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Katia Hueso: «Pensamos que el desarrollo económico y la protección del medio ambiente son antagónicos, y en realidad deberían ir de la mano»

La bióloga y autora de libros como Jugar al aire libre o Educar en la naturaleza aboga por nuevas generaciones que asienten su relación con el entorno natural desde la infancia, pero sobre todo desde el cuidado y la horizontalidad, y no desde el abuso y la jerarquía.


Katia Hueso no concibe la naturaleza y el ser humano en dos planos diferenciados, sino como parte de un mismo sistema. La bióloga y autora de libros como Jugar al aire libre, Educar en la naturaleza o Somos naturaleza aboga por nuevas generaciones que asienten su relación con el entorno natural desde la infancia, pero sobre todo desde el cuidado y la horizontalidad, y no desde el abuso y la jerarquía. Sus valores y convicciones la llevaron hace ya más de 12 años a cofundar Saltamontes, la primera escuela infantil al aire libre en España, y el proyecto Naturaleza Inclusiva, dirigido a familias con niños y niñas con discapacidad. Además, es cofundadora de la Federación Nacional de Educación en la Naturaleza (EdNa) y embajadora del movimiento Children of nature worldwide hand in hand.

¿Qué importancia tiene la conexión con la naturaleza desde pequeños? ¿Qué beneficios nos aporta?

El vínculo con la naturaleza es muy fuerte y al asentarlo en una edad temprana conlleva toda una serie de experiencias significativas que configurarán, en cierto modo, el acervo personal de cada uno. Además, debemos tener en cuenta que este tipo de vivencias no van hacia lo cognitivo, sino hacia lo emocional, convirtiéndose así en recuerdos indelebles.

Esta conexión en la infancia es importante en el sentido de que nos va a vincular en primera persona con algo más grande que nosotros. Nos permitirá conectar de forma tangible con la lluvia, el frío, las flores, los insectos, las plantas, los árboles.

A través de estas experiencias tempranas en el medio natural vamos a desarrollar capacidades como la autonomía, la gestión de riesgos, la tolerancia, la flexibilidad. Son todas habilidades que nos van a ayudar no solo a querer cambiar las cosas, sino a liderar el cambio y a invitar a otras personas a formar parte de él. 

Eres cofundadora de Saltamontes, la primera escuela al aire libre de España, en la que tenéis a niños y niñas de entre 3 y 6 años. ¿Cuáles son los puntos base de este modelo educativo?

Los pilares pedagógicos de Saltamontes son tres: contacto con la naturaleza, estando fuera casi todo el tiempo; el juego al aire libre como herramienta de aprendizaje, siendo este una alternativa más espontánea al currículo oficial, pero con la que se adquieren todas las habilidades que se espera de un niño y niña de 6 años; y las relaciones de respeto porque no solo se trata de jugar en la naturaleza, sino de estar y relacionarse de una determinada manera.

Estas relaciones de respeto contienen tres planos: el respeto hacia uno mismo, es decir, conocer el propio cuerpo, la mente, nuestros gustos, promoviendo así el autocuidado y la prevención de encontrarnos en situaciones peligrosas; el respeto hacia los demás, y con esto me refiero a todo el conjunto de personas que forman parte del proyecto, no hay jerarquías más allá de la que pueda haber en el cuidado entre acompañantes e infantes; y, finalmente, el respeto al entorno, a las plantas, a los animales. Todos estos elementos juntos tienen lógica, funcionan bien, pero si quitamos uno, el edificio se tambalea. 

«A través de experiencias tempranas en el medio natural podemos desarrollar la autonomía, la gestión de riesgos, la tolerancia y la flexibilidad»

¿Con la edad tendemos a desvincularnos cada vez más de la naturaleza?

Se suele decir que en la adolescencia se produce un bajón de interés por la naturaleza, y es un hecho lógico porque es un periodo de transformación y afirmación personal, en el que todo aquello que hay fuera de nosotros pierde importancia. Hay un distanciamiento, pero es una ruptura natural y que no será grave si previamente se han insertado bien las bases. Si es así, al llegar a la edad adulta, muchas veces se vuelve a la naturaleza, pero no desde la nostalgia, sino desde el convencimiento de que ese vínculo es importante y hay que cuidarlo. 

A nivel global, ¿qué relación tiene la sociedad actualmente con la naturaleza?

Creo que, en términos generales, en Occidente tenemos una relación muy vertical respecto a la naturaleza. Existe la necesidad de manejarla. Predomina una visión antropocéntrica que se construye desde arriba, desde la gestión dirigida. Mientras que, en otras culturas y miradas, como las del niño, no existe esa jerarquía, sino que se entiende que el ser humano es parte de la naturaleza. 

Obviamente, existe una relación de uso, ya que para sobrevivir el ser humano necesita de la naturaleza, pero la gran diferencia es cómo tomamos esta relación. En Occidente manejamos el ganado, los cultivos, los recursos, mientras que en otras culturas se trata más bien de una cuestión de cuidado. Se trata de una relación más horizontal en la que se difumina esa distancia entre yo como ser humano y la naturaleza como «otra cosa», cuando lo cierto es que formamos parte de la misma entidad. 

«Al llegar a la edad adulta, muchas veces se vuelve a la naturaleza desde el convencimiento de que ese vínculo es importante y que hay que cuidarlo»

El cambio climático es una problemática de causas antrópicas. ¿Este maltrato hacia el planeta tiene que ver con nuestra desconexión de él y con esta relación jerarquizada que describes? 

Totalmente. Tendemos a pensar que el desarrollo económico y la protección del medio ambiente son antagónicos, y en realidad deberían ir de la mano. 

También, hay que tener en cuenta que vivimos en entornos privilegiados que se aprovechan de los recursos de otras zonas del planeta. Y es en estos territorios, la mayoría en vía de desarrollo y con poca capacidad de respuesta frente a las consecuencias del cambio climático, donde sí se están dando cuenta de que cada vez hay menos suministros naturales. 

El periodista estadounidense Richard Louv menciona en su libro Los últimos niños en el bosque el concepto «déficit de naturaleza», referente al cada vez mayor distanciamiento de la vida al aire libre. A nivel individual, ¿qué consecuencias comporta este déficit?

Para hablar de este distanciamiento, Richard Louv buscó una palabra que llamara la atención, como es el caso de «déficit». Pero con el tiempo se dio cuenta de que había médicos que estaban empezando a ver cómo aquella desvinculación comportaba toda una serie de consecuencias sobre la salud física y psicológica de las personas. 

Hay cada vez más profesionales de la salud que están recetando naturaleza para cubrir las consecuencias del distanciamiento con el entorno natural, como pueden ser la falta de forma física, la obesidad o cualquier enfermedad relacionada con el sedentarismo.

Carmen Pellicer: “En los últimos años, las escuelas han logrado que los niños deseen un futuro colectivo.”

En el mundo de los adultos, los ODS son, cada vez con mayor frecuencia, una asignatura de estudio diario. Pero ¿qué papel juegan en el mundo infantil? 

Los ODS y la Agenda 2030 son un retrato del futuro que queremos conseguir como planeta. Cuando educamos a los más pequeños, hay que dibujarles un futuro deseable, un horizonte ético y ambicioso que dé sentido a la cotidianidad de sus vidas, y en ese horizonte están los ODS. Además, es muy importante no dar una visión derrotista, sino confiar en que se pueden cambiar las cosas. Ahora bien, en el mundo infantil hay que ser crítico y no centrarse exclusivamente en la sensibilización medioambiental. También hay que darle más importancia al entrenamiento de conductas comprometidas y motivaciones éticas.

 

¿Están los niños interesados –de algún modo– en los ODS?

Los niños pueden ser motivados por casi cualquier cosa. O, mejor dicho, los niños están interesados en todo lo que se les propone de forma creativa y estimulante. De todos modos, el interés no es repentino ni duradero, hay que motivar a los alumnos para que mantengan ese entusiasmo y lo conviertan en un trabajo consistente y riguroso. Al fin y al cabo, motivar significa convencer a alguien de que quiere hacer algo que en principio no quería, y luego resulta que se siente bien haciéndolo. En Secundaria, por otro lado, es importante mostrar la insatisfacción ante una vida mediocre y despertar un enojo creativo ante la injusticia, la discriminación o la violencia, y proponer múltiples oportunidades para transformar las cosas. 

 

¿Tienen los niños de ahora una actitud distinta a los niños de hace 50 años?

Sí. Hemos avanzado, a pesar de las dificultades. Hace 40-50 años nos preocupaba mucho más el futuro individual: «¿Qué voy a ser de mayor? ¿Qué voy a estudiar? ¿Qué nota tengo que sacar?» Lo que se respiraba en la cultura escolar era un perfeccionamiento personal. Aquello nos ayudó para superarnos a nosotros mismos, pero al margen de los pros de aquella perspectiva, creo que ahora hemos ganado en conciencia comunitaria. Tenemos más en cuenta lo que queremos y debemos de conseguir como grupo. «O todos nos hundimos o todos nos salvamos», como dicen algunos de mis niños. Creo que en los últimos años muchas escuelas han logrado que los niños deseen un mejor futuro colectivo, y son más conscientes del impacto que tienen nuestras decisiones sobre la vida de los otros. Por el contrario, hay un problema y es que no hemos avanzado en la creación de un modelo eficaz de educación ética, y los niños no conocen, o al menos no practican con asiduidad, las renuncias y los sacrificios personales que conlleva la consecución del bien común.

 

¿Cuál es el principal desafío educativo relacionado con la sostenibilidad para este curso?

El currículum de una escuela, es decir, el tiempo que se dedica a cada materia, es como una caja de quesitos. Para meter dos quesitos nuevos, hay que sacar otros dos. Si lo que queremos es que realmente en las escuelas se vibre con los ODS, que realmente pase a la conciencia colectiva de las futuras generaciones, necesitamos aligerar el currículum de las cosas menos necesarias o que pueden ser sustituidas con el uso de las tecnologías. El «cómo» es la clave. Ahí entran los educadores, que tienen una función fundamental. Ellos deben ayudar a despertar la curiosidad del alumno, pero también exigir un aprendizaje real. En los adolescentes, por ejemplo, en lugar de contarles solo las bondades de los ODS, hay que hacerles sentir algo más, hay que practicar lo que llamo hermenéutica del enojo: hay que hacerles sentir insatisfechos con las decisiones individualistas e insolidarias y dar alternativas realistas pero ambiciosas. Los proyectos de emprendimiento social o de aprendizaje servicio, las experiencias de voluntariado o unas buenas tutorías son ejemplos de oportunidades para trabajar en ese sentido

 

Recientemente, la decisión de Suecia de dejar en suspenso su estrategia de digitalización en la enseñanza ha abierto el debate sobre la integración de estas tecnologías en las aulas. ¿Qué papel debe desempeñar la digitalización en la educación?

Hoy por hoy, no existe un modelo de digitalización en el sistema educativo, no ha habido tiempo de hacerlo. El cambio ha sido tan brutal y tan rápido que vamos a remolque de los avances de la tecnología. Pero no es la primera vez que sucede, en mi época, por ejemplo, estaba el debate sobre el uso de las calculadoras en el aula… Siempre surge una crisis cuando se cuestionan las viejas seguridades. Actualmente, está el debate del uso del móvil: «¿dejo a mis alumnos entrar a clase con ellos o no?» Si les quito el teléfono durante cinco o seis horas, eso no les educa a utilizarlo mejor, sino que los reprime. Cuando suene el timbre y estos niños sean liberados del colegio, lo que harán será ir a buscar su móvil y utilizarlo -probablemente- mal. Por esto, la digitalización no es una asignatura optativa. No hay elección de dejarla fuera, hay que educarles en cómo usarla correctamente. Para ello los docentes necesitamos mucha formación. Por tanto, digitalización sí, es el presente, es el mundo por el que se mueve la gente, pero hay que hacerlo de forma equilibrada, que se compense con la educación integral de cada individuo, que cuide la dimensión ética, emocional, el bienestar físico, la salud mental y con el entrenamiento del pensamiento crítico, creativo y riguroso. 

 

Los ODS abarcan diversas áreas, desde la erradicación de la pobreza hasta la igualdad de género. ¿Cómo puede el sistema educativo promover una educación integral que aborde todas estas áreas de manera efectiva?

El principal problema es que es un sistema tremendamente burocratizado, lleno de requisitos contradictorios, confusos, y en mi opinión poco sensible con los ODS. Creo que es necesario y urgente reducir esa burocracia. Por estas cosas, a veces da la sensación de que los directores y profesores de un colegio no están ahí para diseñar el mejor plan educativo para la escuela, sino para cumplir a rajatabla una lista de requisitos burocráticos de las administraciones. Esa sensación genera un escepticismo generalizado entre los docentes, que no es para nada positivo. Por tanto, hay que reducir la burocracia, apostar por la gobernanza inteligente, por un modelo que respete la autonomía de los centros para diseñar proyectos educativos que respeten la idiosincrasia de cada comunidad de aprendizaje. 

 

¿Y cómo se consigue eso?

Hay distintos planos para enfrentarse a este reto. Hay un plano administrativo, la ley de educación, que en este caso la LOMLOE en su redacción ha hecho una mayor apuesta por los ODS. Pero una vez que la ley pasa a las escuelas, bajamos mucho el listón. En este sentido, hay dos formas de abordar los ODS: una perspectiva en la que se incluyen asignaturas o eventos exclusivamente sobre ODS o una perspectiva transversal, en la que todas las asignaturas incluyen ciertos aspectos de los ODS. El primer caso es el más frecuente, pero yo creo que organizar un Día de la paz o un Día de la sostenibilidad al año no cambia nada, por lo que yo apostaría es por combinar ambas. Hay otro plano donde está el agujero más grande del sistema: la metodología. Las metodologías tradicionales no sirven para entrenar comportamientos que aterricen los ODS en la vida personal de los alumnos. No se puede enseñar (ni se puede aprender) sobre ODS estudiándolos en los libros o viendo videos al respecto. Se trata de que los alumnos entrenen decisiones éticas, y eso es poco común en las escuelas, porque están sobrecargadas por otras prioridades.

 

Precisamente, uno de los objetivos marcados por la ONU persigue el refuerzo de la educación en todos los rincones del planeta. ¿Se puede lograr que todos los estudiantes del país tengan acceso a una educación de calidad?

La educación de calidad es perfectamente posible. Ahora bien, no se puede confundir la escolarización con la educación de calidad. Es verdad que en el último siglo hemos universalizado la escolarización y la hemos extendido dos años más, hasta los 16 (un reto todavía pendiente en muchos países), pero no podemos conformarnos con tener a la población escolarizada. Hay que darles más. Y para alcanzar ese «más» hay que sentarse a pensar, a tomar decisiones, y a tener una política inteligente y generosa y que tome decisiones coherentes y sostenibles. También hay que tener en cuenta que cada escuela tiene una idiosincrasia y posibilidades diferentes, entonces hay que diseñar un proceso a medida, como hacen los sastres con los trajes.

 

¿Qué tipo de decisiones?

Tomando como ejemplo las pruebas de la EVAU. Si en vez de examinarnos solamente de problemas matemáticos y de memorización, incluyéramos una prueba de competencias éticas, probablemente avanzaríamos más rápido. Algo que he visto últimamente en algunas escuelas, especialmente en Estados Unidos, es que tienen una forma diferente de preparar a los alumnos de cara a la educación universitaria. Allí, desde hace algún tiempo, valoran los resultados académicos, pero también el currículum no formal del alumno. O sea, que en muchas universidades de prestigio, el 30% de la «nota» que obtienen en el proceso de aplicación depende de los voluntariados que han hecho, los trabajos que han tenido, los deportes que practican… Los alumnos se involucran y se preocupan por hacer cosas fuera de las aulas. 

 

El mundo parece evolucionar a un ritmo acelerado desde el comienzo de la década. ¿Cómo se imagina la educación en 2030?

Las revoluciones empiezan en las trincheras, no en los despachos. Y las trincheras de la educación son las aulas. El primer paso para el cambio es pensar: «¿Qué puedo cambiar yo en mi clase? ¿Qué podemos hacer este año en nuestra escuela?».  

Suelo decir que un profesor puede cambiar la vida de un niño, y una escuela puede cambiar una comunidad. Pero si queremos cambiar el país hay que cambiar el sistema educativo, y cada uno tiene que trabajar en el plano que le corresponde para lograrlo.

 

Uno de los grandes desafíos de la educación, digamos para 2030, es hacer ese traje a medida, un plan individualizado para cada escuela, y si puede ser, personalizado a cada alumno. Necesitamos descubrir el potencial de cada alumno, fortalecerlo y ayudarle a alcanzar la plenitud de sus posibilidades en todos los aspectos de la vida. Y nuestras aulas están llenas de millones de esos momentos que nos dan la esperanza de que esa visión de una educación excelente es posible.

 

¿Quién ha sido el profesor o profesora que cambió tu vida?

Tengo muy buenos recuerdos de muchos maestros y maestras, desde el colegio, el instituto y la universidad, pero si tengo que elegir a una, fue mi madre. Era maestra en todo lo que hacía, desde los libros hasta la cocina. Llevaba el enseñar en la sangre, y de ella aprendí a no tirar nunca la toalla, con ningún alumno o alumna, ni con nadie que espere ayuda de nosotros.

Climabar: “La crisis climática no es un problema solo para la gente de izquierdas”

Si algo es digno de reconocer en las nuevas generaciones es que saben utilizar todas las herramientas digitales para difundir los mensajes universales más complejos. Una de las medallas que los influencers –en este caso ecoinfluencers– se pueden colgar es la de la divulgación del mensaje científico, especialmente aquel centrado en la crisis climática actual. Un problema que transmiten con un lenguaje menos elitista, técnico o apocalíptico, pero sabiendo comunicar la urgencia medioambiental (una de las grandes luchas de las nuevas generaciones).

España tiene no pocos referentes entre estos perfiles. Dos de ellos son Belén Hinojar, creativa, y Carmen Huidobro, ambientóloga, (ambas nacidas en 1994). Su contenido incluye, entre otros, breves (pero profundos) análisis sobre las propuestas ambientales de cada uno de los partidos que concurrieron a las últimas elecciones generales, información sobre las olas de calor veraniegas y sus efectos en la población o la publicación de cifras sobre las emisiones de los países más contaminantes. Todo, eso sí, con una desazón que cumple un claro propósito: dejar claro que el calentamiento global «no es un tema para un solo sector de la población».

Climabar acerca la complejidad de la crisis medioambiental al lenguaje y a la vida de las generaciones más jóvenes. ¿Cuáles son las ventajas de quitarle ese halo de hipertecnificación a los temas ambientales en la tercera década del siglo XXI? 

La emergencia climática ha llegado a un punto en el que necesita de una actuación urgente. Es una crisis totalmente transversal: es social, económica y ambiental, y nos va a afectar a todos en todos los ámbitos de nuestra vida, no solo a una cúpula de entendidos dentro de la burbuja verde. Por eso mismo, mientras más gente sepa del problema, más evidentes sean las consecuencias y más personas empaticen con este fenómeno, más rango de acción tendremos.

En la lucha contra el cambio climático está cada vez más involucrada la ciudadanía. En ese proceso, la comunicación y las redes son herramientas fundamentales. Además de ser canales de difusión y de concienciación, ¿son también vías para la acción climática?

“Esperamos que las políticas medioambientales en España sean más ambiciosas”

Utilizamos las redes sociales prácticamente todo el rato en nuestro día a día. Un estudio reciente ha revelado que TikTok ha desbancado a Google como buscador entre las generaciones más jóvenes. Sin duda, sí que resultan una herramienta más para la acción climática o para prácticamente cualquier objetivo que se quiera conseguir.

Tenéis más de 42.000 seguidores en Instagram. Sois ya un referente como eco-influencers. ¿Cómo se puede multiplicar (aún más) el impacto de la conciencia medioambiental, y llegar a sectores que aún ignoran (o niegan) la crisis climática mundial?

No creas, no nos consideramos como un referente de nada. Nosotras queríamos aportar algo a la lucha climática y después de mucho probar, trabajar e intentar, hemos encontrado un formato que nos ha funcionado. Pero hay cientos de compañeras y compañeros que aportan a esta causa de otras maneras, y eso es igual de válido que lo nuestro o incluso más. Para nosotras siempre funciona el intentar llegar a nuevos públicos, porque así se multiplica el impacto. Sin embargo, siempre tienes que buscar romper la burbuja hablando de lo que a las personas les preocupa, para que así sean más empáticas con el problema

 Por un lado, sabemos que la industria de la fast-fashion es responsable del 20% de la contaminación y desperdicio del agua a nivel global. Pero, por otro, vemos filas interminables de gente durante las rebajas, por ejemplo. ¿Cómo se puede resolver ese doble discurso, esa doble acción?

Es complicado cambiar a la gente. También, hay que tener en cuenta que hay personas en distintas situaciones económicas. Por ejemplo, si eres una madre de familia y tienes un presupuesto ajustado, lo más económico es ir a comprar a Primark. Nadie debería juzgarte por ello. En todo caso, esa gente debería plantearse por qué eso es tan asequible si no es lo más rentable para el planeta. Lo mejor sería preguntarse cuándo empezó a verse como normal el hecho de que una prenda de ropa cueste dos euros. Por otra parte, la moda rápida está muy a mano y es muy inspiracional porque es algo que necesitamos todos y porque, además, también guarda relación con el estatus. Es una problemática muy compleja; todo el mundo puede hacer pequeños cambios en su vida para ir adquiriendo conciencia poco a poco.

¿Podemos afirmar que el calentamiento global ya es un tema de la cultura popular entre los jóvenes europeos? ¿Qué cambios percibís?

“Hace falta cambiar el enfoque sobre la crisis climática para convencer a los sectores de la población que aún no lo consideran un tema primordial”

Sí que ha habido un mayor impacto en la mentalidad de los jóvenes. Un cambio llamativo es que gran parte de la población adulta y de mayor edad se ha dedicado a repetir a los jóvenes que ellos son los que lidiarán con las consecuencias de la crisis climática, y es verdad en cierto modo, pero nos parece que les quita algo de responsabilidad acerca del problema. Lo cierto es que en este planeta vivimos todos, y las decisiones políticas en relación a la crisis climática que se tomen afectarán igualmente a todas las personas durante los próximos años. Si no somos conscientes de eso, las consecuencias pueden llegar a ser bastante más graves.

En relación a lo anterior, la mayoría de países europeos tiene como prioridad los ODS en sus agendas. Pero en otras regiones del mundo no es así. ¿Cuál es vuestra perspectiva al respecto? ¿Europa quedará como un «oasis ambiental» en medio de un mundo que no tiene como prioridad el calentamiento global?

Afirmar eso es demasiado amplio, habría que mirar individualmente a cada país. Lo que sí es cierto es que necesitamos políticas ambientales mucho más ambiciosas.

Comunicación y política. ¿Cuáles son los riesgos de la «politización» de la crisis medioambiental en los discursos y la comunicación política en España? 

El punto central es que la crisis climática se ve como un problema que solo preocupa a un determinado sector de la población. En pocas palabras, se está abordando como un problema verde, de gente de izquierdas o hippies, pero no es así: se trata de un fenómeno que afecta a todos.

«Las emisiones como el perreo, hasta el suelo» es vuestro lema. ¿En España vamos por buen camino hacia los objetivos Net-Zero? ¿Cuáles son los retos pendientes?

Responder a eso ahora mismo es complicado al no haberse formado aún gobierno. Lo que sí esperamos es que las políticas medioambientales sean más ambiciosas.

Laia Ribas: “Un asentamiento en Marte sería absolutamente sostenible; eso nos enseña lo mal que lo hacemos en la Tierra”

¿Cómo sería la vida para los humanos si pudiéramos habitar en otro planeta? La respuesta es, sin duda, compleja, pero hay algo incuestionable:  sería absolutamente sostenible y circular.

Al margen de los trajes espaciales y de los vehículos futuristas que pudieran formar la estampa de un asentamiento en otro planeta, si algo sabemos es que el aprovechamiento máximo de los recursos sería la norma en un modus vivendi semejante: vivir con la mitad (o menos) del agua que utilizamos diariamente, consumir a diario las frutas y verduras de un huerto propio, regadas con agua reciclada, comer pescado criado el patio trasero de la propia vivienda… Todo eso es posible, y sin hacer grandes sacrificios. Lo sabemos gracias a las conclusiones de las nueve científicas catalanas que participaron en el proyecto Hypathia 1, un simulador que recreó las condiciones de Marte en el desierto de Utah (Estados Unidos).

Una de ellas, Laia Ribas (Tarrasa, 1979), bióloga especializada en acuicultura e investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar, cuenta cómo ha sido la experiencia de ‘vivir en Marte’ con un modo de vida cien por ciento sostenible durante 15 días. Pero no solo eso, sino que además comparte su opinión sobre la importancia del empoderamiento de las mujeres en la ciencia. Para ella, supone combatir a los fenómenos sociales que impiden a muchas jóvenes desarrollarse exitosamente en carreras STEAM.

 

¿Cuál es la exactitud de las condiciones de la vida en Marte que recrea el proyecto Hypathia 1?

Con este proyecto hemos intentado simular esas condiciones al máximo. Por ejemplo, teníamos restricciones de comida, muchos alimentos eran deshidratados, como la típica comida para los astronautas en el espacio.

Lo único fresco que comíamos era lo del invernadero, del cual yo estaba a cargo. Me refiero a medio tomate cherry por día en promedio, y no a diario. En total, durante los 15 días, comimos tan solo tres pepinos y un poco de lechugas. Yo les decía a mis compañeras “oye, tú come, que no tenemos nada más fresco, no te quejes de las lechugas” (risas).

También teníamos limitaciones de internet. Sin embargo, por las noches trabajamos mucho haciendo los récords, es decir, hacíamos el recuento de cuánta agua necesitamos para regar las plantas, repasamos lo que había pasado durante el día en el invernadero, reportamos los niveles generales de agua, etcétera.

 

De modo que, realmente, era como estar en el planeta rojo. 

Las condiciones eran como las de Marte. Teníamos que pedir permiso para salir fuera. Incluso, un día que lo pedimos, desde ‘la Tierra’ nos dijeron que no era posible. Y todo eso lo teníamos que planear con un día de antelación.

“Queremos que cada vez más niñas crean que pueden formar parte de investigaciones de esta naturaleza, y que no escuchen a las presiones sociales que les impiden lograrlo”

Hago especial hincapié en el tema del agua, porque solo teníamos 2.000 litros y tuvimos que limitar su consumo muchísimo. Al final, lo hicimos muy bien, porque fuimos muy restrictivas. Tan solo utilizamos 12 litros por persona (para beber, aseo, limpieza general…). En pocas palabras, únicamente gastamos la mitad del tanque que teníamos. Con ello demostramos que se puede vivir con mucha menos agua, y que se puede solucionar el tema del desperdicio.

También recalco en que lo que vivimos fue lo más parecido a la realidad, porque utilizábamos el traje de astronauta, que pesa 10 o 12 kilos, y es muy cansado llevarlo, además de que hacía muchísimo calor allí.

 

¿De qué manera estudiar cómo podría ser la vida en Marte nos ayudaría a ser más sostenibles en la Tierra? 

Nos ayudaría al cien por cien.  Yo empecé a trabajar con este proyecto hace tres años. No me refiero solo a Hypatia 1, sino a estudiar cómo podríamos hacer la vida más sostenible en Marte. Entonces, me invitaron al proyecto NÜWA (que es el nombre de una diosa china, asociada al nacimiento de la vida) cuyo objetivo era diseñar una ciudad para un millón de habitantes en ese planeta.

Soy bióloga, y hace más de 20 años que me dedico a la acuicultura, y mi participación en esto fue formar parte de la comisión encargada de controlar la comida y los bienes para ese millón de seres humanos (en especial, la cría de peces en condiciones de otros planetas). Gracias a eso, nos dimos cuenta de que pensar en un asentamiento en Marte, o en la Luna, donde los recursos son muy limitados, requiere que todo deba ser ideado para ser reciclado, reutilizado, y muy bien estudiado, porque no puedes tirar nada. Me refiero a que la forma de vida tiene que ser circular en todo sentido, donde una cosa alimente a otra.

Haciendo estos ejercicios de sostenibilidad nos damos cuenta de lo mal que lo hacemos en la Tierra. Y, sobre todo, de la urgente necesidad de crear sistemas que sean más de aprovechamiento y circulares. Por mencionar un ejemplo, en algunos hoteles de Barcelona, hay datos que indican que una persona puede llegar a utilizar hasta 300 litros de agua, y nosotras, durante esos 15 días, sobrevivimos con muchísimo menos.

 

¿Cómo ha sido la experiencia de ‘vivir en Marte’ durante dos semanas? 

La experiencia ha sido brutal. Nos ha ido extremadamente bien.  Debo mencionar que, durante el experimento, no estuvimos juntas las nueve científicas. Durante estos dos años hemos trabajado online, porque unas estábamos en Barcelona, otra en Francia, y otras en Estados Unidos. Pero el trabajo ha sido maravilloso, muy cansado, pero hemos ‘regresado’ muy contentas.

“Hemos demostrado que se puede vivir con mucha menos agua, y que se puede solucionar el tema del desperdicio”

Insisto, fueron las limitaciones y la recreación de las condiciones de allí lo que nos hizo sentir en ‘Marte’. Retomo el tema del agua porque una experiencia así despierta la sensibilidad por su uso y cuidado. Por ejemplo, reciclábamos la orina. Neus, nuestra compañera, creó unas baterías que se recargaban con ese residuo nuestro, nos proporcionaban luz led con las que pudimos hacer crecer unas semillas que yo aporté, y la verdad es que crecieron muy bien.

Sobre el número de horas en la estación, pues sí que ha sido cansado, además de que tuvimos que regar las plantas del invernadero tres veces al día. También hicimos salidas extravehiculares, y además nos ayudábamos entre todas a vestirnos y desvestirnos. Dormimos pocas horas, pero todo resultó excelente.

La leche la diluimos al máximo y no comimos nada de yogur, y el alcohol estaba prohibido. Sin embargo, vivimos muy bien.

 

La posibilidad de la vida en otros planetas sigue siendo un tema muy desconocido para mucha gente. ¿Cómo podrían ser los primeros asentamientos humanos en, por ejemplo, el planeta rojo? 

Los primeros asentamientos los imaginamos muy sencillos.  Tendrían que estar excavados en los cañones, entre las grandes grietas. Y tendrían que estar muy bien protegidos, debido a las hostiles condiciones de Marte. Sin embargo, pese a la sencillez, los imagino cada vez más complejos, y, por supuesto, absolutamente sostenibles y basados en sistemas de reciclaje y circularidad.

 

Científicos y expertos en el origen de la vida, como el biólogo Antonio Lazcano, han sostenido que la vida en otros planetas no es posible, pese a la existencia de agua o de elementos orgánicos. “Son elementos necesarios para la vida, pero no suficientes”, han dicho. ¿Podríamos los humanos ser ‘la chispa de la vida’ en otros planetas? 

Bueno, yo no puedo contestar a si hay vida o no en otros planetas. Esa es una de las grandes preguntas que se ha hecho la humanidad desde siempre. Si nosotros hacemos un asentamiento en otro planeta, ¿eso se podría considerar la chispa de la vida? (risas).

Al respecto, con un proyecto relacionado a Hypathia 1 hemos intentado responder a esa pregunta analizando algunas arenas de Marte. Pero no solo se trata de saber si hay vida o no, también queremos conocer qué tipo de vida existe. Y es que, al final, como bien dice Antonio Lazcano, no por encontrar agua significa que ya exista vida compleja en algún planeta. Por otra parte, siento que se trata de una cuestión filosófica. Me refiero a realmente responder a “¿qué es la vida?”. Y eso es, precisamente, lo que vamos a buscar. Estamos investigando si hay ADN en los compuestos encontrados, aunque durante la búsqueda nos encontremos con otros tipos de vida que no conocemos y que no están basados en el genoma.

 

Son nueve científicas las que han participado en este proyecto. ¿Cómo cambia esto la narrativa en cuanto a las referencias en la investigación en España (y en el mundo)? ¿Qué estereotipos intenta romper, sobre todo para las carreras STEAM?

Espero que rompa muchos estereotipos. Eso es también parte de nuestro objetivo. Queremos romper las estadísticas que muestran que solo el 20% de las mujeres estudian carreras STEAM. De hecho, sólo 7% de quienes han estado en el espacio son mujeres.

El proyecto Hypathia 1 promueve las carreras científicas, y lo cierto es que queremos que haya muchas más ediciones. Queremos que cada vez más niñas crean que pueden formar parte de investigaciones de esta naturaleza, y que no escuchen a las presiones sociales que les impiden lograrlo.

Pero no solo eso, sino que también queremos dirigirnos a las científicas, para que rompan la idea de que no pueden empoderarse. A mí, por ejemplo, me ha ayudado muchísimo para empoderarme y para seguir mi carrera hacia delante.

Este tipo de proyectos hacen ciencia muy pionera, y eso es bueno porque permiten más espacios para la investigación. Ejemplo de ello es lo que hago yo con la acuicultura, criando peces en condiciones de otros planetas.  Queremos, sobre todo, romper el efecto tijera, ese que muestra que muchas mujeres comienzan una carrera científica, pero más tarde muchas la han abandonado. Queremos ver más mujeres en puestos directivos y en postdoctorados.

Arturo Menor: “El cine nos muestra la belleza de nuestros ecosistemas”

Aunar la biología con el arte es un desafío al que Arturo Menor se ha enfrentado con éxito en más de una ocasión, lo que le ha llevado a conseguir la merecida fama de ser uno de los mejores cineastas especializados en naturaleza de España.

El biólogo, guionista y director de cine cuenta con un total de diecisiete cortometrajes y dos largometrajes a sus espaldas. ¿Su último reto? Acompañar a un águila real a lo largo y ancho de la península ibérica en la obra Iberia, naturaleza infinita. Reflexionamos con él sobre los retos detrás de la dirección del filme y la pasión que guía su trabajo.

Nos encontramos ante una obra cuyo rodaje ha durado 53 semanas y ha requerido de 70 localizaciones, contando con una protagonista algo impredecible: la naturaleza. ¿Cuáles han sido los mayores retos a la hora de rodar “Iberia, naturaleza infinita”? 

El principal reto fue elaborar un guion, coherente, que permitiese poner en relación tantas localizaciones diversas. En este sentido, fue muy importante encontrar una especie que sirviera de nexo de unión, cuya área de distribución abarcase toda la península ibérica y además tuviese una gran capacidad de desplazamiento que cubriera los 2.000 kilómetros que separan la primera localización de la última. Así fue cómo elegimos al águila real como conductor de esta historia.

Por otro lado, la supuesta impredecibilidad de la naturaleza no es tal. Conocemos perfectamente el ciclo de las estaciones y lo que hacemos es adaptar el plan de producción a ese ciclo.

Las aves tienen un papel clave en la película: el urogallo, el quebrantahuesos, el sisón y, por supuesto, el águila real, la gran estrella de la obra. ¿Por qué estos animales son tan especiales para la península ibérica? 

"Es importante que conozcamos estas especies y que toda la sociedad se implique en su conservación"

Son especies únicas de nuestra fauna. En algunos casos, son de las más emblemáticas, como es el caso del urogallo y el quebrantahuesos. En otros, son de las más desconocidas, como el sisón o el alzacola. Pero todas ellas son especies muy amenazadas. Las poblaciones de alzacola se han reducido un 90% en los últimos años y en el caso del sisón, su censo ha disminuido un 50%. Por ello, es importante que conozcamos estas especies y que toda la sociedad se implique en su conservación.

Aunque cada vez más ciudadanos están comprometidos con el medio ambiente, un gran porcentaje de la población no es consciente de la importancia de nuestros ecosistemas. ¿Cómo puede el cine sensibilizarnos para cuidar de la naturaleza? 

El cine nos muestra la belleza de nuestros ecosistemas, la grandeza de la naturaleza y el carácter único de nuestras especies de fauna y flora. Mi objetivo es que el gran público se enamore del entorno natural que le rodea y que se implique en su conservación.

Asimismo, la película cuenta con una serie de contenidos educativos. Éstos se han desarrollado en una unidad didáctica, que estamos enviando a todos los centros educativos de nuestro país, para que el alumnado trabaje este material.

Son 17 cortometrajes a tus espaldas y, contando con Iberia, naturaleza infinita, tres largometrajes. ¿Qué hace de este rodaje diferente respecto al resto?

Es la primera vez que se aborda el rodaje de una película que engloba el conjunto de la naturaleza ibérica. Hemos retratado los grandes bosques de hoja de caduca del norte, las extensas dehesas del sur, pasando por las planicies del centro peninsular y recorriendo los principales sistemas montañosos: la Cordillera Cantábrica, los Pirineos y las sierras Béticas.

Y, a su vez, hemos filmado a las especies más significativas de estos grandes ecosistemas. Es una película que no dejará a nadie indiferente.

En la actualidad, gran parte de las imágenes que vemos en el cine son generadas por un ordenador, lo que resta realismo, pero a la vez tiene una ventaja: no se altera la naturaleza. ¿Cómo habéis logrado captar las espectaculares imágenes aéreas y planos subacuáticos sin perturbar a las especies animales que habitan dichos ecosistemas? 

"Mantengo la ilusión viva porque siempre hay nuevas cosas que hacer, nuevos retos y nuevas especies a las que filmar"

Para el rodaje de Iberia, naturaleza infinita hemos empleado la tecnología más moderna. Para la realización de los planos aéreos hemos empleado cuatro tipos de herramientas. Por un lado, hemos usado drones de cine y drones mosquito. Este último llega a alcanzar velocidades de 200 kilómetros por hora y ha sido pilotado por el campeón de España de drones de competición: Iván Merino. También hemos utilizado una herramienta denominada cablecam, desarrollada por la empresa Noxon, que nos permite mover la cámara a lo largo de una cuerda de escalada colocada horizontalmente sobre el vacío. La cámara puede desplazarse longitudinalmente por esa cuerda, dando la sensación de estar volando.

Asimismo, le hemos colocado una cámara en la espalda a un águila adiestrada. Esa cámara se fija con un arnés, a modo de pequeña mochila. Nos permite filmar planos subjetivos que reflejan el punto de vista del propio águila.

Para las imágenes subacuáticas, hemos emplazado cámaras en el lecho de los ríos. Estas cámaras estaban conectadas mediante un cable a un monitor exterior, lo que nos permitía saber, en tiempo real, que estaba ocurriendo bajo el agua.

Tu filmografía y numerosas aportaciones te convierten en un referente del cine científico y ambiental en nuestro país. ¿De dónde surge esa pasión por la biología y, más importante aún, cómo has logrado mantenerla durante todos estos años?

Nací en Talavera de la Reina y, con tres meses de edad, me llevaron a vivir a una aldea de doscientos cincuenta habitantes llamada Las Vegas, en Toledo. Allí pasé una infancia maravillosa en pleno contacto con la naturaleza. Eso me marcó para siempre.

Mantengo la ilusión viva porque siempre hay nuevas cosas que hacer, nuevos retos y nuevas especies a las que filmar. La naturaleza es inabarcable.

 

Javier Peña: “Estamos viviendo desde hace décadas un holocausto climático”

Su lucha a favor del medio ambiente comenzó con el móvil. Javier Peña (Madrid, 1986) hoy tiene más de medio millón de seguidores en las redes sociales, y sus vídeos virales contra el calentamiento global se ven en más de 80 países. Ha apostado por llevar el mensaje de la ciencia –acerca de la imperiosa necesidad de realizar una transformación verde a todo tipo de público y a hacerlo con un lenguaje sencillo y comprensible. ¿Por qué? Pues sencillamente porque para él todos jugamos un papel indispensable en este momento crucial para el planeta y para quienes lo habitamos.

Ese mensaje lo lleva desde su proyecto HOPE!, en el que han colaborado las personas más renombradas de la ciencia en España, entre ellas, el científico Fernando Valladares. Gracias a eso, para muchos ya es considerado como ‘el Félix Rodríguez de la Fuente de la generación millenial’.

Voces como la de David Attenborough consideran que aún estamos a tiempo de salvar al planeta. Sin embargo, para conseguir ese objetivo (de cara a 2050) son necesarios grandes esfuerzos. ¿De qué manera la tecnología nos puede ayudar a construir sociedades más sostenibles y circulares? 

La tecnología nos puede ayudar en muchas formas. Sin embargo, para lograr sociedades más sostenibles y circulares debemos de cambiar algunos hábitos, ya que muchas de las soluciones para salvar al planeta no son sólo tecnológicas.

Actualmente hay una explosión de ingenio para satisfacer nuestras necesidades ecológicas sin calentar al planeta y sin seguir destruyendo la naturaleza. Vivimos en un momento peculiar porque, por una parte, la crisis medioambiental plantea un escenario terrorífico pero, por otra, se está produciendo un ilusionante y emocionante cambio de mentalidad y de hábitos a gran escala inédito en la historia de la humanidad.

La crisis climática es un problema que tiene muchas soluciones, no existe solo una. Tenemos ahora, por ejemplo, muchas tecnologías para reducir el impacto que produce la agricultura. También, estamos viendo en la gestión de residuos una apuesta por volver a prácticas más tradicionales y menos industrializadas. De igual manera, estamos desarrollando cada vez más formas de calentar los hogares que nos permiten prescindir de los combustibles fósiles.

En pocas palabras, estamos en una suerte de puzle en el que tenemos que descifrar soluciones integrales en las que tanto la voluntad de la sociedad como los avances de la tecnología son indispensables.

En Europa, por ejemplo, la acción medioambiental es mayor que en muchos países de América (por ejemplo, México, Brasil y Perú) o África, en donde, desafortunadamente, aún suceden auténticos ‘ecocidios’. ¿Es una cuestión de conciencia medioambiental o que desarrollarse pasa inevitablemente por atentar contra el planeta?

No. En algunos casos puede que sea cierto, pero en otros no es así. La transformación de la agricultura, por ejemplo, en muchos países africanos, va muy avanzada. Allí hay zonas en las que se vive una auténtica revolución a favor de la transición verde. Me viene también a la mente la explosión de la energía renovable que se vive ahora en el África Subsahariana, que permite llevar la electricidad por primera vez a millones de pueblos. El cambio es, de verdad, vertiginoso.

Entonces, es cierto que en Europa tenemos un alto nivel de vida y que tenemos la capacidad de cuidar nuestros bosques y la naturaleza, sin embargo, también tenemos problemas como el de la contaminación importada a nuestros países. ¿Por qué? Pues porque nuestro impacto en el medio ambiente nace de nuestro consumo desmedido.

También es cierto que en Europa tenemos la capacidad de intervenir en todo el mundo, como sucede con el reglamento contra la deforestación importada o los aranceles al carbono que están por ser aprobados. Esas son algunas de las herramientas que nos permiten tener un impacto positivo en el resto del mundo.

Actualmente hay una explosión de ingenio para satisfacer nuestras necesidades ecológicas

Por otra parte, tenemos que tener en cuenta que, si sumamos las emisiones del África subsahariana, donde vive mucha más gente que en Europa o que en Estados Unidos, éstas representan menos del 3% del total de emisiones en el mundo. La contaminación es un problema generado por los países más ricos. Las emisiones de alguien en Uganda son 300 veces menos que las de un estadounidense. Simplemente, por el nivel de consumo, una nevera en una casa europea tiene emisiones mucho más altas que las de familias enteras en África. Nuestro nivel de consumo es incomparable.

Cambiando de tema, vayamos a China. Cuando tú miras los niveles de emisiones por habitante que tiene ese país, que es la fábrica del mundo, son equivalentes a los de cualquier país europeo. Entonces, decir que los chinos contaminan mucho solo es un argumento para frenar el cambio hacia sociedades más sostenibles y mejores. Decir, “si no lo hace China, ¿por qué lo voy a hacer yo?”, es una idea falsa que solo nos perjudica a todos. En este cambio a favor del medio ambiente cada uno tiene que barrer lo que le corresponde.

Tras las últimas ediciones de la COP, ¿consideras que los líderes mundiales ya han tomado algunas decisiones imprescindibles para revertir los efectos del calentamiento global? 

Desde luego, aún no hay ningún país que esté cumpliendo al 100% las políticas para evitar que el calentamiento global supere los 1,5 grados. Pero no se puede negar que en este último año hubo avances sin precedentes al respecto. En China y en la Unión Europea los hubo a gran escala, y eso hace un par de años era impensable. No obstante, los esfuerzos para frenar el calentamiento global siguen siendo insuficientes.

Lo que está claro es que la carrera por el desarrollo de las energías verdes está avanzando muchísimo. Es como si atestiguáramos una carrera armamentística, pero en este caso es el de una carrera en la transición verde. Estados Unidos está inyectando miles de millones de dólares en su industria verde. Y China no se queda atrás; la Unión Europea tampoco.

Entonces, ¿hay esperanza de ver un mundo mejor? 

Estamos viendo cambios muy positivos, pese a los grandes obstáculos que aún tenemos.  Yo tengo esperanza porque creo que lo podemos conseguir, pero, desde luego, es una esperanza que cuesta mucho sostener. Hay movimientos en distintos sectores que intentan frenar este cambio, así que no nos queda más que luchar con todo.

En tu opinión, ¿consideras que vamos por buen camino hacia el cumplimiento de los objetivos Net Zero previstos para 2050?

No. No vamos por un buen camino aún. Estamos más cerca de lo que estábamos hace un año, pero tenemos que acelerar el paso mucho más.

Hay que avanzar hacia las energías renovables y electrificar la industria lo antes posible. Tenemos que transformar la agricultura. Tenemos pendientes muchas cosas para seguir por el buen camino.

Estás considerado, para muchos, como el Félix Rodríguez de la Fuente de la generación millenial. ¿Crees que el gran potencial de cambio a favor del medio ambiente ahora mismo está en manos de las generaciones más jóvenes?

Es cierto que desde los jóvenes ha nacido mucho empuje. Y eso debería de abochornar a muchos adultos. Hay que reconocer que quienes han escuchado a la ciencia y quienes han puesto los temas medioambientales como prioritarios en las agendas internacionales han sido los chavales de instituto.

Sin embargo, se trata de una cuestión que tiene que pasar por los centros de poder. Son las grandes empresas y los Gobiernos quienes toman las grandes decisiones, y ellos están en manos de gente de mediana edad, no precisamente de los más jóvenes.

¿Qué se puede hacer en estos momentos con las herramientas digitales y las redes sociales para concienciar sobre el estado medioambiental actual en el mundo?

Yo intento traducir la ciencia y crear vídeos cortos con formatos propios de las redes para que sean comprensibles y que conecten con todos los públicos. Uso un lenguaje no excluyente. A eso es a lo que me dedico, a explicar la magnitud y la urgencia de lo que tenemos enfrente; a enseñar ese horizonte para reinventarnos como sociedad y para construir un planeta mucho mejor y llamar a la acción.

“Estamos siendo testigos del mayor acto criminal de la historia”, lo dijiste en referencia a la crisis climática. ¿Qué pasará si no logramos detener el calentamiento global? ¿cómo vislumbras a las futuras sociedades, a las juventudes venideras?

Si no logramos detener el calentamiento global, el escenario que quedaría no se puede ni imaginar. Ahora mismo estamos caminando alegremente por el borde de un precipicio. Y mucha gente ha caído ya. La crisis climática global no es una hipótesis, es un hecho. Sus efectos se han multiplicado por cinco: todos los años vemos sequías e inundaciones extremas, por ejemplo. Y esto es una cuestión que ya está produciendo muerte.

Estamos viviendo algo que hay quien denomina como “holocausto climático”, y es así porque ya llevamos décadas viendo cómo la gente muere

La pregunta es: ¿hasta dónde vamos a dejar que llegue este fenómeno? Los científicos ya hablan de puntos activos de no retorno, a partir de los cuales se nos puede ir de las manos el aceleramiento del calentamiento global. De no hacer nada al respecto, iremos hacia una extinción masiva de especies. Estamos viviendo algo que hay quien denomina como “holocausto climático”, y es así porque ya llevamos décadas viendo cómo la gente muere por los efectos de esta crisis ambiental.

El problema es que la inacción ante esta situación es una decisión consciente por parte de los ejecutivos de grandes empresas, por ejemplo, de las grandes petroleras. Ellos frenan la acción, saben de los dramáticos efectos del calentamiento global desde hace más de 50 años, y aun así nos están llevando hacia el acantilado. Claro, todo eso aunado a los gobiernos que no escuchan a la ciencia y que se dejan llevar por la inercia de no creerse que esto es una emergencia.

Insisto, se trata de un holocausto climático. Pero tenemos la fuerza de la ciudadanía que lo puede parar, aún puede hacerlo, y yo creo que lo podemos conseguir. Y de esta batalla dependerá el futuro de la vida en la Tierra. No ha habido nada más urgente en la historia de la humanidad.

Para hacer frente a los retos medioambientales a los que nos enfrentamos la cooperación entre administraciones, empresas y sociedad es fundamental. ¿Qué podríamos hacer para fortalecer más esas alianzas y redes de trabajo entre los actores mencionados?

Eso es algo que ya está ocurriendo. Hay muchas empresas que comprenden ya que la única manera de seguir existiendo es apostando por la sostenibilidad.  Se está produciendo una auténtica revolución de innovación y de creación de soluciones para satisfacer de forma distinta a las necesidades de consumo y producción. Y en esto la empresa juega un papel fundamental.

Ahora mismo hay muchas empresas que ya han dado pasos inspiradores y valientes hacia la transformación verde. Luego, claro, están aquellas que hacen ‘green-washing’, pero eso es un engaño, esos son solo cambios cosméticos.

Al margen de lo anterior, lo importante es lograr un cambio de legislación. Eso es lo que realmente hace falta. Necesitamos leyes que digan que una empresa no puede echar a los alimentos cosas que nos envenenan. Tiene que haber una legislación medioambiental mucho más avanzada y exigente. Afortunadamente, eso ya está sucediendo, pero necesita avanzar más rápido.

¿Qué mensaje darías a las personas que aún no han hecho conciencia de la gravedad de la crisis climática global? 

Les diría que no estamos en un momento seguro. Todos tenemos un papel en este proceso de cambio, seamos quienes seamos, vengamos de donde vengamos. También, que en esta revolución ciudadana hay que crear esfuerzos conjuntos para torcer el brazo de la destrucción masiva del planeta, y hacerlo por nuestra propia supervivencia.

Les diría que es este el momento para que todos nos sumemos a esta ola de transición que está siendo la mayor revolución social en toda la historia. Nunca la humanidad ha avanzado tanto ni evolucionado de la manera en la que lo tenemos que hacer en los próximos 20 o 30 años. Tenemos que cambiarlo todo ya, y cambiarlo para mejor. Tenemos la gran oportunidad de ser testigos de esa gran transformación como sociedad, y eso es un privilegio. Vamos a cumplir la mayor ambición de todos los tiempos y esa es dejar a nuestros hijos un mundo mejor del que recibimos.

Dolores Huerta Carrascosa: «Es un mito que la vivienda sostenible constituya un lujo»

Dolores Huerta Carrascosa, directora general de Green Building Council España, la asociación sin ánimo de lucro de referencia para promover la edificación sostenible, se adentra en los retos pendientes de la sostenibilidad y la eficiencia energética.

La mayoría de las viviendas de nuestro país cuenta con una fecha previa a 1979, cuando la regulación en materia de sostenibilidad energética aún no había llegado a aprobarse. ¿Qué retos tiene España en esta materia hoy en día?

En lo que respecta a la edificación como sector hay un reto mayúsculo, que es precisamente hacer de nuestro parque edificado un parque eficiente que cumpla con las condiciones mínimas de eficiencia energética. La Estrategia Nacional de Rehabilitación prevé rehabilitar 1.200.000 viviendas para 2030 y 7.300.000 para 2050. Esto significa multiplicar más que por diez lo que se hace actualmente. Teniendo en cuenta que estamos en un país de propietarios donde la decisión está en manos de cada uno —y donde muchos viven en comunidad—, el reto es complejo. Sobre todo, porque no es fácil de activar. Pero también es prometedor: las soluciones tecnológicas están, son viables y hay financiación para llevarlas a cabo. Es una cuestión de poner en marcha una maquinaria que tiene que crecer y que tiene sus retos añadidos, como cualquier sector en crecimiento: necesita mano de obra formada (que no tiene), formación…, lo más difícil, quizás, es activar a la ciudadanía. 

La Estrategia Nacional de Rehabilitación prevé rehabilitar 1.200.000 viviendas para 2030 y 7.300.000 para 2050

¿Y qué hay de los aspectos burocráticos?

No son fáciles: son obras complejas y hay que pedir una licencia y muchos permisos. Y, por supuesto, si pides ayuda, hay que presentar mucha documentación. Pero este es el reto más pequeño: todo eso se puede escalar y digitalizar, incluyendo una mejor documentación; cambiar la voluntad de las personas es más difícil. Dicho esto, si hoy alguien decide rehabilitar su vivienda, se va a encontrar con una carga burocrática importante.

¿La sostenibilidad en materia de edificación es solo una cuestión energética o también es una cuestión social?

La sostenibilidad tiene tres patas: afecta a las viviendas, a la salud y al derecho al acceso a la vivienda. Y el aspecto energético no es el único reto ambiental del sector. Aquí también debemos incluir aspectos como la generación excesiva de residuos o la economía circular, que no se abordan habitualmente. La energía se lleva los titulares por la crisis energética en la que estamos envueltos en Europa. Lo mismo ocurre con la accesibilidad: antes de 1979 tampoco era obligatorio poner aislamientos o ascensores en muchos edificios. Y luego, por supuesto, la edad les pasa factura a los edificios. Cuesta cada vez más conservarlos. Sin duda, otro de los problemas, en este caso crónico, sería el del derecho a la vivienda. La sostenibilidad tiene muchos frentes.

¿Debemos seguir la senda de viviendas como las passivhaus o el reto de España se encamina por otro lugar?

Para solucionar este problema, desde luego, la apuesta está en arreglar lo ya construido. Tenemos un presupuesto muy contenido de emisiones que podemos gastar. Por lo tanto, debemos solucionar el problema dentro de los límites del Acuerdo de París. Ese presupuesto no nos permite tirar nuestros edificios y hacerlos de nuevo. Las soluciones hay que estudiarlas clima a clima y caso a caso. El concepto de la vivienda passivhaus es muy aislado y estanco, un concepto que hace referencia a una vivienda muy controlada más propia de climas fríos. Y a priori, además, lleva un importante gasto de recursos. Hay que estudiar muy bien cada caso no para poner mucho aislamiento, sino el aislamiento justo: no solo nos aislamos del frío en invierno, sino del calor en verano. No soy muy partidaria de las recetas muy cerradas. Eso no quiere decir que para ciertos casos pueda ser buena, ya que consume muy poca energía en relación con el uso de la casa. Entiendo que se quiera tener una receta única, pero no es así; lo que tenemos son muchas soluciones, tantas como cada caso.

El Green Building Council España (GCBE) otorga, en caso de que el edificio se adapte, la certificación VERDE, que se define como “un valor añadido en la compraventa del inmueble”. Hace referencia también a las 5 P: personas, prosperidad, planeta, paz y pacto. Esta clase de edificios, que parecen complejos, ¿son accesibles para todo el mundo o, en cambio, constituyen un lujo?

Las 5 P corresponden a los valores, pero no a los recursos. De hecho, esta clase de viviendas son construcciones que tienen un uso eficiente de los recursos energéticos y materiales, con un menor impacto ambiental que otras. En este sentido, por ejemplo, se están certificando viviendas de protección oficial. Creo que es un mito que la vivienda sostenible constituya un lujo. Estos criterios, además, lo que hacen es rebajar el coste del ritmo de vida (no solo a la hora de construirla, sino a la hora de vivir en ella). Se trata de encontrar un equilibrio de soluciones que minimicen el impacto y den unas condiciones mínimamente buenas de salubridad y confort. Esta es una visión más total.

“Estamos midiendo solo las emisiones en fase de uso de los edificios, pero si sumamos el resto —la de materiales, transporte, reformas…—, doblamos el presupuesto de carbono que tenemos según la senda prevista”

Hace poco sostenía el GCBE que “la edificación quedará muy lejos de la neutralidad climática en 2050 si se siguen haciendo las cosas como hasta ahora”. ¿Qué se debe cambiar? ¿Es pesimista el GCBE?

Es realista, te diría. Hemos hecho una hoja de ruta para la descarbonización en la edificación olvidando dos cosas: qué deberíamos hacer para llegar a la neutralidad climática en 2050 y cómo hacer para no pasarnos del presupuesto de carbono que nos mantiene en ese camino de mitigación del cambio climático que es el Acuerdo de París. Nos hemos dado cuenta de que todas estrategias en marcha en nuestro país van encaminadas solamente a medir las emisiones en fase de uso de los edificios, pero el resto de emisiones están en los materiales, en su transporte, en las reformas…, y si sumamos todas esas emisiones doblamos el presupuesto de carbono que tenemos según la senda prevista. Hay que tener una visión mucho más sistémica y eficiente en esta lucha contra el cambio climático. Es absolutamente imprescindible. Nuestro mensaje iba en ese camino.

¿España es una excepción dentro del conjunto europeo o, en cambio, se encuentra en la media en esta clase de avances?

El problema es el mismo para toda Europa, pero el punto del camino en el que nos encontramos es muy distinto. La tradición en rehabilitación en Centroeuropa, por ejemplo, es mayor. Otros países del continente, como Francia, Dinamarca u Holanda, están intentando minimizar las emisiones de carbono en todo el ciclo de vida. Y es algo que vale la pena.

La actual inestabilidad geopolítica y económica, ¿cree que reforzará los pasos hacia la sostenibilidad o, más bien, ocurrirá al contrario?

Todas las crisis ponen sobre la mesa que lo que se viene diciendo desde el ámbito de la sostenibilidad y la ciencia era cierto. La crisis energética, además, puso encima de la mesa todas esas ineficiencias que tapamos comprando energía. Hay un aspecto favorable, y es que con esta situación van a salir impulsados el ahorro y la independencia energética, al igual que cualquier política que valga para combatir el cambio climático. En cuanto a la edificación, las medidas a largo plazo, como la rehabilitación energética de los edificios o la mejora de los envolventes, son a priori muy costosas de implementar, así como más difíciles. Es más fácil invertir en el cambio directo, en el sector energético. Eso sí, no nos vale un cambio directo de la energía que consumimos ahora a las energías renovables. Sin disminuir la demanda, no es una situación viable (aunque sí muy rápida). Hay que hacer una reflexión profunda: ¿cómo podemos mejorar para hacer que un edificio provea de energía —y de origen renovable— con el menor uso de recursos posibles?

¿Hay un suficiente impulso desde las instituciones públicas?

Tenemos una apuesta decidida de las Administraciones públicas: hemos pasado de ser uno de los países más tibios en la lucha contra el cambio climático a uno de los que —en teoría— tienen más ambición. A la hora de trasladarlo a la realidad, sin embargo, hay mucha administración implicada: el Gobierno central, comunidades autónomas, ayuntamientos…, a lo que se suma la falta de formación para saber implementar todas estas políticas sin caer en recetas sencillas y erróneas. Siempre se puede mejorar, pero ahora mismo no hace falta hablar con cualquier político para que te escuchen. Ahora, la sostenibilidad y la eficiencia energética están en la agenda de cualquier político e institución. Nadie se escapa de ello, aunque sea por obligación hacia Europa. 

Adela Cortina: «Las empresas tienen una especial responsabilidad para hacer posible una sociedad más justa, local y global»

Con la palabra siempre templada y dispuesta al diálogo, Adela Cortina (Valencia, 1947) construye espacios de entendimiento en territorios donde la cooperación se hace necesaria, aunque sucesos como los populismos, la guerra en Ucrania o la polarización política se empeñen en dinamitarla. La cada vez mayor virtualidad de la vida, el rechazo al pobre (aporofobia, palabra que ella misma inventó hace más de veinte años), la calidad de la educación y el compromiso empresarial para construir una sociedad más justa son algunas de las cuestiones que analiza aprovechando su participación en las Jornadas de Sostenibilidad 2022: Acelerar la recuperación desde la ESG, organizadas por Redeia,

Existe la sensación, ciertamente extendida en algunos sectores, de que esto se acaba. El miedo en nuestras sociedades, en definitiva, ¿dinamita la ética? ¿La desplaza? ¿La pervierte?

El miedo es una de las emociones que necesitamos para sobrevivir, porque nos pone en guardia ante los peligros. Si no hubiéramos sentido miedo ante las amenazas, no habrían podido sobrevivir ni la especie humana ni otras especies animales. El miedo no es como el odio, por ejemplo, que resulta innecesario para vivir, y, sin embargo, hay quienes se empeñan en cultivarlo para generar guerras, polarizaciones y conflictos. Sin embargo, el miedo puede apoderarse de nosotros hasta el punto de llevar a la parálisis, lo cual es nefasto, o, por el contrario, a tratar de analizar las causas que lo provocan y a buscar salidas viables y justas. La opción más ética es la segunda, la que nos insta a buscar los mejores caminos en cooperación con otras personas, con otros países, porque somos interdependientes. La ética es un motor que nos incita a no quedarnos atenazados, impotentes ante el sufrimiento, a no conformarnos con lo que parece un destino implacable, sino a buscar caminos que aumenten la libertad.

¿Cómo se construye la confianza, esa creencia en que la conducta del otro será buena?

La confianza no se construye unilateralmente, sino desde la experiencia vivida de que el otro ha dado muestras palpables de merecerla, de que es fiable. Es verdad que las personas tenemos la tendencia a confiar en que nuestros interlocutores son veraces y que intentan decir lo que tienen por verdadero. En caso contrario, hubiera sido imposible la cooperación entre las personas y entre los pueblos, y es preciso recordar que la cooperación es la que nos ha permitido hacer ciencia, tecnología, la vida política y la vida ética. Es curioso que muy poca gente recuerde que, hasta que no aprendimos a cooperar, tampoco pudimos hacer ciencia y técnica. Como se ha dicho, “nunca veréis a dos orangutanes llevando juntos el mismo árbol”, mientras que las personas sí podemos hacerlo. Pero esa disposición a confiar tiene que venir refrendada por los hechos. Por eso es tan difícil construir la confianza y tan fácil dilapidarla. Como recordaba Maquiavelo al príncipe: quien actúa confiadamente donde tantos no lo hacen, más busca su perdición que su salvación. Y sobre todo pone en peligro la vida de aquellos que le están encomendados. La confianza no es una virtud, sí que lo son la prudencia, la justicia y la esperanza. La confianza hay que ganársela, se construye día a día y exige crear instituciones que den cierta estabilidad a las relaciones sociales, aunque tampoco las instituciones son fiables si no lo demuestran.

Cuando esa confianza se rompe —como ha demostrado el caso de Rusia—, ¿cómo podemos restablecerla? ¿Es posible hacerlo?

En el mes de enero de este año, Putin dijo que no tenía intención de invadir Ucrania, y el 24 de febrero la invadió con la especie de que pretendía “desnazificarla”, con la patraña de que el intento ucranio de entrar en la UE ponía en peligro la seguridad de Rusia, con el sueño de recomponer los países de la Unión Soviética, y quién sabe si el viejo imperio de los zares. No entabló ningún diálogo con Naciones Unidas, a cuyo comité de seguridad Rusia pertenece, y quebró todos los posibles pactos del derecho internacional. Creía tener la fuerza suficiente como para permitirse quebrar acuerdos y segar vidas. Por el momento las espadas siguen en alto, y nunca mejor dicho, pero el daño causado es irreparable y el futuro es angustioso para todos los países, no solo para Ucrania, para la Unión Europea o para Occidente.

Es un ejemplo más, particularmente sangriento, de la vileza de lo que ha dado en llamarse “posverdad” y que, por muchas teorías que se inventen al respecto, en lo que ha venido a recalar es en una banalización de la mentira. Quien tiene el poder suficiente se permite el lujo de mentir, además de dañar. Y con ello retrocedemos a un mundo que creíamos haber superado: el del poder absoluto, el del triunfo de los autócratas que están proliferando en Occidente y en Oriente. En la guerra de Rusia contra Ucrania restablecer la confianza me parece difícil, por no decir imposible. Creo que es más eficaz y humano ayudar a los ucranios a ganar la guerra, y a partir de este punto, a negociar una paz en la que no renuncien a nada de lo que tenían antes de ser agredidos y a ser indemnizados. Ese es el momento de empezar a construir confianza desde la justicia.

Volviendo a la invasión rusa. ¿Qué responsabilidad tiene Europa en el conflicto? ¿Es ético que se comprometa en ayudar a Ucrania mientras que no se ha mostrado tan predispuesta cuando se ha tratado de otros conflictos bélicos?

Desgraciadamente, la Unión Europea no se ha sentido desde su nacimiento como una comunidad de ciudadanos, preocupada por defender sus valores fundacionales. Como se ha dicho a menudo, empezamos por la unión económica, continuamos a duras penas por la política y más tarde llegó la Europa ciudadana, que es todavía muy endeble. Existen documentos, pero las gentes no sienten y valoran suficientemente su pertenencia como ciudadanas. Justamente, una de las pocas ganancias de esta guerra inadmisible es que los países de la Unión han estrechado lazos entre sí, como no lo habían hecho antes, porque han experimentado muy de cerca la barbarie, aunque siga habiendo discrepancias. Sin embargo, por que no se haya mostrado tan predispuesta a la ayuda en conflictos anteriores no vamos a dejar de hacerlo ahora. Lo importante es aprender que en los conflictos debemos apoyar a los débiles, unirnos para hacerlo con los países dispuestos a cooperar, e ir estableciendo vínculos con los demás para poder defender los valores irrenunciables. Esta es una lección que debemos sacar de esta guerra injusta y destructiva.

Asegura que, en los tiempos que corren, el género humano tiene que enfrentar los retos universales desde la ética. En otras palabras, es necesaria por primera vez en la historia una ética para el macronivel, esa ética cosmopolita que se haga cargo de los fines comunes de la humanidad. Sin embargo, como hemos visto a lo largo de los siglos, parece que solo establecemos alianzas con otras naciones cuando existe un adversario común. Por ejemplo, el compromiso entre Europa y Estados Unidos frente a Rusia y China. ¿Por qué?

La predisposición tribal que fuimos generando a lo largo de la etapa de formación del cerebro continúa alimentando la tendencia a actuar bajo el esquema simplista “amigo/enemigo”, que afecta a las relaciones internacionales y también a las del propio país. El actual retroceso a los nacionalismos cerrados, como el ruso, el chino o los de España, es una prueba fehaciente de que esas relaciones grupales siguen funcionando y generando polarizaciones. Por desgracia, después de la primacía de Estados Unidos posterior a la extinción de la Unión Soviética, no ha venido el esperado multilateralismo, el protagonismo de los distintos países y de las relaciones entre ellos. Tampoco, por el momento, un enfrentamiento claro entre dos bloques, como en la Guerra Fría, en los que se posicionaron los diversos países, aunque parece que algo semejante se va gestando. Por el momento, existen relaciones multipolares, relaciones entre distintos polos, que sellan alianzas bilaterales entre sí en proyectos comunes que les convienen puntualmente, sin comprometerse en todos los aspectos. Se trata de una multipolaridad. Con todo, como los problemas son globales, es preciso seguir intentando construir una sociedad cosmopolita, porque los afectados por la globalización tienen que poder ser de algún modo quienes decidan hacia dónde debe orientarse. El proyecto cosmopolita sigue siendo irrenunciable.

En este sentido, ¿es posible establecer una ética cívica, esos mínimos de justicia de los que usted habla, sin cambiar de raíz el modelo económico por el que nos regimos?

Claro que es posible, entre otras razones porque no hay un modelo económico único, sino muy diversos según las peculiaridades de cada país. Por sintetizar, podemos hablar de un modelo capitalista neoliberal estadounidense, un modelo capitalista comunista, al estilo de China, y un modelo de economía social de mercado, que debería ser el que trata de materializar la Unión Europea.

El modelo socialdemócrata, si sus representantes se lo toman en serio, defiende claramente unos mínimos de justicia referidos a derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales, como también el derecho a la paz, al desarrollo de los pueblos y a un medio ambiente sano. Son derechos que deben ir ampliándose al ir descubriendo nuevas necesidades. En este sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a pesar de las críticas que han recibido, son una buena brújula. Y en cuanto a los valores, la libertad, la igualdad, la solidaridad y el respeto activo pertenecen también a la entraña de este modelo.

Se trata, pues, de adaptar a las nuevas exigencias el modelo de economía social de mercado, basado en la libertad y la solidaridad, y de ponerlo por obra realmente, de forma que las realizaciones se correspondan con las declaraciones.

Según el barómetro de confianza realizado por la consultora Edelman, los españoles confían actualmente más en las empresas que otras organizaciones, como oenegés, medios e incluso el propio Gobierno. ¿Qué papel juega el sector empresarial en la salud de la ética?

Las empresas, y los bancos también son empresas, tienen en estos momentos una especial responsabilidad para hacer posible una sociedad más justa, local y global. Son ellas las que pueden generar mayor riqueza, proveernos de productos y servicios en un momento tan complicado como este, crear puestos de trabajo dignamente remunerados, cumplir con ese deber de influencia que solo las grandes empresas tienen para cambiar legislaciones injustas en países en desarrollo y también en los desarrollados. Pero, además, pueden incrementar ese capital social, que es el cemento que cohesiona a las sociedades, precisamente porque ha aumentado el nivel de confianza en ellas y no deben defraudarla, como bien señala, entre nosotros, Domingo García-Marzá.

Durante el tiempo de la pandemia, un buen número de empresas de distinto tamaño continuaron trabajando, se reinventaron, intentaron mantener a los trabajadores y atender a los ciudadanos. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, pusieron en marcha el eslogan “Esto no tiene que parar”, y lo más interesante es que lo llevaron a la práctica. Muchas empresas actuaron como “empresas ciudadanas”, comprometidas con su entorno. Otras no, por supuesto, pero sí una gran cantidad y la gente se sintió respaldada por ellas.

En esta línea ha venido trabajando nuestra fundación Étnor (“Para la ética de los negocios y las organizaciones”), desde hace más de tres décadas, porque estamos convencidos de que, como bien decía el premio nobel de Economía Amartya Sen, el fin de la economía consiste en ayudar a crear buenas sociedades. Por eso, para una sociedad es óptimo contar con buenas empresas y para las empresas también lo es actuar éticamente. Una buena empresa es un bien público y, afortunadamente, la ciudadanía ha ido dándose cuenta de ello poco a poco. Es preciso acabar con esa perniciosa ideología que se empeña en enfrentar a la ciudadanía con las empresas, cuando lo cierto es que empresarios, trabajadores, consumidores, proveedores son sociedad civil. Y es esencial ir construyendo un “nosotros”.

De las propias empresas afirma que inevitablemente tienen que buscar la perspectiva social, especialmente en el terreno tecnológico, que marcará el futuro de nuestras sociedades. Pero ¿dónde situamos los afectos en un mundo cada vez más virtual en el que ya se está implantando la telemedicina?

En efecto, es preciso decir muy claramente que “la empresa del futuro será social o no será”. En esto concuerdan los proyectos de responsabilidad social empresarial, de ESG (Environmental, Social and Corporate Governance) y todos los índices que reclaman una implicación social y medioambiental de las empresas. Y estas afirmaciones no proceden de una razón lógica, ajena a los afectos, sino de una razón humana que cuenta con afectos, emociones y sentimientos. Sin ellos no hay razón humana. Existe una tendencia, muy errada, a creer que la racionalidad económica, que debería ejercerse en la vida empresarial, es la que tiene como motor la maximización del beneficio a toda costa, pero esto es falso, como bien muestra Jesús Conill en Horizontes de economía ética, remitiéndose a los grandes clásicos que unen ética y economía. Por mi parte, he hablado de una “razón cordial”, que es una razón íntegra. Esto vale para la vida y para la “televida”, que nunca debe intentar sustituir a la vida, sino servirle de instrumento para alcanzar mejor las metas de las distintas actividades humanas. La sustitución sería lesiva en todas las actividades, como se echa de ver claramente en la medicina, las finanzas, la Administración o la educación. Servir de ayuda, por supuesto; sustituir, nunca.

Usted aboga por la ética del diálogo en un momento en el que hemos regresado a los maniqueísmos más absolutos, en donde hasta los movimientos más sólidos se resquebrajan. ¿Cómo integrar la diferencia sin alimentar los populismos?

Como he expuesto en Ética cosmopolita (2021), apostando por la tradición cosmopolita, según la cual todas las personas tenemos el mismo estatus moral, todas tenemos igual dignidad, en eso nos identificamos y nos hace acreedoras al respeto y al cuidado. Pero precisamente porque las personas tenemos algo en común esencial y es que estamos dotados de razón y corazón, precisamente porque tenemos dignidad y no un simple precio hemos de integrar las diferencias personales, siempre que esa integración no provoque desigualdades injustas. Los populismos no tienen ninguna opción en este proceso.

Para el Banco Mundial, los pobres son los que perciben menos de 1’25 dólares. Pero la pobreza es evitable y uno de los primeros Objetivos del Desarrollo Sostenible. ¿Por qué existe todavía la aporofobia?

A mi juicio, las medidas cuantitativas de la pobreza son necesarias, pero es preciso complementarlas con las cualitativas. Y recordar, con Sen, que es pobre quien carece de los medios necesarios para llevar adelante los planes de vida que tiene razones para valorar. Acabar con la pobreza extrema es el primer Objetivo del Desarrollo Sostenible, pero, a mi juicio, no solo es un objetivo, sino sobre todo un deber moral, político, económico y social que tenemos que cumplir ya, al menos por dos razones: porque las personas tienen derecho a no ser pobres y porque hay medios más que suficientes para que nadie lo sea. Si no cumplimos con esa obligación, estamos bajo mínimos de humanidad. No es extraño que los últimos Premios Nobel de Economía se hayan concedido por trabajos empíricos sobre las formas de reducir la pobreza.

En cuanto a la aporofobia, es la tendencia que tenemos los seres humanos a rechazar a quienes no parecen tener nada interesante que ofrecernos, sino solo problemas. Vivimos en la sociedad del intercambio, que puede ser de mercancías, de votos, de dinero, de favores. Y cuando damos con alguien que, al parecer, no puede devolvernos nada a cambio, lo rechazamos. Por eso siempre hay excluidos: los que nos parece que no tienen nada que ofrecer. La aporofobia es un atentado contra la dignidad humana, contra la dignidad de las personas concretas, y pone en peligro la democracia, que tiene por base la igual dignidad de todos los seres humanos. Para combatirla es preciso educar desde la familia, la escuela, los medios de comunicación y la vida pública, para cultivar la capacidad de apreciar el valor de dignidad de todas las personas. Como escribí en Aporofobia, el rechazo al pobre (2017), es urgente educar en la justicia y la compasión.

¿Cómo educamos en las escuelas a futuros ciudadanos críticos, responsables, dialogantes?

Como mínimo, introduciendo en la Enseñanza Secundaria Obligatoria una asignatura de ética, en la que los alumnos conozcan las principales propuestas éticas de nuestra historia y los fundamentos filosóficos que les dan sentido y legitimidad, que sepan también de los valores que priorizamos en las sociedades democráticas. Y que puedan dialogar abiertamente sobre todo esto sin temor a quedar excluidos por sus opiniones. Como decía Tocqueville, “los hombres temen más al aislamiento que al error”: convertir en costumbre el diálogo abierto, sin miedo al aislamiento, es el modo de cultivar una ciudadanía madura y crítica. Pero siempre conviene recordar que no solo educan la escuela y la familia, sino también los medios de comunicación, la ejemplaridad de los personajes públicos y, muy especialmente, la de los políticos. Si la vida pública está colonizada por los tribalismos y las polarizaciones, mal lo tiene la escuela para educar en una ciudadanía madura, con capacidad de discernir y dialogar.

“El cibermundo abre oportunidades para una educación más accesible”

Hace más de diez años encontró en el metaverso una herramienta complementaria para la formación en las aulas. Francisco Sendra (Málaga, 1958) es médico y docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, y para él la tecnología –y el juego–, resultan elementos excepcionales para ampliar los horizontes de la enseñanza.

La exploración hacia nuevos caminos en la docencia hacia el metaverso, como él mismo comenzó haciendo hace años con el programa ‘Second Life’, puede significar un antes y un después en las formas en las que se relacionan los alumnos y el profesorado dentro y fuera de las aulas; aunque, por el momento, sólo se trate de actividades extracurriculares. Reflexionamos con el experto sobre éstas y otras cuestiones vinculadas con la educación.

¿Es el metaverso un arma de doble filo en materia educativa? ¿Ayuda realmente a tener un proceso de aprendizaje más creativo, o se ha convertido en una limitante para desarrollar habilidades sociales?

No entiendo al metaverso como un arma de doble filo en la educación a ningún nivel (educación primaria, secundaria o superior), siempre que se mantenga como un recurso online complementario a la formación reglada. Creo que participar en actividades en entornos tridimensionales puede aportar mucho a alumnos y profesores. De entrada, supone otra forma de aprendizaje online, con una mayor sensación de “estar ahí” que la que proporcionan los recursos de conferencias 2D. Además, puede proporcionar espacios y situaciones que serían carísimos o imposibles de asumir en la vida real, por ejemplo, disponer de un edificio de varias plantas dedicado 24/7 a las actividades de una asignatura, o montar un aula en un escenario fantástico o exótico, como un asteroide flotante o una playa, por ejemplo.

¿Cuáles son los principales retos, en la España de hoy, respecto a la digitalización de la educación?

Es una pregunta muy amplia y el concepto digitalización de la educación es algo ambiguo, puede referirse tanto al soporte proporcionado por contenidos digitales, evitando o anulando el uso de papel, como a los sistemas de gestión de la educación, del tipo plataformas Moodle o similares, ampliamente utilizados en la actualidad como organizadores de procesos educativos. Incluso puede referirse a recursos de aprendizaje remoto (sincrónico y asíncrono) entre los que se incluyen las plataformas de conferencias online (zoom, meet, teams, …), ampliamente utilizadas durante la pandemia y, por supuesto, también el metaverso, con nuevos conceptos de realidad virtual, realidad aumentada o mundos virtuales sociales. Esta tecnología, sobre todo las últimas, evoluciona muy rápido y, tal vez, un reto sea propiciar un mayor conocimiento de las mismas y favorecer que se usen.

De Second Life a la digitalización de la sociedad en 2022. ¿De qué manera nuestro mundo ha cambiado en torno a su dependencia de las herramientas digitales? 

Ha cambiado mucho y lo está haciendo a gran velocidad, en función del progreso de la tecnología. Solo hay que ver cómo ha cambiado nuestro entorno cotidiano. Por poner un ejemplo, todos llevamos un potente ordenador en nuestro bolsillo, con localización por GPS, conexión casi global a Internet, acceso a redes sociales y al uso de herramientas cada vez más sofisticadas. Además, permite grabar audios, capturar imágenes, hablar por teléfono o hacer videoconferencias. No sólo en nuestra vida privada nos hemos hecho dependientes de la tecnología. Está ocurriendo en la vida profesional y en el ámbito educativo y es importante aceptar y aprovechar todas las ventajas que ofrecen los avances tecnológicos. Poniendo un ejemplo relacionado con el ámbito científico, cualquiera que lleve algunas décadas en ello, sabe lo que costaba encontrar fuentes de información y referencias bibliográficas hace años y la facilidad con que tenemos de acceso global a este tipo de información. Actualmente es algo esencial en el progreso científico. Lo mismo puede extrapolarse a otros ámbitos, culturales, legales, etc.

Hablemos de la importancia del juego en el proceso educativo. ¿De qué manera favorecen los juegos online, las realidades virtuales (como fue Second Life), por ejemplo, el aprendizaje en disciplinas tan estrictas como la medicina? 

El juego es muy importante en el proceso educativo del ser humano durante la infancia. Pero también favorece el aprendizaje del adulto, fundamentalmente proporcionando diversión y entretenimiento como estrategia para reforzar el interés en una materia. Para ello, deben tenerse muy en cuenta los objetivos de aprendizaje que se persiguen. Las realidades virtuales, como Second Life, son un juego en sí mismas. Uno accede a ellas representado por un elemento gráfico de aspecto humano llamado avatar y eso le confiere un toque divertido. Pero dentro de los mundos virtuales pueden desarrollarse actividades muy serias, tanto como las que se realizan habitualmente en un aula: una clase, una conferencia, una exposición de un tema de un grupo de alumnos a sus compañeros, etc.

El uso de elementos y herramientas de juego con fines no lúdicos, incluyendo la educación, se conoce como gamificación. La gamificación no es patrimonio del uso de ordenadores, pues pueden realizarse excelentes estrategias de juegos en el aula, que permiten romper la dinámica habitual de estos escenarios funcionando como un estímulo para el aprendizaje. En los mundos virtuales como Second Life, pueden realizarse estrategias de gamificación imposibles (o muy caras) de realizar en la vida real, como disponer durante seis semanas de una isla de 600 metros de diámetro en la que los alumnos deben revisar contenidos educativos en grandes paneles que desaparecen a los cuatro días y son sustituidos por preguntas y tareas que hay que buscar por la isla. Estoy contando la síntesis del juego educativo League of Rays, realizado ininterrumpidamente desde 2015 con más de 1.000 estudiantes de medicina participantes hasta la fecha.

La pandemia, sin duda, hiperdigitalizó nuestras formas de interactuar y sociabilizar, de comprar y de vender, etcétera. Y, por supuesto, nuestras formas de enseñar y aprender. ¿Estamos frente a una moda o frente a un proceso imparable en el que el ‘cibermundo’ será esencial en todas las áreas de la docencia? 

Estoy convencido de que estamos ante un proceso imparable, la tecnología lo permite y los próximos avances, como la conexión 5G o el desarrollo de dispositivos de interacción (gafas, mandos, guantes, sensores corporales) lo van a potenciar. Una gran parte del desarrollo tecnológico de estos entornos 3D proviene del mundo de los videojuegos masivos online, los cuales tienen una tendencia en desarrollos y número de usuarios ascendente. Si a ello le sumamos el interés de determinadas empresas proveedoras de software o de servicios de redes sociales, este fenómeno va a ser imparable. Aunque no me atrevería a vaticinar escenarios futuros, sí puedo recomendar que estemos preparados para las sorpresas.

Hasta ahora, las actividades académicas que usted ha desarrollado en el ‘cibermundo’ son extracurriculares, ¿considera que el sistema educativo español debería de considerarlas ya como parte fundamental de sus programas educativos?

Algunas de las actividades que hemos desarrollado en Second Life desde 2011 son extracurriculares, con participación voluntaria de estudiantes de pregrado y postgrado. Otras son curriculares, con participación obligatoria, como actividad complementaria de una asignatura. Creo que es pronto para considerar el uso de los mundos virtuales como parte fundamental de los programas formativos. Incluso me atrevería a decir que tal vez nunca sean actividades fundamentales, aunque estoy convencido de que serán muy valiosas. Aún hay que conocer más sobre su aplicabilidad en distintos ámbitos educativos y fomentar la cultura de esta tecnología entre profesores y alumnos, para ir incorporándola como un avance tecnológico más en la mejora de la formación.

¿Abre el cibermundo nuevas oportunidades para alcanzar una educación más inclusiva y accesible? Si es así, ¿de qué manera?

Abre oportunidades para una educación más accesible, sin duda. Es parte de la esencia del metaverso, propiciar un acceso universal a un mundo virtual. También los recursos tridimensionales se pueden compartir y así, estudiantes de Gerona pueden desarrollar actividades de aprendizaje con su profesor en instalaciones virtuales desarrolladas en la universidad de Málaga, o estudiantes de toda España pueden participar en un juego competitivo de aprendizaje en el mismo escenario virtual (por poner ejemplos que ya se han llevado a cabo en nuestra universidad).

Las reglas de inclusión educativa y todos los aspectos éticos relacionados con ellas han de ser los mismos que rigen para el mundo real. Adicionalmente, algunas características de los mundos virtuales responden a la diversidad de los usuarios en cuanto a su cultura, comunidad, autopercepción de género, etc. La representación de sí mismos, su avatar, es confeccionado y puede ser detallado por cada usuario en cuanto a sus características estéticas de género, color de piel, apariencia, etc.

¿De qué manera el metaverso puede ayudar a la consecución de los ODS?

En mi opinión, el metaverso puede contribuir al acceso a información de salud para todos, lo que encuadra con el objetivo 3, y a una educación inclusiva e igualitaria (en relación con el objetivo 4).

«La digitalización es un gran concepto, pero no puede dejar a nadie atrás»

Durante los meses más duros de la pandemia, Bureta, un pequeño pueblo aragonés de 200 habitantes, fue una de esas localidades que se llenaron de turistas nacionales. Esta novedad, sumada a la belleza de su paisaje, le llevó a protagonizar numerosos programas de televisión, lo que llamó la atención de Víctor Pardo, un informático de 42 años, y su mujer, cuando lo vieron desde el sofá de su casa en Zaragoza capital. Las ganas de cambiar la ciudad por el pueblo llevaban años sobrevolando sus cabezas y fue precisamente Bureta el que inclinó la balanza. Hicieron las maletas y se fueron con su hijo de cinco años. Gracias a Holapueblo, iniciativa del Grupo Red Eléctrica, AlmaNatura y Correos que atrae nuevos pobladores con perfil emprendedor a zonas rurales con baja densidad demográfica, Víctor pudo abrir un negocio pionero en la comarca: un servicio de reparación informática a domicilio. Desde su nuevo hogar (que aún están construyendo), relata su historia a la vez que reflexiona sobre uno de los grandes retos del mundo rural: la digitalización.

Cada hora el mundo rural pierde cinco habitantes, lo que supone un riesgo extremo para numerosas comarcas que ven desaparecer la poca gente que las sostiene. Sabiendo la realidad del mundo rural, ¿en qué momento (y por qué) decidís hacer las maletas e iros al pueblo?

Antes de mudarnos, yo llevaba desde 2006 haciendo páginas web y posteriormente gestionando un servicio informático de reparación. También tuve un bar de noche. Era una vida bastante cansada. Llevábamos tiempo queriéndonos ir a un pueblo, pero nunca acabábamos de decidirnos. Hasta que llegó la pandemia y, con ella, los ERTES. Fue entonces cuando dimos con Bureta y nos decidimos a comprar una casa allí.

¿Cómo fue esa adaptación a la nueva vida rural? Sobre todo, ¿cómo lo vivió vuestro hijo? Pasó de un colegio convencional a un colegio rural agrupado.

Ha ido bien, aunque a veces eche de menos el otro colegio. Pero aquí tiene una atención mucho más personalizada y una cercanía mayor a la naturaleza. No tienes que estar todo el rato pendiente de él, tiene más libertad.

¿En qué punto se encuentra ahora mismo tu negocio? ¿Qué servicios estáis ofreciendo para una necesidad como es la del acceso a una tecnología digna? (Y a dónde esperáis llegar)

Mi idea era volver a la reparación informática y ahora tengo mi propia empresa. Me dedico a hacer reparaciones informáticas a domicilio en Bureta y en el resto de pueblos de la comarca (14 en total). Acabamos de empezar, como quien dice, pero mi servicio va bien. Siempre recuerdo cuando trabajaba en la ciudad y venía gente desde los pueblos a arreglar el ordenador porque allí no tenían opción alguna. Yo busco evitar esos desplazamientos.

«Nosotros nos vemos aquí en Bureta ya para toda la vida»

Además, hago cualquier tipo de instalación informática que me pidan y doy cursos y clases particulares para los vecinos en el Ayuntamiento. Resolvemos todo tipo de dudas, desde cómo recuperar una cuenta de correo electrónico hasta los pasos a seguir para obtener el certificado covid telemáticamente; y enseñamos los cuidados básicos para protegerse de ciberataques. Uno de mis principales objetivos es intentar que la brecha digital en el mundo rural se reduzca, al menos un poco.

Ante esta incipiente brecha que mencionas, tu perfil es fundamental.  ¿Qué crees que está aportando tu proyecto a la vida y la economía de Bureta y, por ende, a la estabilidad del entorno rural?

A la economía de momento, poco, porque tenemos que crecer más. Cuando lo hagamos, espero generar varios puestos laborales. A nivel local, sí que es cierto que siempre estoy ayudando a los vecinos. En cualquier momento, en cualquier lugar. Sin ir más lejos, el otro día cambié el tóner del colegio porque no llegaba el técnico.

Desde mi experiencia, para el pueblo es una maravilla poder contar con informáticos cerca y es que, además, somos tres personas más que se suman al padrón. Ahora mismo, en Bureta hay 220 habitantes y el 70% son mayores de 60 años. En el colegio solo hay 10 niños menores de 12 años y otros dos más mayores.

Sin embargo, ni en el ámbito urbano ni en el rural el emprendimiento está exento de dificultades. ¿Cuáles son las principales trabas que te encontraste al arrancar con él?

Para empezar, los tiempos son completamente diferentes. En muchas ocasiones me ha dado la sensación de que es como un ‘ya lo haremos’ continuo, tanto a nivel vecinal como de Ayuntamiento. Pero no es algo inherentemente negativo: es otro ritmo de vida. También influye la burocracia. Al fin y al cabo, aquí el alcalde es agricultor y dedica el tiempo que puede al consistorio.

El principal problema son las conexiones. He tenido que contratar 4G porque el internet de cable se cae continuamente y no puedo permitírmelo con el trabajo que tengo, ya que me obliga a estar conectado 24 horas y no puedo tener mi negocio caído durante 7 horas hasta que vuelve internet.

A nivel personal, me gustaría destacar un problema que considero endémico en Aragón, pero también en otras comunidades: es muy difícil encontrar información del pueblo en internet. De algunos no hay manera de saber si tienen colegio, de otros si cuentan con farmacias y centro sanitario, o si hay casas en venta. Dar toda esta información básica es una auténtica gymkana. Al final, con eso solo se consigue sumar desinformación y desanimar a la gente que quizá esté buscando mudarse.  ¿Cómo puede ser posible, por ejemplo, que haya pueblos con páginas web donde no salga absolutamente nada?

¿Por qué crees que pasa esto?

No creo que sea un problema de dinero, sino de que no se están ejecutando bien las cosas. Al final, actualizar los datos online es complicado y para ello se necesita cultura digital. Si queremos atraer gente al pueblo, hay que cambiar esto.

No cabe duda de que la pandemia se ha presentado como una oportunidad histórica para repensar la digitalización de los pueblos, una revolución tecnológica que se antoja fundamental de cara a poder garantizar la inclusión –educativa, sanitaria, social, cultural…– de todos los habitantes en las sociedades del futuro. ¿Cómo concibes esa reconstrucción digital del mundo rural?

En primer lugar, se debe facilitar el conocimiento digital fomentando cursos sobre tecnología e internet. Lo que no se puede hacer es decirle de la noche a la mañana a una persona de 60 años, que no ha tocado un ordenador en su vida, que tiene que pedir las citas del médico con una app en el móvil y utilizando un pin intransferible. O deshacerte de todos los cajeros automáticos y obligarle a hacer los ingresos por internet. Es complicarle la vida a gente que no tiene ni idea de cómo funciona la tecnología.

Esta es una responsabilidad de las instituciones, que deben vender internet como algo fácil y seguro para que la gente se sienta motivada a aprender. En el mundo rural todavía hay personas que ni siquiera confían en las tarjetas de crédito. Y no hablo de gente mayor: hablo de chavales de 20 años. No vale decir ‘venga, para mañana quiero que hagáis de deberes estos cinco ejercicios con la tablet’; hay que enseñar cultura digital. Pero, claro, ¿a quién le preguntas estas dudas en un pueblo? El concepto de la digitalización es estupendo, pero no puede quedar nadie atrás.

«Uno de mis objetivos es intentar que la brecha digital en el mundo rural se reduzca»

Por otro lado, la mejora de las telecomunicaciones es urgente. Tendría que estar obligada por ley: si una compañía quiere poner su antena, debe garantizar al menos un 90% de cobertura. ¿Cómo puede ser que en pleno 2021 todavía haya que estar haciendo malabarismos para conseguir una raya de cobertura?

La iniciativa de Holapueblo pretende conectar a personas que desean hacer realidad sus proyectos de emprendimiento en una zona rural con pueblos dispuestos a acogerles como nuevos vecinos con el objetivo de revertir la despoblación. Echando la vista atrás, ¿cómo dirías que fue el proceso de selección para vosotros? 

La verdad es que lo vi de casualidad cuando estaba buscando orientación para implementar mi negocio en el pueblo. No llegué a entrar a la primera porque la convocatoria ya había cerrado. Sin embargo, cuando me cogieron a la siguiente, yo ya tenía hecha la selección del pueblo por lo que pudimos centrarnos en las tutorías con expertos, que se enfocaron más en el ámbito del negocio y el contacto directo con el Ayuntamiento.

El proceso constaba de cinco sesiones: la primera se centraba en cómo construir un nuevo proyecto de vida en el pueblo; la segunda en buscar ese pueblo; otra profundizaba en el perfil laboral para ayudarnos a elegir bien nuestro nicho y saber cómo enfocar el negocio y el resto versaban sobre cómo montar una empresa de cero –los trámites, las gestiones legales…–. Lo mejor es que, aunque las tutorías eran particulares, la iniciativa tenía toda una plataforma online montada con un foro donde los participantes podíamos intercambiar nuestros conocimientos y opiniones, ayudándonos entre unos y otros. La verdad es que la gente que entra en el proyecto es muy activa y está dispuesta a echar una mano en todo lo que sea posible.

¿Crees que esta iniciativa puede contribuir de forma definitiva a resolver una problemática tan compleja como la de la despoblación?

Si lo piensas, por cada edición de Holapueblo son más de 30 participantes al año, cada uno con una idea de negocio. Si todos salen adelante, es una contribución importante para la lucha contra la despoblación. Otra cosa es que a lo mejor tengas la idea un poco borrosa y te cueste más, pero yo creo que sí que ayuda. Lo veo genial para quien no tenga muy claro qué proyecto llevar a cabo. Es verdad que yo vengo con un bagaje de autónomo de más de 20 años y tengo experiencia, pero si en su día, cuando estaba empezando, me hubieran descubierto Holapueblo podría haber avanzado mucho más rápido.

Lo cierto es que, hasta hace relativamente poco, la gente abandonaba el pueblo en busca de oportunidades laborales. Ahora muchos buscan volverse huyendo de grandes aglomeraciones para dar con una vida más tranquila. ¿Estamos ante el cambio definitivo que revertirá la despoblación?

Solo se revertirá si se invierte en ello. No económicamente, que también, sino con cosas simples. Por ejemplo, con ayuntamientos interesados en que venga gente a su pueblo y trabajen por ello creando un listado de casas vacías y ayudando a venderlas, actualizando toda la información necesaria para quien se quiera mudar. Hay que vender muy bien la localidad, tener una página en condiciones con fotos de verdad que invite a la gente a estar ahí. En todos los pueblos hay cientos de actividades culturales y hay que hacerlas visibles. Yo he hecho ya más cosas relacionadas con la cultura aquí en Bureta que en Zaragoza. Un pueblo no es aburrido.

En resumen, hay fórmulas para atraer habitantes. Es importante orientar a los emprendedores, dar nociones de qué negocios se necesitan en los pueblos. Y, por supuesto, acabar con los desiertos de educación: no puede concebirse ya que un niño tenga que hacerse todos los días 50 minutos de bus para llegar al instituto solo por el hecho de que viva en el mundo rural.

Quedan ya pocos días para que acabe 2021. ¿Qué propósitos tenéis para 2022?

Acabar nuestra reforma y asentarnos ya del todo para poder enfocarnos bien en el negocio y alcanzar definitivamente a todos los pueblos de la comarca. Nosotros nos vemos aquí para toda la vida –si no, no hubiéramos venido–. Con este negocio u otro, pero la idea es quedarnos aquí para siempre.