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'Smart tourism', tecnología al servicio del turismo sostenible

Con el análisis de datos y la Inteligencia Artificial como pilares, los usuarios pueden consultar información en tiempo real y ser partícipes de la preservación del entorno.


Evitar aglomeraciones se convierte, a veces, en un reto dependiendo del destino turístico elegido. Principalmente en verano, ir a la playa se convierte en sinónimo de madrugar para evitar la multitud. No son pocos los municipios que han prohibido aquella vieja tradición de plantar la sombrilla al amanecer para reservar esa parcela de arena que se ocupaba sobre el mediodía. 

Ahora es posible consultar con antelación, en tiempo real y desde el salón de casa, qué escenario se va a encontrar el turista en el lugar a visitar. Con el foco puesto en la sostenibilidad, iniciativas como la Red de Destinos Turísticos Inteligentes abogan por la digitalización y el uso de tecnologías avanzadas para acompañar en la transformación y modernización del sector.

Dentro de esa meta de turismo y ciudades inteligentes, las smart beaches suponen uno de los elementos clave.  Diferentes ideas centradas en mejorar la preservación y la seguridad de las playas mediante aplicaciones móviles que informan sobre todos los aspectos claves en una jornada playera: ocupación, temperatura y calidad del agua y puestos de vigilancia.

El control del agua permite mantener su limpieza, detectando cualquier punto de contaminación

Precisamente el control del agua permite mantener su limpieza y detectar cualquier punto de contaminación. En las playas que cuentan con aparcamiento, la monitorización de plazas libres disponibles ayuda a reducir las emisiones de carbono y contribuye a un entorno más sostenible. Del mismo modo, una menor cantidad de turistas genera menos residuos y se reduce, además, el gasto de agua en las duchas habilitadas.

Conocer con antelación el estado del agua y la ocupación de la playa

Entre las iniciativas más innovadoras destaca Infomedusa, una aplicación gratuita desarrollada por el Aula del Mar de Málaga que, además de utilizar sensores, recopila datos de los propios usuarios para predecir la presencia de medusas. Detalles como cantidad, variedad y peligrosidad de las especies avistadas ofrecen una información detallada cuya precisión aumenta gracias a la participación colectiva. Características similares presenta Medusapp, una iniciativa en la que colaboraron conjuntamente la Universidad de Alicante y la Universitat Politécnica de Valencia.

Infomedusa, además de utilizar sensores, recopila datos de los propios usuarios para predecir la presencia de medusas

En Las Palmas de Gran Canaria, LPA Beach vigila el estado de las playas de Las Canteras, Las Alcaravaneras y La Laja. Una estación videométrica de 10 metros de altura con tres cámaras, que se alimenta de energía solar y está diseñada para resistir la corrosión del mar, analiza las condiciones del agua en términos de mareas, corrientes, zonas de riesgo, arena disponible y ocupación. La recopilación de datos posibilita, igualmente, el seguimiento de la morfología y la hidrodinámica del litoral, la línea de costa y los sedimentos.

A los puestos de socorrismo, algunas ciudades como Sagunto (Valencia) han añadido el uso de drones para garantizar la seguridad. Los aparatos, que cuentan con altavoz y chalecos salvavidas, permiten un tiempo de respuesta mucho más rápido en caso de rescate y ejercen labores de vigilancia y prevención a lo largo del litoral del municipio. 

Otros países como Australia, Estados Unidos, Italia o Portugal también impulsan el desarrollo de esta tecnología para encontrar el anhelado equilibrio entre turismo de masas y protección medioambiental. 

Cinco obras de arte que conciencian sobre el cambio climático

Ice Watch, 2014 Bankside, outside Tate Modern, London, 2018 Photo: Charlie Forgham-Bailey

El arte contemporáneo invita a la reflexión sobre la acción climática uniendo belleza con reivindicación en obras de distinto tipo.


El arte contemporáneo funciona como forma de expresión, y a veces con un fin medioambiental o social. Desligar la obra de su contexto siempre ha sido tarea difícil, más en algunos artistas que han querido capturar la urgencia del cambio climático en sus obras y a la vez invitar al público a reflexionar sobre una acción conjunta para solucionar el problema. El «climate change art» o «arte del cambio climático» lleva ya varios años aunando arte y reivindicación. Estas son algunas de sus obras más destacadas.

  • Ice watch de Olafur Eliasson

En 2014, el danés Olafur Eliasson trajo a Europa varios bloques de hielo desde Groenlandia para crear una instalación temporal en varias ciudades emblemáticas (Copenhague, París y Londres). Los bloques fueron colocados de modo que simularan un reloj. ¿La reflexión? La cuenta atrás para la desaparición de los glaciares: la instalación se daba por terminada cuando los bloques de hielo se derretían por completo. 

Ice Watch, 2014
Bankside, outside Tate Modern, London, 2018
Photo: Charlie Forgham-Bailey
  • Rising de Marina Abramovic

En Rising (2018), la artista serbia aparece como protagonista de un videojuego de realidad virtual. En él, vemos cómo se ahoga poco a poco a medida que sube el nivel del mar. El espectador puede participar en la performance al elegir si salvar o dejar morir a Abramovic y, por tanto, simbólicamente, al planeta. Recientemente la artista también ha presentado Performance for the Oceans (2024), una acción en colaboración con Fundación Blue Marine en la que lanza su súplica por la supervivencia de la Tierra emulando el cuadro El caminante sobre un mar de nubes de Caspar David Friedrich.

Marina Abramović, still from
Rising. Courtesy of Acute Art
  • Crochet Coral Reef Project

Este proyecto colectivo, dirigido por Christine y Margaret Wertheim, pone la mirada sobre los arrecifes de coral y su destrucción. Más de 20.000 artistas han aportado su técnica para tejer un arrecife de coral de crochet gigante, una obra que, según sus creadoras, tiene mucho que ver con el tiempo: el que lleva tejer cada uno de los corales y el que se le está echando encima al planeta Tierra. 

  • I don’t believe in global warming de Banksy

Varios artistas como Pejac o Banksy han utilizado su arte para concienciar a los viandantes de decenas de ciudades del mundo. El arte urbano es una manera sencilla y visual de reflexionar sobre el trato que le estamos dando a nuestro planeta. Un ejemplo es la metáfora visual «I don’t believe in global warming», «no creo en el calentamiento global», que Banksy escribió en el Regent’s Canal de Londres para mostrar con ironía los efectos más visibles del problema.

Banksy is a climate change denier
21 de diciembre de 2009
Matt Brown
  • Ghost forest de Maya Lin

En 2021, el Madison Square Park de Nueva York se convirtió en el hogar de 49 cedros blancos muy particulares. Y es que los árboles fueron plantados ya muertos como parte de una instalación que pretende mostrar los resultados materiales del cambio climático.

Ghost Forest, 2021. 49 Atlantic white cedars.
Collection the artist, courtesy Pace Gallery. ©2020 Maya Lin.
Photograph by Rashmi Gill/Madison Square Park Conservancy.
The exhibition was organized by Madison Park Conservancy, New York, and is on view from May 10, 2021 to November 14, 2021.
Photo credit: Rashmi Gill

Pellets de plástico: de la industria al océano (y a nuestros alimentos)

microplásticos

Los microplásticos son esenciales para fabricar productos que usamos a diario, pero, por errores en su manipulación y transporte, muchas veces terminan vertidos en el medio ambiente, con efectos nocivos para la biosfera y la salud. Una nueva regulación de la UE intenta reducir su impacto. 


Cada año se producen y manipulan enormes cantidades de granzas o pellets de plástico.  En la Unión Europea, al ser la materia prima de artículos de uso cotidiano como botellas, tapones, envases y bolsas, y productos industriales y médicos, la cifra llega a más de 57 millones de toneladas. Pero, debido a la inadecuada gestión de su producción y transporte, millones se pierden en el proceso. 

Se calcula que se vierten al medio ambiente entre 52.000 y 184.000 toneladas de pellets cada año en la Unión Europea –el equivalente a unos 2.100 a 7.300 camiones repletos. Las granzas, llamadas «lágrimas de sirena», son consideradas unas de las principales fuentes de liberación no intencional de microplásticos.

Cada año, en la Unión Europea se vierte al medio ambiente el equivalente a unos 2.100 a 7.300 camiones repletos de pellets de plástico

Los pellets son granos de entre 2 y 5 milímetros de polietileno, polipropileno y otros plásticos o resinas sintéticas. Se caracterizan por su gran movilidad, adaptabilidad y resistencia, por lo que se desplazan con facilidad en aguas superficiales y corrientes marinas; y, al no ser biodegradables, permanecen en el tiempo. Pueden cargar toxinas y son ingeridos por diversas especies costeras (como crustáceos y tortugas y aves marinas) y causarles daños físicos o incluso la muerte.

Al contaminar la cadena trófica, se bioacumulan en los tejidos de los seres vivos y pueden llegar a nuestros alimentos. Aunque el impacto directo en la salud está siendo investigado, la exposición a microplásticos en estudios de laboratorio se ha relacionado con efectos tóxicos en los organismos vivos. Además, los microplásticos contribuyen al cambio climático, pues emiten gases de efecto invernadero e interfieren en la capacidad de los océanos para absorber y capturar dióxido de carbono. 

Y España no es ajena a esta realidad. En Cataluña, donde se concentra una buena parte de la industria del plástico del país, la granza es un problema cotidiano. Organizaciones han denunciado, con estudios sobre terreno, que desde Tarragona a Barcelona las playas están invadidas de pellets. La península también está en riesgo ante un posible vertido accidental a gran escala como ocurrió el invierno pasado cuando un buque perdió 25 toneladas de pellets camino a Portugal, y las «lágrimas de sirena» llegaron hasta Galicia y Asturias.

Al contaminar la cadena trófica, los microplásticos se bioacumulan en los tejidos de los seres vivos y pueden llegar a nuestros alimentos

No hay que dejar de lado que la fuga de pellets implica, además, una pérdida de materia prima y económica para la industria. A nivel mundial, el sector ha impulsado la iniciativa Operation Clean Sweep (OCS), un programa de certificaciones voluntarias para reducir la fuga, al que la industria española se adhirió en 2016 con el compromiso de la Asociación Española de Industriales de Plástico (ANAIP), y que desde 2021 tiene el respaldo del Ministerio para la Transición Ecológica. 

La Unión Europea ha implementado numerosas iniciativas para reducir la contaminación con plásticos, pero en el último año puso el foco en los pellets. Primero aprobó el reglamento REACH, que limita los microplásticos agregados a productos. Luego, en abril, estableció una nueva reglamentación con requisitos obligatorios de manipulación para toda la cadena –desde la producción, la conversión y el transporte hasta la gestión de residuos–. Se espera que esta entre en vigor a lo largo de 2024.

La contaminación en las playas, un problema todavía latente

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El 96% de los españoles ha encontrado basura en las playas, según señala un reciente estudio de LIBERA. Un problema de contaminación que cobra mayor importancia en una época estival donde muchas personas pasan sus días de vacaciones cerca del mar. Por eso, conviene recordar que existen muchos pequeños gestos que ayudan a disfrutar del verano sin contaminar el ecosistema. 

Conciertos sostenibles, una gira mundial contra la huella de carbono

conciertos

La famosa cantante estadounidense Taylor Swift se encuentra en medio de una gira mundial que concluirá en diciembre en Vancouver (Canadá) tras 151 conciertos. La artista, que se ha convertido en la primera en superar la barrera de los 1.000 millones de dólares de recaudación –y a quien se le ha criticado su ingente uso del jet privado–, ha querido mostrar que está comprometida con el medio ambiente y concienciar a su público sobre el cambio climático. 

Así, antes de comenzar su recorrido, Swift compró bonos de carbono que, según afirma, serían suficientes para compensar su impacto medioambiental –aunque las cifras no se han hecho públicas–. En febrero, la presión pública empujó al icono pop a deshacerse de uno de sus aviones privados. 

Antes de comenzar su gira, Taylor Swift compró bonos de carbono para compensar su impacto medioambienta

Por su parte, la banda británica Coldplay se marcó como objetivo disminuir a la mitad su cifra de emisiones respecto a 2016-2017 y prometió plantar un árbol por cada entrada vendida. Los últimos datos reflejan que su cambio ha sido un éxito, elevando el porcentaje hasta el 59%. Del mismo modo, Ed Sheeran, abiertamente comprometido con la causa medioambiental, anunció un tour en 2022 pensado para maximizar la eficiencia de su recorrido reduciendo al máximo el número de vuelos y, por tanto, la emisión de carbono. 

Los ejemplos no se detienen ahí. Billie Eilish eliminó unas 35.000 botellas de agua de un solo uso durante su gira sustituyéndolas por tanques de agua y vasos reutilizables para los asistentes; el merchandising que acompaña a Olivia Rodrigo está teñido de forma sostenible y es 100% algodón orgánico; y Shawn Mendes da prioridad a aquellos alojamientos que minimizan su impacto medioambiental. La propia Eilish junto a otros artistas como Pink o Maroon 5 se han unido a Reverb, una organización que impulsa medidas ecológicas en los conciertos por parte, tanto de artistas como de espectadores a través del reciclaje y de distintas acciones ecológicas. 

El desplazamiento hasta el lugar de celebración representa un tercio de las 670.000 toneladas de CO2 que produce la industria

Otro estudio analizó cada detalle de los conciertos de Massive Attack desde 2019 y extrajo conclusiones aplicables al resto de la industria musical. Una gira comprometida al máximo con el impacto medioambiental eliminaría los aviones privados y evitaría volar, dando paso a los viajes en tren o en vehículos eléctricos. El recinto seleccionado se abastecería de energía solar o eólica y utilizaría iluminación y sonido de bajo consumo. Además, debería contar con aparcamiento para bicicletas. Para incentivar su uso, la entrada llevaría incluido el billete de transporte público y todo aquel que eligiese esta opción recibiría algún tipo de incentivo. Este es uno de los puntos clave de la reducción, pues el desplazamiento hasta el lugar de celebración representa un tercio de las 670.000 toneladas de CO2 que produce la industria

Tal y como dice Chris Spinato, director de comunicación de Reverb, «lo importante es hacer algo. No hay que ser perfecto y no hay que hacerlo todo, cualquier paso suma en la lucha contra el cambio climático».

La basura espacial: contaminación más allá de la Tierra

Ingentes cantidades de basura espacial orbitan alrededor de la Tierra, resultado de décadas de exploración y actividades satelitales. El riesgo que representan para las operaciones espaciales se ha vuelto una preocupación internacional.


Cada día somos más conscientes del problema que suponen, en nuestro entorno medioambiental, los residuos que generamos. Afortunadamente, conocemos las soluciones y tanto la sociedad como las instituciones comenzamos a incorporarlas a nuestro proceder diario. Pero, ¿somos conscientes de cómo otro tipo de residuos deterioran el espacio exterior que rodea nuestro planeta?

Desde que contamos con la capacidad tecnológica suficiente, hemos lanzado al espacio infinitos satélites que nos han ayudado a conocer mejor nuestro planeta y lo que le rodea, e incluso a mejorar nuestras comunicaciones. Pero a día de hoy, cerca de 10.000 de estos satélites, junto a miles de naves espaciales desaparecidas, cuerpos de cohetes abandonados y millones de piezas de todos estos ingenios orbitan descontrolados alrededor de nuestro planeta. Lógicamente, muchas de estas piezas orbitales acaban colisionando entre sí  multiplicando la basura espacial.

Cerca de 10.000 satélites, miles de naves espaciales, cuerpos de cohetes abandonados y millones de piezas de todos estos ingenios orbitan descontrolados alrededor de nuestro planeta.

Las consecuencias que puede provocar esta basura espacial van desde inutilizar nuestros actuales sistemas de comunicación a sufrir en la superficie terrestre el impacto de piezas de estos despojos envueltas en llamas, pasando por poner en riesgo el futuro de los vuelos espaciales. A primeros de año, una nave de la NASA encargada de estudiar la radiación solar en la atmósfera superior evitó por muy poco la colisión con un satélite desaparecido hace más de 30 años. Las consecuencias hubiesen sido dramáticas.

Como explica Jan Wörner, director general de la Agencia Europea del Espacio (ESA), realizar vuelos espaciales será «tan peligroso como lo sería navegar por alta mar si todos los barcos que se han perdido, a lo largo de la historia, siguieran a la deriva». 

La propia ESA advierte de que el lanzamiento de nuevos satélites corre un serio peligro, ya que calcula que 1 millón de objetos de más de un centímetro y cientos de miles de millones de fragmentos de más de un milímetro ocupan el espacio exterior. Por ello, desde 2019 trabaja en la misión Clear Space-1, que pretende sacar de su órbita un adaptador de carga de 113 kg, procedente de otra de sus misiones espaciales, que quedó varado a unos 600 kilómetros de la superficie terrestre.

Más acciones de este tipo, orientadas a eliminar la basura existente están en marcha. En febrero de este mismo año la misión ADRAS-J, de Astroscale Japan, arrancó con el objetivo de sacar de su órbita el cuerpo de un cohete que da vueltas alrededor de nuestro planeta desde hace 15 años.

En la actualidad, las misiones espaciales son tan peligrosas como lo sería navegar por alta mar si todos los barcos perdidos desde que se inició la navegación siguieran a la deriva.

Pero, además de limpiar la basura ya existente, es imprescindible aplicar con urgencia una estrategia de sostenibilidad que impida la generación de nuevos residuos espaciales. Un ejemplo son las normas que, en 2022, impuso la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC) a las empresas de telecomunicaciones para obligarlas a deshacerse de sus viejas naves espaciales para que no pasen a formar parte de la basura espacial que orbita alrededor del planeta.

La sostenibilidad espacial ya está en la agenda de la ESA y se ha convertido en prioritaria para la Agencia Espacial del Reino Unido. También forma parte de una campaña de sensibilización que desarrolla Japón junto a la Organización de Naciones Unidas (ONU) y ha logrado que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), generadora de gran parte de los actuales residuos espaciales, haga pública una ambiciosa Estrategia de Sostenibilidad Espacial.

Sin duda, los esfuerzos por lograr una sostenibilidad medioambiental en nuestro planeta han de servir de ejemplo para acometer también la sostenibilidad fuera de él.

El impacto ambiental de la moda rápida

La moda rápida está convirtiendo al sector textil en uno de los más contaminantes del planeta, con tasas de recogida y reutilización de sus desechos todavía mejorables, especialmente en países como España.


La moda es uno de los sectores que más ha crecido en las últimas décadas. El ritmo de las constantes y volátiles tendencias la ha convertido en una industria en continuo desarrollo, pero también en una de las más contaminantes del mundo. Se calcula que la industria textil es ya responsable del 10% de las emisiones globales de dióxido de carbono y de nada menos que el 20% del desperdicio de agua potable del planeta.

Por eso, el Parlamento Europeo presentó en febrero de 2024 una serie de ideas para modificar la normativa sobre residuos textiles. La revisión pretende introducir sistemas para ampliar la responsabilidad de las empresas del sector en el mercado único europeo y que, entre otras medidas, tengan que hacerse cargo de los costes de la recogida selectiva, la clasificación y el reciclaje.

La industria textil es responsable del 10% de las emisiones de CO₂ y del 20% del desperdicio de agua potable del planeta

Los europeos consumen de media casi 26 kg de textil cada año y se desprenden de unos 11 kg, que en su mayoría (87%) son incinerados o depositados en vertederos, según datos del propio Parlamento. Con estas medidas, se pretende reducir esa tasa y el impacto ambiental que el consumo de la moda rápida ha traído consigo.

En Europa, el textil es el quinto sector que más emisiones genera entre todos los que suministran a los hogares, con una media de 100 toneladas de CO, lo que supone el 7% de las emisiones totales. Está por detrás de la vivienda, el transporte o la comida, pero por encima de la restauración, el ocio o el sector de la salud, según datos de la Agencia Europea del Medioambiente.

Para elaborar una sola camiseta de algodón se necesitan 2.700 litros de agua dulce: la misma cantidad que una persona bebe en dos años y medio. En total, la elaboración de las prendas de ropa en Europa provoca un gasto de 4.024 millones de metros cúbicos de agua, más que el que se usa en los restaurantes y hoteles o incluso en los hogares, según la misma organización

Pero el impacto ambiental de la ropa no se mide solo teniendo en cuenta su elaboración, también su vida útil. El destino de las prendas que salen del armario por haberse quedado viejas o pasadas de moda es otra de las claves para contribuir a un sector sostenible. Por eso, el Parlamento Europeo quiere que los países de la UE estén obligados a recoger los textiles por separado antes del 1 de enero de 2025 para su reutilización y reciclaje.

Solo el 39% de la ropa que se desecha en Europa se recoge para su reciclado y reutilización

Solo en Europa, se generan cada año 390.000 toneladas de residuos textiles cada año, de los cuales únicamente el 39% se recoge para su reciclado y reutilización, aunque existen grandes diferencias entre regiones. Mientras países como Alemania o Suecia recopilan un 62% de su textil para darle una segunda vida, en España esta cifra se queda en el 21%, muy por debajo de la mayoría de países de su entorno, como podemos ver en el mapa.

En España, la Ley de Residuos aprobada en 2023 prohíbe la destrucción de excedentes textiles y prioriza la reutilización, siendo el objetivo principal alcanzar el 55% del reciclado en 2025. En la última década, la cantidad de residuos de ropa y otros materiales textiles recogidos ha ido aumentando exponencialmente, pasando de las poco más de 4 toneladas en 2010 a las 35.000 en 2020, según datos del INE

Con estas iniciativas legislativas, se pretende ir más allá de la mera concienciación del consumidor y que las empresas sean también agentes activos a la hora de construir un sector de la moda más sostenible y respetuoso con el planeta.

Antropoceno, ¿vivimos en la era geológica marcada por la actividad humana?

Los expertos continúan un debate sobre cuándo fue el momento en el que la humanidad tomó el protagonismo, como ente transformador, frente a la naturaleza. Por lo pronto, la última era de la Tierra seguirá siendo el Holoceno y habrá que esperar diez años para saber si existe el Antropoceno.


Si algo sabemos seguro es que la actividad humana ha transformado radicalmente los ecosistemas. Un estudio de la Universidad de Bergen en Noruega sugiere, incluso, que el impacto humano tiene su origen mucho antes de la Revolución Industrial, concretamente hace entre 4600 y 2900 años. La contaminación de los océanos, la deforestación, la extinción de especies animales y el calentamiento global son algunas de las consecuencias de producir y consumir a costa de la naturaleza. Esto invita a reflexionar sobre si realmente la Tierra se encuentra en una nueva era geológica a la que, por todo esto, se podría (o no) denominar Antropoceno. Es decir, una era en la que la humanidad es la protagonista frente a la naturaleza.

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un periodo en el que las temperaturas se suavizaron y varios casquetes geológicos se separaron

Esta teoría sugiere que hemos dejado ya atrás el Holoceno, un término acuñado en 1867 por el geólogo Paul Gervais, que se refiere a un periodo de la Tierra en el que las temperaturas se hicieron más suaves y varios casquetes geológicos se separaron. Cabe destacar también que en esa era aumentó (por el mismo fenómeno de la elevación de la temperatura generalizada) el nivel de los océanos, y es el único periodo en el que han habitado los humanos.

Los datos señalan a un cambio sustancial en las condiciones del planeta debido a las decisiones y acciones humanas. En 2020, un estudio publicado en la revista científica Nature reveló que por primera vez en la historia del planeta la masa de todo aquello producido por la humanidad ya superaba en cantidad a la biomasa. Esto se puede ejemplificar con el dato de que el peso de toda la materia creada artificialmente en Nueva York equivale al de todos los peces del mundo. Además, en este estudio no se habían contabilizado las toneladas de basura. Sin embargo, lo que sí deja ver es que el peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta.

El peso de todos los plásticos del mundo ya duplica al de todos los animales del planeta

Con esa información, no sorprende que varios científicos consideren la existencia de una nueva era para la Tierra. El químico holandés Paul Crutzen (ganador del Premio Nobel de Química en 1995) fue el primero en utilizar el concepto de Antropoceno. Hacia el año 2000, mientras se encontraba en una conferencia en la que otro académico se refería al Holoceno, él pensó que ese término quizá ya había quedado obsoleto y que lo correcto sería hablar de una nueva era en la que el protagonismo fuese para la humanidad como ente transformador de todo. 

Una cuestión de tiempos

En marzo de este año, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS, por sus siglas en inglés) rechazó la oficialidad del término Antropoceno, algo que ya había hecho en una votación anterior.

La propuesta fue hecha por un grupo de trabajo dedicado al estudio y análisis de este concepto, y que proponía como inicio de la era el año 1952. En esta fecha se comprobó que en los suelos de todo el mundo ya había residuos tóxicos de pruebas de bombas nucleares. Además, es la década en la que se considera que la humanidad dio un salto radical hacia la producción y el consumo para las masas. También fue cuando la tecnología comenzó una carrera en la que hasta la fecha no ha hecho más que acelerar, y donde el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas a nivel global se hizo más evidente. Sin embargo, para la mayoría de expertos, esos motivos no son determinantes para inaugurar una nueva era. 

El gran argumento en contra es la inexactitud de la fecha de inicio del supuesto Antropoceno. Los expertos no debaten si la actividad humana ha redefinido el entorno natural, el punto a discutir es cuándo nació realmente esa nueva era. Es cierto que en la década de los cincuenta los cambios fueron a gran escala, pero eso sería referirse solo a los tiempos recientes. En definitiva, el ser humano ha sido un ente transformador desde hace muchísimos siglos atrás. 

De momento, habrá que esperar a una nueva propuesta, y con nuevos argumentos, para que el Antropoceno sea introducido en las aulas y los libros de texto. Aún así, ya es un término ampliamente extendido y de uso coloquial, a pesar de que el Holoceno siga siendo la era oficial.

Reciclaje químico, un paso más hacia la economía circular

Esta nueva técnica aborda el problema que conlleva la gran acumulación de plásticos en los vertederos y surge como alternativa complementaria al método tradicional para la continua circulación de residuos.


Las emisiones de carbono se presentan como el mayor reto medioambiental para gobiernos y empresas en los próximos años. El camino hacia la neutralidad climática marcado como objetivo para 2050 obliga, además de a un compromiso global, a la investigación y desarrollo de técnicas que ayuden a alcanzarlo. 

El reciclaje tiene un gran protagonismo dentro de esta lucha contra el cambio climático, al posicionarse como una manera de dar una segunda oportunidad a los residuos y descartes y reducir así la contaminación desmedida. Su desarrollo en el tiempo ha abierto las puertas de la innovación logrando versiones aún más completas de la misma. Es lo que sucede con el reciclaje químico, un innovador procedimiento que puede marcar la diferencia.

Según los datos del informe La economía circular de los plásticos - Una visión europea, elaborado por Plastics Europe, se estima que para 2030 se producirán 3,4 millones de toneladas de plásticos mediante reciclaje químico. Este volumen llevará consigo aparejados unos 7.200 millones de euros de inversión.

El tratamiento incluye diferentes procesos químicos regulados para controlar su impacto al medio ambiente

En el reciclaje tradicional (conocido como mecánico), los residuos plásticos son triturados, lavados, extruidos y paletizados. Una vez completado el ciclo se pueden reutilizar varias veces, aunque sufren una pérdida progresiva de sus propiedades. Sin embargo, hay desechos cuya composición impide su reciclaje a través de este método y acaban apilados en vertederos o son incinerados con un inevitable impacto negativo en el medio ambiente. 

Por eso el desarrollo del reciclaje químico se antoja tan relevante. Los plásticos se componen de distintos monómeros que constituyen y producen la materia prima. Mediante la despolimerización, el residuo separa sus elementos originales, lo que permite la producción de plástico reciclado pero, en esta ocasión, con características idénticas al fabricado originalmente.

Para 2030 se estima una producción de plásticos mediante reciclaje químico de 3,4 millones de toneladas a nivel europeo

No obstante, existe la creencia extendida de que es una técnica perjudicial para el medio ambiente, algo que la Federación Empresarial de la Industria Química en España (FEIQUE) desmiente en su análisis sobre el reciclado químico. Ni se espera que sustituya al reciclaje tradicional ni emite sustancias tóxicas. Se trata de un proceso regulado a nivel nacional y europeo para controlar su impacto al medio ambiente. De hecho, España se ha convertido en el primer país de la Unión Europea en incluir el reciclado químico en el marco legislativo y en aprobar una proposición no de ley para promover el uso de productos creados con esta técnica.

Mediante el reciclaje químico, la actividad de reciclar cobra un nuevo color y protagonismo dentro de la revolución verde. Esta técnica alternativa se posiciona como clave en la reutilización de desechos y, en consecuencia, en la reducción de emisiones de carbono a la atmósfera.

Movilidad y salud, dos caras de la misma moneda

La calidad del aire que respiramos cada vez nos afecta más, de modo que fomentar una movilidad más respetuosa con el medio ambiente es clave para proteger la atmósfera y, por tanto, nuestra salud.


La movilidad urbana y su impacto en nuestra vida diaria es uno de los temas que más preocupan en la actualidad. Debido a su incidencia directa en la calidad del aire que respiramos: a mayor congestión de vehículos en el casco urbano, mayor exposición a gases contaminantes. Hasta 7 millones de muertes al año se relacionan con la contaminación del aire: por ello, para el medio ambiente, sino también para la salud de todos.

En el centro de Madrid se superan sistemáticamente y desde hace más de diez años los niveles legales de contaminación

El problema de la contaminación es especialmente grave en los centros urbanos, donde se concentra una gran parte de la movilidad. Mediante diversos sistemas que calculan la densidad de los contaminantes en el aire se llega a conclusiones que son, cuanto menos, apabullantes. Según la organización Ecologistas en Acción, y en base a los datos recogidos entre 2010 y 2022, en el centro de Madrid se superan sistemáticamente y desde hace más de diez años los niveles legales de contaminación aconsejados por la OMS y la Comisión Europea, con el automóvil de combustión como principal responsable de las emisiones.

¿Qué podemos hacer para mejorar el aire que respiramos? 

Además de las medidas que podemos implantar a nivel individual, como evitar movernos en coche para realizar trayectos que podamos hacer a pie o en bicicleta, priorizando el transporte público o compartido, son fundamentales acciones gubernamentales como la Ley de Movilidad Sostenible, una norma que impulsa, entre otras medidas, la industria del vehículo eléctrico y que se encuentra en tramitación parlamentaria.

Los fallecimientos provocados por la contaminación podrían reducirse hasta en un 80% si conseguimos que los niveles de contaminación atmosférica se reduzcan

El vehículo eléctrico es la principal alternativa al vehículo privado diésel o de gasolina, gracias a la reducción de emisiones que supone su uso. Aunque su producción sí genera contaminantes y perjudica la calidad del aire —especialmente si la energía utilizada es no renovable—, al provenir de centrales eléctricas será mucho más sencillo medir y controlar su presencia en la atmósfera. En cualquier caso, si lográramos una movilidad 100% eléctrica, la calidad del aire mejoraría considerablemente debido a la reducción de emisiones, ya que los vehículos eléctricos no contaminan por sí mismos.

La recuperación de los centros urbanos como lugares en los que poder respirar sin poner en peligro la salud es posible si centramos nuestros esfuerzos en hacer más sostenible y saludable nuestra movilidad: los fallecimientos provocados por la contaminación podrían reducirse hasta en un 80% si conseguimos que los niveles de contaminación atmosférica se reduzcan y lleguen a los parámetros propuestos por la OMS.