos no sean excesivos y cortar la dependencia del precio marginal a corto plazo. Es decir: facturas de luz que dependerán cada vez menos de los combustibles fósiles y que contribuirán a impulsar el desarrollo de alternativas renovables.

Desde la Comisión Europea se plantean una serie de cambios legislativos que protejan a hogares y empresas y en la que se integra también una mejora de la transparencia, vigilancia e integridad del mercado

El segundo paso importante que la UE ha puesto sobre la mesa pasa por reducir el papel del gas en los mercados a corto plazo. "La consulta cubrirá todas las formas de mejorar las condiciones bajo las cuales las soluciones de flexibilidad como la respuesta a la demanda y el almacenamiento de energía compiten en los mercados a corto plazo. Combinado con la generación renovable, esto podría contribuir a reducir el papel que juega la generación a gas en el mercado a corto plazo como una fuente de generación flexible y, con el tiempo, eliminará la generación de energía a gas en línea con los objetivos de descarbonización de la UE”, explican desde Bruselas sobre una medida que garantizaría a su vez que siempre se utilice la electricidad más barata posible para satisfacer la demanda al mismo tiempo que los flujos fronterizos continuarían funcionando sin problema. Una especie de cortafuegos a situaciones de emergencia como la generada, por ejemplo, con la guerra en Ucrania y su afectación a la distribución de gas por parte de Rusia.

La tercera pata de esta reforma pasa por una necesidad que venía reivindicándose de forma constante por buena parte de la sociedad y consiste en empoderar al consumidor o, al menos, devolverle a una situación de cierto control o equilibrio respecto a la oferta. En este sentido, desde la Comisión Europea se plantean una serie de cambios legislativos que protejan a hogares y empresas y en la que se integra también una mejora de la transparencia, vigilancia e integridad del mercado.

En definitiva, lo que componen estas medidas es un rediseño del mercado eléctrico europeo en unos términos que, al margen de iniciativas que otros países soliciten adherir, favorezcan la consolidación de las energías renovables y establezcan una relación más justa entre generadores y consumidores. Tras una consulta pública ejercida por la Comisión Europea junto a los países miembros, este mes de marzo Bruselas presentará las propuestas definitivas.

El desconocido poder del mar

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La crisis energética derivada, entre otros factores, por la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de redoblar la apuesta por las energías renovables. En esa transición el mar puede jugar un papel muy relevante ya que sus mareas, el movimiento de sus olas o su salinidad pueden convertirse en fuentes de energía.

María Telkes, ‘la reina del Sol’, pionera de la energía solar

Cuando hablamos de energías renovables, la solar es una de las primeras opciones que nos vienen a la mente. De hecho, la solar fotovoltaica (la que aprovecha la luz del Sol) y la solar térmica (que aprovecha el calor) están entre las renovables más utilizadas y entre las que más se ha invertido en el mundo durante los últimos diez años.

Estados Unidos, China y Alemania son los países con mayores avances y atractivo de inversión para este tipo de energía, de acuerdo con el índice Renewable Energy Country Attractiveness Index (RECAI), uno de los más importantes en ese campo. Si ponemos el foco en España, este ranking nos sitúa en octava posición, un puesto más arriba que hace dos años.

Pero todo eso corresponde a la actualidad. La idea de ciudades calentadas con placas y paneles parece de este siglo, pero no es así. La creadora de esa tecnología fue María Telkes (Budapest, 1900-1995), una científica húngara (posteriormente nacionalizada estadounidense), que está considerada como un icono en la historia de la ciencia y de los avances tecnológicos hacia la sostenibilidad. No en vano es recordada como ‘la reina del Sol’.

Cuando Telkes (la mayor de ocho hermanos) nació, las grandes ciudades luchaban contra los fríos más inclementes con carbón, y se alumbraban, en el mejor de los casos, con lámparas de gas, y, posteriormente, con electricidad. Eran tiempos en los que los feroces inviernos hicieron que episodios históricos como la Primera Guerra Mundial o la Revolución rusa fueran más cruentos aún. La idea de que una placa que absorbiera la energía solar, y que gracias a ella ese calor se pudiera transmitir a una casa o a un edificio, parecía una locura. Sin embargo, para esta joven nacida en el antiguo Imperio austrohúngaro, eso resultaba algo completamente lógico y capaz de materializarse. Claro que, ella, durante su adolescencia, ya había leído acerca de las inmensas posibilidades que existían en el mundo para crear nuevas fuentes de energía, un tema que no dejaría de ser una preocupación durante todo el siglo pasado, en el que los avances tecnológicos y científicos crecieron como nunca antes en la historia.

Después de terminar el doctorado en Fisicoquímica en la Universidad de Budapest, María Telkes emigró a Estados Unidos. Y fue precisamente en el prestigioso Massachusets Institute of Technology (MIT) donde desarrolló la mayor parte de su carrera. Años antes de ese titánico salto profesional, sus primeros pasos en la gran potencia americana ya los había dado en la ciudad de Cleveland, donde creó un dispositivo fotoeléctrico que registraba las ondas cerebrales. Aquel invento le valió la atención de la comunidad científica, y gracias a sus investigaciones acerca del enorme potencial de la energía solar, nueve años más tarde, en 1934, llegaría su primer gran reconocimiento: de acuerdo a una publicación de The New York Times, entró en la lista de las 11 mujeres más relevantes de Estados Unidos.

No mucho más tarde, ya en 1940 e instalada en el MIT, estuvo a cargo de un proyecto de investigación de conversión de energía solar. Desafortunadamente, el trabajo quedó paralizado con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, su creatividad no dejó de rendir frutos: pese al difícil contexto, su ingenio y talento quedaron al servicio de las fuerzas militares, para las que inventó un kit portátil de desalinización de agua. Su creación fue patentada y formó parte del equipo de supervivencia para los soldados estadounidenses durante años.

La primera casa con energía solar

Para Telkes no pasó inadvertido el hecho de que las guerras y las crisis económicas tenían un impacto directo en la forma de calentarse de millones de hogares. Y fue gracias a eso que esta brillante mujer logró, en 1948, el hito científico por el que es recordada y reconocida hasta nuestros días: la primera casa con calefacción solar.

Se trataba de una vivienda con dos dormitorios, ubicada en la localidad de Dover, no muy lejos de Boston. El invento de Telkes consistía básicamente en una serie de ventanas con paneles de vidrio y metal que captaban la energía del sol y que estaban conectados con unos recipientes ubicados en las paredes y aislados con sales fundidas (otra de sus principales investigaciones) que almacenaban el calor. Aquella tecnología no tiene nada que ver con los paneles solares de hoy en día, pero ‘la casa solar de Dover’ fue el primer paso para entender que las energías renovables pueden cambiar la forma de calentarnos.

Ese no fue el único invento en el que Telkes aprovechó las bondades del sol. Un año antes, en 1947, ya había creado un generador termoeléctrico y una cocina solar con un diseño que, salvo algunos cambios y adaptaciones, sigue vigente en nuestros días. También el primer refrigerador termoeléctrico, de 1953, engrosa su lista de creaciones.

Una científica excepcional

No es nada sencillo cambiar la historia de la humanidad, y mucho menos hacerlo desde la ciencia. Pero María Telkes fue de esas personas: vio en el Sol una fuente energética inagotable capaz de solucionar tantos problemas en la sociedad. Y esa visión, puesta al servicio de su creatividad científica, le mereció incontables distinciones, una de las más importantes el primer premio de la Society of Women Engineers Achievement Award, en 1952.

Un par de décadas más tarde, en los setenta, cambió su residencia a Texas, donde se dedicó a asesorar a varias empresas interesadas en potenciar la energía solar en incontables sistemas tecnológicos.

María Telkes vivió prácticamente toda su vida profesional en Estados Unidos y volvió a su Budapest natal solo una vez, en 1995, y justo diez días antes de cumplir los 95 años, allí mismo falleció.

La luz y la energía de ‘la reina del Sol’ siguen más vivas que nunca, ya que sus inventos e investigaciones hoy nos permiten tener a la energía fotovoltaica como una de las opciones más fuertes en la lucha contra el cambio climático.

Destino a una aviación con combustibles sostenibles

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Tras dos años marcados por la pandemia, el tráfico aéreo mundial ha vivido un notable incremento en los últimos meses. Con el objetivo de que este impulso de la aviación vaya ligado a los objetivos de descarbonización, el Parlamento Europeo ha propuesto que el 85% de los combustibles sean sostenibles en 2050.

Recuperar el calor del suelo para reducir el consumo energético

Investigadores alemanes y canadienses han descubierto que reciclar el calor del suelo urbano puede ser la solución para satisfacer la demanda de calefacción en muchas zonas del mundo durante los meses más duros del invierno. Además, sería una opción más respecto a las energías limpias en medio de una crisis energética y climática global.

La idea es sencilla: reutilizar todo ese calor que generamos en las ciudades —debido a nuestras múltiples y frenéticas actividades— no solo para calentarnos, sino para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. En pocas palabras, reciclaje, ahorro y cuidado del medio ambiente. 

El calor subterráneo, creado por la actividad humana, puede ser una de las energías limpias del futuro

Esto nace de las conclusiones del reciente estudio de científicos del Instituto de Tecnología Karlsruhe (Alemania) y de la Universidad de Dalhousie (Canadá), publicado en la revista Nature Communications, en el que se explica cómo es posible aprovechar todo el calor que se ha filtrado hacia el suelo. Resulta que toda la actividad humana, en especial en las principales urbes, aquella que se produce en los edificios y avenidas que se han construido sobre la tierra, genera cantidades ingentes de calor hacia el subsuelo. De hecho, se le considera un tipo de contaminación, pues existen investigaciones que sostienen que ese aumento de la temperatura facilita la filtración de sustancias tóxicas (por ejemplo, el arsénico) hacia los mantos acuíferos subterráneos. Es decir, hemos generado un exceso térmico no solo en el aire y el agua, sino también debajo de la tierra. La buena noticia es que, si sabemos aprovecharlo, tendremos una energía limpia que podrá calentar las ciudades durante los meses más duros del invierno sin depender tanto del petróleo o el gas.

¿Por qué es una opción altamente considerable? En la publicación científica antes mencionada hay un dato imprescindible: en 1950, solo el 30% de la población mundial vivía en asentamientos urbanos; en 2018, el porcentaje era del 55% (en América Latina, la región más urbanizada del mundo, dos de cada tres personas viven en grandes urbes), y los pronósticos indican que esa cifra seguirá subiendo.  

¿Cómo funciona?

Las ciudades y los grandes núcleos urbanos están cada vez más poblados y, por lo tanto, generan cada vez más calor. Y de acuerdo con el artículo de Nature Communications, este fenómeno solo irá en aumento.  

En esencia, el aprovechamiento de ese excedente térmico se podría lograr mediante un sistema de captación de esa energía gracias a unas tuberías de agua subterráneas que después lo llevarían hacia unas bombas encargadas de calentar directamente edificios o cualquier otra construcción. Una de las aplicaciones que sugiere el estudio sería para las zonas suburbanas, donde existe más espacio para construir la infraestructura y hay más demanda de sistemas térmicos. 

Otro de los datos más potentes presentados en este trabajo es que solo con el 7% del área europea estudiada se podría satisfacer hasta el 25% de la demanda de calefacción en el continente. Y es que ese porcentaje es lo que determina cuáles serían las áreas en las que implementar este sistema sería más necesario. Son, básicamente, tres: «no factible», o áreas donde no existe una demanda de calefacción o en la que la actividad humana no genera calentamiento subterráneo; «potencialmente factible», que son áreas donde el calor generado al reciclar la entrada anual es del 25% o menos de la demanda anual de calefacción de espacios, y «factible», áreas donde el calor generado al reciclar la entrada anual es de más del 25% de la demanda.

En medio de una crisis energética y climática global, reciclar el calor del subsuelo podría ser una opción económicamente más viable que las energías fósiles

Finalmente, es necesario aclarar que existe una gran diferencia entre la energía geotérmica y este proyecto. La geotérmica es esencialmente el aprovechamiento del calor interno de la tierra, provocado por el propio calentamiento interno del planeta, además de fenómenos como la actividad volcánica, mientras que este proyecto se centra en el aprovechamiento del calor generado por la actividad humana en zonas urbanas. Una de las hipótesis que también sugiere el estudio es que quizá, al aprovechar ese excedente térmico urbano, los impactos del calentamiento global podrían disminuir.  

Nuestro rol individual en la transición energética

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El trayecto hacia un futuro energético sostenible comenzó hace varios años. La transición energética es hoy toda una realidad que ha permitido la aparición de nuevos agentes del cambio. Tal y como señala el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) este camino debe incluir la participación de la ciudadanía.

Cuando la independencia la trae el sol

El día que Europa tomó posición a favor de Ucrania en su conflicto con Rusia, desde Bruselas eran conscientes de que aquella decisión no solo tendría un impacto diplomático, materializado en una ruptura absoluta de las relaciones internacionales con la potencia rusa, sino que también acarrearía cambios sustanciales en el plano económico y social. Meses después de aquella declaración, la Unión Europea en su conjunto ha entrado de lleno en una nueva era, marcada por la desconexión total de la energía rusa, cuyo suministro gasístico conformaba uno de los principales pilares del sistema de producción para el viejo continente.

En los últimos tres años la potencia solar fotovoltaica instalada en el territorio español se ha triplicado

Una vez que esta medida tomó forma, las instituciones europeas comenzaron a trabajar en un plan que permitiera a los países miembros generar alternativas y fijar un nuevo rumbo para las previsiones establecidas. Para ello, la Comisión Europea ha calculado una inversión de 210.000 millones de euros de cara a que los Veintisiete logren la ansiada y necesaria independencia energética. Un objetivo marcado por la firme apuesta por las energías renovables, a las que se destinará un total de 86.000 millones de euros. Entre todas ellas, desde Bruselas se ha depositado una especial confianza en la energía fotovoltaica, llamada a ser «la principal fuente de energía» del continente a partir de 2030. Una previsión para la que será necesario aunar esfuerzos de cara a encontrar implementaciones que garanticen el futuro energético sin comprometer el desarrollo en otros campos. Creatividad e innovación al servicio del futuro.

En el caso de España, nuestro país no solo no es ajeno a este asunto, sino que a lo largo de los últimos años se ha posicionado como uno de los principales focos a la hora de generar energía solar. De hecho, en los últimos tres años la potencia solar fotovoltaica instalada en el territorio español se ha triplicado, según datos de Red Eléctrica, pasando de 4.767 MW a inicios del 2019, a un total de 15.190 MW a finales del 2021. Como es evidente, este aumento de las instalaciones ha provocado un impacto considerable en el mix de generación eléctrico español, que en solo dos años ha pasado del 3,55% de energía solar fotovoltaica en 2019 a un 8,05% de energía solar en 2021. Ante este escenario, y en vista del aumento en inversión para este campo, resulta esencial continuar en esta línea de trabajo y potenciar la generación de energía solar a través de nuevas fórmulas.

La Unión Europea trabaja con la previsión de que la energía fotovoltaica sea «la principal fuente de energía» a partir de 2030

Para ello, Europa puede fijarse en aquellos países donde la obtención de energía fotovoltaica está más y mejor asentada de cara a replicar algunos de los proyectos. Uno de ellos, quizás el más eficaz de todos, es el proyecto de energía solar llevado a cabo en el estado de Gujarat, en el occidente de la India. Allí se han instalado miles de paneles solares sobre los numerosos canales que recorren la zona, uniendo así dos objetivos esenciales y totalmente complementarios: generar energía y evitar la evaporación del agua. El resultado se ha materializado en el ahorro de millones de litros de agua cada año y la creación de 2.200 MW de energía solar. No es el único proyecto que ha logrado combinar eficiencia y creatividad. En 2014, las autoridades de Krommenie, en Países Bajos, necesitadas de espacio para instalar las placas fotovoltaicas que generan la energía, pusieron en marcha un carril bici plagado de estos paneles. Conocida como SolaRoad, esta ciclovía generó aproximadamente 3.000 kWh en su primer semestre, una cifra mucho más alta de lo esperado y que hizo que países como Francia replicaran la iniciativa.

Con el mundo y el orden geopolítico en constante cambio, este tipo de iniciativas son más que necesarias para consolidar el liderazgo y la independencia de la Unión Europea. Una independencia que, dada la situación actual, solo podrá llegar en forma de energía. Es ahí donde las renovables juegan un papel clave.

Estados Unidos, ¿una potencia renovable?

A pesar de los esfuerzos extremadamente complejos, la actual administración norteamericana parece haber logrado un hito que parecía imposible: establecer las pautas concretas de un plan para lograr que en el año 2050 casi la mitad de la electricidad provenga de energía solar–actualmente es alrededor del 3%–. El logro, en realidad, no solo beneficiará a Estados Unidos sino a toda la humanidad ya que la superpotencia, al fin y al cabo, es aún el segundo mayor emisor de CO2 del planeta, tan solo por detrás de China.

La fecha elegida para la aplicación de este plan no es accidental. Los estadounidenses pretenden alcanzar una economía neutra en carbono –es decir, emitir la misma cantidad de gases de efecto invernadero que sea posible absorber por parte del planeta– para el año 2050. Ambas acciones van en consonancia con el resto de la política climática diseñada por el nuevo gobierno, como el descenso de emisiones en metano –en un 30% por debajo de los niveles de 2020 para el año 2030– o la consecución de una red energética nacional completamente limpia para el año 2035.

 Al menos 30 de los 50 Estados se han fijado un porcentaje mínimo de energía de origen renovable

Una de las últimas órdenes ejecutivas es reveladora en este sentido: la mitad de los coches nuevos vendidos en Estados Unidos en el año 2030 deberán ser eléctricos o de emisiones cero. Estos primeros pasos, si bien parecen ser tímidos, confirman la tendencia surgida tiempo atrás: los millones de toneladas de dióxido de carbono emitidos a la atmósfera por parte del país llevan una dirección evidentemente descendente desde al menos el año 2010. Y es que en los últimos diez años las emisiones de CO2 del país norteamericano se han reducido pasando de 5.571,8 megatoneladas a 4.535,3.

La neutralidad, no obstante, tan solo será un objetivo realizable siempre que se apueste con decisión por las energías renovables, tal como señalan los distintos grupos científicos. En términos macroeconómicos, las metas parecen lo suficientemente claras como para pensar que esta apuesta ya se está perfilando, y es que, según la Casa Blanca, para 2030 se deberían haber reducido en un 50% los niveles de emisión de gases de efecto invernadero con relación a 2005. Algunos agentes sociales van incluso más allá: hasta 13 grandes compañías públicas han enviado una carta a la Casa Blanca apoyando el recorte de emisiones en un 80% por debajo de los niveles de 2005 para el año 2030.

La mitad de los coches nuevos vendidos en Estados Unidos en el año 2030 deberán ser eléctricos o de emisiones cero

La cuestión requiere máxima urgencia: para el año 2100, incluso reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, las muertes relacionadas con el calentamiento global podrían ascender hasta las 26.000 anuales (actualmente son alrededor de 12.000). La inacción, sin embargo, sería fatal: dichas cifra podría ser de 100.000.

Al lado de los costes humanos, por tanto, los costes económicos, aunque elevados, palidecen. La administración norteamericana prevé invertir hasta tres billones y medio de dólares en un plan general de infraestructuras que apoye la transición hacia una energía limpia, las diversas políticas para combatir el cambio climático, la implementación del vehículo eléctrico en la sociedad y la jubilación de los combustibles fósiles. Además, al menos 30 de los 50 Estados ya han establecido un porcentaje mínimo de energía eléctrica de origen renovable.

Las medidas, tomadas en su conjunto, ofrecerían un fuerte impulso para cumplir el límite señalado en el Acuerdo de París; es decir, ayudarían a mantener el aumento de la temperatura alrededor de 1,5ºC en relación con los niveles preindustriales. Estados Unidos, así, pasaría de ser uno de los países más contaminantes del planeta a reducir su huella de carbono a un nivel casi imperceptible. No es casual: todas las inversiones dispuestas para la energía verde conllevan a su vez la creación de múltiples puestos de trabajo y la promoción de una industria y una tecnología modernas y no-contaminantes.

La transición energética, una oportunidad para el empleo

Nadie pone ya en duda que para que la Tierra sea habitable en el futuro es imprescindible transformar nuestro modo de vida actual. Consumimos más recursos de los que la naturaleza genera, y estamos llevando al límite las capacidades del planeta. En esa reconfiguración, que tenemos que abordar desde todos los ámbitos sociales y económicos, juega un papel clave la transición energética, con la que lograríamos eliminar la dependencia actual de los combustibles fósiles y frenar el calentamiento global.

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS), el Objetivo 7 apunta directamente a esta transición al establecer como necesario el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna. Un reto que requiere una apuesta firme por el incremento de las energías renovables. Esta transformación, que supone un vuelco para las economías mundiales tradicionalmente arraigadas a las energías fósiles, tendrá un importante impacto no solo en el medio ambiente sino también en el mercado laboral, ayudando a la consecución del Objetivo 8 de los ODS: promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos.

Las previsiones indican que para 2050 se crearán hasta 122 millones de puestos de trabajo relacionados con la energía

Escasos días antes del comienzo de la celebración de la COP26, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó, junto a la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), el estudio Energía renovable y empleos: revisión anual 2021. En el documento,ambas organizaciones destacan el enorme potencial de creación de empleo que conllevará una transición energética eficiente. Según sus cálculos, en 2050 existirán 122 millones de puestos de trabajo relacionados con la energía renovable, lo que representa más de un tercio de todos los empleos del sector.

Guy Ryder, director general de la OIT, recordó, durante la presentación del estudio, que "el potencial de las energías renovables para generar trabajo decente es una clara indicación de que no tenemos que elegir entre la sostenibilidad medioambiental y la creación de empleo. Ambas pueden ir de la mano". Si bien es cierto que reducir el uso de combustibles fósiles implicará  la pérdida de puestos de trabajo -el estudio calcula que, hasta 2030, desaparecerán entre seis y siete millones de empleos por el cierre o transformación de las industrias más contaminantes-, la expansión de las energías limpias generará entre 24 y 25 millones de nuevos puestos.

Francesco la Camera, director general de IRENA, insistió en que "la capacidad de las energías renovables para crear puestos de trabajo está fuera de toda duda”. Pero incide en que “los gobiernos deben aumentar su ambición para alcanzar el nivel cero" y no dejar a nadie atrás.

La OIT destaca el gran potencial de España en empleos verdes

En nuestro país, la economía verde emplea a casi medio millón de personas, lo que supone el 2,5% de la fuerza laboral. Además, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, diseñado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, estima que en 2030 esa cifra habrá aumentado hasta 1,5 millones de personas.

Un ejemplo del impacto que puede tener la transición energética en la creación de empleo es el de los parques eólicos, instalaciones que requieren profesionales para su construcción, pero también para la puesta en marcha y mantenimiento de los aerogeneradores. Cabe recalcar que, según el Anuario Eólico 2021 de la Asociación Empresarial Eólica, en España hay en la actualidad 1.265 parques eólicos presentes en 1.037 municipios y 237 centros de fabricación en 16 de las 17 comunidades autónomas. Gracias a ello, más de 30.000 personas trabajan en el sector eólico en España a día de hoy y se estima que en 2030 podría emplear a más de 60.000. Una previsión que abre nuevas oportunidades de desarrollo para las zonas rurales.

Solo el sector eólico podría emplear a más de 60.000 personas en España

Respecto al tipo de perfiles que se demandarán en el mercado de las renovables, el estudio de la OIT y de IRENA, antes citado, hace una reflexión del tipo de profesionales que se requerirán en sectores como el fotovoltaico o el eólico. Según las estimaciones, seis de cada diez empleados tendrán una formación mínima, mientras que el 30% serán titulados universitarios en ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas. El resto serán profesionales administrativos (1,4%) y de otros perfiles universitarios como abogados o expertos en logística, marketing o regulación (5%).

Como indica la propia OIT, debemos acometer cambios en los sistemas de producción actuales a un nivel similar al que se produjo durante la revolución industrial. Solo de esta manera lograremos una economía verde y sostenible que beneficie no sólo al planeta sino también a la empleabilidad de quienes lo habitamos.