Categoría: Innovación sostenible

La solución para salvar el planeta está en los datos

Es un día más en Red Eléctrica de España. Uno de los técnicos del departamento de mantenimiento de instalaciones recibe en su ordenador una alerta que le recuerda que se debe proceder al adecuamiento de la vegetación en uno de los tramos de los 44.000 kilómetros de línea de alta tensión de la red de transporte de energía. De ignorar esa señal, la situación podría conllevar algunos riesgos, como el de un incendio forestal en caso de que un árbol que hubiese crecido más de la cuenta entrase en contacto con el tendido.

El dato que evita cualquier incidente es preciso y eficaz: es fruto de un análisis automatizado que no deja nada al azar. Sin embargo, hace apenas un par de años, este proceso de control de la vegetación requería mucho más tiempo, ya que implicaba llevar a cabo un exhaustivo trabajo sobre el terreno por parte de los técnicos y requería numerosas revisiones. Ahora, ese trabajo lo hace un algoritmo creado específicamente para identificar el tipo de vegetación que crece bajo las líneas de alta tensión y temporizar su mantenimiento según la especie. Detrás de esta tecnología están Red Eléctrica, Elewit y Overstory, que han desarrollado el proyecto para incrementar la seguridad y fiabilidad de la red y reducir el riesgo de incendios forestales, lo que sin duda protege la biodiversidad y el capital natural.

Gracias a la creación de un algoritmo único, desde Red Eléctrica pueden monitorizar el crecimiento de la vegetación existente bajo el tendido y proteger la biodiversidad

El del algoritmo de Grupo Red Eléctrica es un claro ejemplo de cómo las tecnologías basadas en el big data, el machine learning o la realidad virtual se han convertido en uno de los principales puntos de apoyo a la hora de proteger la biodiversidad del planeta.

Así lo han entendido también los creadores de Posidonia Maps, un proyecto que trata de proteger las praderas submarinas de posidonia. Esta especie vegetal, hábitat y apoyo para miles de especies, es también una potente alcantarilla de CO₂ que favorece la oxigenación del mar y el mantenimiento del suelo marino. Conscientes de que una de las principales amenazas para esta especie era el fondeo de embarcaciones, cuyo movimiento de anclas desgarra los ejemplares de posidonia, un equipo de profesionales de la Asociación Vellmarí, Movired y Oceansnell decidieron desarrollar una aplicación que mostrase una exhaustiva cartografía de las praderas de posidonia en Formentera. De esta manera, las embarcaciones tienen información en tiempo real de la ubicación de las praderas y pueden evitar fondear en estos espacios. Sin esta información, que cada usuario puede descargar en su dispositivo móvil, resultaría prácticamente imposible conocer los puntos de posidonia en torno a la isla y, por tanto, su destrucción sería inevitable.

Posidonia Maps es un proyecto que utiliza el big data para evitar la destrucción de las praderas de posidonia por parte de las embarcaciones

Se trata de dos proyectos –el de Grupo Red Eléctrica y el de Posidonia Maps– que confirman la llegada de una nueva era tecnológica basada en la gestión de datos. Precisamente, es ahí de donde parten ramas tan esenciales el estudio de potenciales retos y desafíos que amenazan la salud del planeta. Este escenario tecnológico, que apenas éramos capaces de imaginar hace unos años, está ahora a nuestro alcance y puede sernos útiles para mejorar las soluciones ya existentes que buscan proteger la biodiversidad y la salud de las personas.

«La digitalización es un gran concepto, pero no puede dejar a nadie atrás»

Durante los meses más duros de la pandemia, Bureta, un pequeño pueblo aragonés de 200 habitantes, fue una de esas localidades que se llenaron de turistas nacionales. Esta novedad, sumada a la belleza de su paisaje, le llevó a protagonizar numerosos programas de televisión, lo que llamó la atención de Víctor Pardo, un informático de 42 años, y su mujer, cuando lo vieron desde el sofá de su casa en Zaragoza capital. Las ganas de cambiar la ciudad por el pueblo llevaban años sobrevolando sus cabezas y fue precisamente Bureta el que inclinó la balanza. Hicieron las maletas y se fueron con su hijo de cinco años. Gracias a Holapueblo, iniciativa del Grupo Red Eléctrica, AlmaNatura y Correos que atrae nuevos pobladores con perfil emprendedor a zonas rurales con baja densidad demográfica, Víctor pudo abrir un negocio pionero en la comarca: un servicio de reparación informática a domicilio. Desde su nuevo hogar (que aún están construyendo), relata su historia a la vez que reflexiona sobre uno de los grandes retos del mundo rural: la digitalización.

Cada hora el mundo rural pierde cinco habitantes, lo que supone un riesgo extremo para numerosas comarcas que ven desaparecer la poca gente que las sostiene. Sabiendo la realidad del mundo rural, ¿en qué momento (y por qué) decidís hacer las maletas e iros al pueblo?

Antes de mudarnos, yo llevaba desde 2006 haciendo páginas web y posteriormente gestionando un servicio informático de reparación. También tuve un bar de noche. Era una vida bastante cansada. Llevábamos tiempo queriéndonos ir a un pueblo, pero nunca acabábamos de decidirnos. Hasta que llegó la pandemia y, con ella, los ERTES. Fue entonces cuando dimos con Bureta y nos decidimos a comprar una casa allí.

¿Cómo fue esa adaptación a la nueva vida rural? Sobre todo, ¿cómo lo vivió vuestro hijo? Pasó de un colegio convencional a un colegio rural agrupado.

Ha ido bien, aunque a veces eche de menos el otro colegio. Pero aquí tiene una atención mucho más personalizada y una cercanía mayor a la naturaleza. No tienes que estar todo el rato pendiente de él, tiene más libertad.

¿En qué punto se encuentra ahora mismo tu negocio? ¿Qué servicios estáis ofreciendo para una necesidad como es la del acceso a una tecnología digna? (Y a dónde esperáis llegar)

Mi idea era volver a la reparación informática y ahora tengo mi propia empresa. Me dedico a hacer reparaciones informáticas a domicilio en Bureta y en el resto de pueblos de la comarca (14 en total). Acabamos de empezar, como quien dice, pero mi servicio va bien. Siempre recuerdo cuando trabajaba en la ciudad y venía gente desde los pueblos a arreglar el ordenador porque allí no tenían opción alguna. Yo busco evitar esos desplazamientos.

«Nosotros nos vemos aquí en Bureta ya para toda la vida»

Además, hago cualquier tipo de instalación informática que me pidan y doy cursos y clases particulares para los vecinos en el Ayuntamiento. Resolvemos todo tipo de dudas, desde cómo recuperar una cuenta de correo electrónico hasta los pasos a seguir para obtener el certificado covid telemáticamente; y enseñamos los cuidados básicos para protegerse de ciberataques. Uno de mis principales objetivos es intentar que la brecha digital en el mundo rural se reduzca, al menos un poco.

Ante esta incipiente brecha que mencionas, tu perfil es fundamental.  ¿Qué crees que está aportando tu proyecto a la vida y la economía de Bureta y, por ende, a la estabilidad del entorno rural?

A la economía de momento, poco, porque tenemos que crecer más. Cuando lo hagamos, espero generar varios puestos laborales. A nivel local, sí que es cierto que siempre estoy ayudando a los vecinos. En cualquier momento, en cualquier lugar. Sin ir más lejos, el otro día cambié el tóner del colegio porque no llegaba el técnico.

Desde mi experiencia, para el pueblo es una maravilla poder contar con informáticos cerca y es que, además, somos tres personas más que se suman al padrón. Ahora mismo, en Bureta hay 220 habitantes y el 70% son mayores de 60 años. En el colegio solo hay 10 niños menores de 12 años y otros dos más mayores.

Sin embargo, ni en el ámbito urbano ni en el rural el emprendimiento está exento de dificultades. ¿Cuáles son las principales trabas que te encontraste al arrancar con él?

Para empezar, los tiempos son completamente diferentes. En muchas ocasiones me ha dado la sensación de que es como un ‘ya lo haremos’ continuo, tanto a nivel vecinal como de Ayuntamiento. Pero no es algo inherentemente negativo: es otro ritmo de vida. También influye la burocracia. Al fin y al cabo, aquí el alcalde es agricultor y dedica el tiempo que puede al consistorio.

El principal problema son las conexiones. He tenido que contratar 4G porque el internet de cable se cae continuamente y no puedo permitírmelo con el trabajo que tengo, ya que me obliga a estar conectado 24 horas y no puedo tener mi negocio caído durante 7 horas hasta que vuelve internet.

A nivel personal, me gustaría destacar un problema que considero endémico en Aragón, pero también en otras comunidades: es muy difícil encontrar información del pueblo en internet. De algunos no hay manera de saber si tienen colegio, de otros si cuentan con farmacias y centro sanitario, o si hay casas en venta. Dar toda esta información básica es una auténtica gymkana. Al final, con eso solo se consigue sumar desinformación y desanimar a la gente que quizá esté buscando mudarse.  ¿Cómo puede ser posible, por ejemplo, que haya pueblos con páginas web donde no salga absolutamente nada?

¿Por qué crees que pasa esto?

No creo que sea un problema de dinero, sino de que no se están ejecutando bien las cosas. Al final, actualizar los datos online es complicado y para ello se necesita cultura digital. Si queremos atraer gente al pueblo, hay que cambiar esto.

No cabe duda de que la pandemia se ha presentado como una oportunidad histórica para repensar la digitalización de los pueblos, una revolución tecnológica que se antoja fundamental de cara a poder garantizar la inclusión –educativa, sanitaria, social, cultural…– de todos los habitantes en las sociedades del futuro. ¿Cómo concibes esa reconstrucción digital del mundo rural?

En primer lugar, se debe facilitar el conocimiento digital fomentando cursos sobre tecnología e internet. Lo que no se puede hacer es decirle de la noche a la mañana a una persona de 60 años, que no ha tocado un ordenador en su vida, que tiene que pedir las citas del médico con una app en el móvil y utilizando un pin intransferible. O deshacerte de todos los cajeros automáticos y obligarle a hacer los ingresos por internet. Es complicarle la vida a gente que no tiene ni idea de cómo funciona la tecnología.

Esta es una responsabilidad de las instituciones, que deben vender internet como algo fácil y seguro para que la gente se sienta motivada a aprender. En el mundo rural todavía hay personas que ni siquiera confían en las tarjetas de crédito. Y no hablo de gente mayor: hablo de chavales de 20 años. No vale decir ‘venga, para mañana quiero que hagáis de deberes estos cinco ejercicios con la tablet’; hay que enseñar cultura digital. Pero, claro, ¿a quién le preguntas estas dudas en un pueblo? El concepto de la digitalización es estupendo, pero no puede quedar nadie atrás.

«Uno de mis objetivos es intentar que la brecha digital en el mundo rural se reduzca»

Por otro lado, la mejora de las telecomunicaciones es urgente. Tendría que estar obligada por ley: si una compañía quiere poner su antena, debe garantizar al menos un 90% de cobertura. ¿Cómo puede ser que en pleno 2021 todavía haya que estar haciendo malabarismos para conseguir una raya de cobertura?

La iniciativa de Holapueblo pretende conectar a personas que desean hacer realidad sus proyectos de emprendimiento en una zona rural con pueblos dispuestos a acogerles como nuevos vecinos con el objetivo de revertir la despoblación. Echando la vista atrás, ¿cómo dirías que fue el proceso de selección para vosotros? 

La verdad es que lo vi de casualidad cuando estaba buscando orientación para implementar mi negocio en el pueblo. No llegué a entrar a la primera porque la convocatoria ya había cerrado. Sin embargo, cuando me cogieron a la siguiente, yo ya tenía hecha la selección del pueblo por lo que pudimos centrarnos en las tutorías con expertos, que se enfocaron más en el ámbito del negocio y el contacto directo con el Ayuntamiento.

El proceso constaba de cinco sesiones: la primera se centraba en cómo construir un nuevo proyecto de vida en el pueblo; la segunda en buscar ese pueblo; otra profundizaba en el perfil laboral para ayudarnos a elegir bien nuestro nicho y saber cómo enfocar el negocio y el resto versaban sobre cómo montar una empresa de cero –los trámites, las gestiones legales…–. Lo mejor es que, aunque las tutorías eran particulares, la iniciativa tenía toda una plataforma online montada con un foro donde los participantes podíamos intercambiar nuestros conocimientos y opiniones, ayudándonos entre unos y otros. La verdad es que la gente que entra en el proyecto es muy activa y está dispuesta a echar una mano en todo lo que sea posible.

¿Crees que esta iniciativa puede contribuir de forma definitiva a resolver una problemática tan compleja como la de la despoblación?

Si lo piensas, por cada edición de Holapueblo son más de 30 participantes al año, cada uno con una idea de negocio. Si todos salen adelante, es una contribución importante para la lucha contra la despoblación. Otra cosa es que a lo mejor tengas la idea un poco borrosa y te cueste más, pero yo creo que sí que ayuda. Lo veo genial para quien no tenga muy claro qué proyecto llevar a cabo. Es verdad que yo vengo con un bagaje de autónomo de más de 20 años y tengo experiencia, pero si en su día, cuando estaba empezando, me hubieran descubierto Holapueblo podría haber avanzado mucho más rápido.

Lo cierto es que, hasta hace relativamente poco, la gente abandonaba el pueblo en busca de oportunidades laborales. Ahora muchos buscan volverse huyendo de grandes aglomeraciones para dar con una vida más tranquila. ¿Estamos ante el cambio definitivo que revertirá la despoblación?

Solo se revertirá si se invierte en ello. No económicamente, que también, sino con cosas simples. Por ejemplo, con ayuntamientos interesados en que venga gente a su pueblo y trabajen por ello creando un listado de casas vacías y ayudando a venderlas, actualizando toda la información necesaria para quien se quiera mudar. Hay que vender muy bien la localidad, tener una página en condiciones con fotos de verdad que invite a la gente a estar ahí. En todos los pueblos hay cientos de actividades culturales y hay que hacerlas visibles. Yo he hecho ya más cosas relacionadas con la cultura aquí en Bureta que en Zaragoza. Un pueblo no es aburrido.

En resumen, hay fórmulas para atraer habitantes. Es importante orientar a los emprendedores, dar nociones de qué negocios se necesitan en los pueblos. Y, por supuesto, acabar con los desiertos de educación: no puede concebirse ya que un niño tenga que hacerse todos los días 50 minutos de bus para llegar al instituto solo por el hecho de que viva en el mundo rural.

Quedan ya pocos días para que acabe 2021. ¿Qué propósitos tenéis para 2022?

Acabar nuestra reforma y asentarnos ya del todo para poder enfocarnos bien en el negocio y alcanzar definitivamente a todos los pueblos de la comarca. Nosotros nos vemos aquí para toda la vida –si no, no hubiéramos venido–. Con este negocio u otro, pero la idea es quedarnos aquí para siempre. 

Innovación para la transformación digital rural

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En España la brecha digital afecta notablemente a los habitantes de las áreas rurales. La innovación en las telecomunicaciones puede ser la clave para reducir este problema y fomentar así la igualdad de oportunidades y el desarrollo económico y social en toda la geografía española.

Fotosíntesis artificial, ¿la generación de energía limpia del futuro?

De una forma u otra, el mundo es empujado a través del uso de la energía. Los humanos, los animales y las plantas se derrumbarían inertes ante su ausencia. En el caso de las plantas, el proceso por el que capturan la energía es tan particular como trascendental: la fotosíntesis, aprovechando el uso de la energía solar, convierte las sustancias inorgánicas que captura –como el dióxido de carbono– en sustancias orgánicas, logrando nutrirse y, a la vez, desprender oxígeno. Es decir, que al contrario que los humanos y los animales, se nutren de forma autónoma. No obstante, este proceso no destaca solo por la capacidad inherente de los vegetales de construir su propia base de alimentación: también consume dióxido de carbono, equilibra los gases atmosféricos y ayuda a asegurar la biodiversidad del planeta.

«Sin la fotosíntesis artificial es imposible cumplir los objetivos [de descarbonización en el año 2050»

Este proceso, si bien es insustituible, ahora también puede ser desarrollado de forma artificial. La Universidad de Cambridge ha logrado elaborar un programa que puede convertirse en el eje central de una tecnología que revolucione el futuro –y el presente– de la energía limpia. La investigación liderada por la universidad británica ha permitido, tras dos años de trabajo, crear con éxito una hoja inalámbrica repleta de fotocatalizadores capaces de convertir la luz solar, el agua y el CO2 en un combustible limpio. El prototipo ha conseguido aumentar el entusiasmo por la lucha frente al cambio climático. Hoy muchos prevén el uso de dispositivos tecnológicos como este como la principal solución frente a la actual crisis ecológica. Es más, según el equipo de investigadores que lo ha desarrollado, actualmente sería sencilla no solo su fabricación, sino también su implantación a gran escala al ser una solución relativamente económica.

No obstante, esta no es la única investigación de este tipo: múltiples proyectos similares se desarrollan cada día en lo que ya es una suerte de carrera a contrarreloj. La lógica subyacente es sencilla: cuanto antes se actúe, antes se evitarán las peores consecuencias de la crisis climática. Uno de estos proyectos es A-Leaf(en español, «una hoja»), un dispositivo de fotosíntesis artificial del tamaño de una lata de refresco que está siendo desarrollado por un consorcio europeo de investigación. A pesar de su reducida dimensión,  estos dispositivos son muy eficientes: mientras el aprovechamiento natural medio de la luz solar de las plantas es menor al 2%, el porcentaje escala hasta el 30% en proyectos tecnológicos como este.

Mientras el aprovechamiento natural medio de la luz solar de las plantas es menor al 2%, el porcentaje escala hasta el 30% en los proyectos de fotosíntesis artificial

Entre las ventajas de este nuevo método energético se halla la nula contaminación: con la consecución de la energía, e incluso con su almacenaje, la liberación extra de CO2 es eliminada. Esto podría facilitar con creces la transición en que se hallan envueltos la mayoría de los países desarrollados. A su vez, el atractivo que suscita su bajo coste de producción puede convertir la fotosíntesis artificial en una alternativa para los países en desarrollo frente a una industrialización rápida, sencilla y, sobre todo, profundamente contaminante. Es por ello por lo que la COP26 se ha centrado, en parte, en la ‘financiación climática’ para aquellos países más vulnerables. Según afirma uno de los coordinadores de A-Leaf, José Ramón Galán-Mascarós, «sin la fotosíntesis artificial es imposible cumplir esos objetivos [de descarbonización en el año 2050]». Metas que son fundamentales para limitar el crecimiento de la temperatura global con relación a la época pre-industrial: alcanzar más de 1,5ºC –lo citado en el Acuerdo de París– sería de una gravedad inusitada.

Otra de las grandes ventajas que pueden convertir esta tecnología en la gran ganadora de la carrera tecnológica contra el cambio climático es su estabilidad. Frente a otras opciones de energía verde como es el caso de la energía eólica o fotovoltaica, que requieren de la presencia de viento o de luz, los dispositivos de fotosíntesis artificial no dependen de elementos externos para su funcionamiento.

Parece cuestión de tiempo que tecnologías como estas se hagan un hueco para modelar el futuro del planeta. ¿Cabe imaginar algo más ecológico que este –efectivo– homenaje velado a la naturaleza?

‘Plásticos’ sin plástico, los biomateriales del futuro

La contaminación por plástico es uno de los grandes problemas del siglo XXI. Según la ONU, el 85% de los desechos que hay en nuestros océanos son residuos plásticos. Es más, recientes investigaciones han encontrado en zonas naturales remotas, como los Pirineos, indicios de partículas de este material, que han sido transportadas por el aire.  Una contaminación “omnipresente y persistente”, según cita la ONU, cuyo volumen podría triplicarse en 2040, al igual que sus efectos nocivos para la biodiversidad y el bienestar humano. Y es que este material no solo afecta negativamente a la naturaleza, sino también a nuestra salud. Así se desprende  del estudio «Plástico y Salud. El Coste oculto de un planeta de plástico», en el que diferentes instituciones internacionales alertan de que los plásticos pueden provocar “afecciones cancerígenas, inflamaciones crónicas o enfermedades cardiovasculares” debido a la ingesta de microplásticos a la que estamos expuestos. Por ello, la ONU anima a reducir su consumo y a realizar más investigaciones para conocer mejor cuáles son los efectos nocivos del plástico sobre la salud humana con el objetivo de sensibilizar acerca de su impacto.

Según la ONU, la contaminación por el plástico es “omnipresente y persistente” y podría triplicarse en 2040

En este escenario, además de medidas como la prohibición de los plásticos de un solo uso en Europa, o la apuesta por el reciclaje, urge encontrar materiales alternativos al plástico que sean biodegradables. Este reto, que requerirá también un importante cambio cultural, de producción y de consumo, es el que han asumido algunos científicos y empresas que apuestan por crear otros compuestos que miren a un futuro verde: son los nuevos ‘plásticos’ sin plástico, los biomateriales del futuro.

Bioplásticos, un sustitutivo transversal para el futuro

Teniendo en cuenta la durabilidad y el bajo coste de los plásticos, encontrar materiales que los sustituyan es una tarea compleja, pero no imposible. En esta encrucijada aparecen los bioplásticos, elaborados con materiales que permiten reducir la huella ecológica derivada de la producción y el consumo. En el universo de los bioplásticos existen distintas tipologías, sin embargo, los más ecológicos son los plásticos biobasados. Se trata de una variedad degradable obtenida directamente de fuentes renovables como el maíz, la celulosa o la caña de azúcar, y que después de su uso se degradan en el entorno natural sin causar daño al medio ambiente.

Un instituto de investigación científica de Málaga desarrolla materiales biodegradables a partir de restos de la piel del tomate

Pero, ¿pueden los bioplásticos ser un sustituto real del plástico? La respuesta es sí. Y ya se están dando los primeros pasos para conseguirlo, aunque el camino por recorrer es largo. La meta: reducir los 300 millones de toneladas de plásticos que se producen en el planeta cada año mediante combustibles fósiles, y empezar a introducir los bioplásticos de forma transversal.

En esta misión la apuesta por la innovación y por la inversión en I+D+i es clave.  La innovación verde es sinónimo de futuro, y hay proyectos cada vez más diversos en el entorno empresarial como fabricar bioplásticos a partir de las cáscaras de mariscos o producir botellas “totalmente vegetales” elaboradas con azúcares de maíz, trigo o remolacha.  No todos los proyectos están liderados por empresas. Las universidades y centros de investigación también están ahondando en esta materia con el fin de reducir la dependencia hacia el plástico y encontrar alternativas que respeten el entorno. Es el caso del proyecto que está desarrollando el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora, en Málaga, que emplea los restos de la piel del tomate para crear materiales aptos para el envasado de alimentos, la fabricación de adornos decorativos o de otros complementos como botones. También existen investigaciones orientadas hacia la investigación química, como la que están desarrollando científicos de la Universidad de Rutgers que han desarrollado un sistema electroquímico para convertir el dióxido de carbono y el agua en otros materiales sustitutivos de los plásticos.

A la luz de estas innovaciones científicas, el futuro es sinónimo del desarrollo de los biomateriales. En un planeta con objetivos de descarbonización y una conciencia social cada vez más decidida a dejar los plásticos tradicionales atrás, surgen alternativas como los biomateriales que, con la ayuda de la investigación científica, garantizarán un planeta más verde, responsable y sostenible.

Arquitectura regenerativa, el camino hacia un futuro habitable

Antoni Gaudí, uno de los arquitectos españoles más estudiados y reconocidos, aseguraba hace más de 100 años que “el arquitecto del futuro se basará en la imitación de la naturaleza, porque es la forma más racional, duradera y económica”. El futuro al que hacía referencia ya está aquí, y no son pocos los profesionales que han tomado su predicción como máxima para que los edificios en los que desarrollamos nuestra vida logren cohesionar la actividad humana y la de la naturaleza.

Diversos estudios apuntan a que el sector de la construcción es responsable del consumo del 50% de los recursos naturales y el 40% de la energía, y que  genera, además, cerca del 50% de los residuos. La propia Comisión Europea ha confirmado que nuestros edificios emiten el 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

El sector de la construcción consume el 50% de los recursos naturales, el 40% de la energía y genera el 35% de los residuos

La arquitectura camina desde hace años hacia la sostenibilidad buscando minimizar el impacto medioambiental de las edificaciones. Pero, más recientemente, se ha comprendido que esto no es suficiente. Y es que este tipo de arquitectura sostenible no ha abandonado aún el nicho de las construcciones “estáticas” y, como indica el arquitecto William McDonough, “los edificios deben funcionar como árboles y las ciudades como bosques”. Ya no se trata de imitar sino de integrar, construyendo edificios autosuficientes y ecológicos que restauren, renueven y revitalicen los materiales y fuentes de energía empleados tradicionalmente. Es lo que se conoce como arquitectura regenerativa.

Un ejemplo claro de lo que esta disciplina puede lograr tiene que ver con la reducción de emisiones de CO2, ya que convierte los propios edificios en instrumentos que absorben dichos gases. Esto se consigue incorporando al mismo una considerable masa vegetal, principalmente compuesta por césped y diversos arbustos tupidos. Una medida que además permite reducir las altas temperaturas en el edificio, mejorando así la eficiencia y estrechando la conexión directa con la naturaleza de las personas que lo habiten.

Si hablamos del consumo energético y de recursos todo consiste en sustituir edificios consumidores por edificios productores. Las posibilidades son múltiples: desde la instalación de paneles solares que generen energía verde al uso de materiales de construcción restaurados o la plantación de jardines comestibles, una nueva tendencia de cultivo ecológico de todo tipo de vegetales, frutos, hierbas aromáticas y flores, que puedan ser cuidados por los habitantes del edificio reforzando su concienciación ecológica y facilitándoles una fuente de alimentación sana.

La arquitectura regenerativa logra que los edificios funcionen como árboles y las ciudades como bosque

La Universidad Mexicana del Medio Ambiente (UMA), diseñada por el arquitecto Oscar Hagerman y operativa desde 2014, es pionera en la aplicación de esta arquitectura regenerativa. El complejo cuenta con cubiertas vegetales que proporcionan aislamiento térmico; medios de captación pluvial, para abastecer los sistemas sanitarios y de reciclaje de aguas para el riego; o viveros y jardines comestibles en las inmediaciones. Además, en su construcción sólo se emplearon materiales naturales de bajo impacto ecológico cuyo sobrante se reutilizó, mezclado con estiércol, para el revestimiento de sus muros. Así, esta universidad convierte su propio espacio en una lección en vivo para sus estudiantes.

Un ejemplo más ambicioso de arquitectura regenerativa es el proyecto para la nueva Torre Pirelli de Milán, diseñado por el arquitecto Stefano Boeri, que ya ha realizado con gran éxito edificios similares. Se trata de un rascacielos con 1.700 metros cuadrados de vegetación en su fachada, pensado para absorber 14 toneladas de CO2 y producir nueve toneladas de oxígeno por año. Además, este edificio cubrirá el 65% de sus necesidades totales de electricidad a través de paneles solares. El propio Stefano Boeri asegura que el nuevo edificio “equivale a instalar un bosque de 10.000 metros cuadrados en el centro de Milán”.

Son ejemplos de peso que nos obligan a profundizar en esta corriente de la arquitectura regenerativa como vía ineludible para asegurar la imprescindible sostenibilidad de los recursos naturales y para volver a conectar las ciudades con la naturaleza.

Bienvenido a tu nuevo hogar: Red Nacional de Pueblos Acogedores para el Teletrabajo

Red Nacional de Pueblos Acogedores del Teletrabajo

Pocas cosas se antojan necesarias para un trayecto que, hoy, es cada vez más frecuente: un maletín, un puñado de aparatos electrónicos y una maleta embutida con ropa de toda clase. Esto bien podría ser el inicio de unas pequeñas vacaciones. No obstante, es parte de esa oficina portátil que aquellos practicantes del teletrabajo llevan consigo a todos lados. Una sensación de libertad y movimiento completamente novedosa. En definitiva, una pequeña explosión de oportunidades dispuestas a nuestro alcance. 

No es de extrañar, a este respecto, que surjan propuestas atractivas como la dispuesta a través de la Red Nacional de Pueblos Acogedores para el Teletrabajo. Este proyecto, impulsado por el Grupo Red Eléctrica y El Hueco, con el apoyo de la plataforma Booking, busca atraer trabajadores telemáticos hacia la España rural. El objetivo es demostrar el atractivo inexplorado de las zonas que conforman lo que se conoce como 'España vacía'. Así, esta red promueve municipios que reúnen las condiciones necesarias para poder desarrollar una vida profesional a distancia.Las estancias –que pueden ser tanto cortas, medias o largas– contribuyen, de esta forma, a dinamizar y repoblar zonas rurales necesitadas de un nuevo soplo de vida. 

El mundo rural ofrece ahora la oportunidad de desarrollar una vida distinta a los ritmos demandados por la ciudad

«La pandemia ha puesto el teletrabajo en primera línea y ha contribuido, además, a cambiar la percepción que las personas que viven en las zonas urbanas tienen del medio rural, que es visto ahora como un espacio seguro con una gran calidad de vida», explicó en su presentación Joaquín Alcalde, director de El Hueco, compañía basada en el soporte a los emprendedores sociales. En términos similares se expresó también Antonio Calvo, director de Sostenibilidad en el Grupo Red Eléctrica, cuando destacó que el mundo rural «ofrece unas oportunidades de teletrabajo que probablemente hasta ahora no se habían valorado».

Un cambio de perspectiva

El proyecto, por tanto, trata de aprovechar la oportunidad que surge de una situación desfavorable, como es el impacto de la pandemia. ¿Por qué el lugar a donde uno se dirige a refugiarse en sus vacaciones no puede estar presente, también, durante el resto del año? Esta es la idea central tras la nueva red del teletrabajo; una oportunidad en la que parece posible poder combinar el deber profesional con el placer de la libertad oculto a través de las calles de estos pequeños núcleos rurales. Es por ello que cada municipio participante –30 hasta el momento– cuenta con cobertura de internet, espacios de co-working, conexiones de transporte público y la existencia de otros factores como bancos, farmacias y lugares de culto. 

Ya son 30 los municipios que forman parte de esta red de pueblos destinados a potenciar el teletrabajo

Esta experiencia, en ocasiones de carácter puramente inmersivo, es impulsada también por la posibilidad de establecer una especie de anfitrión relativo al teletrabajador, es decir, una persona del pueblo que oriente y asesore a las personas que se desplacen a teletrabajar allí. Una apertura que cala en cada uno de los niveles en que se dispone la oportunidad: atracción de talento, revitalización de cultura y ocio, fortalecimiento del tejido social. «Con experiencias como esta, se abren nuevos modelos que facilitan las oportunidades de trabajar en entornos rurales», señalaba Antonio Calvo. 

El éxodo asociado al teletrabajo es cada vez mayor, y proyectos como este ayudan a la huida de talento rural desde el interior peninsular. Empresas de todo perfil se preparan para el silencio de las oficinas y el bullicio del hogar. El modelo híbrido de trabajo, incluso, ofrece una oportunidad también recogida en la Red Nacional de Pueblos Acogedores para el Teletrabajo, como es la de llegar a convertirse en población flotante. Es decir, a vivir alejado de los inconvenientes que uno perciba en el medio urbano, a desarrollar una existencia acorde a los ideales que uno considera más cercano al color verde del campo.

 El turismo rural como ejemplo de turismo sostenible

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La Declaración de Quebec define el turismo rural sostenible como «aquel donde la motivación principal de los turistas es la observación que incluye a las comunidades locales en su planificación y desarrollo, y contribuye a su bienestar».

La revolución del cultivo vertical

«Asombrosas islas de verduras que se mueven como balsas sobre el agua». Al historiador William Prescott, que basó gran parte de sus relatos en el imperio azteca, el paisaje de la zona le dejó perplejo: donde debía estar el lago Xochimilco, se vislumbraban aquellas llamativas chinampas, abundantes cosechas de verduras y flores que flotaban impasibles en balsas acuáticas, formando islas que parecían levitar en el aire. Parecía magia. ¿Cómo era posible que esos cultivos no necesitaran del suelo para salir adelante? 

Si viajamos aún más atrás en la historia, encontraremos jeroglíficos egipcios que describían procesos de cultivo acuáticos a lo largo del Nilo. Eran los orígenes de lo que ahora conocemos como la hidroponía, que reemplaza un sustrato inerte por disoluciones minerales en agua, una técnica innovadora y mucho más sostenible que la agricultura tradicional, responsable del consumo del 70% del agua a escala global.

De seguir con el sistema alimentario actual en 2050 el acceso global a calorías se reducirá hasta niveles propios del año 2000

Ahora  la agricultura ha dado un paso más y ya mira al suelo desde las alturas. Es la aeroponía, una técnica de cultivo vertical que solo necesita una décima parte del agua respecto a los cultivos tradicionales y que resuelve algunos de los problemas que el incipiente reto de alimentar al planeta trae consigo: alteraciones del suelo, desertificación, sequía y falta de espacio. Y es que el tiempo corre en nuestra contra: de seguir con el modelo extensivo de agricultura, advierte la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), «el sistema reducirá la disponibilidad de calorías en 2050, especialmente en los países en vías de desarrollo, a los niveles alcanzados en el año 2000». 

Aprender a prescindir del suelo para seguir subsistiendo es una necesidad, y la aeroponía recoge ese guante como una técnica que no solo es más sostenible sino también más barata: esta técnica, desarrollada en 1920 por el doctor Franco Massantini y mejorada por la NASA en 1990, consiste en cultivar verduras en paredes o columnas, con las raíces al aire y escondidas dentro de una cámara que las protege de la luz permitiéndoles, a la vez, absorber el oxígeno que necesitan. Al tener un mayor acceso al oxígeno, los nutrientes son absorbidos directamente del ambiente una vez son pulverizados en forma de disolución, lo que les requiere menos energía para llevar a cabo la fotosíntesis.

Gracias a esta independencia del sustrato, la aeroponía se presenta como una técnica especialmente productiva en interior, lo que, a su vez, evita múltiples problemas típicos de la agricultura tradicional. Como los cultivos no están expuestos a plagas, no es necesario aplicarles pesticidas; y tampoco se ven afectados por heladas ni climas extremos.Al no requerir grandes atenciones en comparación con otras técnicas, el proceso se simplifica considerablemente, lo que minimiza, por un lado, el uso de agua y nutrientes y, por otro, la energía, reduciendo así la huella de carbono agrícola. 

Una posible solución a las ciudades hambrientas

La industria alimentaria moderna da forma a nuestros territorios y afecta a las ciudades. En ellas, el acceso a frutas y verduras de calidad suele ir normalmente acompañado de una extensa huella de carbono ya que, dada la falta de espacio para instalar cultivos, las ciudades se abastecen de frutas y verduras provenientes de lugares lejanos, con las emisiones que ese transporte conlleva. La urbanista Carolyn Steel lo explica con el concepto del «triple golpe»: «La mayoría de los ciudadanos no sabe de dónde viene su comida (primer golpe) y se han acostumbrado a alimentos baratos (segundo golpe), mientras que los líderes políticos tienen escaso control sobre el sistema alimentario frente a la industria (tercer golpe)», explicaba en una entrevista recientemente. 

Según el Ministerio de Agricultura, los cereales, las legumbres y las frutas recorren de media 2.954 y 5.466 kilómetros, respectivamente, hasta llegar a los hogares. Es precisamente aquí donde la aeroponía juega un papel clave: al distribuirse verticalmente, facilita la siembra de una alta densidad de plantas en espacios muy reducidos, fomentando la producción de ‘kilómetro cero’ (alimentos cultivados a menos de 100 km del punto de consumo) y resolviendo posibles situaciones de desabastecimiento como las que vivimos durante el estado de alarma..

La aeroponía permite cultivar alimentos en tan solo 16 días

Pero ¿puede hablarse ya de una revolución vertical? En Estados Unidos, por ejemplo, la aeroponía ya se ha hecho un hueco. La empresa Aerofarms, ubicada en Newark (New Jersey), abastece a instituciones, restaurantes y supermercados locales con 1.000 toneladas de verduras al año, cultivadas en 16 días (en la agricultura tradicional, el tiempo es el doble) en siete pisos de estanterías gigantes sin llegar a ocupar ni siquiera una hectárea de suelo. En Francia, por otro lado, una azotea parisina alberga el mayor huerto urbano de tomates, fresas y plantas aromáticas en Europa y basa su cultivo, sobre 14.000 metros cuadrados, en la aeroponía y la hidroponía.

En lo que a España concierne, los avances aún son tímidos. A pesar de sus múltiples ventajas, lo cierto es que un sistema aeropónico es una instalación relativamente costosa, ya que necesita, entre otros materiales, una serie de equipos electrónicos para vigilar el estado de los cultivos. Por eso, los pasos son pequeños, aunque decididos: en Ibiza, una pareja compró hace varios años una finca para dar vida a Ibiza Farm, el primer huerto aeropónico de exteriores de Europa donde, además de producir frutas y verduras para donarlas a escuelas locales, sus dueños desarrollan talleres de educación ambiental para los más pequeños. 

En este ámbito también han surgido start-ups como Nextfood, mitad danesa y mitad española, que proporciona infraestructuras de aeroponía a granjeros locales de todo el mundo para crear una red descentralizada de granjas verticales conectadas y vigiladas a distancia por un equipo de científicos para garantizar su eficiencia. Porque, como ya apostilló el CEO de la compañía, Rasmus Bjengaard, «en los próximos 40 años la humanidad debe producir tanta comida como lo hizo en los últimos 10.000 años. El problema es obtener suficiente, no reemplazar a otros». Y en el caso de la agricultura vertical, solo el cielo es el límite.

Jardines verticales: más que una pared verde

¿Qué pensaría Jackson Pollock de este lienzo vivo? Una pared vegetal de 17 metros de altura y 32 de largo formado por 22.300 plantas de 26 especies distintas, tropicales y subtropicales, elegidas según un estudio de la luz e inspiradas en sus pinturas. Cuanto menos, le halagaría ver cómo su obra ha sido musa de este jardín vertical, levantado en la antigua sede de Tabacalera de la ciudad de Santander, que se ha convertido en el más grande de Europa. Un trabajo orgánico y dinámico cuya forma y textura serán distintas, según su flora vaya cambiando con las estaciones a lo largo del año. 

El jardín vertical más grande de Europa está en Santander y cuenta con 22.300 plantas de 26 especies distintas

Teniendo en cuenta que el futuro de las ciudades pasa por crear más espacios verdes , los jardines verticales se alzan como una solución práctica y eficiente, además de estética. Porque, aunque su principal objetivo sea restaurar la conexión entre la naturaleza y los edificios, resulta que estas paredes verdes también se alzan como reconfortantes oasis artísticos en mitad de las junglas de asfalto. No solo en las fachadas de los edificios (como CaixaForum de Madrid), sino también en los interiores de estos (como el de Santander) e incluso en recepciones de hoteles, oficinas, tiendas y restaurantes. Y es que cuando la estética se une a un amplio abanico de beneficios, no solo para el medio ambiente sino también para la salud, la tendencia está servida. 

Grandes beneficios ambientales, físicos y psicológicos

Incluir jardines verticales llenos de flores y plantas crea ambientes placenteros que invitan a estar cerca de ellos, generando una sensación de tranquilidad y confort necesaria en estos tiempos que corren. Un estudio de la Washington State University concluyó que las plantas reducen los indicios físicos de estrés y demostró que las personas que trabajaban en un entorno en el que hay plantas tienen una productividad un 12% superior, y están menos estresadas que quienes trabajaban en espacios sin ellas.

4 millones de personas mueren al año en el mundo por problemas derivados de la contaminación

Además de aumentar el bienestar, este tipo de estructuras naturales ayudan a mejorar las relaciones, la creatividad y la productividad, restablecen la biodiversidad, mitigan el ruido dentro de los inmuebles, reducen las temperaturas en núcleos urbanos y contribuyen a eliminar la contaminación del aire, entre otros beneficios. La contaminación urbana es uno de los mayores problemas de salud a los que se enfrentan las sociedades modernas. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de 4 millones de personas en el mundo debido a problemas relacionados con la contaminación del aire, especialmente en las ciudades. Por eso, crear espacios urbanos habitables y saludables son dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (11: Ciudades y Comunidades Sostenibles y 3: Salud y Bienestar) y los jardines verticales pueden ser parte de la respuesta para paliarlos ya que, según expertos en este tipo de estructuras, un metro cuadrado de fachada vegetal extrae 2,3 kg de CO2 al año del aire y produce 1,7 kg de oxígeno, contribuyendo así a la purificación del aire.

Los jardines verticales ayudan a reducir la temperatura de las ciudades

En 2050 seremos casi 10.000 millones de personas sobre la faz de la Tierra, la mayoría viviendo en urbes. Junto a la densidad de población, surge el problema del aumento de la temperatura en las ciudades más densas. ¿El motivo? El cemento de estos edificios tiene la capacidad de almacenar grandes cantidades de calor que luego desprenden sus muros. Si las nuevas edificaciones, especialmente los rascacielos, tienden a concentrarse en determinadas zonas, estas se vuelven extremadamente tórridas. Es lo que se conoce como el “efecto isla de calor urbano”. Rebajar el calor en estas partes, sin olvidar la habitabilidad, es otro de los grandes retos del diseño y la arquitectura urbanos y uno de los motivos por los que las paredes verdes se alzan como una gran solución pudiendo llegar a rebajar la temperatura de las ciudades hasta 3ºC. Por otro lado, en ambientes interiores también ayudan a controlar el calor que se concentra con la luz solar, mejorando así la eficiencia de los edificios por la reducción del uso de aire acondicionado. Aunque sea algo en boga en los últimos años, estos vergeles en mitad de las urbes no son nuevos, sino que ya se estilaban en las antiguas civilizaciones. Ejemplo de ello son los Jardines Colgantes de Babilonia, considerados una de las siete maravillas de la antigüedad. Pero, según los expertos, parece ser que construir espacios verdes por puro placer y estética es algo que los babilonios bebieron de culturas todavía más primitivas, como Mesopotamia o Egipto. Decía Giambattista Vico, filósofo e historiador italiano del XVII, que la historia es cíclica y tiende a volver a sus orígenes. Si todos los comienzos son tan placenteros y beneficiosos como el origen de estos jardines, convendría hurgar en las raíces históricas con más frecuencia.