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Dora García: «Me imaginaba a los osos polares viendo los cruceros de turistas y pensando que el fin estaba cada vez más cerca»

Charlamos con la artista a propósito de la crisis climática, el impacto de la industria cinematográfica en el medioambiente y su primer largometraje, END (dos prólogos).


Cantaba Paco Ibáñez  que «nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno». El arte como medio para denunciar las injusticias del mundo ha existido siempre, pero parece aún más necesario hoy, cuando la sobresaturación de contenidos en los medios hace que el foco se disuelva con más rapidez que nunca. La artista Dora García (Valladolid, 1965) se adentra en el terreno del cine en el largometraje END (dos prólogos), película en la que denuncia la situación climática en los polos. Charlamos con ella.

¿Por qué decides hacer el largometraje END (dos prólogos)?

Como respuesta a la invitación de CNIO arte, tras haber encontrado al científico David Bravo Nogués, macroecólogo, y haber decidido juntos que el mejor lugar para hablar de crisis climática y crisis de biodiversidad era el archipiélago noruego de Svalbard, el lugar habitado más al norte del planeta, y que se calienta siete veces más rápido que la media.

¿Te habías planteado antes utilizar el cine como medio para expresar tu preocupación ambiental? ¿Es tu primer proyecto de este tipo? 

Yo no soy cineasta, sino artista plástica, y a veces utilizo el medio del cine digital. Tengo mi preocupación medioambiental de ciudadana y la he expresado de varios modos, por ejemplo, contribuyendo en Greenpeace y ahora en Ecologistas en Acción. Esto me parece más efectivo que hacer una película, francamente. Pero quise visitar ese lugar con David Bravo Nogués y el CNIO para aprender y para ofrecerle una plataforma de divulgación a David. Es mi primer proyecto de este tipo y también la primera vez que filmo paisaje.

La industria cinematográfica tiene un impacto en el medio ambiente. ¿Crees que se están tomando las medidas necesarias para cambiarlo? ¿Qué piensas que debe mejorar?

En efecto, la industria cinematográfica tiene un impacto en el medio ambiente y lo tuvo también en nuestro viaje, ya que viajamos siete personas en avión a Svalbard. No hay otro modo de llegar y era por trabajo, pero el turismo es ahora la principal industria de Svalbard y constantemente llegan allí enormes cruceros que vienen de América y Asia. No creo que se esté haciendo prácticamente nada por reducir el impacto de la crisis climática. Un cierto avance es la conciencia de generaciones más jóvenes al respecto y, aunque no se está haciendo prácticamente nada, sí existe la conciencia de que hay que hacer algo y eso en sí es un avance. También quiero pensar que entre los jóvenes existe un rechazo al turismo masivo y al consumo de carne, lo que también es un avance.

El rodaje de la película se desarrolló en Noruega, donde el cambio climático se manifiesta con más rapidez que en el resto del planeta. ¿Era como te lo esperabas o hubo algo que te impactó?

Me había documentado mucho para hacer el trabajo, de modo que el paisaje era el que esperaba. Lo que sí me sorprendió e impactó fueron los inmensos cruceros de turistas que llegaban constantemente. Me imaginaba a los osos polares observando esas masas inmensas y pensando que el fin estaba cada vez más cerca.

¿Cuál es la lección que te llevas después de haber rodado esta película?

Que lo máximo que podemos esperar frente a la urgencia climática y de biodiversidad es poder adaptarnos para sobrevivir, aunque malamente. Nadie está haciendo lo necesario. También he aprendido que las guerras son, además de otras muchas cosas, agentes máximos de contaminación y calentamiento.

¿Crees que el cine es mejor que otros formatos para transmitir información y concienciar a propósito del cambio climático?

No, creo que la prensa y la información oral, pedagógica, en las escuelas y en las universidades son muy importantes también. Todos son buenos y necesarios.

¿Qué podéis hacer los artistas para luchar contra problemas como el cambio climático?

Evitar un modo de hacer cine extractivo y contaminante, como viajes constantes, rodajes que requieren mucho transporte de obras y personas… También decrecer la producción y convencer a los agentes con los que trabajamos (instituciones, galerías…) de que hagan.

Mónica Rodríguez: «Se debe producir solamente lo que se vaya a vender»

Mónica Rodríguez ha encontrado la forma de reciclar y reutilizar textiles para mantener viva una de las industrias más atractivas, y a la vez más contaminantes, del planeta.


La industria textil es una de las más contaminantes del planeta. El fast fashion y el ultra fast fashion han disparado la producción textil en los últimos años a cifras inimaginables y esto está provocando unas nefastas consecuencias. Según datos del Foro Económico Mundial, la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El desperdicio de ropa que se genera con este tipo de producción desmedida se refleja en que un 85% de todos los textiles acaban en el vertedero cada año y cada segundo se quema o deposita en un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa, según esta misma fuente.

En este contexto, ha despertado y prosperado todo un mundo paralelo de moda de segunda mano, upcycling, circularidad y slow fashion, con el fin de evitar que la ropa de la moda rápida tenga la vida demasiado corta y acabe contaminando el planeta. A raíz de esto, tras una larga carrera dentro de una de las gigantes de la moda, Mónica Rodríguez tuvo una idea novedosa: rescatar desechos textiles y venderlos a distintos proveedores. Bajo esta premisa nació la start up, Recovo, de la que hoy ella es CEO, que transforma los desechos de unos en materia prima para otros.

Cada segundo se quema o deposita en un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa

«Contribuimos a la circularidad textil recuperando materiales sobrantes como hilaturas, tejidos o fornituras a los que les hacemos fotos y los escaneamos en 3D para luego ponerlos a disposición de compra de todo tipo de marcas a nivel global. Gracias a esto prolongamos la vida útil de estos materiales», explica la emprendedora. Apoyándose en la digitalización y la tecnología, la empresa es capaz de recuperar información y datos de cada tejido para poder medir el ahorro por tejido utilizado. Sus clientes ven claramente la información de impacto del producto que compran, como por ejemplo su trazabilidad por metro. En ese sentido, la start up ha logrado ahorrar 22 millones de litros de agua, 98.000 kg de CO₂ y 1.400.000 m de residuos textiles.

«Mediante nuestra metodología de trabajo conseguimos que stocks dormidos y parados cobren de nuevo sentido en colecciones nuevas con el valor añadido de que reutilizar en lugar de producir nuevos tejidos ahorra recursos naturales como el agua y, además, con esta fórmula las empresas se ahorran la energía de tener que producirlos por sus propios medios».

Recovo ha logrado ahorrar 22 millones de l de agua, 98.000 kg de CO₂ y 1.400.000 m de residuos textiles

No obstante, para Rodríguez, el sector de la moda todavía necesita avanzar mucho más en cuanto a sostenibilidad y el fast fashion parece el antónimo de ese concepto. «Todo es una cuestión de las prioridades de las grandes corporaciones», explica. Para la experta, el sector de la moda debe limitar su producción, es decir, no sobreproducir. «Se debe producir solamente lo que se vaya a vender; esto es posible saberlo gracias a modelos predictivos, datos, etc. Por otro lado, debemos utilizar solamente materiales amigables con el medio ambiente, así como integrar la circularidad en las operaciones de la empresa para que los residuos que se generen puedan ser reciclados infinitas veces».

Fernando Valladares: «El decrecimiento económico es la auténtica prosperidad»

Fernando Valladares

El conocido científico y divulgador pone sobre la mesa algunos temas incómodos –y menos discutidos– sobre todo aquello que podemos y debemos hacer para mejorar nuestra relación con el medio ambiente.


Para Valladares, el cambio climático, la sobreproducción de alimentos, el mal uso del agua, o el «tecno optimismo» tienen que pasar necesariamente por entre las patas del elefante en la habitación: el decrecimiento económico. Solo limitando la producción y priorizando los derechos humanos por encima de la economía podremos, finalmente, sanear la relación entre el ser humano y la naturaleza para vivir una vida plenamente sostenible.

Sabemos que es indispensable dejar de producir y utilizar combustibles fósiles para revertir el cambio climático, pero, ¿hay algo más que debamos hacer? ¿Algo de lo que no se esté hablando lo suficiente?

Esto es muy interesante, ya que no basta con abordar los combustibles fósiles. Si bien la emergencia climática es quizá lo más apremiante en este momento, no deja de ser uno de los múltiples síntomas de una sociedad insostenible. El sistema alimentario es uno de los grandes problemas de la humanidad. Producimos en exceso, tiramos un tercio de la producción y un 20% genera sobrepeso y problemas de diabetes en el norte global. 

Hablamos de un sistema que es un tremendo fracaso: utiliza 20% del agua, provoca un 8% de las emisiones y ocupa un 13% de la superficie del suelo para que un tercio de esas cosechas acaben en la basura. Producimos en demasía, mal, caro y deslocalizado para, encima, generar hambruna. Además, entre las consecuencias también están las aguas contaminadas por todos los agroquímicos, como en el Mar Menor y en tantos otros lugares.

Por otro lado, está también el uso insostenible del agua. Cataluña está pasando la mayor sequía de toda su historia, lo cual se venía anunciando desde hace décadas. Un tercio de la población mundial no tiene agua suficiente y la Organización Meteorológica Mundial dice que vamos a necesitar un tercio más de agua para el 2050, ¿de dónde la vamos a sacar? Y, por supuesto, la contaminación por los plásticos y la atmosférica generan muchísimas muertes y es algo de lo que no se habla de forma conjunta; todo el modelo civilizatorio es tóxico. Hay millones de muertes evitables todos los años y hay muchísima gente que no es sana ni feliz por este modelo socioeconómico que provoca el deterioro de la biodiversidad, la contaminación, la sobreexplotación del agua y que se multiplica con el cambio climático.

«El capitalismo y el crecimiento indefinido son ingredientes absolutamente insostenibles»

Propones que el gran culpable de la «relación tóxica» de los humanos con la tierra es el fruto directo de la insostenibilidad del modelo capitalista que busca el crecimiento económico desmedido, sin tomar en cuenta las limitaciones de la tierra. ¿Consideras que para poder recuperar una relación de armonía entre seres humanos y la naturaleza se debe abandonar este modelo de sistema económico por completo? ¿Cuál sería la alternativa?
El sistema económico es uno de los graves problemas de la humanidad. El capitalismo y el crecimiento indefinido son ingredientes absolutamente insostenibles. Hemos reventado seis de los nueve límites planetarios. No tenemos todo un sistema alternativo al que saltar como si fuera el sistema operativo de un ordenador, esto no funciona así. Tenemos que aplicar distintas recetas, algunas de ellas tienen diferencias geográficas, por supuesto. 

El norte global tiene que decrecer un 80% - 70% su producción, mientras que el sur global en muchos casos debe aún crecer en algunos aspectos para poder alcanzar el desarrollo que en cuestiones básicas muchos países no han llegado aún. Para que el sur se desarrolle sin pasar por la senda contaminante que ha pasado el norte tenemos que ceder tecnología, algo que se nos da muy mal, como vimos con la vacuna de la covid.

Hay que abandonar el crecimiento ilimitado, enfriar y desescalar la economía progresivamente para que no ocurran recesiones imprevistas y así programar un decrecimiento, tomando medidas acompañantes para los sectores que no puedan reorganizarse por sí mismos. Esto es ineludible, el decrecimiento va a ocurrir, no es algo opcional. Al ritmo al que vamos, reventando muchos límites planetarios, las tensiones geopolíticas, etc., lo que harán es irnos llevando con más frecuencia a recesiones y eventualmente a algunas muy profundas de las que tardaremos muchos años en salir. Entonces, como el decrecimiento va a ocurrir sí o sí, lo único que podemos elegir es adelantarnos, pilotarlo y acomodar un poco las condiciones de la humanidad. ¿Cómo? Poniendo los derechos humanos por delante de la economía.

¿Cómo podemos hablar de decrecimiento económico sin que esto suponga un retroceso económico y social en el imaginario colectivo? ¿O incluso la crispación social entre los más radicales?

No tenemos que ser nosotros mismos los que pongamos la solución política, para eso están los políticos. En buena medida la sociedad, los técnicos, los científicos, incluso los medios de comunicación deben transmitir lo que se sabe, así como los problemas del modelo socioeconómico y el diagnóstico de la situación. Podemos convertir lo que parece un frenazo, un retroceso, una involución en todo lo contrario, porque es justamente eso. El decrecimiento económico es la auténtica prosperidad. Vendrá a medida que apliquemos, sobre todo en el norte global, medidas drásticas de decrecimiento, además de crecer solo en lo importante, como en los valores humanos, en los derechos humanos o en el tiempo para uno mismo. 

Así trabajaremos mucho menos y habrá tiempo para cuidarnos y para hacer muchas cosas que en el norte global estamos subcontratando, como cuidar, cocinar, etc. Ese tiempo se lo restaríamos a la jornada laboral y así podríamos encarrilar entre todos un nuevo modelo de civilización. Todo esto son motivos para la esperanza, tenemos una oportunidad histórica para pilotar un tránsito hacia una sociedad mayoritariamente sana y feliz. La ultraderecha populista no quiere entender este tipo de mensajes. Así que lo que habrá que hacer es ponerles ejemplos de comunidades y soluciones que funcionan y con esa dosis de empatía y de amabilidad espero que los vayamos suavizando.

«Tenemos una oportunidad histórica para pilotar un tránsito hacia una sociedad mayoritariamente sana y feliz» 

A la agonía existencial que provoca el cambio climático, el costo de la vida, etc., se le suma ahora una nueva variante: la inteligencia artificial. Sin embargo, no todo es oscuro. Algunos dicen que la IA será un agente clave para frenar el cambio climático, ¿qué visión tienes acerca de esto?
La IA es una herramienta poderosísima que nos permite entender mejor el clima complejo de la tierra o hacer simulaciones mucho más rápidas de sistemas multivariantes como es el propio cambio climático. Pero debido a su huella energética consume mucha agua y energía, por lo que tenemos que hacer un uso responsable de ella, pero sería la primera vez que hacemos un uso responsable de algo. Quizás sería interesante consultar a la propia inteligencia artificial, sobre cómo hacer un uso responsable climáticamente de la inteligencia artificial.

¿Pueden los individuos y comunidades utilizar la tecnología para mejorar su relación con la naturaleza? ¿O es esto un oxímoron?
El mayor tiro en el pie que nos hemos dado y por el cual no avanzamos es el «tecno optimismo». Es decir, un optimismo exagerado de que la tecnología nos sacará del apuro. Los científicos podemos asegurar que esto no va a ocurrir. La tecnología es una herramienta que nos puede ayudar a salir, pero necesitamos voluntad. Por ejemplo, en el tema energético no basta con las renovables. Tenemos que cambiar el chip y producir y consumir en España concretamente la mitad de la energía, en Europa en promedio un tercio de la energía y en Estados Unidos una quinta parte la energía que actualmente se produce. 

Este es el chip civilizatorio que debe acompañar al cambio del modelo energético, pero la tecnología tiene que estar bajo nuestro control y tenemos que usarla con sensatez. Hay que abandonar los sueños «tecno optimistas» que piensan que «hemos salido de otras». La tecnología no nos salvará porque nunca la humanidad se ha enfrentado a un desafío global del tamaño de la escala espacial temporal que tiene el cambio climático y las otras grandes crisis que estamos generando.

¿Qué podemos hacer, como individuos, familias y comunidades, para decrecer conjuntamente y vivir una vida sostenible?

A la lista habitual de cosas que todos podemos hacer para mejorar nuestra relación con el medio ambiente (comer menos carne, usar bicicleta, hacer uso mínimo del agua, etc.) debemos sumar una activación real de la ciudadanía. Hay que ejercer más democracia participativa y hacer uso de las herramientas que tenemos para ponernos de acuerdo más rápidamente y más drásticamente de forma colectiva. Para ser sostenibles tenemos que consumir críticamente; ver de dónde viene aquello que compramos; luchar contra la obsolescencia programada y votar exigiendo a los políticos que tengan la agenda del cambio climático y la verdadera sostenibilidad como prioridad por encima de la propia economía. 

Por otro lado, como familia tenemos que hablar de política. España es un país con muy poca tradición, posiblemente debido a las heridas de la guerra civil y al periodo de dictadura, pero tenemos que rescatar una vida política que tiene que ser de mucho mejor calidad que la que vemos en la sede parlamentaria o en internet. Tenemos que ser más racionales y capaces de discrepar sin enfadarnos, así como escalar nuestras opiniones y necesidades en el ámbito de la comunidad para lograr cambios de mayor escala. Todo esto es lo que más podemos hacer de cara a acelerar una transición de modelo de civilización.

Rhoda N. Wainwright: «Una variable importante en la producción de cine debería ser la sostenibilidad medioambiental»

Rhoda N. Wainwright

Rhoda N. Wainwright, figura destacada en la industria del cine con más de 20 años de experiencia en producción, dirección y guion, ha dejado una huella significativa en el mundo cinematográfico. Sus obras premiadas y seleccionadas en numerosos festivales internacionales la han consolidado como una experta en la industria. Además, como cofundadora de Fiction Changing the World, empresa especializada en el desarrollo de contenidos que integran mensajes de sostenibilidad en ficciones audiovisuales y Mrs. GreenFilm, empresa de consultoría enfocada en reducir los impactos medioambientales de las producciones audiovisuales, Rhoda ha demostrado un compromiso notable con la sostenibilidad en el cine. En esta entrevista, exploramos con ella la evolución de la conciencia sostenible en la industria cinematográfica y los desafíos que enfrenta en un panorama audiovisual en constante cambio.

¿Cuándo y cómo surgió tu interés por la sostenibilidad en la producción cinematográfica?

La primera vez que oí hablar de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenibles) fue a finales de 2017. Había quedado con una de mis mejores amigas, Paloma Andrés Urrutia, que llevaba años trabajando en sostenibilidad, para tomar un café y ponernos al día. Mientras charlábamos me contó lo frustrada que estaba porque apenas nadie conocía los ODS. Yo tampoco sabía lo que eran y cuando me lo explicó casi me explota el cerebro. Resulta que por fin existía un acuerdo global que podría significar que la humanidad no se extinga, y la población en general no lo conocíamos. Paloma me contaba que la información era pública, pero que básicamente solo llegaba a quienes ya trabajaban en sostenibilidad y que además estaba escrita en un lenguaje complejo, técnico y lleno de acrónimos. Para el ciudadano de a pie, leer esos textos era básicamente como enfrentarse a un texto en latín. 

Mi trayectoria profesional siempre ha estado ligada al audiovisual y este es un sector que llega a miles de millones de personas en todo el mundo. Así que decidimos unir nuestro conocimiento y experiencia para transmitir de forma sencilla las metas de la humanidad (ahora mismo reflejadas en los ODS) y diversos mensajes de sostenibilidad a través de contenido de ficción dirigido a audiencias masivas. A partir de ahí fundamos Fiction Changing the World

Cuando estábamos generando la metodología que permitiera integrar con rigor esos mensajes de sostenibilidad en la ficción nos dimos cuenta de que era fundamental que la producción de estos contenidos también fuera sostenible. En España eso no estaba sucediendo, así que decidimos ponernos a trabajar en ello y acabamos creando Mrs. Greenfilm con tres socias más para ayudar a la industria audiovisual española a reducir sus impactos medioambientales y producir de una forma más sostenible. 

Personalmente, amo la industria del cine y haber podido ser parte del grupo de pioneros que está ayudando a su transformación está siendo una experiencia maravillosa.

«Ser parte del grupo de pioneros que está ayudando a la transformación de la industria del cine es una experiencia maravillosa»

En tu experiencia, ¿cuáles consideras que son los mayores descuidos ambientales en la realización de películas y programas de televisión?

En mi opinión, la falta de una planificación estratégica que incluya criterios de sostenibilidad es lo que puede llevar a tener mayores impactos. A la hora de crear el diseño de la producción, una variable importante a tener en cuenta debería ser la sostenibilidad medioambiental. Hasta ahora, el criterio creativo y el económico mandaban. Nosotros proponemos añadir a la balanza el criterio de la sostenibilidad para intentar evitar situaciones como rodar escenas de lluvia torrencial donde se consumen decenas de miles de litros de agua potable cada jornada en una zona afectada por la sequía. La correcta gestión de los residuos también es otro tema que está constando implementar al 100% porque son muchos los residuos generados a diario en un rodaje, además de los derivados de la construcción y desmontaje de decorados.

¿Como cofundadora de Mrs. Greenfilm, ¿puedes compartir algunos proyectos específicos en los que se hayan implementado prácticas sostenibles?

En los últimos dos años hemos trabajado en más de 100 proyectos de series y películas españolas que han incluido criterios de sostenibilidad con mayor o menor intensidad. Algunos de los que ya se han estrenado son La Sociedad de la Nieve, Los Farad, Élite, Operación Triunfo, Saben Aquel, Cerrar los ojos, Las Niñas de Cristal, Maridos, Chinas, Culpa Mía, Montecristo o Zorro.

¿Cómo impacta la sostenibilidad en la toma de decisiones creativas durante el proceso de producción y dirección?

De momento impacta poco. El criterio creativo manda.  Desde sostenibilidad se hacen sugerencias para intentar evitar los impactos, pero en muchas ocasiones esto no es posible por lo que trabajamos en reducir los impactos derivados de las decisiones creativas. Hay que tener en cuenta que, en la mayoría de las ocasiones, cuando nos incorporamos a los proyectos, los guiones ya están cerrados y es muy difícil que se hagan cambios sustanciales en ese momento. Lo ideal sería poder trabajar con los guionistas, directores y productores en la fase de desarrollo del proyecto para así buscar maneras de reducir aún más los impactos. Es polémico pensar en que la sostenibilidad afecte a lo creativo, hay quien se lleva las manos a la cabeza cuando este tema se menciona, sin embargo, nadie pestañea cuando son criterios económicos los que ponen límites a la creatividad. En mi opinión deberíamos ser capaces de trabajar conjuntamente en la fase de desarrollo para que se generen las mejores producciones posibles reduciendo al máximo sus impactos.

Con la proliferación de plataformas de streaming y la creciente demanda de contenido, ¿cómo crees que la industria del cine puede equilibrar la producción masiva con la sostenibilidad?

Para equilibrar la producción masiva sería necesario que se crearan leyes que marcaran criterios claros de sostenibilidad para la industria del cine. Sin embargo, mientras esto no ocurra, son precisamente agentes como las plataformas de streaming y los grandes estudios cinematográficos los que tienen que hacer esfuerzos para reducir los impactos de cada una de sus producciones. Esto ya está ocurriendo en algunas plataformas en las que se dedica una partida presupuestaria para la inclusión de un departamento de sostenibilidad y para la implementación de medidas que reduzcan la huella de carbono de los proyectos. También hay que tener en cuenta que la industria cinematográfica depende de los avances en otros sectores para poder reducir sus impactos, como sucede ahora mismo con el uso de vehículos más eficientes. Por mucho que una productora quiera alquilar los vehículos más eficientes para su rodaje, si las empresas de alquiler de vehículos apenas tienen vehículos de bajas emisiones no podrán tener acceso a esos camiones, furgonetas y coches. Sucede lo mismo con los generadores eléctricos de energía, cuyo uso reduciría significativamente las emisiones directas de las producciones, pero de momento en España solo se están pudiendo utilizar pequeños generadores que no tienen suficiente potencia para alimentar al rodaje entero y es necesario seguir usando generadores de combustible de gran potencia.

«Hasta ahora, el criterio creativo y el económico mandaban, nosotros proponemos añadir a la balanza el criterio de la sostenibilidad»

¿Cuál es tu opinión sobre las medidas que se están tomando a nivel global para promover la sostenibilidad en la industria cinematográfica? 

Las medidas más destacables que estamos viendo a nivel global son la inclusión en presupuestos de partidas para la reducción de impactos y la creación de premios y sellos con cierto prestigio a producciones que implementan medidas de sostenibilidad o que incluyen mensajes de sostenibilidad. Por otro lado, también vemos que tanto productoras, plataformas, estudios y actores están tomando conciencia del riesgo reputacional que puede suponer para todos ellos que en alguno de sus proyectos haya algún impacto medioambiental grave y esto hace que cada vez se alineen más con objetivos de sostenibilidad en sus proyectos. No obstante, todavía nos queda mucho camino por andar, hace falta más formación y concienciación para que la sostenibilidad forme parte de la manera estandarizada de producir.

Dada tu experiencia en festivales internacionales, ¿has notado un aumento en la conciencia sostenible en la selección y premiación de películas? 

En los últimos años estamos viendo ese aumento en la conciencia sostenible a la hora de premiar. Existen ya premios como los EMA Awards en EE.UU, los Sustainable Development Goals Lions en Cannes, los Premios Produ en Latinoamérica, la Espiga Verde en Seminci, el Another Way Film Festival en Madrid, el festival FINCA en Argentina o el FICMA en Barcelona. Sería muy interesante verlo reflejado en más festivales y premios de gran prestigio internacional como los Goya, los Oscar o los Globos de Oro.

¿Qué consejos darías a los y las cineastas emergentes que desean incorporar prácticas sostenibles desde el principio de sus carreras?

Les recomendaría que se formaran para tener un mínimo de nociones básicas de sostenibilidad en rodajes, que cuenten con un departamento de sostenibilidad en sus proyectos y que incluyan los criterios sostenibles desde la fase de desarrollo.

¿Existen barreras significativas para la implementación generalizada de prácticas sostenibles en la industria del cine? ¿Cómo se pueden superar? 

Son varios los retos para conseguirlo. Es necesario que se siga formando personal especializado, pues casi no hay cantera de Eco PA [asistentes de producción] y Eco managers. También es importante que los clientes entiendan bien qué es lo que hacemos, que no basta con separar bien los residuos o con reducir el uso de botellas de plástico. Sigue habiendo bastante desconocimiento sobre lo que significa aplicar criterios de sostenibilidad en rodajes y es importante que la sostenibilidad sea un criterio más a la hora de tomar decisiones. Otra barrera sería la falta de disponibilidad de vehículos y generadores de bajas emisiones, todos los sectores han de transformarse y eso lleva tiempo.

Como parte de Fiction Changing the World, ¿cómo crees que las historias pueden ser agentes de cambio para promover la sostenibilidad y la conciencia ambiental?

El cine es un gran generador de empatía y de referentes, nos muestra otras partes del mundo, otras personas y formas de vida. El ser humano siempre ha utilizado los relatos para transmitir información importante en forma de parábolas o cuentos con moralejas, el cine tiene que seguir haciendo eso. La industria audiovisual llega a millones de personas en todo el planeta y hay que aprovechar su potencial sensibilizador para seguir transmitiendo mensajes tan importantes como las metas de la humanidad para no extinguirse y para hacer una llamada a la acción.

Idoia Salazar: «La IA generativa es un nuevo capítulo en la historia de la humanidad»

Idoia Salazar

Periodista de formación e inmersa desde hace más de 15 años en el estudio del impacto de esta nueva tecnología y su ética, la fundadora del observatorio OdiseIA actualmente coordina uno de los proyectos de mayor calado en este ámbito dentro del Gobierno.


En un futuro no muy lejano, cualquier dispositivo podría tener implantado un sistema de Inteligencia Artificial (IA) que requerirá de un sello expedido por el Gobierno que garantice un desarrollo acorde con la legislación europea. Cuando esto ocurra será porque el primer proyecto de sandbox (banco de pruebas) y de dicha certificación, impulsados por la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial (SEDIA), han llegado a buen puerto. Idoia Salazar, fundadora y presidenta del Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial (OdiseIA), coordina este proyecto con la consultora Deloitte.

¿Cuánto puede durar el proyecto de sandbox y sello nacional de IA?

La duración de este proyecto se prolongará hasta finales de 2025. Se está haciendo todo el rodaje del sandbox de regulación en IA (anteriormente ya habíamos hecho el framework, es decir el diseño, también con la SEDIA); además de la creación y desarrollo del sello de IA. El sandbox establece un campo de pruebas en el que empresas y organismos públicos y privados, sobre todo aquellos que desarrollen IA, pueden entrar y testar sus sistemas de alto riesgo para ver si, junto con las herramientas que nosotros les vamos a dar, pueden adecuarse de forma sencilla a la regulación europea. Lo que queremos hacer es ayudar a que las empresas españolas, principalmente pymes y 'startups', sepan entender bien la regulación, cómo les afecta y darles herramientas para cumplirla de manera ágil.

¿Por qué es importante integrar esta tecnología y extender este sello en las empresas?

Creo que es fundamental que todos, principalmente pequeñas empresas que también utilizan sistemas de IA, empiecen a pensar de qué manera les puede afectar y cómo actúan. Una de las ventajas que tiene esta herramienta es su facilidad de uso por startups y pymes y que posibilita a una empresa a hacer grandísimas cosas. Pero aún hay reparos porque piensan que la regulación europea les va a suponer una merma en el desarrollo de su negocio. Sería así si no estuviéramos bastante implicados en el desarrollo de estas guías [se liberarán al acabar el proyecto].

¿Qué papel tiene la IA en el ámbito profesional?

A nivel profesional no es una opción, es una necesidad a todos los niveles. Yo diría que prácticamente cualquier tarea puede ser susceptible de mejorar gracias al uso, en principio, de la IA generativa u otro tipo de sistemas de IA. Pero realmente la IA generativa da opciones enormes en cualquier ámbito, por la posibilidad de democratizar su uso a cualquier persona.

¿Diría que la IA generativa es un nuevo capítulo en la historia de esta tecnología?

Voy un paso más allá: Diría que es un nuevo capítulo en la historia de la humanidad. Obviamente había IA generativa antes de Chat GPT, pero ahora se ha democratizado. Ya iba a suponer una revolución porque es una herramienta básica hoy en día que nos ayuda a optimizar todo tipo de procesos y en un muy corto periodo de tiempo. Esto va a cambiar la manera de afrontar cualquier trabajo, pero más aquellos de gran impacto como la medicina o el desarrollo de fármacos. Va a hacer dar un paso evolutivo importante como humanidad. Pero requiere de un cambio de mentalidad si no queremos tener un problema de adaptabilidad al nuevo entorno que generará la IA: hace falta un cambio estructural en la educación para formar muchísimo más a sociedades que tengan criterio para enfrentarse al mundo que traen las decisiones automatizadas.

¿Hasta qué punto los temores al respecto son infundados y de dónde vienen?

Esos temores son perfectamente normales porque cuando sale una regulación nueva, y más una que afecta a una herramienta que va a ser de uso masivo, preocupa que una regulación limite o ralentice su uso. Sin embargo, yo veo que sí se está haciendo mucho esfuerzo a nivel nacional (sandbox) e internacional, con el desarrollo de software open source específico para cumplir con los requisitos de la regulación, basado en principios éticos internacionales (supervisión humana; transparencia en los datos; comprensión; seguridad). Lo que hay es mucho desconocimiento. Hace falta más divulgación que les diga a las empresas en qué punto se está y qué herramientas van a tener que usar. Cumplir con esta regulación es muy importante porque previene de implicaciones sociales y empresariales negativas. 

Precisamente, ¿de qué manera podría reducir las desigualdades sociales?

Nosotros, como seres humanos, hemos sido muy discriminatorios a lo largo de nuestra historia. Si dejas a un sistema basado en IA que tome las decisiones en base a datos del histórico será un entrenamiento erróneo y amplificará las desigualdades. Cuando hemos aprendido que hay que extraer las variables de sexo, raza o condición social, las decisiones de los algoritmos son incluso más justas que las de las personas. Yo creo que gracias a los sistemas de IA vamos a ser mucho más conscientes de estos sesgos. Y eso nos va a ayudar a mejorar como sociedad.

¿Llega tarde la ética en IA respecto a la evolución en el desarrollo de esta tecnología?

Diría que no. Llevo 15 años estudiando la ética en la IA. E igual que yo, hay bastante gente alrededor del mundo. Ya hay muchas herramientas desarrolladas a nivel de supervisión de temas éticos para cumplir con la regulación. Incluso ya a nivel de buenas prácticas desde las empresas. No solo por temas teóricos, que es por lo que fundé OdiseIA. Hay que seguir trabajando sobre IA generativa.

Cuatro pódcast clave sobre activismo social

El activismo también se hace en los pódcast, un formato que acerca a los oyentes a historias de lucha e injusticia y que nos ayuda a comprender y mejorar nuestra sociedad.


En los últimos años, el pódcast se ha convertido en una de las principales vías de comunicación y difusión de contenido, y no deja de crecer. Según el último informe de la plataforma iVoox, un 36,21% de los 3.600 encuestados afirma escuchar más pódcast que el año pasado, o lo hace con la misma asiduidad que el año anterior (54,05%). Heredero de la radio, sirve para entretener y divulgar, pero también para concienciar: y es que muchos activistas están aprovechando el tirón de este nuevo formato para dar a conocer su trabajo y las diversas causas e injusticias sociales que cada día afectan a millones de personas en el mundo. Así, a golpe de click y desde cualquier lugar podemos aprender y concienciarnos sobre temas como los derechos humanos, la violencia de género o el cambio climático. 

A continuación, presentamos cuatro pódcasts que pueden ayudar a comprender mejor la sociedad en la que vivimos y, por qué no, suponer el primer paso hacia el cambio.

¿Quién dijo miedo? 

Con ocasión del 75 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la organización Amnistía Internacional ha presentado este pódcast en el que se da voz a diversos activistas por los derechos humanos, que cuentan sus historias de vida y lucha. Sus perspectivas nos ayudan a entender muchos de los conflictos activos en el mundo y a obtener información real de primera mano.

 

 

Greenflags 

El pódcast impulsado por la organización ecologista Greenpeace, tiene como presentadora a Andrea Compton que, en cada edición, recibe a una personalidad diferente para charlar sobre temas como el reciclaje, los incendios forestales o la pobreza energética. Así, podremos conocer los problemas a los que se enfrenta nuestro planeta mediante informaciones contrastadas y explicaciones dadas en un tono muy ameno.

 

 

Yonki 

Oihan Iturbide dirige este espacio de entrevistas en el que escucharemos los testimonios de investigadores de las adicciones y también de personas que han padecido adicción a las drogas, al juego, a la pornografía o al trabajo. Las palabras de los entrevistados nos ayudan a comprender mejor un tema que afecta a millones de personas en el mundo y especialmente a personas en situación de vulnerabilidad, y sobre el que aún hoy cunde la desinformación. El propio Iturbide describe así el propósito del pódcast: «conocer para reconocer».

 

Jaula de oro

Este pódcast de la plataforma Podimo cuenta la historia de Gabriela (nombre ficticio), una mujer maltratada de clase alta que se ve envuelta en una trama de corrupción por culpa de su pareja. La narración, construida a partir de las vivencias reales de la víctima, se completa con entrevistas a expertos en violencia de género, presentando así un relato pormenorizado y contextualizado. Uno de los objetivos del pódcast, según sus creadores, es concienciar sobre la violencia de género como un problema que pueden tener todos los tipos de mujeres, también las que gozan de formación y una buena posición social.

 

Estos son solo algunos de los programas que, en formato pódcast, podemos encontrar en Internet para conocer los problemas que asolan el mundo y comenzar nuestro camino hacia una sociedad más justa.

Katia Hueso: «Pensamos que el desarrollo económico y la protección del medio ambiente son antagónicos, y en realidad deberían ir de la mano»

La bióloga y autora de libros como Jugar al aire libre o Educar en la naturaleza aboga por nuevas generaciones que asienten su relación con el entorno natural desde la infancia, pero sobre todo desde el cuidado y la horizontalidad, y no desde el abuso y la jerarquía.


Katia Hueso no concibe la naturaleza y el ser humano en dos planos diferenciados, sino como parte de un mismo sistema. La bióloga y autora de libros como Jugar al aire libre, Educar en la naturaleza o Somos naturaleza aboga por nuevas generaciones que asienten su relación con el entorno natural desde la infancia, pero sobre todo desde el cuidado y la horizontalidad, y no desde el abuso y la jerarquía. Sus valores y convicciones la llevaron hace ya más de 12 años a cofundar Saltamontes, la primera escuela infantil al aire libre en España, y el proyecto Naturaleza Inclusiva, dirigido a familias con niños y niñas con discapacidad. Además, es cofundadora de la Federación Nacional de Educación en la Naturaleza (EdNa) y embajadora del movimiento Children of nature worldwide hand in hand.

¿Qué importancia tiene la conexión con la naturaleza desde pequeños? ¿Qué beneficios nos aporta?

El vínculo con la naturaleza es muy fuerte y al asentarlo en una edad temprana conlleva toda una serie de experiencias significativas que configurarán, en cierto modo, el acervo personal de cada uno. Además, debemos tener en cuenta que este tipo de vivencias no van hacia lo cognitivo, sino hacia lo emocional, convirtiéndose así en recuerdos indelebles.

Esta conexión en la infancia es importante en el sentido de que nos va a vincular en primera persona con algo más grande que nosotros. Nos permitirá conectar de forma tangible con la lluvia, el frío, las flores, los insectos, las plantas, los árboles.

A través de estas experiencias tempranas en el medio natural vamos a desarrollar capacidades como la autonomía, la gestión de riesgos, la tolerancia, la flexibilidad. Son todas habilidades que nos van a ayudar no solo a querer cambiar las cosas, sino a liderar el cambio y a invitar a otras personas a formar parte de él. 

Eres cofundadora de Saltamontes, la primera escuela al aire libre de España, en la que tenéis a niños y niñas de entre 3 y 6 años. ¿Cuáles son los puntos base de este modelo educativo?

Los pilares pedagógicos de Saltamontes son tres: contacto con la naturaleza, estando fuera casi todo el tiempo; el juego al aire libre como herramienta de aprendizaje, siendo este una alternativa más espontánea al currículo oficial, pero con la que se adquieren todas las habilidades que se espera de un niño y niña de 6 años; y las relaciones de respeto porque no solo se trata de jugar en la naturaleza, sino de estar y relacionarse de una determinada manera.

Estas relaciones de respeto contienen tres planos: el respeto hacia uno mismo, es decir, conocer el propio cuerpo, la mente, nuestros gustos, promoviendo así el autocuidado y la prevención de encontrarnos en situaciones peligrosas; el respeto hacia los demás, y con esto me refiero a todo el conjunto de personas que forman parte del proyecto, no hay jerarquías más allá de la que pueda haber en el cuidado entre acompañantes e infantes; y, finalmente, el respeto al entorno, a las plantas, a los animales. Todos estos elementos juntos tienen lógica, funcionan bien, pero si quitamos uno, el edificio se tambalea. 

«A través de experiencias tempranas en el medio natural podemos desarrollar la autonomía, la gestión de riesgos, la tolerancia y la flexibilidad»

¿Con la edad tendemos a desvincularnos cada vez más de la naturaleza?

Se suele decir que en la adolescencia se produce un bajón de interés por la naturaleza, y es un hecho lógico porque es un periodo de transformación y afirmación personal, en el que todo aquello que hay fuera de nosotros pierde importancia. Hay un distanciamiento, pero es una ruptura natural y que no será grave si previamente se han insertado bien las bases. Si es así, al llegar a la edad adulta, muchas veces se vuelve a la naturaleza, pero no desde la nostalgia, sino desde el convencimiento de que ese vínculo es importante y hay que cuidarlo. 

A nivel global, ¿qué relación tiene la sociedad actualmente con la naturaleza?

Creo que, en términos generales, en Occidente tenemos una relación muy vertical respecto a la naturaleza. Existe la necesidad de manejarla. Predomina una visión antropocéntrica que se construye desde arriba, desde la gestión dirigida. Mientras que, en otras culturas y miradas, como las del niño, no existe esa jerarquía, sino que se entiende que el ser humano es parte de la naturaleza. 

Obviamente, existe una relación de uso, ya que para sobrevivir el ser humano necesita de la naturaleza, pero la gran diferencia es cómo tomamos esta relación. En Occidente manejamos el ganado, los cultivos, los recursos, mientras que en otras culturas se trata más bien de una cuestión de cuidado. Se trata de una relación más horizontal en la que se difumina esa distancia entre yo como ser humano y la naturaleza como «otra cosa», cuando lo cierto es que formamos parte de la misma entidad. 

«Al llegar a la edad adulta, muchas veces se vuelve a la naturaleza desde el convencimiento de que ese vínculo es importante y que hay que cuidarlo»

El cambio climático es una problemática de causas antrópicas. ¿Este maltrato hacia el planeta tiene que ver con nuestra desconexión de él y con esta relación jerarquizada que describes? 

Totalmente. Tendemos a pensar que el desarrollo económico y la protección del medio ambiente son antagónicos, y en realidad deberían ir de la mano. 

También, hay que tener en cuenta que vivimos en entornos privilegiados que se aprovechan de los recursos de otras zonas del planeta. Y es en estos territorios, la mayoría en vía de desarrollo y con poca capacidad de respuesta frente a las consecuencias del cambio climático, donde sí se están dando cuenta de que cada vez hay menos suministros naturales. 

El periodista estadounidense Richard Louv menciona en su libro Los últimos niños en el bosque el concepto «déficit de naturaleza», referente al cada vez mayor distanciamiento de la vida al aire libre. A nivel individual, ¿qué consecuencias comporta este déficit?

Para hablar de este distanciamiento, Richard Louv buscó una palabra que llamara la atención, como es el caso de «déficit». Pero con el tiempo se dio cuenta de que había médicos que estaban empezando a ver cómo aquella desvinculación comportaba toda una serie de consecuencias sobre la salud física y psicológica de las personas. 

Hay cada vez más profesionales de la salud que están recetando naturaleza para cubrir las consecuencias del distanciamiento con el entorno natural, como pueden ser la falta de forma física, la obesidad o cualquier enfermedad relacionada con el sedentarismo.

Carmen Pellicer: “En los últimos años, las escuelas han logrado que los niños deseen un futuro colectivo.”

En el mundo de los adultos, los ODS son, cada vez con mayor frecuencia, una asignatura de estudio diario. Pero ¿qué papel juegan en el mundo infantil? 

Los ODS y la Agenda 2030 son un retrato del futuro que queremos conseguir como planeta. Cuando educamos a los más pequeños, hay que dibujarles un futuro deseable, un horizonte ético y ambicioso que dé sentido a la cotidianidad de sus vidas, y en ese horizonte están los ODS. Además, es muy importante no dar una visión derrotista, sino confiar en que se pueden cambiar las cosas. Ahora bien, en el mundo infantil hay que ser crítico y no centrarse exclusivamente en la sensibilización medioambiental. También hay que darle más importancia al entrenamiento de conductas comprometidas y motivaciones éticas.

 

¿Están los niños interesados –de algún modo– en los ODS?

Los niños pueden ser motivados por casi cualquier cosa. O, mejor dicho, los niños están interesados en todo lo que se les propone de forma creativa y estimulante. De todos modos, el interés no es repentino ni duradero, hay que motivar a los alumnos para que mantengan ese entusiasmo y lo conviertan en un trabajo consistente y riguroso. Al fin y al cabo, motivar significa convencer a alguien de que quiere hacer algo que en principio no quería, y luego resulta que se siente bien haciéndolo. En Secundaria, por otro lado, es importante mostrar la insatisfacción ante una vida mediocre y despertar un enojo creativo ante la injusticia, la discriminación o la violencia, y proponer múltiples oportunidades para transformar las cosas. 

 

¿Tienen los niños de ahora una actitud distinta a los niños de hace 50 años?

Sí. Hemos avanzado, a pesar de las dificultades. Hace 40-50 años nos preocupaba mucho más el futuro individual: «¿Qué voy a ser de mayor? ¿Qué voy a estudiar? ¿Qué nota tengo que sacar?» Lo que se respiraba en la cultura escolar era un perfeccionamiento personal. Aquello nos ayudó para superarnos a nosotros mismos, pero al margen de los pros de aquella perspectiva, creo que ahora hemos ganado en conciencia comunitaria. Tenemos más en cuenta lo que queremos y debemos de conseguir como grupo. «O todos nos hundimos o todos nos salvamos», como dicen algunos de mis niños. Creo que en los últimos años muchas escuelas han logrado que los niños deseen un mejor futuro colectivo, y son más conscientes del impacto que tienen nuestras decisiones sobre la vida de los otros. Por el contrario, hay un problema y es que no hemos avanzado en la creación de un modelo eficaz de educación ética, y los niños no conocen, o al menos no practican con asiduidad, las renuncias y los sacrificios personales que conlleva la consecución del bien común.

 

¿Cuál es el principal desafío educativo relacionado con la sostenibilidad para este curso?

El currículum de una escuela, es decir, el tiempo que se dedica a cada materia, es como una caja de quesitos. Para meter dos quesitos nuevos, hay que sacar otros dos. Si lo que queremos es que realmente en las escuelas se vibre con los ODS, que realmente pase a la conciencia colectiva de las futuras generaciones, necesitamos aligerar el currículum de las cosas menos necesarias o que pueden ser sustituidas con el uso de las tecnologías. El «cómo» es la clave. Ahí entran los educadores, que tienen una función fundamental. Ellos deben ayudar a despertar la curiosidad del alumno, pero también exigir un aprendizaje real. En los adolescentes, por ejemplo, en lugar de contarles solo las bondades de los ODS, hay que hacerles sentir algo más, hay que practicar lo que llamo hermenéutica del enojo: hay que hacerles sentir insatisfechos con las decisiones individualistas e insolidarias y dar alternativas realistas pero ambiciosas. Los proyectos de emprendimiento social o de aprendizaje servicio, las experiencias de voluntariado o unas buenas tutorías son ejemplos de oportunidades para trabajar en ese sentido

 

Recientemente, la decisión de Suecia de dejar en suspenso su estrategia de digitalización en la enseñanza ha abierto el debate sobre la integración de estas tecnologías en las aulas. ¿Qué papel debe desempeñar la digitalización en la educación?

Hoy por hoy, no existe un modelo de digitalización en el sistema educativo, no ha habido tiempo de hacerlo. El cambio ha sido tan brutal y tan rápido que vamos a remolque de los avances de la tecnología. Pero no es la primera vez que sucede, en mi época, por ejemplo, estaba el debate sobre el uso de las calculadoras en el aula… Siempre surge una crisis cuando se cuestionan las viejas seguridades. Actualmente, está el debate del uso del móvil: «¿dejo a mis alumnos entrar a clase con ellos o no?» Si les quito el teléfono durante cinco o seis horas, eso no les educa a utilizarlo mejor, sino que los reprime. Cuando suene el timbre y estos niños sean liberados del colegio, lo que harán será ir a buscar su móvil y utilizarlo -probablemente- mal. Por esto, la digitalización no es una asignatura optativa. No hay elección de dejarla fuera, hay que educarles en cómo usarla correctamente. Para ello los docentes necesitamos mucha formación. Por tanto, digitalización sí, es el presente, es el mundo por el que se mueve la gente, pero hay que hacerlo de forma equilibrada, que se compense con la educación integral de cada individuo, que cuide la dimensión ética, emocional, el bienestar físico, la salud mental y con el entrenamiento del pensamiento crítico, creativo y riguroso. 

 

Los ODS abarcan diversas áreas, desde la erradicación de la pobreza hasta la igualdad de género. ¿Cómo puede el sistema educativo promover una educación integral que aborde todas estas áreas de manera efectiva?

El principal problema es que es un sistema tremendamente burocratizado, lleno de requisitos contradictorios, confusos, y en mi opinión poco sensible con los ODS. Creo que es necesario y urgente reducir esa burocracia. Por estas cosas, a veces da la sensación de que los directores y profesores de un colegio no están ahí para diseñar el mejor plan educativo para la escuela, sino para cumplir a rajatabla una lista de requisitos burocráticos de las administraciones. Esa sensación genera un escepticismo generalizado entre los docentes, que no es para nada positivo. Por tanto, hay que reducir la burocracia, apostar por la gobernanza inteligente, por un modelo que respete la autonomía de los centros para diseñar proyectos educativos que respeten la idiosincrasia de cada comunidad de aprendizaje. 

 

¿Y cómo se consigue eso?

Hay distintos planos para enfrentarse a este reto. Hay un plano administrativo, la ley de educación, que en este caso la LOMLOE en su redacción ha hecho una mayor apuesta por los ODS. Pero una vez que la ley pasa a las escuelas, bajamos mucho el listón. En este sentido, hay dos formas de abordar los ODS: una perspectiva en la que se incluyen asignaturas o eventos exclusivamente sobre ODS o una perspectiva transversal, en la que todas las asignaturas incluyen ciertos aspectos de los ODS. El primer caso es el más frecuente, pero yo creo que organizar un Día de la paz o un Día de la sostenibilidad al año no cambia nada, por lo que yo apostaría es por combinar ambas. Hay otro plano donde está el agujero más grande del sistema: la metodología. Las metodologías tradicionales no sirven para entrenar comportamientos que aterricen los ODS en la vida personal de los alumnos. No se puede enseñar (ni se puede aprender) sobre ODS estudiándolos en los libros o viendo videos al respecto. Se trata de que los alumnos entrenen decisiones éticas, y eso es poco común en las escuelas, porque están sobrecargadas por otras prioridades.

 

Precisamente, uno de los objetivos marcados por la ONU persigue el refuerzo de la educación en todos los rincones del planeta. ¿Se puede lograr que todos los estudiantes del país tengan acceso a una educación de calidad?

La educación de calidad es perfectamente posible. Ahora bien, no se puede confundir la escolarización con la educación de calidad. Es verdad que en el último siglo hemos universalizado la escolarización y la hemos extendido dos años más, hasta los 16 (un reto todavía pendiente en muchos países), pero no podemos conformarnos con tener a la población escolarizada. Hay que darles más. Y para alcanzar ese «más» hay que sentarse a pensar, a tomar decisiones, y a tener una política inteligente y generosa y que tome decisiones coherentes y sostenibles. También hay que tener en cuenta que cada escuela tiene una idiosincrasia y posibilidades diferentes, entonces hay que diseñar un proceso a medida, como hacen los sastres con los trajes.

 

¿Qué tipo de decisiones?

Tomando como ejemplo las pruebas de la EVAU. Si en vez de examinarnos solamente de problemas matemáticos y de memorización, incluyéramos una prueba de competencias éticas, probablemente avanzaríamos más rápido. Algo que he visto últimamente en algunas escuelas, especialmente en Estados Unidos, es que tienen una forma diferente de preparar a los alumnos de cara a la educación universitaria. Allí, desde hace algún tiempo, valoran los resultados académicos, pero también el currículum no formal del alumno. O sea, que en muchas universidades de prestigio, el 30% de la «nota» que obtienen en el proceso de aplicación depende de los voluntariados que han hecho, los trabajos que han tenido, los deportes que practican… Los alumnos se involucran y se preocupan por hacer cosas fuera de las aulas. 

 

El mundo parece evolucionar a un ritmo acelerado desde el comienzo de la década. ¿Cómo se imagina la educación en 2030?

Las revoluciones empiezan en las trincheras, no en los despachos. Y las trincheras de la educación son las aulas. El primer paso para el cambio es pensar: «¿Qué puedo cambiar yo en mi clase? ¿Qué podemos hacer este año en nuestra escuela?».  

Suelo decir que un profesor puede cambiar la vida de un niño, y una escuela puede cambiar una comunidad. Pero si queremos cambiar el país hay que cambiar el sistema educativo, y cada uno tiene que trabajar en el plano que le corresponde para lograrlo.

 

Uno de los grandes desafíos de la educación, digamos para 2030, es hacer ese traje a medida, un plan individualizado para cada escuela, y si puede ser, personalizado a cada alumno. Necesitamos descubrir el potencial de cada alumno, fortalecerlo y ayudarle a alcanzar la plenitud de sus posibilidades en todos los aspectos de la vida. Y nuestras aulas están llenas de millones de esos momentos que nos dan la esperanza de que esa visión de una educación excelente es posible.

 

¿Quién ha sido el profesor o profesora que cambió tu vida?

Tengo muy buenos recuerdos de muchos maestros y maestras, desde el colegio, el instituto y la universidad, pero si tengo que elegir a una, fue mi madre. Era maestra en todo lo que hacía, desde los libros hasta la cocina. Llevaba el enseñar en la sangre, y de ella aprendí a no tirar nunca la toalla, con ningún alumno o alumna, ni con nadie que espere ayuda de nosotros.

Climabar: “La crisis climática no es un problema solo para la gente de izquierdas”

Si algo es digno de reconocer en las nuevas generaciones es que saben utilizar todas las herramientas digitales para difundir los mensajes universales más complejos. Una de las medallas que los influencers –en este caso ecoinfluencers– se pueden colgar es la de la divulgación del mensaje científico, especialmente aquel centrado en la crisis climática actual. Un problema que transmiten con un lenguaje menos elitista, técnico o apocalíptico, pero sabiendo comunicar la urgencia medioambiental (una de las grandes luchas de las nuevas generaciones).

España tiene no pocos referentes entre estos perfiles. Dos de ellos son Belén Hinojar, creativa, y Carmen Huidobro, ambientóloga, (ambas nacidas en 1994). Su contenido incluye, entre otros, breves (pero profundos) análisis sobre las propuestas ambientales de cada uno de los partidos que concurrieron a las últimas elecciones generales, información sobre las olas de calor veraniegas y sus efectos en la población o la publicación de cifras sobre las emisiones de los países más contaminantes. Todo, eso sí, con una desazón que cumple un claro propósito: dejar claro que el calentamiento global «no es un tema para un solo sector de la población».

Climabar acerca la complejidad de la crisis medioambiental al lenguaje y a la vida de las generaciones más jóvenes. ¿Cuáles son las ventajas de quitarle ese halo de hipertecnificación a los temas ambientales en la tercera década del siglo XXI? 

La emergencia climática ha llegado a un punto en el que necesita de una actuación urgente. Es una crisis totalmente transversal: es social, económica y ambiental, y nos va a afectar a todos en todos los ámbitos de nuestra vida, no solo a una cúpula de entendidos dentro de la burbuja verde. Por eso mismo, mientras más gente sepa del problema, más evidentes sean las consecuencias y más personas empaticen con este fenómeno, más rango de acción tendremos.

En la lucha contra el cambio climático está cada vez más involucrada la ciudadanía. En ese proceso, la comunicación y las redes son herramientas fundamentales. Además de ser canales de difusión y de concienciación, ¿son también vías para la acción climática?

“Esperamos que las políticas medioambientales en España sean más ambiciosas”

Utilizamos las redes sociales prácticamente todo el rato en nuestro día a día. Un estudio reciente ha revelado que TikTok ha desbancado a Google como buscador entre las generaciones más jóvenes. Sin duda, sí que resultan una herramienta más para la acción climática o para prácticamente cualquier objetivo que se quiera conseguir.

Tenéis más de 42.000 seguidores en Instagram. Sois ya un referente como eco-influencers. ¿Cómo se puede multiplicar (aún más) el impacto de la conciencia medioambiental, y llegar a sectores que aún ignoran (o niegan) la crisis climática mundial?

No creas, no nos consideramos como un referente de nada. Nosotras queríamos aportar algo a la lucha climática y después de mucho probar, trabajar e intentar, hemos encontrado un formato que nos ha funcionado. Pero hay cientos de compañeras y compañeros que aportan a esta causa de otras maneras, y eso es igual de válido que lo nuestro o incluso más. Para nosotras siempre funciona el intentar llegar a nuevos públicos, porque así se multiplica el impacto. Sin embargo, siempre tienes que buscar romper la burbuja hablando de lo que a las personas les preocupa, para que así sean más empáticas con el problema

 Por un lado, sabemos que la industria de la fast-fashion es responsable del 20% de la contaminación y desperdicio del agua a nivel global. Pero, por otro, vemos filas interminables de gente durante las rebajas, por ejemplo. ¿Cómo se puede resolver ese doble discurso, esa doble acción?

Es complicado cambiar a la gente. También, hay que tener en cuenta que hay personas en distintas situaciones económicas. Por ejemplo, si eres una madre de familia y tienes un presupuesto ajustado, lo más económico es ir a comprar a Primark. Nadie debería juzgarte por ello. En todo caso, esa gente debería plantearse por qué eso es tan asequible si no es lo más rentable para el planeta. Lo mejor sería preguntarse cuándo empezó a verse como normal el hecho de que una prenda de ropa cueste dos euros. Por otra parte, la moda rápida está muy a mano y es muy inspiracional porque es algo que necesitamos todos y porque, además, también guarda relación con el estatus. Es una problemática muy compleja; todo el mundo puede hacer pequeños cambios en su vida para ir adquiriendo conciencia poco a poco.

¿Podemos afirmar que el calentamiento global ya es un tema de la cultura popular entre los jóvenes europeos? ¿Qué cambios percibís?

“Hace falta cambiar el enfoque sobre la crisis climática para convencer a los sectores de la población que aún no lo consideran un tema primordial”

Sí que ha habido un mayor impacto en la mentalidad de los jóvenes. Un cambio llamativo es que gran parte de la población adulta y de mayor edad se ha dedicado a repetir a los jóvenes que ellos son los que lidiarán con las consecuencias de la crisis climática, y es verdad en cierto modo, pero nos parece que les quita algo de responsabilidad acerca del problema. Lo cierto es que en este planeta vivimos todos, y las decisiones políticas en relación a la crisis climática que se tomen afectarán igualmente a todas las personas durante los próximos años. Si no somos conscientes de eso, las consecuencias pueden llegar a ser bastante más graves.

En relación a lo anterior, la mayoría de países europeos tiene como prioridad los ODS en sus agendas. Pero en otras regiones del mundo no es así. ¿Cuál es vuestra perspectiva al respecto? ¿Europa quedará como un «oasis ambiental» en medio de un mundo que no tiene como prioridad el calentamiento global?

Afirmar eso es demasiado amplio, habría que mirar individualmente a cada país. Lo que sí es cierto es que necesitamos políticas ambientales mucho más ambiciosas.

Comunicación y política. ¿Cuáles son los riesgos de la «politización» de la crisis medioambiental en los discursos y la comunicación política en España? 

El punto central es que la crisis climática se ve como un problema que solo preocupa a un determinado sector de la población. En pocas palabras, se está abordando como un problema verde, de gente de izquierdas o hippies, pero no es así: se trata de un fenómeno que afecta a todos.

«Las emisiones como el perreo, hasta el suelo» es vuestro lema. ¿En España vamos por buen camino hacia los objetivos Net-Zero? ¿Cuáles son los retos pendientes?

Responder a eso ahora mismo es complicado al no haberse formado aún gobierno. Lo que sí esperamos es que las políticas medioambientales sean más ambiciosas.

Laia Ribas: “Un asentamiento en Marte sería absolutamente sostenible; eso nos enseña lo mal que lo hacemos en la Tierra”

¿Cómo sería la vida para los humanos si pudiéramos habitar en otro planeta? La respuesta es, sin duda, compleja, pero hay algo incuestionable:  sería absolutamente sostenible y circular.

Al margen de los trajes espaciales y de los vehículos futuristas que pudieran formar la estampa de un asentamiento en otro planeta, si algo sabemos es que el aprovechamiento máximo de los recursos sería la norma en un modus vivendi semejante: vivir con la mitad (o menos) del agua que utilizamos diariamente, consumir a diario las frutas y verduras de un huerto propio, regadas con agua reciclada, comer pescado criado el patio trasero de la propia vivienda… Todo eso es posible, y sin hacer grandes sacrificios. Lo sabemos gracias a las conclusiones de las nueve científicas catalanas que participaron en el proyecto Hypathia 1, un simulador que recreó las condiciones de Marte en el desierto de Utah (Estados Unidos).

Una de ellas, Laia Ribas (Tarrasa, 1979), bióloga especializada en acuicultura e investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar, cuenta cómo ha sido la experiencia de ‘vivir en Marte’ con un modo de vida cien por ciento sostenible durante 15 días. Pero no solo eso, sino que además comparte su opinión sobre la importancia del empoderamiento de las mujeres en la ciencia. Para ella, supone combatir a los fenómenos sociales que impiden a muchas jóvenes desarrollarse exitosamente en carreras STEAM.

 

¿Cuál es la exactitud de las condiciones de la vida en Marte que recrea el proyecto Hypathia 1?

Con este proyecto hemos intentado simular esas condiciones al máximo. Por ejemplo, teníamos restricciones de comida, muchos alimentos eran deshidratados, como la típica comida para los astronautas en el espacio.

Lo único fresco que comíamos era lo del invernadero, del cual yo estaba a cargo. Me refiero a medio tomate cherry por día en promedio, y no a diario. En total, durante los 15 días, comimos tan solo tres pepinos y un poco de lechugas. Yo les decía a mis compañeras “oye, tú come, que no tenemos nada más fresco, no te quejes de las lechugas” (risas).

También teníamos limitaciones de internet. Sin embargo, por las noches trabajamos mucho haciendo los récords, es decir, hacíamos el recuento de cuánta agua necesitamos para regar las plantas, repasamos lo que había pasado durante el día en el invernadero, reportamos los niveles generales de agua, etcétera.

 

De modo que, realmente, era como estar en el planeta rojo. 

Las condiciones eran como las de Marte. Teníamos que pedir permiso para salir fuera. Incluso, un día que lo pedimos, desde ‘la Tierra’ nos dijeron que no era posible. Y todo eso lo teníamos que planear con un día de antelación.

“Queremos que cada vez más niñas crean que pueden formar parte de investigaciones de esta naturaleza, y que no escuchen a las presiones sociales que les impiden lograrlo”

Hago especial hincapié en el tema del agua, porque solo teníamos 2.000 litros y tuvimos que limitar su consumo muchísimo. Al final, lo hicimos muy bien, porque fuimos muy restrictivas. Tan solo utilizamos 12 litros por persona (para beber, aseo, limpieza general…). En pocas palabras, únicamente gastamos la mitad del tanque que teníamos. Con ello demostramos que se puede vivir con mucha menos agua, y que se puede solucionar el tema del desperdicio.

También recalco en que lo que vivimos fue lo más parecido a la realidad, porque utilizábamos el traje de astronauta, que pesa 10 o 12 kilos, y es muy cansado llevarlo, además de que hacía muchísimo calor allí.

 

¿De qué manera estudiar cómo podría ser la vida en Marte nos ayudaría a ser más sostenibles en la Tierra? 

Nos ayudaría al cien por cien.  Yo empecé a trabajar con este proyecto hace tres años. No me refiero solo a Hypatia 1, sino a estudiar cómo podríamos hacer la vida más sostenible en Marte. Entonces, me invitaron al proyecto NÜWA (que es el nombre de una diosa china, asociada al nacimiento de la vida) cuyo objetivo era diseñar una ciudad para un millón de habitantes en ese planeta.

Soy bióloga, y hace más de 20 años que me dedico a la acuicultura, y mi participación en esto fue formar parte de la comisión encargada de controlar la comida y los bienes para ese millón de seres humanos (en especial, la cría de peces en condiciones de otros planetas). Gracias a eso, nos dimos cuenta de que pensar en un asentamiento en Marte, o en la Luna, donde los recursos son muy limitados, requiere que todo deba ser ideado para ser reciclado, reutilizado, y muy bien estudiado, porque no puedes tirar nada. Me refiero a que la forma de vida tiene que ser circular en todo sentido, donde una cosa alimente a otra.

Haciendo estos ejercicios de sostenibilidad nos damos cuenta de lo mal que lo hacemos en la Tierra. Y, sobre todo, de la urgente necesidad de crear sistemas que sean más de aprovechamiento y circulares. Por mencionar un ejemplo, en algunos hoteles de Barcelona, hay datos que indican que una persona puede llegar a utilizar hasta 300 litros de agua, y nosotras, durante esos 15 días, sobrevivimos con muchísimo menos.

 

¿Cómo ha sido la experiencia de ‘vivir en Marte’ durante dos semanas? 

La experiencia ha sido brutal. Nos ha ido extremadamente bien.  Debo mencionar que, durante el experimento, no estuvimos juntas las nueve científicas. Durante estos dos años hemos trabajado online, porque unas estábamos en Barcelona, otra en Francia, y otras en Estados Unidos. Pero el trabajo ha sido maravilloso, muy cansado, pero hemos ‘regresado’ muy contentas.

“Hemos demostrado que se puede vivir con mucha menos agua, y que se puede solucionar el tema del desperdicio”

Insisto, fueron las limitaciones y la recreación de las condiciones de allí lo que nos hizo sentir en ‘Marte’. Retomo el tema del agua porque una experiencia así despierta la sensibilidad por su uso y cuidado. Por ejemplo, reciclábamos la orina. Neus, nuestra compañera, creó unas baterías que se recargaban con ese residuo nuestro, nos proporcionaban luz led con las que pudimos hacer crecer unas semillas que yo aporté, y la verdad es que crecieron muy bien.

Sobre el número de horas en la estación, pues sí que ha sido cansado, además de que tuvimos que regar las plantas del invernadero tres veces al día. También hicimos salidas extravehiculares, y además nos ayudábamos entre todas a vestirnos y desvestirnos. Dormimos pocas horas, pero todo resultó excelente.

La leche la diluimos al máximo y no comimos nada de yogur, y el alcohol estaba prohibido. Sin embargo, vivimos muy bien.

 

La posibilidad de la vida en otros planetas sigue siendo un tema muy desconocido para mucha gente. ¿Cómo podrían ser los primeros asentamientos humanos en, por ejemplo, el planeta rojo? 

Los primeros asentamientos los imaginamos muy sencillos.  Tendrían que estar excavados en los cañones, entre las grandes grietas. Y tendrían que estar muy bien protegidos, debido a las hostiles condiciones de Marte. Sin embargo, pese a la sencillez, los imagino cada vez más complejos, y, por supuesto, absolutamente sostenibles y basados en sistemas de reciclaje y circularidad.

 

Científicos y expertos en el origen de la vida, como el biólogo Antonio Lazcano, han sostenido que la vida en otros planetas no es posible, pese a la existencia de agua o de elementos orgánicos. “Son elementos necesarios para la vida, pero no suficientes”, han dicho. ¿Podríamos los humanos ser ‘la chispa de la vida’ en otros planetas? 

Bueno, yo no puedo contestar a si hay vida o no en otros planetas. Esa es una de las grandes preguntas que se ha hecho la humanidad desde siempre. Si nosotros hacemos un asentamiento en otro planeta, ¿eso se podría considerar la chispa de la vida? (risas).

Al respecto, con un proyecto relacionado a Hypathia 1 hemos intentado responder a esa pregunta analizando algunas arenas de Marte. Pero no solo se trata de saber si hay vida o no, también queremos conocer qué tipo de vida existe. Y es que, al final, como bien dice Antonio Lazcano, no por encontrar agua significa que ya exista vida compleja en algún planeta. Por otra parte, siento que se trata de una cuestión filosófica. Me refiero a realmente responder a “¿qué es la vida?”. Y eso es, precisamente, lo que vamos a buscar. Estamos investigando si hay ADN en los compuestos encontrados, aunque durante la búsqueda nos encontremos con otros tipos de vida que no conocemos y que no están basados en el genoma.

 

Son nueve científicas las que han participado en este proyecto. ¿Cómo cambia esto la narrativa en cuanto a las referencias en la investigación en España (y en el mundo)? ¿Qué estereotipos intenta romper, sobre todo para las carreras STEAM?

Espero que rompa muchos estereotipos. Eso es también parte de nuestro objetivo. Queremos romper las estadísticas que muestran que solo el 20% de las mujeres estudian carreras STEAM. De hecho, sólo 7% de quienes han estado en el espacio son mujeres.

El proyecto Hypathia 1 promueve las carreras científicas, y lo cierto es que queremos que haya muchas más ediciones. Queremos que cada vez más niñas crean que pueden formar parte de investigaciones de esta naturaleza, y que no escuchen a las presiones sociales que les impiden lograrlo.

Pero no solo eso, sino que también queremos dirigirnos a las científicas, para que rompan la idea de que no pueden empoderarse. A mí, por ejemplo, me ha ayudado muchísimo para empoderarme y para seguir mi carrera hacia delante.

Este tipo de proyectos hacen ciencia muy pionera, y eso es bueno porque permiten más espacios para la investigación. Ejemplo de ello es lo que hago yo con la acuicultura, criando peces en condiciones de otros planetas.  Queremos, sobre todo, romper el efecto tijera, ese que muestra que muchas mujeres comienzan una carrera científica, pero más tarde muchas la han abandonado. Queremos ver más mujeres en puestos directivos y en postdoctorados.