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2021: Un año para mejorar el mundo

Naciones Unidas ha propuesto que durante el año entrante se festejen hasta cuatro ámbitos que, a su parecer, merecen una atención mayor. Así, 2021 será el Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, el Año Internacional de la Paz y la Confianza, el Año Internacional de las Frutas y Verduras y el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil. 

Las cuatro conmemoraciones representan puntos cardinales de los programas de actuación —presentes y futuros— que la organización pretende llevar a cabo con la máxima eficacia posible. 

Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible

Esta conmemoración centra su atención en la oportunidad que se presenta para «fomentar la innovación y ofrecer oportunidades, beneficios y empoderamiento para todos». Esta selección proviene, en parte, del daño causado por la pandemia, cuya interrupción ha generado, sobre todo, la práctica desaparición de eventos culturales, dañando empleos relacionados con estos y otros campos creativos. Hasta el 45% de los artistas y escritores de la Unión Europea son auto-empleados, lo que los hace especialmente vulnerables en situaciones como la que estamos viviendo. Para las Naciones Unidas es fundamental destacar «la importancia de unas políticas nacionales adecuadas encaminadas a promover la diversidad de la expresión cultural y el fomento de la creatividad para el desarrollo sostenible». Es esta expresión la que se prevé como una de las claves para el año venidero: realizarse es, también, crecer.

Año Internacional de la Paz y la Confianza

En el caso del Año Internacional de la Paz y la Confianza ocurre exactamente lo mismo, siendo un pretexto ideal para resarcirse de un año repleto de múltiples disputas y recelos políticos provocados por el coronavirus. Entre los objetivos se hallan, por ejemplo, la promoción del multilateralismo —es decir, la cooperación de múltiples países— y la diplomacia preventiva. Los esfuerzos de la ONU pretenden centrarse en lo que, hasta ahora, era el orden de estabilidad política global, algo que trasluce perfectamente en la afirmación de que la conmemoración «es un medio de movilizar los esfuerzos de la comunidad internacional para promover la paz y la confianza entre las naciones sobre la base, entre otras cosas, del diálogo político, el entendimiento mutuo y la cooperación». Tan solo en la disputa entre Armenia y Azerbaiyán perdieron la vida más de 5.600 personastanto civiles como militares.

Año Internacional de las Frutas y Verduras 

2021 será también una oportunidad para luchar por el desarrollo de una vida saludable. El Año Internacional de las Frutas y Verduras intentará poner un énfasis global en el fomento de las dietas saludables, las cuales se perfilan como las únicas herramientas con las que luchar contra un mal que causa más muertes que la combinación del tabaco, las enfermedades de transmisión sexual y la violencia armadas: la obesidad. De hecho, según señala la Organización Mundial de la Salud, el 39% de las personas adultas —según datos globales relativos a 2016– tiene sobrepeso. Además, unos 40 millones de niños y niñas menores de 5 años padecían sobrepeso u obesidad en 2018. Esto va unido, a su vez, al propio concepto de sostenibilidad, ya que no solo se trata de alimentos que favorecen la lucha contra el cambio climático, sino que también nos hallamos frente a unos alimentos cuya pérdida y desperdicio son especialmente altos. Según el propio secretario general de la ONU, António Guterres, esta es una oportunidad para «comprometernos con un mundo más sano, resiliente y en el que todas las personas tengan a su alcance, y puedan permitirse, la nutrición variada que necesitan». 

Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil

Más reivindicativo es, si cabe, la última de las conmemoraciones prevista para el porvenir más cercano. Tanto es así, que su propia denominación es especialmente directa, tratándose del Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil. Como es evidente, esto busca la consecución de un compromiso fuerte y sólido para la erradicación de una lacra que, aún hoy sigue presente. Según datos del Banco Mundial, en países como Argentina el porcentaje de menores de entre 7 y 14 años activos en la economía es de un 5%.  Se busca también «poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas, así como asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluyendo la utilización de niños soldados». Es, por tanto, una suerte de grito contra toda injusticia y explotación.

Son esta clase de hitos conmemorativos los que, en definitiva, hacen célebre a la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que para que acciones como éstas tengan sentido son los Estados los que han de tomar decisiones.

Los hitos del año que cambió nuestra vida

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Indudablemente, 2020 pasará a la historia. La pandemia que ha costado miles de vidas también ha dejado en evidencia la necesidad de abordar cuestiones no tan nuevas, pero más relevantes que nunca, como la inversión en ciencia y salud, los nuevos modelos de trabajo o la brecha digital. 

España se consolida como el tercer mayor emisor de bonos sostenibles de Europa

Mientras los efectos de la pandemia aún se dejan notar en términos económicos y sociales, el futuro parece comenzar a brillar con un tímido optimismo. Esto no solo tiene lugar por las primeras llegadas de las tan ansiadas vacunas, sino también porque el horizonte comienza a teñirse de color verde. La pandemia ha acelerado proyectos transformadores que ahora ven una oportunidad única de cambiar los pilares económicos y sociales a mejor.

Los bonos sostenibles ayudan a cumplir objetivos climáticos, ecológicos y económicos

Este es el caso de los bonos de sostenibilidad, cuya demanda parece crecer de forma imparable. Emisiones de deuda como éstas —es decir, intentos de captar fondos de los inversores con una devolución completa (con intereses) posterior— se hallan destinadas a la financiación de proyectos que guarden un carácter tanto ambiental como social. Casos así incumben a cualquier tipo de empresa: muestra de ello es una agencia de telecomunicaciones que, por ejemplo, emitiese un bono para la transformación de una red de cobre a una con un menor coste ambiental. Esto no solo ayudaría a cumplir ciertos objetivos climáticos y ecológicos sino también económicos. Se trata, por tanto, de inversiones con impacto no solo en la empresa sino también en el conjunto de la sociedad. Parte de las categorías que entran en esta clase de bonos son, por ejemplo, las energías renovables, la eficiencia energética, la gestión de recursos naturales y el uso de la tierra. Sin embargo, estos bonos se encargan también de promover infraestructuras básicas asequibles, acceso a servicios esenciales, la seguridad alimentaria o ciertos avances socioeconómicos.

El auge de los bonos sostenibles 

Las repercusiones de financiaciones de este tipo son evidentes, asentándose como una de las múltiples bases con las que la Unión Europea —al igual que sus propios Estados miembro— pretende favorecer una transición ecológica y digital. Este es el caso de España, ya que según AFME se ha consolidado como el tercer mayor emisor de bonos sostenibles de Europa, tan solo por detrás de Francia y Holanda. Nuestro país ha llegado a incrementar las cifras nacionales de estas emisiones hasta en un 97% anual en el primer semestre de 2020 (una cifra que alcanza, aproximadamente, alrededor de 9.000 millones de euros en bonos verdes, también enfocados a resultados responsables en términos sociales y ambientales). Gran parte de responsabilidad tiene el Instituto de Crédito Oficial, cuya emisión pública de bonos sociales logró superar hasta en siete veces el propio importe de la transacción (es decir, que si la emisión se realizó por un valor de 500 millones, su demanda sobrepasó los 3.500 millones de euros). Una inversión destinada tanto a empresarios autónomos como a pymes, así como a muchos otros tipos de empresas españolas. El hecho de que estos bonos hayan sido usados en un contexto de crisis aporta toda su relevancia de una manera sutil. Basta citar las cifras que, según el Observatorio Español de la Financiación Sostenible (OFISO), se han emitido hasta septiembre con esta forma de deuda: 11.500 millones de euros.

España es el tercer mayor emisor de bonos sostenibles de Europa

Dentro del ámbito europeo, España aporta hasta un 12,6% de la financiación sostenible comunitaria, colocándose como una gran fuerza impulsora de la llamada «transición verde». En términos presupuestarios la Unión Europea invertirá más de un 30% del total, acercándose hasta los 60.000 millones de euros. Según la propia AFME, gran parte de esta clase de emisiones reflejan la existente preocupación social desatada por el coronavirus, ya que gran parte de estos bonos se dirigen en esta dirección. Tanto es así, que el 2020 es el año en el que ha tenido lugar un mayor número de emisiones sociales, cifrándose en un 27%.

España, décimo emisor de bonos verdes

Emisiones como estas también representan la oportunidad de adquirir beneficios que, por supuesto, también pueden ser colectivos. La inversión en sostenibilidad demuestra que es posible, a través de esta senda, conseguir una ventaja estratégica y competitiva: se trata de sumergirse en un horizonte que no solo es cada vez más visible sino, de hecho, implacable. Si, tal como hemos visto, el ecosistema no espera impasible, el bienestar social tampoco. 

El futuro se atisba ya dominado por esta clase de inversiones: el Tesoro español prevé emitir bonos verdes en 2021, algo que hará crecer aún más los importes relacionados con emisiones de este calibre. Mientras tanto, España sigue consolidándose como un referente mundial: durante 2019, nuestro país fue el décimo emisor —a nivel global— de bonos verdes, tal y como afirma Climate Bonds Initiative. Otros indicadores de relevancia son, por ejemplo, las propias incursiones bancarias. La incorporación del BBVA a la Red de Bonos Sostenibles del Nasdaq es otro paso en esta dirección, ya que esta es, hoy por hoy, una importantísima red de información mundial acerca de estas emisiones.

Consejos para un Black Friday más sostenible

Lo que antes era un aluvión de compras en un solo país (Estados Unidos) y durante un solo día (que empezaba en la medianoche tras Acción de Gracias), ha llegado en el último lustro hasta nuestro país –como a muchos otros– y, con él, se han extendido prácticas perjudiciales para el medio ambiente que fomentan un consumo desmedido en un gran porcentaje de la población ya no sólo durante un día sino que se extienden en algunos casos al mes y se llega a hablar del Black November o noviembre negro. 

Según un comunicado emitido el pasado día 25 de noviembre por Greenpeace se estima que este año durante el Black Friday ocho de cada diez personas en nuestro país comprarán online. Un auge del comercio electrónico sobre el que la ONG alerta: «El comercio electrónico nos ha facilitado la vida, sobre todo en tiempos de pandemia, pero a gran escala tiene un elevado coste ambiental. El sobreconsumo digital implica una extracción de recursos masiva y la generación de emisiones al producir los artículos y distribuirlos de un punto a otro del planeta, además de numerosos problemas para deshacernos de ellos. Consumir local en vez de apostar por gigantes del consumo, y solo cuando lo necesitemos, es la única solución», señalaba Alba García, responsable de la campaña de ciudades en Greenpeace España. Así, el impacto del llamado viernes negro en nuestro entorno es enorme si tenemos en cuenta que en España el año pasado se estima que se distribuyeron 3,5 millones de paquetes y 1,5 solo en la capital.

Ocho de cada diez españoles comprarán online este Black Friday

Comprar, tanto en tienda física como online, supone emitir gases de efecto invernadero y generar residuos. Si, por un lado, a nivel mundial se recomienda intentar no desplazarse para realizar compras, por otro, recibir muchos paquetes pequeños en casa de compras hechas a través de internet producen cantidades ingentes de plástico y cartón, además de que los cortos plazos de envío hacen que los transportistas no puedan planificar sus rutas de la manera eficaz y sostenible. Una manera de reducir el impacto que tienen tanto las compras online como los desplazamientos a los centros comerciales es acudir a las tiendas físicas para minimizar las emisiones contaminantes del transporte si se van a adquirir varios productos de diferentes lugares y, de paso, reducir embalaje. Si, por el contrario, se va a realizar una sola compra o en un solo establecimiento, internet puede ser la mejor opción. 

Meditar, reciclar y apostar por las tiendas de barrio

Por eso, un año más, ecologistas y especialistas en sostenibilidad recuerdan la importancia de comprar de manera consciente, valorando antes de adquirir gangas si realmente se necesita o simplemente es una acción compulsiva. Además, recomiendan comparar precios para saber si la oferta realmente lo es y, en la medida de lo posible, optar por la segunda mano o los productos reacondicionados, fomentando así la economía circular. 

Cerca del 33% de las compras realizadas en el Black Friday se devuelve

Y más allá de la compra en sí, advierten de que el problema llega una vez la campaña del Black Friday pasa: se calcula que alrededor del 33% de las compras acaban devolviéndose. Es decir, a la contaminación que genera per se todo el proceso de producción de, por ejemplo, un teléfono móvil – uno de apenas 200 gramos genera 86 kilos de residuos–, se le suma el CO2 emitido para su transporte y, después, su devolución. Cuando el teléfono vuelve a la tienda habríamos generado un rastro de residuos y gases de efecto invernadero para que el producto vuelva al lugar del que salió. Por eso, lo mejor es no dejarse llevar por impulsos y meditar cada compra. Si nos preguntamos si verdaderamente necesitamos algo antes de darle a finalizar compra, seguramente las devoluciones se reducirían sobremanera.  

Otro gran problema derivado de la compra sin mesura que provoca la campaña del Black Friday parte del embalaje de las compras, especialmente las online: si no se gestionan adecuadamente los productos que se van a reemplazar o el packaging de los recién comprados, estaremos generando en pocos días miles de kilos de basura que acabarán en vertederos. Así que la clave está en el reciclaje: ante la duda, todos los ayuntamientos de España disponen de un número de teléfono de información sobre gestión de residuos. 

La cultura del usar y tirar, que favorecen las campañas de rebajas, genera un extra de contaminación, pero los expertos recuerdan que, además, asfixian a muchos comercios de barrio que, un año como el actual, ya respiran con dificultad por la crisis sanitaria. Para muchos, es imposible competir con los descuentos durante una semana o un mes. Por eso, en un momento tan extraordinario, ¿por qué no apostar por el pequeño comercio de proximidad y ayudarle a sobrevivir al 2020? 

Giving Tuesday

La conciencia medioambiental de muchos –especialmente los más jóvenes– ha precipitado la aparición de alternativas sostenibles al Black Friday o al cada vez más famoso Cyber Monday (celebrado el lunes de después). Una de ellas es el Giving Tuesday, con la que, según las organizaciones que la impulsan se pretende “dedicar un día en todo el mundo, este año el 1 de diciembre, a celebrar la acción de dar, ya sean alimentos, dinero, tiempo (voluntariado), objetos de segunda mano, etc”. Con este día, representado en redes con el hashtag #GivingTuesday, se quiere extender la solidaridad a los 365 días del año, empezando por uno solo. 

En 2018, el Giving Tuesday en España recaudó 697.265 euros destinados a más de 300 proyectos sociales

El Giving Tuesday nació en 2012 en Nueva York para contrarrestar los efectos del Black Friday y el Cyber Monday. La ONG 92Y Street y la Fundación de las Naciones Unidas lo pusieron en marcha para promover el espíritu solidario de la Navidad frente a un consumismo cada vez más generalizado. Esta iniciativa, a la que cada vez se unen más personas en todo el mundo, llegó a España tres años después de su creación en Estados Unidos y solo en 2018 llegó a recaudar 697.265 euros en nuestro país que se destinaron a más de 300 proyectos sociales. Una alternativa que apuesta por dar en vez de comprar e intenta romper con las ansias consumistas en un planeta cuyos recursos ya han llegado a su límite.  

La ‘pobresidad’, una nueva amenaza para la población infantil

«La obesidad infantil es un problema de salud pública en Europa». Así de contundente se muestra el Estudio sobre la alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad en España 2019 realizado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Conocido como informe Aladino revela que el 23,3% de la población de entre 6 y 9 años en nuestro país padece sobrepeso, el 17,3% obesidad y el 4,2% obesidad severa, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud. Además, el estudio lanza un dato muy relevante: el número de niños y niñas con obesidad es mayor entre las familias con rentas más bajas. Rafael Escudero, presidente de la AESAN y secretario general de Consumo y Juego, resume así en el Huffington Post los resultados de la investigación: «4 de cada 10 escolares analizados presentan exceso de peso. Es una de las peores tasas de Europa: 40,6%». Y un aspecto preocupante: solo el 12,6% de las familias cree que sus hijos tienen exceso de peso, frente al 40,6% que realmente lo padece.

El 23,3% de la población de entre 6 y 9 años en nuestro país padece sobrepeso y el 17,3% obesidad

Aladino no solo analiza las métricas corporales de los participantes, sino también los hábitos de consumo y alimentación, así como su contexto sociocultural. Los datos revelan una realidad invisibilizada en nuestro país y que la crisis económica generada por la pandemia de coronavirus no hará más que empeorar: el sobrepeso infantil es cuestión de clase social. Pero no solo eso: también lo es de género. El informe arroja luz sobre otra cuestión que preocupa a los expertos: mientras en los últimos cinco años el sobrepeso en niños ha disminuido ligeramente, en niñas se ha mantenido en tendencia ascendente.  

Cuando la pobreza y la obesidad se dan la mano

El informe Aladino no deja lugar a dudas en su análisis: el aumento de peso está estrechamente relacionado con factores socioeconómicos como la renta, la educación o el entorno. La diferencia llega a ser tan grande que, en el estrato más bajo de ingresos (menos de 18.000 euros anuales), la obesidad llega prácticamente a duplicarse con relación a la que se constata en ingresos más altos (más de 30.000 euros anuales). En comparación, un 23,3% frente a un 12,1%. Pero, además, las cifras son similares cuando se presta atención al nivel de estudios de los progenitores: la obesidad casi se duplica en niñas y niños cuyos progenitores tienen estudios primarios (el 24,3%), frente a aquellos que cuentan con estudios universitarios (el 12,4%).

En el estrato más bajo de ingresos, la obesidad llega casi a duplicarse

El concepto de pobresidad intenta hacer patente este vínculo entre recursos económicos y salud en la infancia. 

Desempleo y nutrición

Un estudio de Acción contra el Hambre en el madrileño barrio de San Cristóbal de Los Ángeles, uno de los más deprimidos de la capital, arroja luz al respecto. Entre abril y diciembre de 2018 la ONG investigó si existe algún tipo de relación entre obesidad y desempleo, y la respuesta fue rotunda: las personas sin empleo se cuidan menos y tienden a la obesidad, algo que acaba exportándose a sus familiares, especialmente a los más pequeños. 

Las razones detrás de este fenómeno son más complejas de lo que pueden parecer a simple vista: más allá de la desgana, están la falta de autoestima y la ansiedad o el deterioro de la salud mental.  Además, según la organización humanitaria, también influye el acceso a una oferta nutricional de calidad, que se ha visto mermada en barrios donde los comercios de toda la vida han ido desapareciendo, haciendo hueco a otros negocios en los que predominan los alimentos precocinados, ricos en grasas y azúcares. 

La pobreza se hereda

Actualmente, según el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil, más de 2,3 millones de niños se encuentran en situación de pobreza en España. Ernesto Gasco, responsable de esta institución, alerta de que «nuestra tasa de pobreza infantil persistente –encontrarse en situación de pobreza en el año en curso y en al menos dos de los tres años anteriores– es del 17,4%. Casi un millón y medio de niños, niñas y adolescentes la padecen. Esto supone que dos de cada tres menores de 18 años en pobreza en España lo son en términos estructurales». 

Más de 2,3 millones de niños se encuentran en situación de pobreza en España

Además, el riesgo de pobreza en la infancia repercute en el poder adquisitivo en la vida adulta. Pero de la misma manera que la pobreza puede perpetuarse con el paso de los años, también puede hacerlo la pobresidad: si el sobrepeso o la obesidad relacionado con la pobreza no se ataja en la infancia, esos menores se convertirán en adultos con una peor calidad de vida y mayores problemas de salud. 

El empleo que traerá la recuperación verde

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La crisis derivada de la pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto la importancia de reforzar la lucha contra el cambio climático y establecer criterios de recuperación en clave de sostenibilidad. En este marco el empleo verde será uno de los grandes beneficiarios en el futuro. Las previsiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estiman que se crearán 24 millones de empleos verdes en los próximos años.

Cómo lidiar con la ecoansiedad

Vivimos en la época del Antropoceno, un concepto acuñado por el nobel de Química Paul Crutzen, y que viene a recordarnos que el impacto del ser humano en el planeta es cada vez más evidente. De ello no hay duda: la actividad humana está transformando la Tierra hasta el punto de alterar el clima. Antes de que la COVID-19 nos confinara en nuestros hogares, la emergencia climática movilizaba a millones de jóvenes de todo el mundo en manifestaciones multitudinarias. Ahora, el ciberactivismo sigue en marcha, denunciando que la crisis climática y la sanitaria no son dos realidades independientes: la salud de la Tierra y la del ser humano no son ajenas la una a la otra, como tampoco lo es nuestra salud mental

“La crisis climática podría precipitar nuevas condiciones psicológicas y empeorar las enfermedades mentales existentes entre los jóvenes que experimentan ansiedad climática, pero las omnipresentes brechas de datos impiden nuestra capacidad de actuar”, explican varios investigadores canadienses en el artículo Climate Anxiety in Young People: a Call to Action (Ansiedad climática en la gente joven: una llamada a la acción) publicado en The Lancet a principios de septiembre. Aún no somos plenamente conscientes de cómo el cambio climático puede afectar a la salud mental de las personas, sobre aquellas a las que el calentamiento global ha impactado directamente –a través de fenómenos meteorológicos extremos, hambrunas o inseguridad alimentaria, sequías…– y sobre aquellas altamente concienciadas que se sienten paralizadas ante un futuro incierto.  Con respecto a este segundo caso, en la última década, los psicólogos han constatado  que cada vez hay más personas que padecen un nuevo tipo de ansiedad vinculada a la crisis del clima, ansiedad que se presenta ante la impotencia de ver cómo el planeta se deteriora sin que nada de lo que hagamos sirva para frenarlo: la ecoansiedad o ansiedad climática

La ansiedad climática se presenta ante la impotencia de ver cómo el planeta se deteriora

Para la Asociación Estadounidense de Psicología, la ecoansiedad podría definirse como un miedo extremo a la incertidumbre que supone para el planeta y el ser humano el cambio climático. El problema llega cuando este miedo empieza a impedir que las personas desarrollen su vida con normalidad: dificultades para respirar, pesadillas, depresión, insomnio, incapacidad para tomar decisiones… Cada vez más profesionales de la psicología  s alertan de la importancia de prestar atención a estos síntomas relacionados con la crisis climática y que aparecen de manera más frecuente en edades más jóvenes, incluso en niños y niñas.  

Contra la ecoansiedad: activismo

Desde el Climate Reality Project –el movimiento de sensibilización sobre la emergencia climática, creado por el nobel y ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore– advierten del peligro a largo plazo de ese pánico al enfrentarse a las consecuencias del calentamiento global. Por eso, desde la plataforma, siguiendo pautas de diferentes asociaciones profesionales de la psicología, proponen tomarse muy en serio la ecoansiedad. Esta puede poner en jaque el futuro de la salud mental de quienes la padecen, aunque aún no se haya catalogado como enfermedad. 

La ansiedad climática es paralizante, pero hay una cosa que puede ayudar a nuestro cerebro a encontrar sosiego: el activismo. El Climate Reality Project y la Asociación Estadounidense de Psicología recuerdan que el primer paso para enfrentarse a cualquier enfermedad mental es reconocer los miedos y hablar de ellos. “Una buena manera para empezar a luchar contra la ecoansiedad es admitir que el mundo está cambiando y hablar de ello con tu círculo más cercano. La crisis climática no se puede resolver de manera individual y, por ello, lo mejor es unirse a algún grupo de activistas con quienes compartir miedos”, recomienda la organización de Al Gore. Muchas veces, darse cuenta de que no se está solo ayuda a gestionar el estrés.

Del activismo a la acción

Profesionales de la psicología alertan de que cada vez más personas presentan estrés y depresión relacionada con el clima

Compartir miedos con otras personas activistas nos lleva hacia un camino casi inevitable para quienes realmente quieren cambiar las cosas: la acción. “Conviértete en el cambio que quieres para el planeta”, repiten una y otra vez las consignas de la lucha medioambiental. Pero ¿cómo pasar a la acción? Para aplacar la sensación de ansiedad climática lo mejor es sentirse útil y ser consciente de que nuestra vida no empeora la situación del planeta. La clave está en aprender a vivir de manera más sostenible: reducir residuos, apostar por energías renovables, optar por un consumo responsable y de cercanía, y respaldar a marcas sostenibles y de impacto social positivo. 

En definitiva, la acción se basa en apoyar la transición ecológica y ser ejemplo de ella. Porque los cambios individuales llevan a otros colectivos y, como explican desde el Climate Reality Project, “si quieres luchar contra esos sentimientos de angustia que aparecen cada vez que lees noticias sobre la crisis climática, los pequeños cambios pueden marcar la diferencia en la salud mental y la del medio ambiente”.

La importancia de la formación

La formación es esencial para entender lo que le está ocurriendo al planeta, qué cambios en nuestras vidas se pueden llevar a cabo y comprender de verdad lo que significan los titulares apocalípticos que pueden encontrarse a diario. Ante la emergencia climática, la comunidad científica asegura que existen soluciones y que aún estamos a tiempo de revertir los efectos. Hay esperanza para nuestro planeta. Por eso, la educación es fundamental para empoderar a la ciudadanía, y no solo a la población joven. Para educarse y formarse, además, es imprescindible acudir a fuentes fiables como el programa de cambio climático de la NASA, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) o las Naciones Unidas

Si a pesar de tomar consciencia de la problemática e involucrarse en su solución, los síntomas relacionados con la ecoansiedad siguen impidiendo el desarrollo de una vida normal, lo más importante es acudir a un especialista. Y, sobre todo, no juzgar a las personas que nos confían sus miedos, ansiedades y preocupaciones. La salud mental, al igual que la del planeta, no es un juego.

El mar, la despensa del futuro

La ONU calcula que para 2050 la población mundial alcanzará los 9.100 millones de personas. El enorme crecimiento al que nuestra sociedad se enfrentará en el futuro cercano obliga a tener muy presentes los desafíos económicos, tecnológicos y de recursos que conlleva un incremento exponencial de la población como este. Ser capaces de idear soluciones que garanticen alimento a toda la población es una urgencia para gobiernos e instituciones: si continúan las tendencias recientes en el hambre mundial, el número de personas afectadas superará los 840 millones en 2030, según los últimos datos recogidos por las Naciones Unidas. 

Ser capaces de idear soluciones que garanticen alimento a toda la población es una urgencia para gobiernos e instituciones

El ‘hambre cero’ es precisamente el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible incluido por la ONU en la Agenda 2030. La mayoría de personas que sufren de hambre viven en países en desarrollo, donde la desnutrición causa cerca de la mitad de las muertes en los niños menores de 5 años (3.100 niños al año). Aunque continuar explotando la ganadería y la agricultura podría ser una posible solución, lo más seguro es que terminara por agravar aún más el problema del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. 

Para buscar alternativas, un grupo internacional de científicos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) -entre los que se encuentra la española Elena Ojea, investigadora del Centro de Investigaciones Marinas de Vigo- se han unido para estudiar cómo el mar puede convertirse en nuestro plan B alimenticio. Los resultados de la investigación, publicada en Nature, están disponibles para leer en abierto y lanzan un dato esperanzador: el mar tiene la capacidad para aportar la cuarta parte de la alimentación mundial para 2050.

Todo apunta a que los productos marinos adquirirán un papel protagonista en la dieta del futuro. Según los investigadores, la producción mundial anual de alimentos del mar podría aumentar entre un 36% y un 74% en los próximos 30 años -entre 21 y 44 millones de toneladas adicionales, prácticamente el doble de lo que se cuenta en la actualidad. Podemos convertir el mar en nuestra despensa, si sabemos cómo. El crecimiento azul viene con una condición: o es sostenible, o no será.

Hablemos del presente

Necesitamos conocer el presente para mirar hacia el futuro. Los científicos de la FAO han analizado en las 200 páginas del informe de qué manera aumentará la producción de alimentos en tres áreas distintas -pesquerías, acuicultura y cultivo de bivalvos- teniendo en cuenta las posibles limitaciones, especialmente las ecológicas y económicas. De aquí a este tiempo, Asia ha sido la gran despensa azul para el mundo produciendo casi la totalidad del pescado en China, India, Indonesia, Vietnam y Bangladesh; aunque Egipto, Noruega y Chile también han consolidado su puesto en lo alto de la lista.

“Durante el año pasado, el pescado supuso el 20% del importe proteico en la dieta de más de 3.000 millones de personas”, apunta el informe. “Es crucial para una dieta nutritiva en muchas zonas del mundo. No solo es uno de los productos más sanos pero también de los que menos impacto generan sobre el medio ambiente”. 

En 2018, el 88% de los 179 millones de toneladas de producción marina se utilizó para consumo alimenticio. Entre 1990 y 2018 el consumo de pescado aumentó un 122% y se cubrió con un crecimiento del 527% en la acuicultura mientras que la pesca tradicional no llegó a aumentar más del 14%. Entre los productos más consumidos encontramos las anchoas, los abadejos y el atún listado. 

La acuicultura ha hecho accesible el pescado a muchas regiones

“La acuicultura ha hecho accesible el pescado a muchas regiones y países que, de otra forma, no hubieran podido consumirlo. La producción en masa ha permitido rebajar los precios, garantizando una alimentación nutritiva y de calidad”, explican los científicos de la FAO. “A nivel global, desde 2016, la acuicultura ha sido la principal fuente de producción de pescado listo para consumir y, en 2018, supuso el 52% del total, una cifra que seguirá creciendo en el futuro”. 

¿Qué significa todo esto? Que es crítico alcanzar una acuicultura sostenible y apostar por la pesca local para poder mantener a salvo el medio ambiente. Actualmente, solo el 65% de la producción de carne marina es biológicamente sostenible. No es una cifra muy positiva puesto que en 1990 esta se situaba por encima del 90%. 

Y del futuro: más tecnología, mayor sostenibilidad

De acuerdo con la FAO, solamente el 33,1% de la población marina está explotada más allá de la sostenibilidad biológica. Una gran cantidad de poblaciones siguen siendo objeto de la sobrepesca, aunque es cierto que, como apunta el informe, alrededor de la mitad de las capturas de peces y pesquerías del mundo están ahora mucho mejor supervisadas. Sin embargo, la amenaza del cambio climático complica la situación. 

En consonancia con la visión de los ODS, que prevé la obtención de beneficios por la innovación en tecnologías de la información, el sector de la pesca y la acuicultura debe incorporar tecnología con miras a mejorar la sostenibilidad económica, social y ambiental para poder hacer un seguimiento completo de la pesca y poder garantizar su sostenibilidad. En la estrategia entran tecnologías de rastreo, sistemas de identificación automática e inteligencia artificial. 

El sector de la pesca y la acuicultura debe incorporar tecnologías que mejoren la sostenibilidad

Por otro lado, apunta el equipo científico, las enfermedades de los animales acuáticos son una de las limitaciones más graves para la expansión y el desarrollo de la acuicultura sostenible. “A nivel mundial, existe en la acuicultura la tendencia a que un patógeno que no se ha notificado anteriormente, y ocasiona una enfermedad nueva y desconocida, aparezca, se propague y cause grandes pérdidas de producción cada tres a cinco años”, advierten. Un factor que adquiere especial relevancia en esta segunda ola pandémica y que cada vez se interviene más a través del conocimiento de agentes patógenos, la mejora de la gestión de la salud de los animales y una mayor implicación en la bioseguridad.

Facilitar el acceso de los pescadores en pequeña escala a los recursos marinos y los mercados es el camino a seguir para una pesca más sostenible y accesible. La acuicultura permite una gran producción en un espacio corto de tiempo pero, como ya hemos visto, puede provocar grandes impactos ambientales en la biodiversidad marina y la seguridad alimentaria, por lo que debe compatibilizarse con una producción menos lesiva y más local. Por ello, los científicos de la FAO concluyen que es igualmente necesario “destacar la contribución de la pesca -en particular la pesca en pequeña escala- y apoyar su papel en los ingresos, la cultura y la seguridad alimentaria”. Entre las recomendaciones, destacan reconocer el papel de la mujer y dar prioridad a la igualdad de género en toda la cadena de valor, empoderar a las comunidades pesqueras con instituciones inclusivas y modificar los sistemas de recopilación de datos para incluir datos desglosados que tengan en cuenta nutrición, bienestar y género de las capturas. En el escenario del futuro es esencial vigilar muy de cerca los límites de nuestros mares y océanos para que puedan darnos lo que necesitamos, sin perder lo que siempre les ha pertenecido.

Cinco años caminando hacia el futuro

Hace algo más de un año, la película Campeones arrasaba en la gala de los premios Goya. Sus protagonistas subían al escenario a recoger sus galardones con unos coloridos pines circulares en las solapas. En Twitter, miles de personas preguntaban qué era aquello. ¿Una manera de reclamar la diversidad y la inclusión? En cierto modo, así era: se trataba de la insignia circular que representa la Agenda 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) firmados en septiembre de 2015 en París. 

Esta semana se cumplen cinco años desde que los países miembro de las Naciones Unidas se adhirieron a ese gran pacto global para continuar la hoja de ruta ya trazada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio: conseguir que en 2030 el planeta sea un lugar más próspero, más igualitario y más justo para todos sus habitantes. En su informe anual sobre los avances en el cumplimiento de los objetivos, este año Naciones Unidas destaca los progresos que se han logrado en algunos ámbitos como la salud maternoinfantil, el acceso a la energía eléctrica o el aumento de la representación de mujeres en los gobiernos. Del otro lado, los principales obstáculos se han encontrado en el incremento de la seguridad alimentaria y la desigualdad y el daño a los ecosistemas. 

2020, un año para reforzar los esfuerzos en sostenibilidad

Hace ahora un año, en septiembre de 2019, los firmantes de París solicitaron declarar un decenio de la acción para movilizar más recursos y mejorar la aplicación de las medidas a nivel nacional para cumplir los objetivos a tiempo sin dejar a nadie atrás. Entonces, ninguno de ellos imaginaba el futuro: 2020 marcaba el inicio de una década crucial para impulsar el ritmo y redoblar los esfuerzos. Sin embargo, tras la llegada de la pandemia, el último documento presentado por la ONU el pasado mes de julio reconoce que el coronavirus ha sido una lastre en los sistemas de salud, la economía y el acceso a la educación. António Guterres, secretario general del organismo, incide en que las poblaciones más vulnerables han sido de nuevo quienes más han sufrido el azote de la covid-19, y que el número de personas que padecerán hambre y pobreza extrema se medirá por millones. 

El secretario general de Naciones Unidas alerta de los nuevos riesgos que se suman a unos problemas ya existentes

«No voy a decirles que todo está bien. Necesitamos ser honestos», reconocía Guterres a los participantes del Foro Político de Alto Nivel que revisa los avances en el cumplimiento de la Agenda. En esa reunión, recriminaba a los gobernantes por «no tomarse en serio los Objetivos de Desarrollo Sostenible», por ejemplo en materia de solidaridad o cooperación internacional. Así, el secretario general alertaba de los nuevos riesgos que se suman a unos problemas que ya existían antes, como la pobreza, el cambio climático, la desigualdad de género y el déficit de financiamiento al desarrollo. 

Entre las conclusiones del informe, las más preocupantes son algunas de las que se refieren a esos objetivos. Según los cálculos del organismo, 71 millones de personas volverán a caer en la pobreza extrema debido a la crisis económica y laboral generada por la pandemia, lo que revertiría la tendencia a la mejora que venía produciéndose desde 1998. La falta de recursos sanitarios, el cierre de instalaciones médicas y la reducción en el acceso a servicios de nutrición y alimentación se traducirán en un incremento en los fallecimientos de mujeres y niños menores de cinco años. Además, el organismo alerta de los perjuicios  para los habitantes de los barrios marginales de las ciudades –especialmente vulnerables a la escasez de luz o agua corriente– y de los escolares, ya que el cierre de escuelas ha afectado al 90% de los estudiantes de todo el mundo y ha propiciado que más de 370 millones de niños pierdan las comidas escolares de las que dependen. 

Sin las sinergias público-privadas y el compromiso social no conseguiremos alcanzar las metas dibujadas

En el documento se subraya asimismo que el cambio climático continúa avanzando imparable: el año pasado fue el segundo más cálido desde que existen datos, y supuso la culminación de la década con las temperaturas más altas jamás registradas. La degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y la acidificación de los océanos agravan aún más uno de los objetivos clave para cumplir con la Agenda 2030. «En un momento en el que necesitamos desesperadamente ir hacia adelante, el coronavirus nos puede atrasar años, incluso décadas, dejando a los países con retos fiscales masivos y crecientes. La crisis nos aleja aún más de los ODS», advertía Guterres.

Si antes de la irrupción del coronavirus en nuestras vidas cumplir con los ODS era imprescindible para garantizar un planeta habitable y justo para las próximas generaciones, la pandemia ha hecho el reto más difícil, pero aún más necesario: sin las sinergias público-privadas y el compromiso social no conseguiremos alcanzar las metas dibujadas en esa gran hoja de ruta de la sostenibilidad global. Un año y medio más tarde de la gala de la que hablábamos al inicio, esos colores que pintaban la solapa de los actores de Campeones son más reconocibles que entonces por los ciudadanos. Aunque aún queda mucho por hacer, el mundo es hoy mejor que hace un lustro y, en medio de la tormenta del coronavirus, la Agenda 2030 es el timón que conseguirá llevar a buen puerto el barco en el que viajamos todos.

Red 2030 celebra su primer aniversario

Por las mismas fechas en las que los líderes mundiales se comprometían a acelerar la acción veía la luz Red 2030, el proyecto de Red Eléctrica de España en torno a la transición energética y los ODS. Un espacio que nace para divulgar contenidos relacionados con la implementación de esta gran agenda global que aborda de forma transversal los grandes retos a los que se enfrenta el ser humano. 

Red Eléctrica de España tiene marcados once objetivos para implementar la Agenda 2030

Se trata de una iniciativa que se suma a la estrategia transversal de la organización en su compromiso con la Agenda 2030. Como daban a conocer el pasado mes de octubre, la entidad tiene marcados once objetivos para implementarla, en una tarea que abarca desde reducir el 40% de sus emisiones antes de diez años a integrar el 100% de las energías renovables en el sistema eléctrico, pasando por lograr la paridad de género en el equipo directivo, entre otros.

En estos doce meses, la revista se ha convertido en un espacio de debate en el que se han abordado temas que van desde la economía a la despoblación, así como una amplia cobertura medioambiental, incluida la de la COP 25, celebrada en Madrid en diciembre del pasado año. Así, el propósito final de Red 2030 se alinea con el compromiso de sostenibilidad de la compañía y contribuye a crear un espacio de alianzas que, más allá de ser el objetivo número 17 de la lista, es necesario para conseguir cumplir todos los demás.