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España se consolida como el tercer mayor emisor de bonos sostenibles de Europa

Mientras los efectos de la pandemia aún se dejan notar en términos económicos y sociales, el futuro parece comenzar a brillar con un tímido optimismo. Esto no solo tiene lugar por las primeras llegadas de las tan ansiadas vacunas, sino también porque el horizonte comienza a teñirse de color verde. La pandemia ha acelerado proyectos transformadores que ahora ven una oportunidad única de cambiar los pilares económicos y sociales a mejor.

Los bonos sostenibles ayudan a cumplir objetivos climáticos, ecológicos y económicos

Este es el caso de los bonos de sostenibilidad, cuya demanda parece crecer de forma imparable. Emisiones de deuda como éstas —es decir, intentos de captar fondos de los inversores con una devolución completa (con intereses) posterior— se hallan destinadas a la financiación de proyectos que guarden un carácter tanto ambiental como social. Casos así incumben a cualquier tipo de empresa: muestra de ello es una agencia de telecomunicaciones que, por ejemplo, emitiese un bono para la transformación de una red de cobre a una con un menor coste ambiental. Esto no solo ayudaría a cumplir ciertos objetivos climáticos y ecológicos sino también económicos. Se trata, por tanto, de inversiones con impacto no solo en la empresa sino también en el conjunto de la sociedad. Parte de las categorías que entran en esta clase de bonos son, por ejemplo, las energías renovables, la eficiencia energética, la gestión de recursos naturales y el uso de la tierra. Sin embargo, estos bonos se encargan también de promover infraestructuras básicas asequibles, acceso a servicios esenciales, la seguridad alimentaria o ciertos avances socioeconómicos.

El auge de los bonos sostenibles 

Las repercusiones de financiaciones de este tipo son evidentes, asentándose como una de las múltiples bases con las que la Unión Europea —al igual que sus propios Estados miembro— pretende favorecer una transición ecológica y digital. Este es el caso de España, ya que según AFME se ha consolidado como el tercer mayor emisor de bonos sostenibles de Europa, tan solo por detrás de Francia y Holanda. Nuestro país ha llegado a incrementar las cifras nacionales de estas emisiones hasta en un 97% anual en el primer semestre de 2020 (una cifra que alcanza, aproximadamente, alrededor de 9.000 millones de euros en bonos verdes, también enfocados a resultados responsables en términos sociales y ambientales). Gran parte de responsabilidad tiene el Instituto de Crédito Oficial, cuya emisión pública de bonos sociales logró superar hasta en siete veces el propio importe de la transacción (es decir, que si la emisión se realizó por un valor de 500 millones, su demanda sobrepasó los 3.500 millones de euros). Una inversión destinada tanto a empresarios autónomos como a pymes, así como a muchos otros tipos de empresas españolas. El hecho de que estos bonos hayan sido usados en un contexto de crisis aporta toda su relevancia de una manera sutil. Basta citar las cifras que, según el Observatorio Español de la Financiación Sostenible (OFISO), se han emitido hasta septiembre con esta forma de deuda: 11.500 millones de euros.

España es el tercer mayor emisor de bonos sostenibles de Europa

Dentro del ámbito europeo, España aporta hasta un 12,6% de la financiación sostenible comunitaria, colocándose como una gran fuerza impulsora de la llamada «transición verde». En términos presupuestarios la Unión Europea invertirá más de un 30% del total, acercándose hasta los 60.000 millones de euros. Según la propia AFME, gran parte de esta clase de emisiones reflejan la existente preocupación social desatada por el coronavirus, ya que gran parte de estos bonos se dirigen en esta dirección. Tanto es así, que el 2020 es el año en el que ha tenido lugar un mayor número de emisiones sociales, cifrándose en un 27%.

España, décimo emisor de bonos verdes

Emisiones como estas también representan la oportunidad de adquirir beneficios que, por supuesto, también pueden ser colectivos. La inversión en sostenibilidad demuestra que es posible, a través de esta senda, conseguir una ventaja estratégica y competitiva: se trata de sumergirse en un horizonte que no solo es cada vez más visible sino, de hecho, implacable. Si, tal como hemos visto, el ecosistema no espera impasible, el bienestar social tampoco. 

El futuro se atisba ya dominado por esta clase de inversiones: el Tesoro español prevé emitir bonos verdes en 2021, algo que hará crecer aún más los importes relacionados con emisiones de este calibre. Mientras tanto, España sigue consolidándose como un referente mundial: durante 2019, nuestro país fue el décimo emisor —a nivel global— de bonos verdes, tal y como afirma Climate Bonds Initiative. Otros indicadores de relevancia son, por ejemplo, las propias incursiones bancarias. La incorporación del BBVA a la Red de Bonos Sostenibles del Nasdaq es otro paso en esta dirección, ya que esta es, hoy por hoy, una importantísima red de información mundial acerca de estas emisiones.

Consejos para un Black Friday más sostenible

Lo que antes era un aluvión de compras en un solo país (Estados Unidos) y durante un solo día (que empezaba en la medianoche tras Acción de Gracias), ha llegado en el último lustro hasta nuestro país –como a muchos otros– y, con él, se han extendido prácticas perjudiciales para el medio ambiente que fomentan un consumo desmedido en un gran porcentaje de la población ya no sólo durante un día sino que se extienden en algunos casos al mes y se llega a hablar del Black November o noviembre negro. 

Según un comunicado emitido el pasado día 25 de noviembre por Greenpeace se estima que este año durante el Black Friday ocho de cada diez personas en nuestro país comprarán online. Un auge del comercio electrónico sobre el que la ONG alerta: «El comercio electrónico nos ha facilitado la vida, sobre todo en tiempos de pandemia, pero a gran escala tiene un elevado coste ambiental. El sobreconsumo digital implica una extracción de recursos masiva y la generación de emisiones al producir los artículos y distribuirlos de un punto a otro del planeta, además de numerosos problemas para deshacernos de ellos. Consumir local en vez de apostar por gigantes del consumo, y solo cuando lo necesitemos, es la única solución», señalaba Alba García, responsable de la campaña de ciudades en Greenpeace España. Así, el impacto del llamado viernes negro en nuestro entorno es enorme si tenemos en cuenta que en España el año pasado se estima que se distribuyeron 3,5 millones de paquetes y 1,5 solo en la capital.

Ocho de cada diez españoles comprarán online este Black Friday

Comprar, tanto en tienda física como online, supone emitir gases de efecto invernadero y generar residuos. Si, por un lado, a nivel mundial se recomienda intentar no desplazarse para realizar compras, por otro, recibir muchos paquetes pequeños en casa de compras hechas a través de internet producen cantidades ingentes de plástico y cartón, además de que los cortos plazos de envío hacen que los transportistas no puedan planificar sus rutas de la manera eficaz y sostenible. Una manera de reducir el impacto que tienen tanto las compras online como los desplazamientos a los centros comerciales es acudir a las tiendas físicas para minimizar las emisiones contaminantes del transporte si se van a adquirir varios productos de diferentes lugares y, de paso, reducir embalaje. Si, por el contrario, se va a realizar una sola compra o en un solo establecimiento, internet puede ser la mejor opción. 

Meditar, reciclar y apostar por las tiendas de barrio

Por eso, un año más, ecologistas y especialistas en sostenibilidad recuerdan la importancia de comprar de manera consciente, valorando antes de adquirir gangas si realmente se necesita o simplemente es una acción compulsiva. Además, recomiendan comparar precios para saber si la oferta realmente lo es y, en la medida de lo posible, optar por la segunda mano o los productos reacondicionados, fomentando así la economía circular. 

Cerca del 33% de las compras realizadas en el Black Friday se devuelve

Y más allá de la compra en sí, advierten de que el problema llega una vez la campaña del Black Friday pasa: se calcula que alrededor del 33% de las compras acaban devolviéndose. Es decir, a la contaminación que genera per se todo el proceso de producción de, por ejemplo, un teléfono móvil – uno de apenas 200 gramos genera 86 kilos de residuos–, se le suma el CO2 emitido para su transporte y, después, su devolución. Cuando el teléfono vuelve a la tienda habríamos generado un rastro de residuos y gases de efecto invernadero para que el producto vuelva al lugar del que salió. Por eso, lo mejor es no dejarse llevar por impulsos y meditar cada compra. Si nos preguntamos si verdaderamente necesitamos algo antes de darle a finalizar compra, seguramente las devoluciones se reducirían sobremanera.  

Otro gran problema derivado de la compra sin mesura que provoca la campaña del Black Friday parte del embalaje de las compras, especialmente las online: si no se gestionan adecuadamente los productos que se van a reemplazar o el packaging de los recién comprados, estaremos generando en pocos días miles de kilos de basura que acabarán en vertederos. Así que la clave está en el reciclaje: ante la duda, todos los ayuntamientos de España disponen de un número de teléfono de información sobre gestión de residuos. 

La cultura del usar y tirar, que favorecen las campañas de rebajas, genera un extra de contaminación, pero los expertos recuerdan que, además, asfixian a muchos comercios de barrio que, un año como el actual, ya respiran con dificultad por la crisis sanitaria. Para muchos, es imposible competir con los descuentos durante una semana o un mes. Por eso, en un momento tan extraordinario, ¿por qué no apostar por el pequeño comercio de proximidad y ayudarle a sobrevivir al 2020? 

Giving Tuesday

La conciencia medioambiental de muchos –especialmente los más jóvenes– ha precipitado la aparición de alternativas sostenibles al Black Friday o al cada vez más famoso Cyber Monday (celebrado el lunes de después). Una de ellas es el Giving Tuesday, con la que, según las organizaciones que la impulsan se pretende “dedicar un día en todo el mundo, este año el 1 de diciembre, a celebrar la acción de dar, ya sean alimentos, dinero, tiempo (voluntariado), objetos de segunda mano, etc”. Con este día, representado en redes con el hashtag #GivingTuesday, se quiere extender la solidaridad a los 365 días del año, empezando por uno solo. 

En 2018, el Giving Tuesday en España recaudó 697.265 euros destinados a más de 300 proyectos sociales

El Giving Tuesday nació en 2012 en Nueva York para contrarrestar los efectos del Black Friday y el Cyber Monday. La ONG 92Y Street y la Fundación de las Naciones Unidas lo pusieron en marcha para promover el espíritu solidario de la Navidad frente a un consumismo cada vez más generalizado. Esta iniciativa, a la que cada vez se unen más personas en todo el mundo, llegó a España tres años después de su creación en Estados Unidos y solo en 2018 llegó a recaudar 697.265 euros en nuestro país que se destinaron a más de 300 proyectos sociales. Una alternativa que apuesta por dar en vez de comprar e intenta romper con las ansias consumistas en un planeta cuyos recursos ya han llegado a su límite.  

La ‘pobresidad’, una nueva amenaza para la población infantil

«La obesidad infantil es un problema de salud pública en Europa». Así de contundente se muestra el Estudio sobre la alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad en España 2019 realizado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Conocido como informe Aladino revela que el 23,3% de la población de entre 6 y 9 años en nuestro país padece sobrepeso, el 17,3% obesidad y el 4,2% obesidad severa, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud. Además, el estudio lanza un dato muy relevante: el número de niños y niñas con obesidad es mayor entre las familias con rentas más bajas. Rafael Escudero, presidente de la AESAN y secretario general de Consumo y Juego, resume así en el Huffington Post los resultados de la investigación: «4 de cada 10 escolares analizados presentan exceso de peso. Es una de las peores tasas de Europa: 40,6%». Y un aspecto preocupante: solo el 12,6% de las familias cree que sus hijos tienen exceso de peso, frente al 40,6% que realmente lo padece.

El 23,3% de la población de entre 6 y 9 años en nuestro país padece sobrepeso y el 17,3% obesidad

Aladino no solo analiza las métricas corporales de los participantes, sino también los hábitos de consumo y alimentación, así como su contexto sociocultural. Los datos revelan una realidad invisibilizada en nuestro país y que la crisis económica generada por la pandemia de coronavirus no hará más que empeorar: el sobrepeso infantil es cuestión de clase social. Pero no solo eso: también lo es de género. El informe arroja luz sobre otra cuestión que preocupa a los expertos: mientras en los últimos cinco años el sobrepeso en niños ha disminuido ligeramente, en niñas se ha mantenido en tendencia ascendente.  

Cuando la pobreza y la obesidad se dan la mano

El informe Aladino no deja lugar a dudas en su análisis: el aumento de peso está estrechamente relacionado con factores socioeconómicos como la renta, la educación o el entorno. La diferencia llega a ser tan grande que, en el estrato más bajo de ingresos (menos de 18.000 euros anuales), la obesidad llega prácticamente a duplicarse con relación a la que se constata en ingresos más altos (más de 30.000 euros anuales). En comparación, un 23,3% frente a un 12,1%. Pero, además, las cifras son similares cuando se presta atención al nivel de estudios de los progenitores: la obesidad casi se duplica en niñas y niños cuyos progenitores tienen estudios primarios (el 24,3%), frente a aquellos que cuentan con estudios universitarios (el 12,4%).

En el estrato más bajo de ingresos, la obesidad llega casi a duplicarse

El concepto de pobresidad intenta hacer patente este vínculo entre recursos económicos y salud en la infancia. 

Desempleo y nutrición

Un estudio de Acción contra el Hambre en el madrileño barrio de San Cristóbal de Los Ángeles, uno de los más deprimidos de la capital, arroja luz al respecto. Entre abril y diciembre de 2018 la ONG investigó si existe algún tipo de relación entre obesidad y desempleo, y la respuesta fue rotunda: las personas sin empleo se cuidan menos y tienden a la obesidad, algo que acaba exportándose a sus familiares, especialmente a los más pequeños. 

Las razones detrás de este fenómeno son más complejas de lo que pueden parecer a simple vista: más allá de la desgana, están la falta de autoestima y la ansiedad o el deterioro de la salud mental.  Además, según la organización humanitaria, también influye el acceso a una oferta nutricional de calidad, que se ha visto mermada en barrios donde los comercios de toda la vida han ido desapareciendo, haciendo hueco a otros negocios en los que predominan los alimentos precocinados, ricos en grasas y azúcares. 

La pobreza se hereda

Actualmente, según el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil, más de 2,3 millones de niños se encuentran en situación de pobreza en España. Ernesto Gasco, responsable de esta institución, alerta de que «nuestra tasa de pobreza infantil persistente –encontrarse en situación de pobreza en el año en curso y en al menos dos de los tres años anteriores– es del 17,4%. Casi un millón y medio de niños, niñas y adolescentes la padecen. Esto supone que dos de cada tres menores de 18 años en pobreza en España lo son en términos estructurales». 

Más de 2,3 millones de niños se encuentran en situación de pobreza en España

Además, el riesgo de pobreza en la infancia repercute en el poder adquisitivo en la vida adulta. Pero de la misma manera que la pobreza puede perpetuarse con el paso de los años, también puede hacerlo la pobresidad: si el sobrepeso o la obesidad relacionado con la pobreza no se ataja en la infancia, esos menores se convertirán en adultos con una peor calidad de vida y mayores problemas de salud. 

El empleo que traerá la recuperación verde

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La crisis derivada de la pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto la importancia de reforzar la lucha contra el cambio climático y establecer criterios de recuperación en clave de sostenibilidad. En este marco el empleo verde será uno de los grandes beneficiarios en el futuro. Las previsiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estiman que se crearán 24 millones de empleos verdes en los próximos años.

Cómo lidiar con la ecoansiedad

Vivimos en la época del Antropoceno, un concepto acuñado por el nobel de Química Paul Crutzen, y que viene a recordarnos que el impacto del ser humano en el planeta es cada vez más evidente. De ello no hay duda: la actividad humana está transformando la Tierra hasta el punto de alterar el clima. Antes de que la COVID-19 nos confinara en nuestros hogares, la emergencia climática movilizaba a millones de jóvenes de todo el mundo en manifestaciones multitudinarias. Ahora, el ciberactivismo sigue en marcha, denunciando que la crisis climática y la sanitaria no son dos realidades independientes: la salud de la Tierra y la del ser humano no son ajenas la una a la otra, como tampoco lo es nuestra salud mental

“La crisis climática podría precipitar nuevas condiciones psicológicas y empeorar las enfermedades mentales existentes entre los jóvenes que experimentan ansiedad climática, pero las omnipresentes brechas de datos impiden nuestra capacidad de actuar”, explican varios investigadores canadienses en el artículo Climate Anxiety in Young People: a Call to Action (Ansiedad climática en la gente joven: una llamada a la acción) publicado en The Lancet a principios de septiembre. Aún no somos plenamente conscientes de cómo el cambio climático puede afectar a la salud mental de las personas, sobre aquellas a las que el calentamiento global ha impactado directamente –a través de fenómenos meteorológicos extremos, hambrunas o inseguridad alimentaria, sequías…– y sobre aquellas altamente concienciadas que se sienten paralizadas ante un futuro incierto.  Con respecto a este segundo caso, en la última década, los psicólogos han constatado  que cada vez hay más personas que padecen un nuevo tipo de ansiedad vinculada a la crisis del clima, ansiedad que se presenta ante la impotencia de ver cómo el planeta se deteriora sin que nada de lo que hagamos sirva para frenarlo: la ecoansiedad o ansiedad climática

La ansiedad climática se presenta ante la impotencia de ver cómo el planeta se deteriora

Para la Asociación Estadounidense de Psicología, la ecoansiedad podría definirse como un miedo extremo a la incertidumbre que supone para el planeta y el ser humano el cambio climático. El problema llega cuando este miedo empieza a impedir que las personas desarrollen su vida con normalidad: dificultades para respirar, pesadillas, depresión, insomnio, incapacidad para tomar decisiones… Cada vez más profesionales de la psicología  s alertan de la importancia de prestar atención a estos síntomas relacionados con la crisis climática y que aparecen de manera más frecuente en edades más jóvenes, incluso en niños y niñas.  

Contra la ecoansiedad: activismo

Desde el Climate Reality Project –el movimiento de sensibilización sobre la emergencia climática, creado por el nobel y ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore– advierten del peligro a largo plazo de ese pánico al enfrentarse a las consecuencias del calentamiento global. Por eso, desde la plataforma, siguiendo pautas de diferentes asociaciones profesionales de la psicología, proponen tomarse muy en serio la ecoansiedad. Esta puede poner en jaque el futuro de la salud mental de quienes la padecen, aunque aún no se haya catalogado como enfermedad. 

La ansiedad climática es paralizante, pero hay una cosa que puede ayudar a nuestro cerebro a encontrar sosiego: el activismo. El Climate Reality Project y la Asociación Estadounidense de Psicología recuerdan que el primer paso para enfrentarse a cualquier enfermedad mental es reconocer los miedos y hablar de ellos. “Una buena manera para empezar a luchar contra la ecoansiedad es admitir que el mundo está cambiando y hablar de ello con tu círculo más cercano. La crisis climática no se puede resolver de manera individual y, por ello, lo mejor es unirse a algún grupo de activistas con quienes compartir miedos”, recomienda la organización de Al Gore. Muchas veces, darse cuenta de que no se está solo ayuda a gestionar el estrés.

Del activismo a la acción

Profesionales de la psicología alertan de que cada vez más personas presentan estrés y depresión relacionada con el clima

Compartir miedos con otras personas activistas nos lleva hacia un camino casi inevitable para quienes realmente quieren cambiar las cosas: la acción. “Conviértete en el cambio que quieres para el planeta”, repiten una y otra vez las consignas de la lucha medioambiental. Pero ¿cómo pasar a la acción? Para aplacar la sensación de ansiedad climática lo mejor es sentirse útil y ser consciente de que nuestra vida no empeora la situación del planeta. La clave está en aprender a vivir de manera más sostenible: reducir residuos, apostar por energías renovables, optar por un consumo responsable y de cercanía, y respaldar a marcas sostenibles y de impacto social positivo. 

En definitiva, la acción se basa en apoyar la transición ecológica y ser ejemplo de ella. Porque los cambios individuales llevan a otros colectivos y, como explican desde el Climate Reality Project, “si quieres luchar contra esos sentimientos de angustia que aparecen cada vez que lees noticias sobre la crisis climática, los pequeños cambios pueden marcar la diferencia en la salud mental y la del medio ambiente”.

La importancia de la formación

La formación es esencial para entender lo que le está ocurriendo al planeta, qué cambios en nuestras vidas se pueden llevar a cabo y comprender de verdad lo que significan los titulares apocalípticos que pueden encontrarse a diario. Ante la emergencia climática, la comunidad científica asegura que existen soluciones y que aún estamos a tiempo de revertir los efectos. Hay esperanza para nuestro planeta. Por eso, la educación es fundamental para empoderar a la ciudadanía, y no solo a la población joven. Para educarse y formarse, además, es imprescindible acudir a fuentes fiables como el programa de cambio climático de la NASA, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) o las Naciones Unidas

Si a pesar de tomar consciencia de la problemática e involucrarse en su solución, los síntomas relacionados con la ecoansiedad siguen impidiendo el desarrollo de una vida normal, lo más importante es acudir a un especialista. Y, sobre todo, no juzgar a las personas que nos confían sus miedos, ansiedades y preocupaciones. La salud mental, al igual que la del planeta, no es un juego.

El mar, la despensa del futuro

La ONU calcula que para 2050 la población mundial alcanzará los 9.100 millones de personas. El enorme crecimiento al que nuestra sociedad se enfrentará en el futuro cercano obliga a tener muy presentes los desafíos económicos, tecnológicos y de recursos que conlleva un incremento exponencial de la población como este. Ser capaces de idear soluciones que garanticen alimento a toda la población es una urgencia para gobiernos e instituciones: si continúan las tendencias recientes en el hambre mundial, el número de personas afectadas superará los 840 millones en 2030, según los últimos datos recogidos por las Naciones Unidas. 

Ser capaces de idear soluciones que garanticen alimento a toda la población es una urgencia para gobiernos e instituciones

El ‘hambre cero’ es precisamente el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible incluido por la ONU en la Agenda 2030. La mayoría de personas que sufren de hambre viven en países en desarrollo, donde la desnutrición causa cerca de la mitad de las muertes en los niños menores de 5 años (3.100 niños al año). Aunque continuar explotando la ganadería y la agricultura podría ser una posible solución, lo más seguro es que terminara por agravar aún más el problema del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. 

Para buscar alternativas, un grupo internacional de científicos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) -entre los que se encuentra la española Elena Ojea, investigadora del Centro de Investigaciones Marinas de Vigo- se han unido para estudiar cómo el mar puede convertirse en nuestro plan B alimenticio. Los resultados de la investigación, publicada en Nature, están disponibles para leer en abierto y lanzan un dato esperanzador: el mar tiene la capacidad para aportar la cuarta parte de la alimentación mundial para 2050.

Todo apunta a que los productos marinos adquirirán un papel protagonista en la dieta del futuro. Según los investigadores, la producción mundial anual de alimentos del mar podría aumentar entre un 36% y un 74% en los próximos 30 años -entre 21 y 44 millones de toneladas adicionales, prácticamente el doble de lo que se cuenta en la actualidad. Podemos convertir el mar en nuestra despensa, si sabemos cómo. El crecimiento azul viene con una condición: o es sostenible, o no será.

Hablemos del presente

Necesitamos conocer el presente para mirar hacia el futuro. Los científicos de la FAO han analizado en las 200 páginas del informe de qué manera aumentará la producción de alimentos en tres áreas distintas -pesquerías, acuicultura y cultivo de bivalvos- teniendo en cuenta las posibles limitaciones, especialmente las ecológicas y económicas. De aquí a este tiempo, Asia ha sido la gran despensa azul para el mundo produciendo casi la totalidad del pescado en China, India, Indonesia, Vietnam y Bangladesh; aunque Egipto, Noruega y Chile también han consolidado su puesto en lo alto de la lista.

“Durante el año pasado, el pescado supuso el 20% del importe proteico en la dieta de más de 3.000 millones de personas”, apunta el informe. “Es crucial para una dieta nutritiva en muchas zonas del mundo. No solo es uno de los productos más sanos pero también de los que menos impacto generan sobre el medio ambiente”. 

En 2018, el 88% de los 179 millones de toneladas de producción marina se utilizó para consumo alimenticio. Entre 1990 y 2018 el consumo de pescado aumentó un 122% y se cubrió con un crecimiento del 527% en la acuicultura mientras que la pesca tradicional no llegó a aumentar más del 14%. Entre los productos más consumidos encontramos las anchoas, los abadejos y el atún listado. 

La acuicultura ha hecho accesible el pescado a muchas regiones

“La acuicultura ha hecho accesible el pescado a muchas regiones y países que, de otra forma, no hubieran podido consumirlo. La producción en masa ha permitido rebajar los precios, garantizando una alimentación nutritiva y de calidad”, explican los científicos de la FAO. “A nivel global, desde 2016, la acuicultura ha sido la principal fuente de producción de pescado listo para consumir y, en 2018, supuso el 52% del total, una cifra que seguirá creciendo en el futuro”. 

¿Qué significa todo esto? Que es crítico alcanzar una acuicultura sostenible y apostar por la pesca local para poder mantener a salvo el medio ambiente. Actualmente, solo el 65% de la producción de carne marina es biológicamente sostenible. No es una cifra muy positiva puesto que en 1990 esta se situaba por encima del 90%. 

Y del futuro: más tecnología, mayor sostenibilidad

De acuerdo con la FAO, solamente el 33,1% de la población marina está explotada más allá de la sostenibilidad biológica. Una gran cantidad de poblaciones siguen siendo objeto de la sobrepesca, aunque es cierto que, como apunta el informe, alrededor de la mitad de las capturas de peces y pesquerías del mundo están ahora mucho mejor supervisadas. Sin embargo, la amenaza del cambio climático complica la situación. 

En consonancia con la visión de los ODS, que prevé la obtención de beneficios por la innovación en tecnologías de la información, el sector de la pesca y la acuicultura debe incorporar tecnología con miras a mejorar la sostenibilidad económica, social y ambiental para poder hacer un seguimiento completo de la pesca y poder garantizar su sostenibilidad. En la estrategia entran tecnologías de rastreo, sistemas de identificación automática e inteligencia artificial. 

El sector de la pesca y la acuicultura debe incorporar tecnologías que mejoren la sostenibilidad

Por otro lado, apunta el equipo científico, las enfermedades de los animales acuáticos son una de las limitaciones más graves para la expansión y el desarrollo de la acuicultura sostenible. “A nivel mundial, existe en la acuicultura la tendencia a que un patógeno que no se ha notificado anteriormente, y ocasiona una enfermedad nueva y desconocida, aparezca, se propague y cause grandes pérdidas de producción cada tres a cinco años”, advierten. Un factor que adquiere especial relevancia en esta segunda ola pandémica y que cada vez se interviene más a través del conocimiento de agentes patógenos, la mejora de la gestión de la salud de los animales y una mayor implicación en la bioseguridad.

Facilitar el acceso de los pescadores en pequeña escala a los recursos marinos y los mercados es el camino a seguir para una pesca más sostenible y accesible. La acuicultura permite una gran producción en un espacio corto de tiempo pero, como ya hemos visto, puede provocar grandes impactos ambientales en la biodiversidad marina y la seguridad alimentaria, por lo que debe compatibilizarse con una producción menos lesiva y más local. Por ello, los científicos de la FAO concluyen que es igualmente necesario “destacar la contribución de la pesca -en particular la pesca en pequeña escala- y apoyar su papel en los ingresos, la cultura y la seguridad alimentaria”. Entre las recomendaciones, destacan reconocer el papel de la mujer y dar prioridad a la igualdad de género en toda la cadena de valor, empoderar a las comunidades pesqueras con instituciones inclusivas y modificar los sistemas de recopilación de datos para incluir datos desglosados que tengan en cuenta nutrición, bienestar y género de las capturas. En el escenario del futuro es esencial vigilar muy de cerca los límites de nuestros mares y océanos para que puedan darnos lo que necesitamos, sin perder lo que siempre les ha pertenecido.

Cinco años caminando hacia el futuro

Hace algo más de un año, la película Campeones arrasaba en la gala de los premios Goya. Sus protagonistas subían al escenario a recoger sus galardones con unos coloridos pines circulares en las solapas. En Twitter, miles de personas preguntaban qué era aquello. ¿Una manera de reclamar la diversidad y la inclusión? En cierto modo, así era: se trataba de la insignia circular que representa la Agenda 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) firmados en septiembre de 2015 en París. 

Esta semana se cumplen cinco años desde que los países miembro de las Naciones Unidas se adhirieron a ese gran pacto global para continuar la hoja de ruta ya trazada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio: conseguir que en 2030 el planeta sea un lugar más próspero, más igualitario y más justo para todos sus habitantes. En su informe anual sobre los avances en el cumplimiento de los objetivos, este año Naciones Unidas destaca los progresos que se han logrado en algunos ámbitos como la salud maternoinfantil, el acceso a la energía eléctrica o el aumento de la representación de mujeres en los gobiernos. Del otro lado, los principales obstáculos se han encontrado en el incremento de la seguridad alimentaria y la desigualdad y el daño a los ecosistemas. 

2020, un año para reforzar los esfuerzos en sostenibilidad

Hace ahora un año, en septiembre de 2019, los firmantes de París solicitaron declarar un decenio de la acción para movilizar más recursos y mejorar la aplicación de las medidas a nivel nacional para cumplir los objetivos a tiempo sin dejar a nadie atrás. Entonces, ninguno de ellos imaginaba el futuro: 2020 marcaba el inicio de una década crucial para impulsar el ritmo y redoblar los esfuerzos. Sin embargo, tras la llegada de la pandemia, el último documento presentado por la ONU el pasado mes de julio reconoce que el coronavirus ha sido una lastre en los sistemas de salud, la economía y el acceso a la educación. António Guterres, secretario general del organismo, incide en que las poblaciones más vulnerables han sido de nuevo quienes más han sufrido el azote de la covid-19, y que el número de personas que padecerán hambre y pobreza extrema se medirá por millones. 

El secretario general de Naciones Unidas alerta de los nuevos riesgos que se suman a unos problemas ya existentes

«No voy a decirles que todo está bien. Necesitamos ser honestos», reconocía Guterres a los participantes del Foro Político de Alto Nivel que revisa los avances en el cumplimiento de la Agenda. En esa reunión, recriminaba a los gobernantes por «no tomarse en serio los Objetivos de Desarrollo Sostenible», por ejemplo en materia de solidaridad o cooperación internacional. Así, el secretario general alertaba de los nuevos riesgos que se suman a unos problemas que ya existían antes, como la pobreza, el cambio climático, la desigualdad de género y el déficit de financiamiento al desarrollo. 

Entre las conclusiones del informe, las más preocupantes son algunas de las que se refieren a esos objetivos. Según los cálculos del organismo, 71 millones de personas volverán a caer en la pobreza extrema debido a la crisis económica y laboral generada por la pandemia, lo que revertiría la tendencia a la mejora que venía produciéndose desde 1998. La falta de recursos sanitarios, el cierre de instalaciones médicas y la reducción en el acceso a servicios de nutrición y alimentación se traducirán en un incremento en los fallecimientos de mujeres y niños menores de cinco años. Además, el organismo alerta de los perjuicios  para los habitantes de los barrios marginales de las ciudades –especialmente vulnerables a la escasez de luz o agua corriente– y de los escolares, ya que el cierre de escuelas ha afectado al 90% de los estudiantes de todo el mundo y ha propiciado que más de 370 millones de niños pierdan las comidas escolares de las que dependen. 

Sin las sinergias público-privadas y el compromiso social no conseguiremos alcanzar las metas dibujadas

En el documento se subraya asimismo que el cambio climático continúa avanzando imparable: el año pasado fue el segundo más cálido desde que existen datos, y supuso la culminación de la década con las temperaturas más altas jamás registradas. La degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y la acidificación de los océanos agravan aún más uno de los objetivos clave para cumplir con la Agenda 2030. «En un momento en el que necesitamos desesperadamente ir hacia adelante, el coronavirus nos puede atrasar años, incluso décadas, dejando a los países con retos fiscales masivos y crecientes. La crisis nos aleja aún más de los ODS», advertía Guterres.

Si antes de la irrupción del coronavirus en nuestras vidas cumplir con los ODS era imprescindible para garantizar un planeta habitable y justo para las próximas generaciones, la pandemia ha hecho el reto más difícil, pero aún más necesario: sin las sinergias público-privadas y el compromiso social no conseguiremos alcanzar las metas dibujadas en esa gran hoja de ruta de la sostenibilidad global. Un año y medio más tarde de la gala de la que hablábamos al inicio, esos colores que pintaban la solapa de los actores de Campeones son más reconocibles que entonces por los ciudadanos. Aunque aún queda mucho por hacer, el mundo es hoy mejor que hace un lustro y, en medio de la tormenta del coronavirus, la Agenda 2030 es el timón que conseguirá llevar a buen puerto el barco en el que viajamos todos.

Red 2030 celebra su primer aniversario

Por las mismas fechas en las que los líderes mundiales se comprometían a acelerar la acción veía la luz Red 2030, el proyecto de Red Eléctrica de España en torno a la transición energética y los ODS. Un espacio que nace para divulgar contenidos relacionados con la implementación de esta gran agenda global que aborda de forma transversal los grandes retos a los que se enfrenta el ser humano. 

Red Eléctrica de España tiene marcados once objetivos para implementar la Agenda 2030

Se trata de una iniciativa que se suma a la estrategia transversal de la organización en su compromiso con la Agenda 2030. Como daban a conocer el pasado mes de octubre, la entidad tiene marcados once objetivos para implementarla, en una tarea que abarca desde reducir el 40% de sus emisiones antes de diez años a integrar el 100% de las energías renovables en el sistema eléctrico, pasando por lograr la paridad de género en el equipo directivo, entre otros.

En estos doce meses, la revista se ha convertido en un espacio de debate en el que se han abordado temas que van desde la economía a la despoblación, así como una amplia cobertura medioambiental, incluida la de la COP 25, celebrada en Madrid en diciembre del pasado año. Así, el propósito final de Red 2030 se alinea con el compromiso de sostenibilidad de la compañía y contribuye a crear un espacio de alianzas que, más allá de ser el objetivo número 17 de la lista, es necesario para conseguir cumplir todos los demás. 

¿Cómo afecta la alfabetización a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU?

alfabetización

Más allá de consistir en la enseñanza de la lectura y la escritura, la alfabetización es una fuerza motriz del desarrollo sostenible. No solo beneficia a la sociedad que apuesta por ella, sino que constituye una pieza fundamental en el progreso de la humanidad, y ayuda a erradicar la pobreza y el abuso infantil. Con esta idea en el horizonte, la UNESCO, la rama de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, lleva desde 1946 luchando contra el analfabetismo, que se presenta como un obstáculo en el camino para garantizar el derecho universal a la educación. Por eso, cada 8 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Alfabetización, un recordatorio para que todos los actores de la sociedad reflexionen sobre el gran reto que supone acabar con este problema.

A grandes rasgos, el proceso de alfabetización hace principalmente referencia a la adquisición de competencias básicas de lectura y escritura: dos capacidades que facilitan no solo la integración social, sino que favorecen una mejor calidad de vida. Sin embargo, el término abarca mucho más que la lectura, el cálculo y la escritura, y se presenta como un medio a través del cual identificar, comprender, interpretar, crear y comunicar sobre la realidad. Es precisamente por eso que la alfabetización permite una mayor participación en el mercado laboral, lo que, a su vez, mejora la salud y la alimentación, reduce la pobreza, y amplía las oportunidades de desarrollo personal durante la vida. En definitiva, permite el empoderamiento de las personas.

Cerca de mil millones de personas de todas las edades carecen de las capacidades básicas de lectura, escritura y cálculo

En las últimas décadas se ha producido un avance significativo en este sentido: la analfabetización se redujo en un 25% en los jóvenes entre 1990 y 2015, según la UNESCO. Sin embargo, todavía hoy, cerca de mil millones de personas de todas las edades carecen de las capacidades básicas de lectura, escritura y cálculo. Por este motivo, el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4 de la Agenda 2030 de la ONU busca garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Se trata, cuando menos, de un objetivo ambicioso cuya consecución se ha visto ralentizada con la irrupción del coronavirus.

Si bien a inicios de año más de la mitad de los niños y adolescentes del planeta no alcanzaban los estándares mínimos de ciertas competencias, la pandemia ha nublado cualquier esperanza a corto plazo, ya que ha dificultado el acceso a la educación básica. Durante este año, según datos de la UNESCO, el 91% de los estudiantes alrededor del mundo se han visto afectados de una u otra manera a causa de la COVID-19. En el mes de abril, de hecho, se han llegado a contabilizar hasta 1.600 millones de niños y jóvenes de todo el mundo que no han ido a la escuela y más de 369 millones de niños que dependían de los comedores escolares se han visto afectados por el cierre de las instituciones. Además, durante estos meses ha quedado al descubierto la existencia de una barrera digital que ha impedido que muchos jóvenes puedan seguir con su educación a distancia.

El 91% de los estudiantes del mundo se han visto afectados por la COVID-19

Aunque la incertidumbre se cierne todavía sobre el próximo curso escolar, desde la UNESCO han puesto ya en marcha una serie de acciones para contrarrestar el efecto del coronavirus en la educación. Además de supervisar globalmente los cierres de las escuelas a nivel nacional y local, se ha creado la “Coalición Mundial para la Educación COVID-19”, una alianza multisectorial entre Naciones Unidas, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil diseñada para la creación de soluciones —y alternativas— innovadoras orientadas, en gran parte, a reducir la brecha digital.

Según han anunciado desde la organización, el objetivo es corregir el preocupante rumbo adquirido durante los últimos meses a través de distintas metas: ayudar a los estados a movilizar recursos e implementar soluciones innovadoras y adecuadas, buscar soluciones equitativas para un acceso universal, garantizar respuestas coordinadas y evitar un solapamiento de esfuerzos (o derroche de los mismos) y facilitar la vuelta de los estudiantes a las escuelas para reducir las tasas de abandono escolar.

En este sentido, la alfabetización es una de las principales metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y su impulso también ayudará a una recuperación justa tras la pandemia: contribuirá a garantizar el desarrollo sostenible, pero también un mundo más justo, democrático y en paz.

La Agenda 2030 tiene nombre de mujer

Este septiembre se cumplirán cinco años desde la firma de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la materialización de una ambiciosa agenda global que pretende conseguir un mundo más sostenible, igualitario e inclusivo antes de 2030. Queda menos de una década y todavía son muchos los compromisos que hay pendientes en materia de cambio climático y justicia social.

Con un camino largo y accidentado en el que cada vez se hace más necesario apretar el paso para lograr cumplir los tiempos acordados en París, el papel que en ello juegan las mujeres para cumplir los diecisiete puntos definidos por Naciones Unidas es fundamental. Estos son algunos de los nombres imprescindibles en cada página de la Agenda 2030.

Fin de la pobreza

Esther Duflo

Hace menos de un año se convirtió en la segunda mujer de la historia en ganar un Premio Nobel de Economía por sus aportaciones sobre la Economía del Desarrollo, un nuevo enfoque para obtener respuestas fiables sobre cuáles son las formas para combatir la pobreza en todo el mundo. Esther Duflo, junto a sus colegas Abhijit Banerjee y Michael Kremer, consiguió el prestigioso galardón tras décadas de investigación sobre los aspectos microeconómicos de los países más vulnerables. Duflo –que ya se había llevado en 2015 el Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales– es, además, directora del Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL) y profesora de Reducción de la Pobreza y Economía del Desarrollo en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Hambre cero

Inés Lezama

Aún queda mucho trabajo por hacer para conseguir el segundo de los ODS porque, de continuar las tendencias actuales, se calcula que en 2030 más de 840 millones de personas estarán afectadas por el hambre. Inés Lezama, responsable de Nutrición en Unicef, trabaja sobre el terreno en la República Democrática del Congo desde hace más de cuatro años –antes había estado en otras zonas de África como Mauritania o Camerún–, donde ha comprobado además los peores efectos del ébola en una población ya suficientemente vulnerable: según sus propios cálculos, el 45% de las muertes infantiles están relacionadas con la desnutrición.

Salud y bienestar

Françoise Barré-Sinoussi

Ganadora del Nobel de Medicina en el año 2008 ex aequo con Luc Montaigner y Harald zur Hausen, la bioquímica francesa Françoise Barré-Sinoussi es una de las mayores eminencias mundiales en investigación sobre el VIH-Sida. El galardón lo obtuvo precisamente por sus descubrimientos en este campo y sus contribuciones en el análisis de la transmisión del virus. Ya desde los años ochenta, Barré-Sinoussi colabora con los países en desarrollo, en los que ha dirigido redes de cooperación multidisciplinares para fomentar la prevención y el tratamiento de una enfermedad que, aunque está en retroceso en los países más ricos, continúa afectando gravemente a las zonas más vulnerables del planeta, sobre todo en África.

Educación de calidad

Muzoon Almellehan

En 2013, cuando tuvo que dejar su hogar para escapar de la guerra que devastaba Siria, su país natal, lo único que Muzoon Almellehan decidió llevar consigo fueron sus libros de texto. Antes de recalar en Newcastle, pasó tres años junto a su familia en un campo de refugiados de Jordania en el que no había electricidad ni internet y en el que los recursos escaseaban para ellos y para millones de personas en su misma situación. Cuando apenas tenía dieciocho años fue nombrada embajadora de Buena Voluntad, la más joven de Unicef y la primera refugiada en alcanzar ese cargo. Desde entonces, lleva a cabo una lucha incansable para intentar garantizar el acceso a la educación de los menores, especialmente de las niñas.

Igualdad de género

Chimamanda Ngozi

La activista y escritora nigeriana Chimamanda Ngozi es una de las voces más reconocidas de la lucha por la igualdad de género en todo el mundo, especialmente en África. Es autora de libros que han vendido millones de copias en todo el mundo, como Todos deberíamos ser feministas o Cómo educar en el feminismo, en los que intenta desmontar los estereotipos y roles de género.

Agua limpia y saneamiento

Josefina Maestu

La vida gira en torno al agua, el recurso que hace posible la vida en el planeta. Sin embargo, su acceso a él es desigual, sobre todo en las zonas más vulnerables: una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre y dos de cada cinco no disponen de una instalación básica destinada a lavarse las manos con agua y jabón. Además de formar parte del consejo asesor de la Red Española de Desarrollo Sostenible, Josefina Maestu fue directora de la Oficina de ONU-Agua durante seis años, secretaria general de la Red Mediterránea del Agua y consultora para la Comisión Europea de diferentes organizaciones del sistema de Naciones Unidas como el Banco Mundial.

Energía asequible y no contaminante

Bahijjahtu Abubakar

Al hablar de energías renovables y desarrollo, su nombre es uno de los más destacados. La ingeniera ambiental nigeriana Bahijjahtu Abubakar ha intentado llevar el sol como fuente de energía a las áreas rurales de su país. Allí ha instalado más de un millón de lámparas solares y cocinas que utilizan energía limpia para su funcionamiento y que reducen la contaminación, pero también mejoran la salud de las personas que dejan de respirar el aire sucio procedente de la leña y el carbón. Además, es la fundadora de RUWES (Rural Women Energy Security), una entidad que busca garantizar la seguridad de las mujeres rurales.

Trabajo decente y crecimiento económico

Kate Raworth

¿Y si el crecimiento de un país dejase de medirse solamente por su PIB? La economista Kate Raworth es la principal impulsora de la conocida como “economía rosquilla”, que perfila una transición hacia un modelo que tiene en cuenta o relaciona las necesidades humanas con el impacto ambiental, por ejemplo. Así, el índice lineal y finito sería sustituido por un anillo con un agujero en el centro: fuera están los excesos, la contaminación o la pérdida de biodiversidad; dentro las carencias en igualdad, energía o agua, y en el hueco de la rosquilla el punto de equilibrio que hace prosperar a las sociedades.

Industria, innovación e infraestructura

María Blasco

Según Naciones Unidas, solo el 30% de los profesionales que se dedican a las ciencias en el mundo son mujeres y solo uno de cada cinco países ha alcanzado la paridad en este área. En España, uno de los mayores referentes es María Blasco, directora desde hace más de una década del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y una de las mayores defensoras de la ciencia como una materia colaborativa y transparente que contribuye al desarrollo sostenible del planeta y mejora la vida de sus habitantes.

Reducción de las desigualdades

Anna Ferrer

Anna Ferrer, periodista de formación y cooperante de vocación, preside actualmente la Fundación Vicente Ferrer, que continúa la labor del que fuera su marido en la India. Allí, la entidad centra su labor en sacar de la pobreza al mayor número posible de personas mediante el desarrollo sostenible e inclusivo.

Ciudades y comunidades sostenibles

Saskia Sassen

En 2030, el 60% de la población del mundo vivirá en ciudades. La socióloga holandesa Saskia Sassen fue una pionera investigadora en la materia y la creadora del término “ciudad global”, que acuñó en el año 1991. Sassen, que investiga desde los algoritmos matemáticos al papel de la vivienda social o la ética urbana, defiende que los bancos o las grandes corporaciones tienen un papel fundamental en la construcción de la ciudad global.

Producción y consumo responsables

Brenda Chávez

El progreso económico y social conseguido durante los últimos cien años va ligado a una degradación medioambiental que pone en riesgo nuestra supervivencia en el planeta. Luchar contra el despilfarro alimentario y energético es un primer paso para reducir nuestra huella ecológica y, en ese cambio, la divulgación juega un papel fundamental. La periodista especializada en sostenibilidad y consumo consciente Brenda Chávez lleva años participando en debates y escribiendo en medios generalistas sobre el tema. Además es la autora de Tu consumo puede cambiar el mundo y Al borde de un ataque de compras, en los que aborda cómo transformar nuestra manera de adquirir productos y cambiar el sistema desde la cesta de la compra.

Acción por el clima

Greta Thunberg

Es una de las caras más reconocibles de la lucha climática. En octubre de 2018, Greta Thunberg comenzó una huelga estudiantil que pronto secundaron millones de adolescentes de todo el mundo que se negaban a ir a clase los viernes hasta que los políticos pusieran de verdad en marcha medidas para proteger el planeta. Desde entonces, la líder del movimiento #FridaysForFuture se ha convertido en un referente dentro del ecologismo con sus carismáticos discursos en defensa del medio ambiente que no ha dudado en pronunciar delante de los más poderosos e influyentes líderes de todo el mundo.

Vida submarina

Sylvia Earle

Los océanos cubren las tres cuartas partes de la superficie terrestre y contienen el 97% del agua del planeta. Sin embargo, la contaminación y la actividad humana llevan décadas poniéndolos en peligro. La bióloga marina Sylvia Earle obtuvo el Premio Princesa de Asturias de la Concordia en 2018 por su labor de investigación de los océanos, a los que ha dedicado toda su vida, elaborando documentales para National Geographic o estudiando los vertidos de petróleo en las últimas décadas. Además, fue nombrada por la revista Time como el primer Héroe del planeta en el año 1998.

Vida de ecosistemas terrestres

Sandra Myrna Díaz

La pérdida de biodiversidad, la desertificación o el impacto de la agricultura en los ecosistemas son cuestiones determinantes en la supervivencia de la especie humana en las próximas décadas. La bióloga argentina Sandra Myrna Díaz ganó el año pasado el Premio Princesa de Asturias a la Investigación -compartido con la estadounidense Joanne Chory- por sus aportaciones en el área de la ecología vegetal y la biodiversidad, también por la incidencia del cambio climático en ellas. Además, forma parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.

Paz, justicia e instituciones sólidas

Shirin Ebadi

Entre las metas del penúltimo de los ODS se encuentran el reducir significativamente todas las formas de violencia y garantizar la igualdad de acceso a la justicia para todos. La abogada y activista por el cumplimiento de los derechos humanos Shirin Ebadi es una de las principales voces defensoras de la democracia en Oriente Medio. Ebadi Fue la primera iraní y la primera mujer musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz en el año 2003 en reconocimiento a su labor en la defensa de los derechos humanos, especialmente en lo referido a mujeres y niños.

Alianzas para lograr los objetivos

Ursula von der Leyen

Fortalecer la movilización de recursos internos, incluso mediante la prestación de apoyo internacional a los países en desarrollo es uno de los principales retos para lograr que todos los países cumplan con los ODS. La nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen ha hecho de ello uno de los buques insignia de las políticas de su programa para la Europa de los próximos años, en las que promete cooperación entre países y alianzas en todas las materias para lograr un desarrollo más sostenible.

Los hitos sostenibles de la primera mitad de 2020

Este año iba a ser el pistoletazo de salida hacia una década más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Por un lado, Naciones Unidas había marcado como objetivo proteger, al menos, el 30% de la biodiversidad en la Tierra y el océano de cara a 2030. Por otro, se habían organizado múltiples convenciones internacionales para abordar la pérdida acelerada de riqueza natural a escala global: la 15ª Conferencia del Convenio de Naciones Unidas de Diversidad Biológica (CBD), el Foro Mundial de la Biodiversidad en Davos (Suiza), las reuniones preparatorias de la COP26… La llegada del coronavirus congeló gran parte de los planes, pero no del todo. A continuación, recogemos los principales hitos sobre sostenibilidad que han marcado el primer semestre de este año tan insólito.

Aterriza el Pacto Verde Europeo

Enero comenzó con la llegada del Green Deal, la hoja de ruta más ambiciosa de la Unión Europea que busca convertir el continente en el primero climáticamente neutro en el año 2050. Para ello, la comisión ha consolidado siete pilares fundamentales: impulso de fuentes de energía alternativa más limpia, una industria sostenible basada en la economía circular, renovación de edificios, fomento de la movilidad sostenible, aumento de la biodiversidad en ciudades, pesca y agricultura respetuosas con el medio ambiente y prevención de la polución del aire, el agua y el suelo.

El Pacto Verde Europeo tenía previsto movilizar un billón de euros hasta 2027-2030 –el mayor porcentaje de la historia de gasto público en acción por el clima– y se vio acelerado por la pandemia global del coronavirus que, además de afectar a nuestro sistema económico y social, ha reafirmado la necesidad de una economía más limpia y sostenible para proteger los ecosistemas y, por ende, a nosotros mismos. Así lo aseguraba Teresa Ribera, vicepresidenta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, en una entrevista realizada en plena crisis sanitaria: “Del mismo modo que hay quien pone de manifiesto que esta crisis sanitaria tendrá salida una vez que tengamos vacunas y capacidad diagnóstica, sabemos cuál es el tratamiento que requiere nuestro medio ambiente. Eso sí, si avanzamos en su destrucción hasta el punto de no retorno, ni las vacunas ni el tratamiento funcionarán”.

Uno de los objetivos principales del Green Deal frenar el daño a la biodiversidad y garantizar así nuestra supervivencia en las próximas décadas. Porque, como subrayaba en los primeros meses de la pandemia Fernando Valladares, doctor en Biología del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el papel protector de la biodiversidad es fundamental para reducir la zoonosis (o propagación de infecciones de una especie animal al hombre) que supone ya el 70% de las enfermedades emergentes en el mundo.


Davos: del blanco de la nieve al verde de su reestrenado manifiesto

2020 comenzó también con una edición del Foro Económico Mundial que, además de celebrar medio siglo de estos encuentros entre políticos, empresarios y representantes de organizaciones sociales y culturales, afianzó el compromiso y la concienciación corporativa con la protección del medio ambiente. Durante las jornadas celebradas en enero, el fundador y presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, recordó que “nuestros esfuerzos para mantener el calentamiento global limitado a 1,5°C se están quedando peligrosamente cortos. Con el mundo en una encrucijada tan crítica, este año debemos desarrollar un Manifiesto de Davos 2020 para reimaginar el propósito y los cuadros de mando para las empresas y los gobiernos”.

España aprueba el anteproyecto de Ley del Cambio Climático

En nuestro país, los primeros meses de 2020 han gestado uno de los mayores hitos sostenibles de la historia española reciente: el anteproyecto de Ley del Cambio Climático, un texto legal que sitúa a España en el camino hacia la neutralidad en emisiones de carbono en 2050 para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. El documento, cuya presentación en las cortes se retrasó hasta mayo por el coronavirus, permite que España fije por ley sus objetivos nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 con un descenso del 20% respecto a niveles de 1990. Además de implicar a todos los sectores económicos en el reto de una reindustrialización más sostenible y una reducción drástica de emisiones, esta nueva Ley destaca especialmente por situar la educación ambiental en el centro del debate, una asignatura pendiente en nuestras aulas que el Gobierno considera de “especial importancia” para implicar a la sociedad española en todas las respuestas frente al cambio climático y la promoción de transición energética.

Caen drásticamente las emisiones… por el coronavirus

En el primer trimestre de 2020 hemos sido testigos de otro hecho insólito: la drástica reducción de emisiones a nivel mundial. A finales de marzo, el satélite Copericus Sentinel-5P mostraba la reducción de la contaminación atmosférica provocada por el dióxido de nitrógeno en ciudades tan contaminantes como Madrid, París o Milán entre el 15 y el 25 de marzo de 2020, coincidiendo con el inicio del confinamiento en España. Las emisiones diarias de dióxido de carbono también cayeron un 17% a nivel mundial y un 32% en España durante el mes de abril.

No obstante, una reducción tan llamativa no implica la minimización del impacto del cambio climático, tal y como argumentó la autora principal de la investigación, Corinne Le Quére: “Es probable que estas disminuciones extremas sean temporales, ya que no reflejan los cambios estructurales de los sistemas económicos, de transporte o de energía. La medida en que los líderes mundiales consideren el cambio climático al planificar sus respuestas económicas posteriores al coronavirus influirá en las trayectorias de las emisiones mundiales durante las próximas décadas”.


La economía circular: una realidad cada vez más cercana en España

El pasado junio se aprobaba en el Consejo de Ministros la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC), denominada España Circular 2030, que nace con la intención de “superar la economía lineal e impulsar un nuevo modelo en el que el valor de productos, materiales y recursos se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible”. La puesta en marcha de este ambicioso plan de acción tiene una traducción clara en cifras y objetivos: reducir en un 30% el consumo nacional de materiales, mejorar un 10% la eficiencia en el uso del agua y recortar un 15% la generación de residuos respecto a 2010.

Para que la circularidad de nuestro sistema económico y productivo sea una realidad dentro de una década, el plan del Gobierno se centra en impulsar normativas para avanzar en este sentido las políticas económicas, de fiscalidad, de empleo, de I+D+i, de consumo, industrial, del agua, agraria y de desarrollo de áreas rurales. Además, según el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, las líneas de actuación principales sobre las que se centrarán las políticas de la EEEC se dividen en ocho pilares, cinco de ellos relacionados con el cierre del círculo (producción, consumo, gestión de residuos, materias primas secundarias y reutilización del agua) y tres de carácter más transversal (sensibilización y participación, investigación, innovación y competitividad, y empleo y formación).  

El sistema energético, más verde que nunca

El mix energético español es cada vez más verde. A la luz de los datos publicados en el Informe del Sistema Eléctrico de Red Eléctrica este mes de junio, en 2019 España incorporó a su parque de generación de electricidad más de 6,4 GW de nuevos megavatios de energía renovable. Así, España alcanzaba un máximo de capacidad de generación histórico: 110 GW de potencia instalada. Y, por primera vez en la historia, del total de la potencia instalada nacional, el 50,1 % correspondía a instalaciones de energía renovable, que superaban así a las tecnologías no renovables. Un avance necesario para la transformación del modelo energético de nuestro país.

Tras más de tres meses de pandemia global podemos decir que el coronavirus nos ha abierto los ojos de cara a nuestra convivencia con la Tierra. Los retos que se suman al calendario post-COVID19 implican ciudades más sostenibles y eficientes, una movilidad más verde y la transformación de nuestra economía y de los sistemas energético y productivo hacia un modelo más circular y verde. Todavía tenemos tiempo para cerrar 2020 como uno de los años más fructíferos contra el cambio climático.