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Inseguridad alimentaria, una tarea pendiente en España

El filósofo alemán Ludwig Feuerbach dejó en el siglo XIX, grabado a tinta, una frase que ha trascendido todos los tiempos: «Somos lo que comemos». Lo hizo en las páginas de Enseñanza de la alimentación, una reflexión sobre la importancia de una buena dieta a la hora de garantizar una mayor esperanza de vida a las sociedades. «Si quiere mejorar al pueblo, dele mejores alimentos», decía. Su premisa no dejaba lugar a discusión: la alimentación sana y variada es un derecho básico.

O debería serlo. Porque si bien esta es una idea que en la actualidad nadie pone en duda, el acceso a alimentos en la cantidad y de la variedad que requiere el cuerpo humano sigue suponiendo un importante reto para muchos habitantes del mundo: en 2020, según calculan las Naciones Unidas, cerca de la décima parte de la población estaba infra alimentada. Esto podría equivaler a aproximadamente 811 millones de personas.

Hasta 90.000 muertes anuales en España se asocian a dietas inadecuadas

Detrás de estas cifras encontramos la evidente influencia de la pandemia, cuya repercusión ha puesto en jaque la seguridad alimentaria de miles de millones de personas de países en vías de desarrollo, pero también países económicamente estables. Uno de ellos es España: en nuestro país, durante 2020, el número de hogares que experimentaron inseguridad alimentaria aumentó de un 11,9% a un 13,3%, lo que representa un incremento de 656.418 personas.

La conclusión más relevante de este dato, calculado por un estudio impulsado por la Universidad de Barcelona y la Fundación Daniel y Nina Carasso, no es que la inseguridad alimentaria esté relacionada a crisis coyunturales sino que responde a un problema estructural que el coronavirus solo ha destapado.

En total, casi 2,5 millones de hogares sufren problemas alimentarios en España y «hasta 90.000 muertes al año se asocian a dietas inadecuadas», advierten los expertos del estudio, el primero que mide por primera vez los niveles de inseguridad alimentaria en nuestro país a través de la escala FIES, creada por las Naciones Unidas para medir el número de personas que carece de la cantidad necesaria y regular de alimentos inocuos y nutritivos para asegurar su desarrollo normal.

La comparativa entre las cifras pre y post-covid demuestra así que los niveles graves y moderados de inseguridad alimentaria crecieron más de un punto tras la llegada del coronavirus, provocando que la población con acceso garantizado a alimentos sanos cayera de un 88,1% a un 86,7%. Una diferencia que sobre el papel puede parecer mínima, pero supone un serio problema social, especialmente cuando el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es claro: solo el hambre cero generará sociedades más sostenibles. Y tenemos que conseguirlo antes del 2030.

La vulnerabilidad alimentaria, además, va íntimamente relacionada con la económica. En la actualidad, casi la mitad de los hogares muestran a algún miembro de la familia o a todos en una situación laboral precaria. En las familias con algún tipo de inseguridad alimentaria, esta precariedad es mucho más acentuada y afecta, sobre todo, a las familias monoparentales, con otros convivientes (abuelos, tíos, etc) y parejas con hijos.

Según la ONU, el ODS ‘hambre cero’ quedaría incumplido por un margen de 660 millones de personas

¿Significa que esos hogares no tienen nada que consumir? Los expertos aclaran que la interpretación no es tan sencilla: la inseguridad alimentaria también se trata de no tener la variedad de alimentos necesarios para una dieta saludable. «No consumir cinco raciones al día de fruta y verdura por falta de recursos o no ingerir carne y pescado cada dos días está claramente relacionado con diferentes niveles de inseguridad alimentaria», insisten. De hecho, el estado de salud de los hogares también guarda una relación clave: si alguna persona sufre de exceso de peso, una enfermedad crónica o alguna discapacidad, el nivel de vulnerabilidad alimentaria se incrementa.

Y aunque la inaccesibilidad a productos alimenticios queda paliada, en parte, por las prestaciones que reciben las familias –más de un 57% ingresan algún tipo de asistencia económica (ingreso mínimo vital, becas, etc.)–, todavía uno de cada diez hogares en España recibe ayudas de bancos de alimentos, vecinos o asociaciones. En otras palabras, no tienen garantizado un acceso definitivo a platos saludables.

Ampliada a nivel global, esta fotografía dejaría el ODS de ‘hambre cero’ incumplido por un margen de casi 660 millones de personas. De esta cifra total, revelada por las Naciones Unidas, unos 30 millones se deberán a los efectos duraderos de la pandemia. Aunque todavía hay margen para el optimismo, siempre que estemos dispuestos a transformar los sistemas alimentarios, un paso esencial para poner las dietas saludables al alcance de todos.

La transformación se antoja, cuando menos, profunda. Pero ya hay seis líneas de actuación que, bien aplicadas, pueden marcar una diferencia en balance positivo: integrar políticas de protección social en zonas de conflicto; ampliar la resiliencia frente al cambio climático en los distintos sistemas alimentarios (por ejemplo ofreciendo a los pequeños agricultores un amplio acceso a seguros contra riesgos climáticos); fortalecer a las poblaciones vulnerables frente a adversidades económicas; reducir el coste de los alimentos a lo largo de las cadenas de suministro, luchar contra las desigualdades estructurales y, sobre todo, introducir cambios en el comportamiento de los consumidores para garantizar dietas más variadas y saludables.

Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo: una manera diferente de ver el mundo

En 2007, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 2 de abril como el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. El objetivo era tan sencillo como loable: poner de relieve la necesidad de mejorar la calidad de vida de quienes lo sufren y promover su necesaria inclusión en todos los ámbitos de la sociedad.

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una alteración neurobiológica que afecta al sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dificultando el desarrollo de las áreas de comunicación e interacción social de quienes lo padecen. Según las estimaciones elaboradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), 1 de cada 160 personas del planeta sufren este trastorno. A día de hoy, las causas que lo provocan siguen sin conocerse. 

 La estigmatización y discriminación que aún sufren las personas con TEA acentúan sus dificultades, impidiendo su pleno desarrollo personal

Lamentablemente, las personas que nacen con TEA lo sufren durante toda su vida, lo que vuelve especialmente importante una detección temprana –y su consiguiente tratamiento– para poder reforzar aquellos aspectos vitales en los que muestran mayor dificultad: la comprensión y expresión de sentimientos y mensajes sociales, la adaptación a los cambios y el manejo de la información sensorial. 

Una inclusión necesaria

El pasado año, Naciones Unidas puso el foco en la necesidad de estructurar el mercado laboral de manera que las personas con autismo pudieran acceder a un trabajo decente en condiciones de igualdad, intentando eliminar toda conducta que perjudique su empleabilidad.

Las dificultades en la comunicación e interacción de las personas con TEA favorecen que no se preste atención a capacidades que pueden ser especialmente útiles a la hora de desempeñar eficientemente un puesto de trabajo. Es el caso de la meticulosidad y la atención por los detalles, la honestidad, el respeto a las reglas establecidas, el empleo de la lógica o la correcta adaptación a las rutinas. Así, las empresas que incorporan a sus equipos personas con TEA experimentan beneficios que van desde la introducción de puntos de vista diferentes e innovadores a una mayor claridad en la comunicación y la atención a los condicionantes personales. 

Los beneficios sociales son evidentes. Un estudio de la organización danesa Specialisterne, dedicada a la inclusión laboral de personas con autismo y otros diagnósticos neurodiversgentes, demostró que cada corona danesa invertida en un empleado con TEA generó 2,20 coronas en impuestos y contribuciones al capital estatal. 

Las personas con TEA aportan atención por el detalle, adaptación a las rutinas, lógica y honestidad a su entorno laboral.

Replicando los métodos utilizados por la organización matriz, Specialisterne España nació en 2013, consolidada hoy como una empresa social dedicada en cuerpo y alma a facilitar la inclusión laboral de las personas con TEA. Specialisterne predica con el ejemplo: la mayoría de trabajadores de esta empresa son personas autistas. Su acción social se basa en la selección y preparación de estas personas para mejorar su empleabilidad, principalmente en el campo de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), donde su alto nivel de atención al detalle les permite destacar con facilidad. Pero, además, acompañan y capacitan a las empresas que desean incluir la neurodiversidad en sus plantillas. Desde el inicio de su actividad, la compañía ha logrado facilitar el acceso al empleo a más de 450 personas.

Las dificultades laborales de este colectivo también propiciaron el nacimiento de contrataTEA, una plataforma web que pone en contacto a personas con TEA en búsqueda de empleo con empresas necesitadas de nuevos talentos. El proyecto fue iniciado en 2018 por Autismo España, Federación Española de Autismo (FESPAU) y Asperger España, y no sólo pone en contacto a los empleadores (a quienes sensibiliza) con sus futuros empleados (a los que selecciona y prepara).

La diversidad de estas personas continúa hoy exponiéndolas a una estigmatización social que acentúa sus dificultades y complica su desarrollo personal. Su plena inclusión, no solo laboral, sino social, pasa necesariamente por la sensibilización del resto de la sociedad para eliminar cualquier tipo de actitud discriminatoria hacia ellas. Un camino que, de momento, se construye poco a poco.

Los menores, principales víctimas del aire contaminado en las ciudades

Las imágenes legadas por la contaminación son fácilmente reconocibles. Pocos desconocen que las vistas de la ciudad de Madrid se asemejan, desde las afueras, a las texturas de un viejo cuadro: dibujada a través de sus tejados, la ciudad queda envuelta en una niebla que tan solo permite intuir el final del horizonte de hormigón. Es la llamada «boina tóxica»: surge cuando la atmósfera impide que la contaminación causada por la quema de combustibles fósiles se disipe. A pesar de que su documentación se cuenta por años, aún hoy es el máximo exponente de la polución urbana a gran escala.

La mala calidad del aire afecta directamente a nuestra salud. Según un estudio de El País en colaboración con Lobelia Air, más de 190.000 niños y niñas menores de 12 años acuden por la mañana a un colegio de Madrid o Barcelona con excesivos niveles de contaminación. El alumnado del 46% de los centros de educación infantil y primaria sufren actualmente una media anual de dióxido de nitrógeno (NO₂) que supera los 40 microgramos por metro cúbico, es decir, los niveles recomendados por las instituciones internacionales. 

El alumnado del 46% de los centros de educación infantil y primaria sufren una media anual de dióxido de nitrógeno que supera los niveles recomendados

El año pasado, Madrid fue la única urbe española que incumplió los niveles marcados por la Unión Europea. La importancia de reducir su impacto es evidente: este gas tóxico, asociado principalmente al tráfico de los vehículos, es el responsable de miles de muertes prematuras a lo largo de todo el continente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

En este contexto, nuestros hijos son las principales víctimas. Tal como señala la OMS, el 93% de los niños y niñas menores de 15 años alrededor mundo (1.800 millones aproximadamente) respiran diariamente aire tan contaminado que pone en grave riesgo su salud y desarrollo. La organización estima que en 2016 un total de 600.000 menores murieron a causa de infecciones agudas de las vías respiratorias inferiores causadas por el aire contaminado.

Una de las razones por las que la infancia sufre más los efectos de esta contaminación es, en realidad, sorprendentemente sencilla: viven más cerca del suelo, donde algunos contaminantes alcanzan concentraciones máximas, y se da, además, en un momento en que su cuerpo y su cerebro aún se están desarrollando. A ello se suma que al respirar más rápido con unas vías respiratorias más estrechas que las de los adultos, los niños y niñas absorben más contaminantes. 

Según ha explicado María Neira, directora del departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la OMS, «la contaminación del aire impide que el niño se desarrolle normalmente y tiene más efectos en su salud que los que sospechábamos». Efectos que incluyen el estado previo a la vida: el 1,35% de los partos prematuros que se produjeron en España entre 2001 y 2009 se atribuyen a la contaminación del aire.

Un problema europeo

Aunque tanto Madrid como Barcelona aún tienen por delante un largo camino que recorrer, lo cierto es que el problema no es exclusivo de ambas. A lo largo del continente europeo, los niveles de dióxido de nitrógeno se mantienen relativamente similares entre las distintas ciudades. De este modo, mientras el área metropolitana madrileña marca una media anual de 39,2 miligramos, la de París se sitúa por encima, rondando los límites recomendados por la OMS. Hasta dos ciudades más superan a la capital española. En el caso de Turín, el núcleo italiano supera los 40,8 miligramos, rebasando la cifra recomendada. Aunque parezca pequeña, una mínima reducción de estas emisiones podría salvar centenares de vidas, ya que los gases como el NO₂ también se pueden colar en las viviendas a través de las ventanas. 

Más de 190.000 niños y niñas menores de 12 años acuden por la mañana a un colegio de Madrid o Barcelona con excesivos niveles de contaminación

Las medidas para lograr una menor contaminación son relativamente sencillas. Así lo demostró el periodo del confinamiento: la reducción drástica del tráfico durante los primeros meses de la pandemia logró a su vez reducir la cantidad de dióxido de nitrógeno en más de un 70% en algunas ciudades, como ocurrió con Palma de Mallorca. Madrid y Barcelona también forman parte de esta ecuación: ambas redujeron la presencia de este gas tóxico durante el confinamiento en un 52% y un 58% respectivamente. 

Parte de la solución, por tanto, pasa por una restricción del tráfico. Según el estudio realizado en 2021 por la Universidad Complutense de Madrid, algunas de las medidas tomadas para restringir el tráfico en el centro de la ciudad ya podrían causar una fuerte mejora en la calidad del aire, llegando a alcanzar incluso una disminución de 10 microgramos por metro cúbico. De hecho, estas restricciones no redistribuyeron el tráfico hacia otras partes de la ciudad, sino que condujeron al aumento en el uso de otro tipo de transportes más sostenibles, como el autobús o las bicicletas. Esto refuerza, a su vez, una de las medidas más reivindicadas por parte de los expertos: la necesidad de reforzar y ampliar el sistema de transporte público, capaz de transportar grandes masas de gente con menos emisiones.

La industria de la moda quiere ser sostenible

Con cada temporada, la industria de la moda presenta nuevas colecciones para los siguientes meses. Sobre la pasarela de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, que se ha celebrado recientemente en la capital, se han podido ver nuevos estilos y nuevas interpretaciones que marcarán tendencia en las calles de todo el mundo.

Sin embargo, el hecho de que las tendencias sean tan fugaces es la base de un problema. La industria de la moda potencia así un elevado consumo y condena a sus productos a un ciclo de vida muy corto. Como recuerdan en el estudio La transformación sostenible del sector textil, elaborado por KPMG, cada año se tiran a la basura 800.000 toneladas de ropa, y de ellas, cada prenda ha sido usada únicamente una media de 15 veces. A nivel global, el sector textil es el responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 30% de todos los residuos plásticos que hay en los océanos.

El consumidor medio tiene hoy un 60% más de prendas que hace una década, según datos de la ONU

Comparando los hábitos del presente con los del pasado más cercano, se confirma ese impacto. Cada persona usa hoy un 60% más de prendas que hace una década, según datos de la ONU, una cifra tan elevada que ha llevado ya a que aparezcan comportamientos como el köpskam (vergüenza por comprar, en sueco), un movimiento crítico con la compra de prendas nuevas y que aboga por el reciclaje, o alquiler de ropa. Como explicaba Neus Soler, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya, hablando sobre la aparición de este término, su existencia «se deriva de la necesidad de hacer entender a la industria que su producción debe ser sostenible».

En un momento en el que la conciencia medioambiental es más elevada que nunca y en el que se aspira a potenciar la economía circular y a reducir el despilfarro de recursos, la moda empieza a hacer un viraje más que necesario. Los consumidores buscan cada vez más moda sostenible y respetuosa con el entorno, pero también la propia industria textil ha ido asumiendo esos compromisos como uno de sus valores fundamentales. La propia Mercedes-Benz Fashion Week Madrid definía su esencia en la presentación de esta última edición hablando de «elegancia en el diseño» pero también de sostenibilidad, apuntando por «un desarrollo sostenible como único camino posible».

Moda diversa e inclusiva

Si hace unos años las marcas de moda sostenible eran pequeñas compañías emergentes, ahora el compromiso se ha convertido en algo generalizado. No solo marcas especializadas como Ecoalf, Thinking Mu o Lindissims, entre muchas otras, se centran en ser respetuosas con el entorno. Gigantes como H&M, Mango o Inditex cuentan con colecciones verdes o con sistemas de recogida de prendas usadas y trabajan para diseñar tiendas más ecológicas. Igualmente, los principales fabricantes de la industria de la moda se han vinculado al Reto de Algodón Sostenible 2025.

En general, la moda sostenible intenta ser lo más respetuosa posible durante todas las fases de producción y comercialización. Esto supone prestar atención a las materias primas o al impacto que tienen sus fábricas en el medio ambiente, pero también pagar salarios justos a sus plantillas, incentivar el reciclaje de prendas o educar a los consumidores sobre los comportamientos más sostenibles.

La industria de la moda también ha dado pasos de gigante en términos de inclusión y diversidad en los últimos años

Los compradores ya apuestan por marcas verdes, por prácticas como la reutilización o el alquiler de prendas o por conocer con detalle la letra pequeña de cómo se han hecho sus prendas favoritas. También se muestran cada vez más sensibilizados ante otras cuestiones responsables sobre la moda. Como recuerdan los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU, la sostenibilidad no implica únicamente ser verde. A la par, supone preocuparse por la brecha social o por la igualdad de género, entre otras muchas cuestiones para lograr un mundo más justo.

Así, la industria de la moda también ha dado pasos de gigante en términos de inclusión y diversidad en los últimos años. Muchas compañías no solo han abandonado prácticas comerciales en las que se cosificaba a las mujeres, sino que han introducido cuerpos diversos entre las modelos que presentan sus productos. En general, los cuerpos no normativos son cada vez más habituales en las campañas y las cadenas de moda han ido ampliando las tallas disponibles en tiendas para reflejar en sus expositores la diversidad real.

Taxonomía verde, la apuesta económica de la Unión Europea en materia de clima

La Unión Europea, en el marco del Pacto Verde Europeo, se ha fijado el ambicioso objetivo de lograr la neutralidad climática de aquí a 2050. Para alcanzar esa meta el continente se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55%, con respecto a los niveles de 1990, antes de 2030. En esta línea, se ha lanzado un paquete de medidas, conocido como Objetivo 55, que pretende revisar y actualizar la legislación europea en materia de clima, energía y transporte.

Reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2), eficiencia energética, combustibles alternativos, fiscalidad energética y energías renovables son solo algunas de las cuestiones que, de manera urgente, se deben abordar y que el plan Objetivo 55 pretende abordar. El estricto cumplimiento de las mismas por parte de los estados miembros facilitará que podamos disfrutar de un planeta más sostenible.

La taxonomía verde potencia la inversión privada en actividades económicas que se alinean con seis de los ODS

Por supuesto, asumir estas medidas implica una fuerte inversión económica. Por ello, la Unión Europea ha desarrollado una taxonomía verde, un sistema de clasificación que establece un listado de actividades económicas sostenibles. Todo, con el objetivo de movilizar la inversión privada para acelerar la transición ecológica.

La protección de los inversores privados y los consumidores de las estrategias de greenwashing, con las que algunas empresas venden al cliente una imagen de respeto hacia el medio ambiente que no se corresponde con la realidad, se encuentra en el corazón de la taxonomía verde. De hecho, su principal objetivo es establecer jurídicamente las actividades económicas que pueden considerarse sostenibles e incorporar un estricto control sobre las mismas exigiendo auditorías e informes más detallados. Así, las empresas cuyas actividades se adapten a este sistema, tendrán más oportunidades de recibir financiación privada.

Pero ¿cómo determina la taxonomía verde qué actividades económicas entran en esa categoría y son, por tanto, beneficiosas para el inversor? La Comisión Europea establece que, para ser considerada ambientalmente sostenible, cualquier actividad económica debe orientarse (al menos) a la mitigación del cambio climático, la adaptación al mismo, el uso sostenible del agua, la transición hacia una economía circular, la prevención de la contaminación o la protección de ecosistemas saludables. Efectivamente, estos seis propósitos coinciden con seis de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

La Unión Europea se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% antes del año 2030

Si bien el documento base de esta taxonomía verde entró en vigor en julio de 2021, queda pendiente la lista real de actividades económicas ambientalmente sostenibles, que ha de cumplimentarse a través de actos delegados. El primero de estos actos delegados entró en vigor en diciembre del pasado año tras la aprobación por parte de todos los estados miembros.

No obstante, la polémica surgió a principios de 2022 con el segundo de estos actos, que otorga categoría de energías verdes a las nucleares y el gas natural. No todos los estados aceptan esta categorización y, en previsión de esta negativa, la Comisión Europea plantea considerar la energía verde como transitoria hacia el pleno uso de energías renovables. Así, en los casos de la nuclear solo aplicaría para aquellas centrales construidas antes de 2045, y en el del gas natural a las que emitan menos de 100 gramos de CO2 por kilovatio hora.

Sin duda, los miembros de la UE deberán dar a este acto delegado, antes de su aprobación, una forma determinada que permita a los inversores privados seguir apostando por aquellas actividades económicas que mejoren el sistema energético y las relacionadas con las energías renovables.

Los retos de España en sostenibilidad para 2022

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En 1972, los países asumieron su responsabilidad ambiental en la célebre Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano. 50 años después son muchos los retos en sostenibilidad que las diferentes naciones siguen teniendo que afrontar. La movilidad sostenible, la salud mental o avanzar en las energías renovables son algunos de ellos.

Carta abierta a la sostenibilidad (en las empresas)

Ninguna compañía se ha encontrado ante un momento tan perfecto para dar el salto a la sostenibilidad como este preciso instante. Empezando por algo tan sencillo como que el patrón de consumo ha cambiado: tan solo en España, dos de cada tres personas ya aseguran que modificarán sus hábitos de consumo por criterios de sostenibilidad. En otras palabras, que elegirán las empresas no por su renombre, sino por lo que hacen (y por cómo lo hacen). Si piensan en verde, entonces tienen la mitad del camino recorrido.

Consciente de ello, Larry Fink, director del mayor gestor de activos del mundo, BlackRock, ha decidido dedicar su influyente carta anual dirigida a CEOs a este cambio de paradigma donde la crisis ambiental se alza como principal protagonista y la pandemia, que ha mostrado claramente las desigualdades que todavía siguen afectando a nuestras sociedades, como la chispa que ha encendido la mecha.

«Los ingenieros y los científicos trabajan sin descanso en la descarbonización de los sectores del cemento, el acero y los plásticos; la del transporte marítimo, por carretera y aviación; y también de la agricultura, la energía y la construcción», afirma este peso pesado de Wall Street que, desde que se sentó al frente de BlackRock hace una década, siempre se ha mostrado como un firme defensor de la aplicación de los estándares ambientales, sociales y de gobernanza (criterios ESG) en la agenda empresarial. «Por tanto, los próximos 1.000 unicornios (así se habla en lenguaje empresarial de las start-ups) no serán motores de búsqueda ni redes sociales, sino empresas innovadoras sostenibles que conseguirán situar la transición energética al alcance de todos».

El 72% de los inversores ya tiene en cuenta los criterios de sostenibilidad a la hora de valorar una empresa

En la misiva, Fink insiste en que, en este escenario, las compañías que no miren hacia la transición ecológica tan solo conseguirán quedarse atrás. Cada empresa y sector tendrá que transformarse hacia un mundo neutral en carbono: «Pocas cosas afectarán tanto al valor de las empresas como la manera en que aborden la transición energética global en los próximos años». El financiero estadounidense pone así el foco en el capitalismo vinculado con la sostenibilidad, una nueva concepción que busca hacer girar el sistema económico –y, por tanto, la vida financiera de las compañías– en torno a la descarbonización y el cambio climático.

En este sentido juegan un papel fundamental las inversiones sostenibles –que, a diferencia de las tradicionales, tienen en cuenta los criterios ESG– dado que, como recuerda el experto, «nunca antes ha habido tanto dinero disponible para hacer realidad las ideas nuevas». La prueba está en los datos que maneja BlackRock: las inversiones sostenibles ascienden ya a 4.000 billones de dólares, una auténtica fortuna que puede acelerar la necesaria transición ecológica del sistema empresarial –solo 100 de las más grandes empresas del mundo producen el 71% del total de emisiones– y, por ende, del resto de agentes sociales (incluyendo los propios ciudadanos).

La relación entre compañía y empleados, pieza clave en el futuro

Otro foco a tener en cuenta: empleados satisfechos con el trabajo que desarrollan. Este es, a ojos del inversor, un punto crítico. También orbitan alrededor de este concepto los criterios ESG porque, sin trabajadores cómodos en sus puestos, ¿cómo puede avanzar una compañía? «Ninguna relación ha cambiado más por la pandemia que la que existe entre empleadores y empleados», afirma la carta. Las empresas, sí o sí, deben responder a sus nuevas expectativas. «No es solo salario y flexibilidad. El coronavirus ha arrojado luz sobre la igualdad, la conciliación o la salud mental al tiempo que ha puesto de manifiesto las expectativas laborales de cada generación». Ahora es el turno de los CEOs de coger el guante y comprender algo que ya está demostrado: «que las empresas que forjan lazos sólidos con sus trabajadores son más rentables».

Fink: «Los próximos 1.000 unicornios no serán redes sociales, sino empresas innovadoras sostenibles»

Igualmente, en el otro lado de la mesa deben sentarse los accionistas, aquellos que dotan de dinero a las compañías y que ya ponen la sostenibilidad en el centro. Como apunta la gestora de fondos Natixis, alrededor del 72% de los inversores aplica en la actualidad criterios sostenibles a la hora de valorar una compañía. ¿Qué significa esto? Que aquellas que no se centran en los ESG corren el riesgo de ver minimizados los apoyos económicos a cada minuto que pasa.

Tras aconsejar en las últimas líneas a las empresas de petróleo y gas que trabajen con grandes emisores para desarrollar tecnologías de reducción de carbono (es decir, energías renovables y captura de dióxido de carbono, entre otras), Fink aprovecha para hacer una llamada de emergencia a los Gobiernos: sin el sector público, el sector privado no puede maniobrar. «Necesitamos que los Gobiernos marquen claramente la hoja de ruta en la sostenibilidad», avisa.

También de cara a beneficiar a la sociedad reduciendo la desigualdad energética: «A medida que perseguimos estos ambiciosos objetivos debemos garantizar que la población tenga acceso a fuentes de energía fiables y a un precio razonable». Según el inversor, esa es la única forma de crear una economía verde equitativa. Es una alusión al principal reto de los criterios ESG pero también a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), puesto que la alianza público-privada es fundamental para permitir que la sociedad avance hacia un planeta más limpio, y sobre todo, más justo.

Aire limpio: un derecho fundamental

«Respirar aire limpio debe ser un derecho humano fundamental. Es una condición necesaria para tener sociedades sanas y productivas», afirmaba a finales de 2021 Hans Henri P. Kluge, director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa. Lo hacía tan solo dos meses después de que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declarara en una resolución aprobada con 43 votos de apoyo «un medioambiente limpio, saludable y sostenible» como un derecho básico, un hito histórico que la propia institución definió como «decisivo para la justicia ambiental».

En esta concepción se incluye el aire limpio, cuya calidad, como apuntan las cifras, debe ser garantizada urgentemente. Según los últimos datos de la OMS, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado, lo que provoca unos siete millones de muertes prematuras al año. Este es un número que podría duplicarse si la polución no se reduce antes de 2050.

La Agencia Europea de Medio Ambiente estima         que un aire limpio podría haber evitado la muerte de más de 178.000 personas en 2019

Que la falta de aire limpio pone en riesgo la vida de miles de personas ya no es una hipótesis sino una evidencia: un exhaustivo análisis publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente define la contaminación del aire como el mayor riesgo para la salud por factores ambientales y calcula que, en 2019, un entorno libre de partículas contaminantes podría haber evitado al menos 178.000 muertes en la Unión Europea. En total, en el continente se registraron 307.000 muertes prematuras por exposición a partículas finas y 40.400 provocadas por inhalación de dióxido de nitrógeno.

Si bien estas cifras son llamativas en el peor sentido de la palabra, el informe también subraya algo positivo: la calidad del aire en Europa fue mejor en 2019 que en 2018 gracias a las políticas de reducción de emisiones impulsadas por los Estados. Y apunta a que todavía hay tiempo para seguir mejorando y aprovecha para destacar los potenciales beneficios que resultarían de mejorar la calidad del aire siguiendo los nuevos valores marcados por la OMS en 2021 para las partículas contaminantes PM2.5, unas de las micropartículas contaminantes más comunes que provienen principalmente de los automóviles y la industria. «Al menos un 58% de las muertes se hubieran podido evitar si todos los Estados miembros hubiesen alcanzado el nuevo índice (5 µg/m³). En cambio, si se hubieran adherido al límite actual de la Unión Europea (25 µg/m³) la mortalidad hubiese sido la misma», resuelve.

Esto nos lleva a una evidente conclusión: necesitamos un mayor compromiso a la hora de garantizar la calidad del aire. En este marco, el Plan de Acción Contaminación Cero de la Unión Europea busca reducir antes de 2030 el número de muertes prematuras en más de un 55%, en comparación con 2005. La línea de meta, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, está cerca: ya se ha reducido un tercio desde 2005 a 2019.

La apuesta española por un aire respirable

En España, solo siete de las 80 mayores ciudades cumplirían con los nuevos límites anuales de dióxido de nitrógeno marcados por la OMS. Además, alrededor del 11% de las muertes están provocadas por enfermedades derivadas del aire como la neumonía, los infartos de miocardio, el cáncer de pulmón o la bronquitis crónica. Para contribuir a paliar esta situación, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunció en noviembre el Plan Estratégico de Salud y Medioambiente, que aborda la calidad del aire como vía para mejorar la salud del planeta y las personas, demostrando aún más la interdependencia entre el medio ambiente y nuestra propia salud.

En España, solo siete de las 80 mayores ciudades cumplirían con los nuevos límites anuales de dióxido de nitrógeno marcados por la OMS

A grandes rasgos, la estrategia busca promover entornos ambientales que blinden la salud de la población a la vez que responden a los desafíos del cambio climático. Las líneas de acción marcadas elevan así los esfuerzos para mejorar tanto la calidad del aire como la del agua, y también reducir la contaminación industrial, el ruido o las temperaturas extremas.

En el ámbito de la contaminación, las actuaciones conciben, por un lado, un aumento en la protección de la salud y la coordinación de las respuestas del sistema y, por otro, una mejor recopilación de los datos que permita difundir en mayor medida el conocimiento a la comunidad científica, pero, sobre todo, a la población en general.

Respecto a la salud, la estrategia persigue la protección de la población más vulnerable –personas mayores, menores y mujeres embarazadas–, y propone, entre otras medidas, redactar un protocolo de actuación ante picos de contaminación, vigilar la calidad del aire en entornos susceptibles y potenciar medidas ya existentes para reducir contaminantes como la transformación del transporte o el Plan Nacional de Control de la Contaminación Atmosférica, que incluye 57 acciones para reducir de manera significativa los contaminantes muy nocivos para la salud. A la vez, apuesta por formar al personal sanitario sobre los riesgos por exposición a la contaminación atmosférica y diseñar un Plan de Vigilancia que cuantifique el impacto sobre la salud nacional a corto y largo plazo.

Asimismo, el objetivo es seguir avanzando en la investigación científica a la hora de dar con más enfermedades respiratorias provocadas por la contaminación. Sumando a estas acciones otras como el apoyo al desarrollo de líneas de I+D+i, encaminadas a profundizar en el conocimiento sobre la contaminación atmosférica, España busca alinearse de la forma más rápida posible con las nuevas consideraciones de la Unión Europea en conjunto con las Naciones Unidas. Y es que contribuir a generar un medioambiente limpio y saludable es una apuesta por brindar a la población unas vidas más largas, felices y libres de enfermedades.

Los medios de comunicación, figuras clave para la sostenibilidad

Hoy, temas como la salud pública, la desigualdad, la pobreza, o la eliminación de emisiones contaminantes, son fundamentales en cualquier debate o proyecto de cara a la próxima década y no pueden quedar relegados a un segundo plano. ¿Por qué? Porque la sostenibilidad es el único camino para que las ciudades sean habitables y que, ante fenómenos como una pandemia, todos podamos ser parte de la recuperación. Por eso mismo, la Agenda 2030 sitúa a los ODS en el centro de la actual recomposición política, económica y social.

En este marco, el papel de los medios de comunicación es clave. Pero ¿cuál es su rol en la hoja de ruta para la consolidación de una sociedad más sostenible hacia 2030? ¿Cuentan con el nivel de sensibilización y de concienciación necesario? El informe titulado ‘El rol de los medios en la difusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible’, elaborado por la consultora CANVAS, trata de dar respuesta a esta pregunta a través del análisis de las 11.892 noticias publicadas en medios españoles entre el 1 de enero de 2019 al 30 de noviembre de 2020. El estudio concluyó con tres grandes tendencias: las noticias analizadas contaban con un marcado tono político; el grueso de las mismas estaban centradas en temas medioambientales; y muchas de ellas estaban impulsadas por empresas con el fin de dar a conocer sus iniciativas en esa materia.

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que más cobertura mediática han tenido      destacan aquellos relacionados con el medio ambiente y la salud

Otra de las conclusiones pone el foco en la concentración de las noticias en torno a fechas señaladas, es decir, en su mayoría las noticias sobre sostenibilidad suelen darse durante los meses en los que suceden (o han sucedido) eventos como la Cumbre del Clima de Naciones Unidas, días mundiales o cuando se debaten planes de reordenamiento nacional como el Plan para ‘la nueva normalidad’, o el Plan de Recuperación Económica.

No todos ODS son (o han sido) abordados en la misma medida

La evolución es positiva. No obstante, y pese a que la Agenda 2030 recoge 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, los titulares de los medios no se centran en todos por igual. Cada periódico, radio, web o televisión prioriza los temas en función del peso de la actualidad en sus contenidos, teniendo también en cuenta su línea editorial. Esto puede implicar que, en algunos casos, ciertas temáticas queden relegadas a un segundo plano.

Según el estudio antes citado los cinco objetivos más cubiertos por los medios de comunicación en España son: el medio ambiente, la eficiencia energética, los temas económicos y la tecnología. Cuatro temas principales a los que se suma el tratamiento de noticias vinculadas con la salud y el bienestar. Sin duda alguna, el contexto global, en medio de la pandemia y la reorganización generalizada que este fenómeno ha supuesto alrededor del mundo, ha reforzado las noticias vinculadas con esta materia, con especial foco en el bienestar físico y emocional.

Sin embargo, hay temas que no han gozado de la misma atención. ¿A cuáles nos referimos? Son aquellos de carácter más social que se enfocan en la pobreza, el acceso a la educación y las desigualdades sociales. A diferencia de lo que sucede con los que han gozado de la mayor atención mediática, aquí no existen cifras exactas: la información es difusa y está interrelacionada con otros temas.

El papel de los medios de comunicación es indispensable para que se cumplan los ODS de la Agenda 2030

Lo que es una realidad, según el informe, es que con la llegada de la pandemia las noticias vinculadas con la sostenibilidad se redujeron en general en un 20%, y se focalizaron en temas como modelos de consumo sostenibles; ciudades y espacios urbanos sostenibles; e iniciativas empresariales para frenar el impacto de la pandemia en la economía. Una realidad que nos plantea una reflexión: apenas quedan ocho años para 2030 y aún nos encontramos alejados de los objetivos marcados, ¿podemos permitirnos relegar a un segundo plano la difusión e información vinculada con ellos?

Retos globales y mediáticos

La pandemia no es el origen de todos los problemas actuales. Lo que sí es cierto es que con su llegada, muchos temas, como la vulnerabilidad social (tanto en países desarrollados como en los que están desarrollándose), la falta de políticas públicas para el bienestar, o el colapso de la vida urbana en sociedades hiperpobladas, han quedado expuestos como nunca.

Este es el momento en el que las acciones globales y la transversalidad deben ser la prioridad de toda agenda pública. Y, como lo sostienen las voces expertas que han participado en el informe ‘El rol de los medios en la difusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible’, los medios de comunicación también: “Lo que deben facilitar las instituciones son datos concretos, análisis y/o reflexiones, que puedan ser examinados y evaluados por los periodistas”. ¿El objetivo? En pocas palabras, que los medios puedan tener acceso a la información más adecuada para que el impacto (y el nivel de concienciación) sea mayor; que sus contenidos sean cada vez más profundos y puedan no sólo informar al lector, sino proporcionarle una visión más crítica de los temas que atañen a todo lo que está relacionado con los ODS.

¿Cómo reducir el consumo en el hogar estas Navidades?

Las Navidades ya no pueden concebirse sin la sostenibilidad como consigna. Este 2021 llegó con numerosas noticias ambientales bajo el brazo, incluyendo el impactante informe de situación del IPCC, que considera como algo «inequívoco» que la humanidad «ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra, generando cambios generalizados y rápidos en el planeta». Y es que, aunque el cambio a gran escala llegará con el cumplimiento de los compromisos internacionales por el clima, queda en nuestra mano aprovechar cualquier momento para minimizar nuestro impacto sobre el planeta. Y eso incluye a las Navidades.

Durante las Navidades, en España se tiran a la basura 873.000 toneladas de papel y cartón

Cada vez más, durante las fiestas, compramos online en lugar de hacerlo en el comercio local, usamos kilos de papel y cartón para envolver los regalos (concretamente, 873.000 toneladas) que diez minutos más tarde acabarán en la basura o desperdiciamos alimentos que sobran de las múltiples comidas y cenas que celebramos estos días, entre otros ejemplos. Por suerte, son costumbres que pueden cambiarse. Te contamos cómo.

Una cena 100% sostenible

Cada una de las decisiones que tomamos a la hora de comprar alimentos influye directamente en la salud del planeta. No generan la misma huella de carbono unos dátiles cultivados en España que unos que provienen de Egipto; de la misma forma que comprar una lubina capturada por pesca de arrastre (el método común que provoca graves daños a la biodiversidad) es muy distinto de adquirirla sabiendo que se ha pescado de forma más sostenible.

Lo cierto es que es difícil saber si estamos actuando de forma correcta continuamente, pero existen unas cuantas recomendaciones que al menos ayudan a que nuestro impacto sea menor. Por ejemplo, comprar (con bolsas reutilizables) en las tiendas de nuestra localidad: tenemos garantía de que los alimentos han sido producidos cerca, contribuimos a la economía local, consumimos alimentos más frescos y, a diferencia de los supermercados, no estamos obligados a comprar en grandes cantidades, por lo que tenemos más poder para decidir lo que necesitamos y reducimos el desperdicio alimentario (durante las fiestas se tira a la basura un 20% de la comida que se compra).

El desperdicio alimentario durante las fiestas se dispara: los españoles tiran un 20% de la comida que se compra

Precisamente, de cara a minimizar los alimentos desperdiciados, es recomendable preparar los menús con antelación, ya que saber de antemano los ingredientes necesarios y comprar en proporción del número de comensales evitará ese ‘comprar por comprar’ típico de las Navidades. También es una buena opción buscar recetas que tengan ingredientes en común para aprovecharlos al máximo y optar por incluir más verduras y menos carne y pescado, ya que mientras que para la producción de 1 kilo de carne se necesitan 15.000 litros de agua, para un kilo de verdura solo son necesarios 322 litros.

Por último, a la hora de poner la mesa, deben evitarse la vajilla desechable y las servilletas de papel. Si hay niños pequeños que precisen de pajitas, es mejor utilizar las metálicas, ya que pueden utilizarse numerosas veces.

Cuida del agua

El consumo de agua también se dispara durante las Navidades hasta en más de un 30%. Descongelar la comida con agua caliente o no utilizar el lavavajillas contribuyen a este incremento, de la misma forma que lo hace no cargar la lavadora al máximo. En este sentido, es conveniente utilizar electrodomésticos que garanticen un gran ahorro, tanto energético como de agua.

Menos bienes materiales, más experiencias

El árbol rodeado de regalos es una de las escenas más típicas de las Navidades con un importante impacto ambiental. En muchas ocasiones, regalamos por encima de lo que los demás necesitan. Y muchos de esos regalos acaban devueltos o en los vertederos. Aunque actualmente no existen cifras en nuestro país, Estados Unidos puede servir de ejemplo para comprender el impacto ambiental que esto conlleva: allí, se devuelven más de la mitad de los productos y su transporte de vuelta a los almacenes genera más de 15 toneladas métricas de dióxido de carbono (en otras palabras, más de lo que podrían emitir tres millones de automóviles en un año).

Por ello, se recomienda regalar experiencias –un fin de semana en una casa rural, un viaje, una excursión…–. Aunque, si nos vemos en la obligación de comprar productos, es más recomendable hacerlo en tiendas físicas que en el comercio online, ya que existen menos probabilidades de que se devuelva un producto si se ha visto antes en persona.

Como alternativa podemos apostar por la segunda mano: hay cientos de productos esperando a que alguien les dé una nueva vida. También podemos optar por elaborar nuestros propios regalos a mano, que siempre serán mucho más personales y sostenibles. Pequeños cambios en nuestras tradiciones que prometen un daño mínimo al planeta.