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Un año nuevo y una nueva oportunidad para disminuir la depresión

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En este nuevo año, enfrentamos el reto de disminuir la depresión y fomentar la salud mental. Canalizando esfuerzos en educación, comprensión y compromiso con soluciones efectivas, estamos trazando el camino hacia una sociedad donde cada individuo tenga la oportunidad de vivir una vida emocionalmente saludable.


El comienzo de un nuevo año nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre un aspecto vital que con frecuencia pasa desapercibido: la salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos el 3,8% de la población mundial experimenta depresión, y alarmantemente, esta cifra ha experimentado un aumento del 18% en la última década. Ante este panorama inquietante, surge la urgencia de abordar los factores que han contribuido a este aumento y explorar vías efectivas para prevenir y reducir su incidencia.

En primer lugar, la aparición de la depresión no está influenciada por un único factor, por lo que, en ocasiones, resulta complicado distinguir y comprender cómo los distintos factores que intervienen se relacionan entre sí y con la enfermedad. El estrés crónico, la presión social, la falta de acceso a recursos de salud mental o la creciente incidencia de eventos traumáticos son solo algunas de las causas que han contribuido a esta preocupante tendencia.

El estrés crónico, la presión social, la falta de acceso a recursos de salud mental o la creciente incidencia de eventos traumáticos son solo algunas de las causas que han contribuido a esta preocupante tendencia

Por tanto, prevenir y disminuir la depresión es un desafío colectivo que requiere un enfoque multifacético. Según detalla el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de los Estados Unidos, la agencia federal que dirige las investigaciones sobre trastornos mentales, la promoción de la conciencia sobre la salud mental, la implementación de programas educativos que aborden el estrés y la presión social, o la expansión del acceso a servicios de salud mental son pasos cruciales. La educación desde una edad temprana sobre el manejo emocional y la búsqueda de ayuda puede ser un escudo poderoso contra la aparición de episodios depresivos.

Sin embargo, en ocasiones, la prevención no es suficiente, y es fundamental saber cómo ayudar a quienes ya están lidiando con ella. En España, según detalla la Confederación de Salud Mental, el 88% de las labores de atención y apoyo recaen en el entorno cercano, por lo que mostrar empatía y comprensión son pilares esenciales. Pero, además, fomentar la apertura sobre la salud mental, reducir el estigma y mantener un entorno de apoyo es clave para ayudar a quienes enfrentan cada día esta batalla.

En España, el 88% de las labores de atención y apoyo recaen en el entorno cercano, por lo que mostrar empatía y comprensión son pilares

Por último, no podemos olvidar que evidencias científicas respaldan la noción de que la pobreza y la desigualdad económica constituyen factores de riesgo significativos para el desarrollo de problemas de salud mental. Diversos estudios, como la reciente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que evaluó el bienestar emocional de la población española durante la pandemia, refuerzan esta afirmación. Los resultados de la encuesta revelan que las personas pertenecientes a clases socioeconómicas menos privilegiadas experimentan tasas casi el doble de altas (32,7%) de sentimientos de desánimo, depresión o falta de esperanza en comparación con aquellos identificados en clases más favorecidas (17,1%). En este sentido, es esencial abogar por políticas que aseguren la equidad en la disponibilidad de servicios de salud mental, garantizando que aquellos con recursos limitados no queden excluidos de la ayuda que tanto necesitan.

En definitiva, comprender la depresión es el primer paso para abordarla de manera efectiva, pero fomentar la conciencia pública, desestigmatizar la salud mental y proporcionar recursos accesibles son acciones clave. La terapia, la medicación en casos necesarios y el apoyo comunitario pueden ser también cruciales para hacer frente a esta situación.

Aprovechemos el inicio de este nuevo año para enfrentarnos al desafío colectivo de disminuir la depresión y fomentar la salud mental. A través de la educación, la comprensión y el compromiso con soluciones efectivas, podemos allanar el camino hacia una sociedad más resiliente y solidaria, donde cada individuo tenga la oportunidad de vivir una vida plena y emocionalmente saludable.

Microplásticos, un problema para la agricultura

Microplásticos

Los microplásticos no solo afectan a los ecosistemas naturales, sino que se han acabado infiltrando en las plantaciones agrícolas, lo implica que incluso los alimentos que consumimos puedan acabar contaminados.


La presencia de los plásticos y los microplásticos hace tiempo que se ha convertido en un problema. Aunque es un material que se empezó a utilizar por su practicidad y su bajo precio, su uso a largo plazo es extremadamente contaminante, debido a la gran cantidad de residuos que genera y a la mala gestión de los mismos. El plástico, además de dañar los ecosistemas naturales, también ha empezado a afectar a uno de los pilares de nuestra subsistencia: la agricultura.

Los microplásticos y los nanoplásticos, esos pequeños residuos procedentes de los plásticos, están presentes en la agricultura en elementos de uso tan común con los fertilizantes biosólidos o algunas semillas recubiertas de polímero para favorecer la germinación. Aunque muchos de estos elementos han sido beneficiosos para la producción, el uso indiscriminado de materiales plásticos ha afectado ya a las condiciones del suelo, que, paradójicamente, acaba siendo menos productivo. Así lo explica el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP): los microplásticos degradan la calidad de una tierra que, a causa de los ritmos de producción contemporáneos, ya de por sí está sometida a mucha presión.

El uso indiscriminado de materiales plásticos ha afectado ya a las condiciones del suelo, que, entre otras cosas, es menos productivo

Pero los microplásticos no se quedan en el terreno, sino que de ahí pasan al agua y a lo que es más preocupante a corto plazo: nuestros alimentos. Los aparentemente inofensivos microplásticos pueden suponer un alto riesgo para la seguridad alimentaria, poniendo en jaque la salud pública.

La solución o, más bien, el paliativo, ya está en marcha: por un lado, se intenta reducir el uso de plástico, por otro, hacer que sea lo más biodegradable posible. Cada vez los plásticos empleados en la agricultura poseen mayor porcentaje de biodegradabilidad, y otras industrias contaminantes, como la textil, poco a poco van implementando tecnologías que reducen este residuo de sus productos. Del mismo modo, una producción agrícola más respetuosa con los tiempos de la naturaleza y que aproveche recursos naturales en vez de recurrir al plástico puede ser la clave para reducir el impacto en el suelo de estos residuos. Estas nuevas vías están aún en proceso de ser exploradas.

Los aparentemente inofensivos microplásticos pueden suponer un alto riesgo para la seguridad alimentaria, poniendo en jaque la salud pública

¿Qué podemos hacer nosotros, de manera individual, para ayudar a frenar esta lenta pero continua contaminación? Además del reciclaje, que asegura la correcta gestión de los residuos y minimiza su impacto, es fundamental el surgimiento de tendencias de reducción como el zero waste y la autoconsciencia sobre el propio consumo. Especialmente importante es conocer los residuos que generamos en épocas como la navideña. El intercambio de regalos en Navidad y Reyes suele resultar en decenas de plásticos no reutilizables (envoltorios, bolsas, decoración, botellas), de esos que, aunque nos parezcan insignificantes, pueden acabar teniendo un gran impacto en nuestra vida y en nuestra sociedad.

Especies exóticas, un problema ambiental y de salud pública

Uno de cada siete mamíferos exóticos rescatados por la organización internacional Animal Advocacy and Protection portaban patógenos peligrosos para el ser humano tras haber sido utilizados como animales de compañía.


A más de uno le parecieron divertidas las primeras cotorras argentinas que aparecieron en los parques de nuestras ciudades. A todos nos resultaron exóticas. Y es que esta ave, al igual que la cotorra Kramer, también ya habitual de nuestras ciudades, es originaria de Sudamérica. Se trata, por tanto, de una especie exótica para nuestro entorno cuya entrada en la península ibérica la propiciaron personas que las compraron para tenerlas como mascotas. A día de hoy, la plaga de estas aves parece imparable. Tanto que comienzan a rebasar los límites de las ciudades y arrasan cultivos agrícolas a la vez que, dada su agresividad, desplazan a especies autóctonas. Mientras tanto, en sus lugares de origen, se encuentran entre los tipos de ave con las expectativas de supervivencia más bajas del planeta.

Cotorras argentinas o de Kramer, serpientes pitón, iguanas, mapaches, varanos, jinetas o murciélagos. Son sólo algunas de las especies exóticas que, justamente por serlo, han sido compradas, en los últimos años, por muchos conciudadanos. Muchas de estas especies forman parte del Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras cuya tenencia está prohibida por representar un gravísimo peligro para la diversidad biológica autóctona.

Muchos animales exóticos son portadores de patógenos zoonóticos que pueden transmitirse al ser humano provocando enfermedades de difícil cura.

Pero, más allá del riesgo medioambiental que suponen dichas especies, existe también el peligro de que transmitan enfermedades de difícil cura al ser humano. Un ejemplo es el caracol gigante africano, un exótico molusco de enorme tamaño que alcanzó una tremenda popularidad como mascota hace unos años. El problema surgió al descubrirse que dicho molusco es el principal transmisor del parásito Angiostrongylus Cantonensis, que causa meningoencefalitis entre las personas. 

Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75% de las patologías infecciosas son de origen animal. Por su parte, la organización Animal Advocacy and Protection (AAP), que protege el bienestar de los mamíferos exóticos en Europa, realizó un estudio en 2021 sobre 340 especies de mamíferos exóticos rescatados de la tenencia privada o del abandono. Uno de cada siete de estos animales portaba patógenos zoonóticos, esto es, que pueden transmitirse al ser humano, siendo altamente peligrosos para su salud.

Lamentablemente, se continúan pagando cantidades muy elevadas para adquirir animales exóticos. A día de hoy, el tráfico de animales es el tercer negocio más lucrativo del mercado negro global. Quienes trafican con dichos animales, y quienes los adquieren, no parecen ser conscientes del peligro que suponen para nuestros ecosistemas y nuestra salud. En su mayoría, se trata de especies con una alta capacidad de adaptación que, una vez en libertad, acaban desplazando a las especies autóctonas poniendo en riesgo el equilibrio medioambiental, además de ser un importante reservorio de virus, bacterias y parásitos zoonóticos.

Las cotorras que invaden nuestras ciudades, han alcanzado el entorno rural causando expulsando especies de animales autóctonos.

España ya sufre la invasión de ciertas especies exóticas como las cotorras en ciudades como Madrid, Varanos en jardines urbanos de Cataluña, cerdos vietnamitas cerca de la ciudad de Zaragoza o mapaches y galápagos de Florida en Mallorca, son solo algunos de los ejemplos más peligrosos. 

La legislación comienza a ser más restrictiva en lo relativo al comercio y tenencia de animales exóticos, pero aún lo hace únicamente a través de listados negativos como el antes citado catálogo de especies invasoras. Medidas como una mayor dureza en las sanciones son imprescindibles para poner fin a los innecesarios riesgos que este comercio supone para las personas, el medio ambiente y la supervivencia de los propios animales objeto de la transacción.