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Huertos escolares para una educación integral

Aunque las iniciativas pioneras se remontan a la España de los años 30 o la Europa de finales del XIX, el gran momento de los huertos escolares está siendo este principio del siglo XXI. Su presencia es cada vez más habitual en los colegios: ya son miles en los centros españoles. Los beneficios educativos que aportan son clave para entender por qué las escuelas se lanzan al cultivo.

Algo ha cambiado en los centros educativos en los últimos años: cada vez es menos difícil encontrarse en alguna esquina con tomateras o lechugas florecientes. Niños y niñas conocen de primera mano cómo nacen y crecen los alimentos gracias a los huertos escolares, los cuales se han convertido en una pieza emergente en su currículo educativo. 

Aunque la propuesta pueda parecer moderna, lo cierto es que de forma experimental ya se trabajó la idea de integrar el cultivo en el colegio en décadas y hasta siglos anteriores. En España, algunas escuelas ya contaban con huertos durante los años de la II República y, en Europa, se registraron experiencias en las últimas décadas del siglo XIX. 

Aun así, el gran boom de los huertos escolares ha llegado durante estas primeras décadas del siglo XXI, cuando se ha popularizado mucho más allá de unas cuantas apuestas experimentales. La recuperación de espacios para el cultivo o la reconversión de los patios de recreo han ido progresivamente llenando las escuelas de pequeños huertos en los que los propios estudiantes trabajan la tierra y ven progresar sus frutos. 

Un estudio de 2018 calcula que en España ya hay unos 4000 huertos escolares

Los cálculos de las especialistas Andrea Estrella Torres y Laura Jiménez Bailón permiten estimar cuántos huertos escolares existen en España. Estrella y Jiménez apuntan unos 4000 huertos, más de los alrededor de 1000 que indicaba el otro intento previo —de 2004— de extraer una cantidad. Sus cuentas no son recientes, sino de 2018, por lo que es esperable que el número real actual supere esa cifra. Saberlo de forma precisa no es sencillo, puesto que no existe un censo de estos espacios (aunque sí hay una iniciativa colaborativa de mapeado en marcha). 

Los beneficios de los huertos escolares 

Las razones por las que los colegios están optando cada vez más por implementar este tipo de iniciativa son múltiples. De entrada, los huertos escolares funcionan porque sirven para enfocar la educación de una manera integral. En ellos, niños y niñas no solo acceden a conocimientos prácticos sobre la tierra, sino que ganan en habilidades sociales —ayudan, por ejemplo, a aprender a relacionarse o facilitan la integración social— o en comprensión de los ciclos de los productos.

De hecho, al descubrimiento del camino que recorren los alimentos de la tierra a la mesa, se suman cuestiones como la familiarización con los criterios de la economía circular. Por ejemplo, cuando Zaragoza puso en marcha hace unos meses un piloto de compostaje escolar para el abono de los propios huertos de los colegios participantes, su consejera de Medio Ambiente, Patricia Cavero, explicaba que querían implicar a toda la comunidad escolar para familiarizarse «con la separación de los residuos orgánicos, su aprovechamiento y los beneficios de la economía circular». Así, esos campos de cultivo en el patio enseñan a ser más respetuosos con el medio ambiente y a interiorizar comportamientos más sostenibles para demostrar que los desechos pueden servir para mucho más que acabar en un vertedero. 

Además de dar conocimientos prácticos sobre la tierra, mejoran áreas tan variadas como las habilidades sociales o las prácticas sostenibles

Asimismo, el potencial educativo no se limita a las áreas que a primera vista parecen más obvias, como las naturales. La aproximación al huerto escolar se puede hacer desde prácticamente todas las asignaturas, usándolo tanto para mejorar las matemáticas como para integrarlo en las prácticas plásticas. El límite está en la imaginación del profesorado.

Igualmente, se considera que estas experiencias tienen un efecto muy positivo en la asimilación de conceptos vinculados a una dieta más sana, variada y respetuosa con el entorno, puesto que permiten conocer alimentos y familiarizarse con los vegetales. Una berenjena puede parecer menos atractiva cuando un escolar la ve en un supermercado que cuando ha crecido gracias a su tiempo y esfuerzo.

Además, tampoco se debe olvidar la ventaja que supone, en general, convertir los patios de colegio en más verdes: una mejora de la salud mental y física o la transmisión de valores más igualitarios y cooperativos.

Finalmente, la última reforma educativa, la LOMLOE, ha incorporado al currículo escolar la educación ambiental, por lo que este tipo de iniciativas se convertirán en todavía más cruciales. Servirán, así, para poder transmitir a los escolares lo que el plano de estudios apuntala. 

Zoonosis, una amenaza cada vez más presente

El término, aunque suene extraño en un primer momento, deja entrever su gravedad. Según la Real Academia Española, el concepto de «zoonosis» hace referencia a la «enfermedad o infección que se da en los animales y que es transmisible a las personas en condiciones naturales». Es decir, aquella enfermedad infecciosa que salta de un animal a un humano de forma natural, precisamente lo que se cree que ocurrió con la propagación del coronavirus. Este hecho no constituye algo anecdótico. Tal como afirma Naciones Unidas, «las zoonosis representan un gran porcentaje de las enfermedades nuevas y existentes en los humanos». ¿Son, entonces, una amenaza para nuestro propio futuro?

Alrededor del 75% de todas las enfermedades infecciosas nuevas y emergentes que padecemos se transmiten entre las distintas especies animales y la nuestra

Se trata, desde luego, de una de las sombras más amenazantes de nuestro horizonte. Según señalan desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, «en los últimos años se ha asistido a un incremento del número de casos de algunas zoonosis». Las causas son múltiples, entre otras: la globalización, que conlleva un aumento del tráfico de personas y mercancías (y, por tanto, un mayor riesgo de diseminación); la intensificación de las producciones asociadas a un aumento del número de animales; los nuevos hábitos alimentarios; la creciente resistencia a los antibióticos; y el contacto de la fauna salvaje con la fauna doméstica, más cercana al ser humano.

Hasta 250 enfermedades zoonóticas han sido descritas por la Organización Mundial de la Salud en lo que tan solo parece ser la punta del iceberg: se estima que aún falta medio millón más por diagnosticar. De hecho, cada año aparecen cinco nuevas enfermedades humanas, siendo tres de ellas de origen animal.

Esta cifra, sin embargo, puede aumentar, y es que el cambio climático –y algunos de los factores que lo favorecen, como la deforestación– está acelerando la aparición y la transmisión de estas enfermedades. En hábitats bien conservados en los que las especies se relacionan en equilibrio, los virus se distribuyen entre estas, sin afectar a las personas; en cambio, cuando la naturaleza se altera de forma considerable o incluso se destruye, debilitando los ecosistemas naturales, se facilita la propagación de patógenos, aumentando la probabilidad de transmisión. Así lo asegura la ONU, desde la que indican que pandemias como la actual «son un resultado previsible y pronosticado de la forma en que el ser humano obtiene y cultiva alimentos, comercia y consume animales y altera el medio ambiente». Para prevenir que situaciones como la que estamos viviendo a nivel global se repitan, hay varios factores de intervención humana que evitar para el futuro. Es el caso de la intensificación no sostenible de la agricultura, el aumento y explotación de las especies silvestres o las alteraciones en el suministro de alimentos.

Según Naciones Unidas, pandemias como la actual «son un resultado previsible y pronosticado de la forma en que el ser humano obtiene y cultiva alimentos, comercia y consume animales y altera el medio ambiente»

Mientras tanto, con uno de los veranos más calurosos de la historia, el peligro parece acechar cada vez más. «Cada vez surgen más enfermedades de origen animal. Es preciso actuar con rapidez para abordar el déficit de información científica y acelerar el desarrollo de conocimientos y herramientas que ayuden a los gobiernos, empresas y comunidades a reducir el riesgo de futuras pandemias», señala el documento Prevenir la próxima pandemia. No en vano, alrededor del 75% de todas las enfermedades infecciosas nuevas y emergentes que padecemos se transmiten entre las distintas especies animales y la nuestra. En definitiva,  nuestra salud depende del resto de los que habitan en la Tierra.

En busca de ciudades menos ruidosas

Estrés, trastorno del sueño, bajo rendimiento, alteraciones de la conducta, hipertensión o enfermedades coronarias son solo algunas de las consecuencias que el exceso de ruido puede generar en nuestro organismo. Atentos como estamos a los altos niveles de contaminación ambiental, quizás no estemos prestando la debida importancia a una contaminación acústica que provoca más de 16.000 muertes prematuras y alrededor de 72.000 hospitalizaciones al año solo en Europa. Unos datos alarmantes que hizo públicos la Agencia Europea del Medio Ambiente en su informe sobre El ruido ambiental en Europa, con fecha de 2020, y en el que también destacaba que el 20% de la población europea estaba expuesta a niveles de ruido prolongado perjudiciales para la salud.

Dicho informe de la Unión Europea, junto con otros de diversos organismos internacionales, constituye la base para la publicación de una investigación elaborada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) que analiza los problemas emparejados a la contaminación acústica y propone actuaciones para minimizarla. Entre los principales causantes de los elevados niveles de ruido en las ciudades, se encuentran el tráfico rodado, los ferrocarriles, los aeropuertos y la industria. Sin embargo, en los últimos años también se han incrementado los niveles de ruido procedentes de actividades públicas, domésticas y de ocio.

El 20% de la población europea está expuesta a unos niveles de ruido prolongado altamente perjudiciales para la salud

Las consecuencias negativas para nuestra salud comienzan cuando el ruido ambiental supera los 55 decibelios en zonas residenciales y los 70 decibelios en zonas comerciales y con tráfico rodado. La investigación presenta un desolador panorama mundial y revela que muchos países asiáticos superan los 100 decibelios de media. Los del entorno africano serían los siguientes más ruidosos, seguidos de cerca por zonas de América del Norte y Europa. Mientras, en América del Sur encontraríamos las ciudades con menor contaminación acústica. En lo que refiere a nuestro país, el estudio señala que más del 72% de quienes residen en Barcelona están expuestos a niveles de ruido que superan esa barrera de los 55 decibelios.

Justamente, Barcelona lanzó en 2018 el proyecto de las “supermanzanas”, consistente en el cierre al tráfico rodado a grupos de un mínimo de cuatro manzanas adyacentes. Esto supuso liberar de vehículos a zonas de no menos de 16.000 metros cuadrados en las que han surgido nuevas áreas verdes y espacios de juegos o esparcimiento vecinal.

Y es que las zonas verdes tienen importancia a la hora de reducir la contaminación acústica. El estudio de la UNEP revela que la vegetación en los entornos urbanos absorbe energía acústica, difuminando el ruido e impidiendo su amplificación en las calles. Una ciudad con cinturones de arbolado y vegetación en las paredes y techos de sus edificios no sólo reduciría el ruido, sino que ayudaría a combatir el cambio climático.

Pero para reducir el nivel de decibelios provocado por los vehículos, además de restringir su uso en determinadas zonas urbanas, una de las soluciones que aporta la UNEP es la utilización de asfaltos porosos. Nuestro país fue pionero en incorporar este recurso al cambiar el firme de tramos de calzada en la autovía Sevilla-Utrera, una medida que ha logrado reducir en 6 decibelios el impacto acústico del tráfico rodado. Los materiales utilizados han sido polvo de neumáticos, plástico y fibras de nylon reciclado.

La ampliación de zonas verdes en las urbes mejora la calidad del aire que respiramos y, a su vez, combate el exceso de ruido

El estudio de la UNEP también recalca la importancia de establecer barreras acústicas entre las fuentes del ruido y los ciudadanos receptores del mismo, incorporando nuevos materiales reciclados. En España, un proyecto de la Universidad de Jaén (UJA), transforma módulos solares fotovoltaicos en barreras acústicas, logrando no solo reducir el ruido sino también producir electricidad para la señalización y el alumbrado de las carreteras.

Con la llegada de la temporada estival, las grandes ciudades se vacían, baja significativamente el volumen de decibelios y quienes quedan en ellas pasean por sus calles disfrutando de la recién recuperada calma. Al fin y al cabo, las vacaciones significan descanso, pero no solo para los que abandonan su residencia habitual. Combatir la contaminación acústica es imprescindible si queremos mejorar nuestra calidad de vida.

Siete planes para disfrutar de unas vacaciones conscientes (y sostenibles)

En un momento en el que la crisis ambiental cobra especial protagonismo, no es casualidad que algunas personas opten por hacer de sus vacaciones de verano su tiempo libre una consigna por el planeta. Ante informes preocupantes como los del IPCC, la conciencia social está cada vez más pendiente de las acciones positivas que se pueden realizar para proteger la naturaleza. Y si el resto del año no tenemos tiempo para hacerlo, ¿por qué no aprovechar los días de verano?

Todavía queda tiempo. Esta puede ser la oportunidad perfecta para devolverle al planeta un poco de todo lo que nos ha dado. Si todavía no has planeado tus vacaciones, te ofrecemos algunas alternativas para contribuir de forma directa al bienestar de toda la naturaleza que nos rodea.

Reforestar zonas afectadas por eventos meteorológicos

Los bosques son los pulmones del planeta y mantenerlos con vida es una obligación. En la actualidad, algunos hoteles en las Islas Baleares y las Islas Canarias ofrecen packs para plantar árboles en zonas devastadas por lluvias torrenciales e incendios. Igualmente, la organización Reforesta organiza todos los años varias batidas de voluntarios para plantar y mantener árboles autóctonos, crear refugios para la fauna y limpiar riberas.

Voluntariado para proteger entornos naturales

Existen otras tantas variantes del voluntariado ambiental. Por un lado, encontramos a las grandes organizaciones como SEO/Birdlife, que organiza voluntariados de seguimiento de aves, o WWF, que apuesta por restaurar hábitats de especies amenazadas. Pero, a nivel autonómico, hay entidades más pequeñas que buscan siempre ayuda para conservar parques naturales de tanta relevancia como el de Doñana. De hecho, el Programa de Voluntariado en Parques Nacionales organizado por el Ministerio de Transición Ecológica ofrece decenas de convocatorias para ayudar a mantener estas zonas protegidas. Una gran forma de cuidar de la naturaleza mientras disfrutamos de ella.

Rutas de observación de animales

Conocer la fauna que comparte espacio con nosotros también es importante para concienciarnos. Por eso, más allá del seguimiento de aves, en España existen múltiples rutas de observación del famoso lince ibérico, un animal que rara vez vemos pero cuya existencia se ve seriamente afectada por la actividad humana. Igualmente, en la Sierra de la Culebra (Zamora), recientemente asediada por los incendios, se organizan numerosas rutas para observar a sus lobos. Acudiendo a ella no solo estamos disfrutando de las especies autóctonas, sino que además contribuimos a que la zona se recupere poco a poco.

Submarinismo para limpiar fondos marinos

El perfil del voluntario playero es muy demandado por las organizaciones de conservación en época estival, dados los serios problemas que los ecosistemas marinos tienen con la basura y los microplásticos. ¿Por qué no aprovechar las horas de buceo limpiando el mar? La Asociación Subacuática de Casares (Málaga) organiza limpiezas todos los años, al igual que el International Coastal Cleanup España, que convoca a más de medio millón de voluntarios para recolectar los residuos que contaminan las costas, los ríos y los lagos, o la Red de Vigilantes Marinos, que aúna la práctica del buceo con la posibilidad de participar en la protección del medio marino.

Veranear en una granja ecológica

Una opción perfecta para los que quieren estar en pleno contacto con la naturaleza, pero en secano. En nuestro país hay multitud de granjas ecológicas que buscan voluntarios para que trabajen el huerto o cuiden a los animales durante las vacaciones de los dueños, a cambio de alojamiento y comida. Así, además de contribuir a proyectos ecológicos, estaremos fomentando también el desarrollo del mundo rural. Ecotur y WWOF España son algunas de las páginas que conectan a voluntarios con cientos de granjas españolas.

Baños de bosque y otras formas de vivir la naturaleza

Baños de bosque, inmersiones en la naturaleza, excursiones al campo… no importa el nombre que le demos. Para aquellos que buscan unas vacaciones relajadas pero plagadas de naturaleza, el sector del ecoturismo ofrece múltiples actividades para despertar ese afán por proteger el planeta, desde paseos por el bosque, senderismo y piragüismo hasta clases de botánica orgánica y excursiones a grandes enclaves donde observar animales en libertad. En este sentido, la organización Naturalwalks brinda cientos de actividades y salidas al campo para sumergirnos en la naturaleza.

Aprendiendo de las tradiciones

Como indican los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuidar de los ecosistemas también es cuidar el medio rural. Ese frágil equilibrio entre lo animal y lo humano es clave para que todo siga funcionando y, por ello, contribuir al planeta en estas vacaciones también pasa por valorar más el patrimonio. En un país como el nuestro, que acoge a más de 5.000 pueblos, el abanico de propuestas es inmenso: visitar casas-museo, aprender oficios de la zona, descubrir su gastronomía y realizar actividades de ecoturismo de la mano de entidades autóctonas es la mejor forma de contribuir a la conservación de nuestros orígenes, y, por tanto, de la propia naturaleza.

Cinco ecoyoutubers para seguir este verano

La presencia de YouTube en el día a día es cada vez más elevada. El 35% de los usuarios españoles de redes sociales accede a YouTube varias veces al día y un 32% lo hace al menos una vez, según datos de Statista. En ver sus contenidos se pasan desde minutos hasta horas: la media está en 1 hora y 10 minutos al día por persona, como calcula otro estudio elaborado por IAB Spain y Elogia.

Todo ese tiempo da para acceder a una amplia variedad de temas. La plataforma de vídeos se usa como espacio para el entrenamiento, pero también como vía para descubrir tendencias, acceder a información y formarse. De hecho, para las generaciones más jóvenes, que dedican cada vez menos tiempo a los medios tradicionales y más a la red, canales como YouTube son su principal fuente informativa. Lo que se ve allí es lo que pasa.

El papel que pueden ocupar los youtubers como divulgadores en temas de sostenibilidad y medio ambiente es, potencialmente, enorme. Los ecoyoutubers llegan a una audiencia muy amplia y lo hacen con mensajes llamativos y convincentes. Te proponemos a algunos de ellos para seguirlos este verano.

 

Lethal Crysis. «La esencia está en el lugar, pero las personas lo hacen mágico», promete en la descripción de su canal de YouTube. Rubén Diez Viñuela es, en YouTube, Lethal Crysis, un viajero que recorre el mundo denunciando los problemas que destrozan ecosistemas y ponen en peligro el planeta ante sus casi 4,5 millones de seguidores. «En mis viajes grabo situaciones y hechos objetivos tal y como yo los percibo. Y luego doy mi opinión. Es la manera de dejar un poquito de mí», le explicaba en una entrevista a la revista Esquire.

 

 

Climabar. Puede que sus cifras de seguidores no estén en los millones, pero Climabar intenta explicar «la emergencia climática para la generación del meme». Carmen Huidobro y Belén Hinojar abordan temas claves vinculados con la sostenibilidad – desde el greenwashing a los vínculos entre masculinidad tóxica y comportamientos poco respetuosos – con un lenguaje cercano y divertido. Es hablar de temas importantes, pero como se haría en un bar «para que llegue a los que hay que convencer de verdad», asegura Huidobro.

 

 

The Girl Gone Green. Manuela Barón habla en su canal sobre sostenibilidad partiendo de sus propias experiencias personales: ella misma ha decidido vivir generando desechos mínimos y «plant based».  La decisión la tomó en 2015, tras descubrir mientras viajaba la situación en la que se encontraba el planeta. En sus vídeos - en inglés – enseña desde cómo cambiar un vehículo a combustible por una bicicleta eléctrica o qué ocurre cuando se pasa un año sin comprar cosas.

 

 

Mixi. Mixi Pacheco da una vuelta de tuerca verde a los populares canales de YouTube de trucos de belleza, higiene y cosmética. Propone un «estilo de vida ecológico, vegano y saludable» a sus más de 300.000 seguidores, a los que intenta enseñar cómo vivir sin generar residuos y siendo más respetuosos con el entorno sin renunciar a ninguna de las comodidades de la vida moderna. Desde el suavizante de la ropa hasta el sérum para mejorar el estado del cabello, todo –o al menos eso demuestra esta creadora– se puede hacer en casa con mínimo impacto.

 

 

Fray Sulfato. Óliver del Nozal es en YouTube Fray Sulfato, un educador ambiental que divulga en la popular red de vídeos cómo funciona el planeta. Al fin y al cabo, Fray Sulfato quiere ser «tu biólogo de cabecera». Así, sus vídeos abordan temas de lo más variado, desde cómo afecta el calor a las placas solares a cómo puede ser el montañismo inclusivo o cómo reciclar bien. Vídeo a vídeo ayuda a comprender la importancia del medio ambiente y su valor.

Protege la salud de tu piel…y también la del mar

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Llega el verano y muchas personas se lanzan a la playa para pasar unos días. En la maleta no falta la protección solar para cuidar la piel pero hay que tomar consciencia de la necesidad de proteger también el mar. Según la organización Green Cross cada año 25.000 toneladas de crema solar llegan a los océanos causando múltiples daños medioambientales.

La financiación, clave para el avance de la Agenda 2030

Por segundo año consecutivo, el mundo ha dejado de progresar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con esta contundencia lo advierten los expertos que firman el Sustainable Development Report, uno de los informes más valorados del mundo de la sostenibilidad, pues evalúa a cada país según su nivel de implicación a la hora de mantener el ritmo en el cumplimiento de estas metas medioambientales y sociales.

No es cuestión de una falta de compromiso. Más bien es que el contexto actual no lo está poniendo nada fácil: como ya advirtió el economista Jeffrey Sachs en la presentación del estudio, «para acelerar el progreso de los ODS necesitamos acabar con la pandemia, negociar el fin de la guerra en Ucrania y asegurar la financiación necesaria; los países pobres son los que se están viendo especialmente afectados por las repercusiones». Dado que actualmente vivimos en un mundo globalizado, igual que un equipo, cada país debe tender la mano al resto para evitar lastrar, aún más, los avances que necesitamos.

Todos los expertos coinciden en la conclusión: los ODS necesitan una mayor financiación. El dinero es innovación; la innovación es futuro. Y algunos países como España, conscientes de ello, han pisado el acelerador para seguir cumpliendo con las promesas que se acordaron frente a las Naciones Unidas. En 2022, según indica el informe, nuestro país avanzó hasta el puesto 16 del ránking global en desarrollo sostenible, aumentando cuatro puntos en comparación con el año anterior. La nota final es de un 80 sobre 100, lo que nos sitúa por encima de naciones como Bélgica, Portugal, Japón o los Países Bajos.

España puntúa alto en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: se sitúa en el puesto número 16, por encima de los Países Bajos y Bélgica

Es un crecimiento disimulado, pero relevante. El trabajo de España con los ODS ha registrado avances en 15 de 17 objetivos, haciendo especial hincapié en la igualdad de género, el agua limpia y el crecimiento económico, donde el informe aplaude los progresos a la hora de reducir brechas de educación y empleo, mejorar la gestión de los sistemas sanitarios o garantizar los derechos laborales fundamentales y mejorar el empleo. También reconoce los esfuerzos en la disminución de emisiones en las grandes ciudades y en la lucha contra el hambre.

Sin embargo, como el resto de países, el nuestro también tiene como asignatura pendiente la infrafinanciación. Así lo advirtió Leire Pajín, presidenta de Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible –la organización encargada de elaborar este estudio–: «Las lecciones aprendidas con las crisis actuales nos muestran la urgencia de una mayor conexión entre la ciencia y la toma de decisiones para acelerar múltiples procesos, como las energías limpias».

Uno de los mayores motivos tras este problema es que los países más vulnerables –a su vez, los más afectados por la crisis climática– no han tenido la oportunidad de recuperarse aún de la crisis sanitaria y la económica. Y sin recuperación, los ODS pierden prioridad. De hecho, estas crisis se han solapado bloqueando, principalmente, los avances en la reducción de la pobreza (ODS 1) y la garantía de un trabajo decente (ODS 8). Basta un dato para comprender lo que ocurre: en 2015, los países en vías de desarrollo avanzaban mucho más rápido en compromisos medioambientales que los desarrollados.

Para garantizar que los países vulnerables puedan volver a subir al tren de los ODS es fundamental ampliar las vías de financiación que les ayuden a recuperarse definitivamente de la crisis sanitaria y económica

«A mitad de camino del 2030, necesitamos urgentemente un plan global de financiación de los ODS, además de mayores compromisos provenientes de los países del G20», advierte el informe. «Con la financiación, las innovaciones tecnológicas y la ciencia pueden ayudar a identificar soluciones en tiempos de crisis y contribuir de forma decisiva a la hora de responder a estos problemas». En otras palabras, para garantizar el cumplimiento de los ODS es requisito fundamental dirigir los objetivos económicos hacia la inclusión de los países vulnerables.

Para ello, REDS subraya cuatro prioridades. En primer lugar, advierte que los países del G20 deben comprometerse mucho más a la hora de enviar mayores flujos de financiación a los países vulnerables, para que estos puedan desarrollarse económicamente y alcanzar los ODS. Además, también deberían ampliar su capacidad de préstamo para el mismo cometido y apoyar otras medidas que puedan ampliar la capacidad de subvención. Aunque los países vulnerables también tienen deberes: deben esforzarse en mejorar sus políticas económicas con diversas medidas para prevenir futuras crisis y volverse más estables.

En conclusión, la correcta financiación de los ODS necesita construirse sobre un pilar de alianzas. Una vez más, resalta la importancia de los compromisos comunes entre instituciones públicas y privadas para acelerar las decisiones definitivas que nos ayudarán a hacer frente a los grandes retos de nuestro tiempo. El momento es ahora.

¿Qué hacen los festivales de música por los ODS?

En verano, el mapa de España es musical. Se mire donde se mire, los festivales brotan en cualquier hábitat: en plena costa valenciana, en las profundidades de los bosques gallegos o incluso dentro de los propios entornos urbanos. Con más de 890 espectáculos al aire libre y 1.800.000 asistentes anuales, nuestro país se corona como el primer destino turístico de festivales de Europa. 

No es solo por la música. Disfrutar de varios días corriendo de escenario a escenario tiene detrás todo un contexto social en un ambiente festivo marcado por la gastronomía, el sol y los reencuentros. Una demostración de que la cultura impacta de manera transversal en la economía, pero también –y, sobre todo– en el bienestar social ya que, a través de ella, se incrementan los sentimientos de experiencias colectivas y se consiguen sociedades más cohesionadas. ¿O acaso es posible imaginar un verano sin bailes, sin teatros, sin arte y desprovisto de melodías?

España es el primer destino de festivales en Europa: cada año acoge más de 800 eventos y más de un millón de asistentes

Precisamente prestando atención a este factor dinamizador de la cultura, a lo largo de la última década organizaciones como la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS) o la Asociación de Festivales de Música (FMA) han centrado sus esfuerzos en reivindicarla como un agente fundamental para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Defienden que la cultura contribuye a los ODS desde todos los ángulos ya que, además de tener un retorno económico a nivel europeo, nacional y local, también fomenta el derecho a la participación en la vida cultural y, sobre todo, genera sociedades más igualitarias.

Así contribuyen los festivales a la Agenda 2030

«La cultura, como foco estratégico de concienciación social, debe estar alineada con las estrategias de desarrollo sostenible», insiste la FMA en su plan de acción Festivales de Música y Agenda 2030. «En este contexto, los festivales de música son lugares de encuentro, ocio y trabajo que tienen un impacto social, ambiental y económico en la región donde se generan».

Esta es una idea que sitúa a los festivales cara a cara con una realidad: la industria de la música es una de las más contaminantes de la actualidad –estos macroconciertos pueden llegar a superar los 25 kilos de CO2 emitidos por asistente–. Por ello, incluirlos como agentes esenciales en la consecución de la Agenda 2030 no solo beneficia a las sociedades de forma intangible, sino que además invita a los propios eventos a ser más respetuosos con el planeta, lo que conciencia a sus asistentes sobre las metas sostenibles a alcanzar. Es el círculo perfecto.

Pero ¿por qué entonces la cultura no tiene un ODS propio dentro de la Agenda 2030 si juega un papel tan relevante? La FMA lo achaca a que, tradicionalmente, el sector se ha centrado más en el beneficio económico que en el social, llegando a imponer modelos que no dialogan directamente con las realidades sociales. «El concepto de la sostenibilidad no ha tenido un buen nivel de conceptualización en el sector cultural porque se ha orientado más a una mirada hacia el pasado y la tradición», aclaran los expertos. Sin embargo, esa idea está empezando a diluirse. Y es precisamente esa transversalidad del sector la que puede hacer que la cultura pase de ser una ausente en la Agenda 2030 a dirigir cada paso hacia las metas.

En realidad, el marco de los ODS es una triple oportunidad para el sector cultural, en general, y los festivales en concreto. En primer lugar, adhiriéndose a ellos, estos pueden repensar su relación con las audiencias e identificar nuevos públicos que les lleven a desarrollar políticas más inclusivas, contribuyendo a objetivos como la igualdad de género, la diversidad o la reducción de pobreza.

Por otro lado, esta alineación permite también alimentar la innovación de estos eventos, creando infraestructuras más inclusivas y contribuyendo a comunidades más sostenibles –ejemplo de ello es el Festival Cruïlla, en Barcelona, que ha aprovechado para lanzar una convocatoria de start-ups dispuestas a aportar soluciones de ecodiseño y medidores de huellas ambientales–. También empujan a crear sinergias entre el ámbito público y privado, alimentando esas alianzas necesarias para lograr los objetivos sostenibles.

Una aportación clave de estos eventos es la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial, con medidas que reducen el impacto ecológico e impulsan la memoria colectiva

Otra aportación clave de los festivales es la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial, con medidas que reducen el impacto ecológico e impulsan la conservación y la memoria colectiva. Ejemplo de ello son el Tomavistas (Madrid), que desde 2019 está adherido al plan de PYMEs y Objetivos de Desarrollo Sostenible, participando con entidades como la ONG Reforesta para recuperar espacios verdes en Madrid, y el Festival Sinsal, celebrado en la ría de Vigo, que busca reducir su impacto trabajando en seis líneas distintas: la igualdad, la circularidad, la diversidad, la localidad, la eliminación de plásticos y la reducción de las emisiones de carbono.

La igualdad de género también es una meta que se beneficia de los festivales adheridos a la Agenda 2030 gracias a la capacidad que tiene la música para concienciar. Incluso pueden contribuir desde el otro lado del escenario, en la organización, incluyendo a más mujeres en puestos fundamentales para su desarrollo, como montadoras, programadoras o directoras.

Otro buen ejemplo de ello es la iniciativa Keychange promovida por la PRS Foundation, un manifiesto firmado por distintos agentes europeos de la industria musical que propone medidas para alcanzar un equilibrio de género en la industria –dedicar más fondos públicos a garantizar la equidad, elaborar un análisis independiente para conocer datos concretos sobre la brecha laboral, proporcionar más referentes femeninos en los carteles, etcétera–.

Y, sin duda, los festivales también dejan lugar a la consecución de los objetivos relacionados con el medio ambiente y los ecosistemas, ya que pueden concienciar de la forma más práctica posible a la audiencia; por ejemplo, instalando fuentes de agua gratuitas, prohibiendo botellas de plástico, reciclando aguas residuales, instalando carpas para concienciar sobre los principales retos del cambio climático y permitiendo a los cantantes utilizar su música para multiplicar el mensaje. En este sentido, Billie Eilish, a lo largo de todas sus actuaciones, ha instalado el Billie Eilish Eco Village, una zona a la que el público puede acudir para aprender sobre el cambio climático.

Resulta evidente que el alcance de la música a la hora de resolver los principales retos de la Agenda 2030 es tan universal como sus melodías, tal y como indica la FMA, que en su informe desarrolla una hoja de ruta que reformula hasta el más mínimo detalle de estos eventos para que cumplan con los ODS en todos los sentidos. Por el momento, España es un país en el que los festivales cada vez abogan más por la sostenibilidad ambiental y social. Pero todo apunta a que la música seguirá haciendo su labor más pura: hacer llegar el mensaje de los ODS a todos los rincones del mundo.

Los microplásticos llegan a la Antártida

La Antártida ha sido el continente que ha permanecido ajeno al cambio causado por los humanos. Su posición lejana y, sobre todo, sus duras condiciones atmosféricas han hecho que, por muchos exploradores que hayan intentado posicionar a sus países en la zona, haya permanecido como un espacio al margen, un lugar protegido de los golpes de la modernidad y en el que la naturaleza tenía el dominio absoluto. Así era hasta ahora, porque la Antártida, a pesar de todo, no ha logrado quedarse virgen al cambio climático, la contaminación y los aspectos más negativos del progreso humano.

De hecho, un reciente estudio ha concluido que, aunque la actividad humana en el continente es limitada – y vinculada al personal de las expediciones científicas –, las micropartículas de plástico han logrado encontrar su camino hasta la zona. El descubrimiento ha sido realizado por la doctoranda Alex Aves, de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda, tras una recolección de muestras de nieve en 2019 en varias ubicaciones de la Plataforma de Hielo de Ross. Tras someterlas a análisis, se encontró estos materiales en todas y cada una de ellas. «Es increíblemente triste, pero encontrar microplásticos en la nieve fresca de la Antártida resalta el alcance de estos contaminantes», afirma la investigadora tras la publicación de los resultados.

Entre los 13 tipos de microplásticos encontrados se encuentra el tereftalato de polietileno, PET. Es el plástico de uso común que sirve para fabricar todo tipo de productos, desde botellas de agua o refrescos a prendas de ropa.

La recolección de muestras de nieve demuestra que los microplásticos ya han llegado a la Antártida: el PET es el más presente

Esa presencia es también una pista para entender cómo han llegado esos microplásticos a la nieve de la Antártida. No es que estén allí solo porque hay personas viviendo de forma ocasional en el continente –aunque las muestras con más cantidad de contaminantes sí fueron las que se recolectaron más cerca de bases científicas, lo que invita a preguntarse cuánto impacta realmente esa población– sino que han viajado desde las zonas en las que los plásticos se usan de forma masiva. Es decir, igual que el elevado uso de plásticos está contaminando los mares, lo hace también con la nieve que llega luego a la Antártida.

De una manera o de otra, el plástico es capaz de desplazarse y llegar a todas partes. No quedan zonas ajenas a su impacto contaminante.

Innovar para solucionar el problema

El problema del plástico en la Antártida necesita una solución. Los datos del estudio ya han llevado a que Nueva Zelanda plantee que el tema se incluya en el tratado internacional que regula el uso del continente.

Sin embargo, estos resultados invitan a pensar más allá, puesto que son una confirmación de que el plástico es un problema global al que resulta imposible escapar. Apostar por la innovación y crear soluciones específicas conectadas con el problema puede ayudar a paliar los efectos que el uso de plástico –el futuro, pero también el que ya se ha hecho– tiene en el medioambiente.

Una de las últimas propuestas es un pez robot, diseñado por científicos de la Universidad de Sichuan, que nada como los peces de verdad por los mares, pero que mientras lo hace absorbe los microplásticos para ayudar a eliminarlos de ese ecosistema. Aunque todavía está en una fase preliminar, la idea tiene elevado potencial, porque además podría ser empleada incluso en aguas turbulentas.

Igualmente, el propio robot simplifica la investigación, por lo que ayuda a comprender qué ocurre con esas partículas. «Después de que el robot recolecte los microplásticos en el agua, los investigadores pueden analizar más a fondo la composición y la toxicidad fisiológica de los microplásticos», asegura Yuyan Wang, uno de los investigadores.

Podría ser una potencial solución para un problema complejo y grave, uno al que, como la nieve de la Antártida demuestra, no se puede dar la espalda.

Capacitación digital más allá de las grandes ciudades

La primera vez que se habló de ciudades digitalizadas no fueron pocos los que pensaron en ciencia ficción. Poco a poco, el concepto fue tomando forma en la conciencia colectiva: frente a los múltiples retos a los que nos enfrentamos –el cambio climático, la incertidumbre económica, la crisis demográfica, la precariedad laboral o la gestión de recursos naturales–, una digitalización transversal a través del llamado internet de las cosas puede hacer de nuestras urbes lugares más inteligentes, eficientes, modernizados y, en consecuencia, más justos.

Lo cierto es que en los últimos años hemos perdido la cuenta de las veces que se ha hablado de la ciudad más inteligente de Europa. Las propuestas se cuentan por decenas y hay un problema: mientras las grandes ciudades rompen con las fronteras y se asientan en nuevos modos de vida, como advierte el Foro Económico Mundial en un reciente informe, las urbes medianas y pequeñas (y por ende las zonas rurales), ya de por sí afectadas por importantes brechas, se van viendo relegadas a un segundo plano y quedando, poco a poco, desancladas de esas innovaciones que pueden aproximarles al mismo futuro. Si la hoja de ruta de la digitalización no pasa por ellas, ¿cómo se van a plantear soluciones adaptadas a sus necesidades?

Según el INE, en las localidades de menos de 10.000 habitantes, solo un 36% de personas cuentan con habilidades digitales avanzadas

«Las ciudades medianas y pequeñas son una parte fundamental del sistema urbano, un nivel intermedio entre el campo y las grandes ciudades, lo que permite procesos como el desarrollo industrial, mejores servicios públicos, absorción de empleo y distribución de la población», explican Jeff Meritt y Xiao Si, los expertos de la organización que firman el informe. Es decir, son el equilibrio. «Permitir que en ellas ocurra una digitalización de tales resultados como la de las grandes urbes les ayudaría a aumentar su capacidad de acción en el entorno, la sociedad, la gobernanza y la economía».

Cuando esta digitalización no las alcanza, quienes las habitan pierden la posibilidad de ampliar sus capacidades digitales, lo que afecta también a las zonas rurales aledañas. En el caso de España, la valoración positiva renquea a la hora de analizar el capital humano en términos digitales. Así lo advierte el Índice de Economía y Sociedad Digital de la Comisión Europea y lo demuestra el Instituto Nacional de Estadística: en las localidades de menos de 10.000 habitantes (donde se incluyen los pueblos de la denominada España vacía), un 36% cuenta con habilidades digitales avanzadas, mientras que esa cifra alcanza casi el 50% en las de más de 100.000. Sin embargo, el mayor porcentaje de personas sin habilidades digitales se encuentra en las ciudades de menos de 10.000 habitantes y entre 10.000 y 50.000. Es decir, las pequeñas y medianas.

El dato preocupa también a los expertos del Colegio de Arquitectos de España, que lo conciben como una consecuencia de esa brecha digital entre urbes. Tal y como lo explican en su informe, sobre La tendencia inteligente de las ciudades en España: «En la mayoría de los países europeos existen ciudades inteligentes de diferentes dimensiones y, aunque muchas iniciativas todavía están en desarrollo, las grandes urbes tienden a estar más avanzadas. Esto pone de manifiesto el potencial riesgo de una brecha digital entre grandes y pequeñas ciudades; resulta paradójico que las ciudades pequeñas no puedan desenvolverse y ser más eficientes para la ciudadanía, que antes o después tratará de migrar hacia entornos más cosmopolitas».

Ese es el principal problema al que alude el Foro Económico Mundial: si una pequeña localidad, desprovista de habilidades digitales, no puede competir con el nivel de digitalización urbanita, inevitablemente acabará perdiendo población. Algo que, en el caso concreto de España, es especialmente dañino para el mundo rural. Y, como las fichas de un dominó, irá trayendo consigo más problemas: falta de talento digital, menos recursos económicos destinados a la transformación digital, mayor analfabetismo en tecnología y, finalmente, una desconexión del resto de poblaciones.

Soluciones reales (y eficientes)

¿Por dónde empezar a resolver este denominador común en el resto del globo? El Foro Económico Mundial no deja lugar a duda: urge una estrategia centrada en las necesidades particulares de cada pequeña y mediana ciudad, así como en zonas rurales, diseñada con la idea de construir alianzas entre gobiernos, empresas y la ciudadanía (una pieza esencial para diseñar un resultado que realmente funcione). En nuestro país, muchos se han puesto ya manos a la obra para formar a la ciudadanía en habilidades digitales.

Un buen ejemplo de este trabajo conjunto entre el ente público y el privado es el proyecto #MoverEspaña, desarrollado por la tecnológica HP, que incluye sesiones de formación en programación para profesores de escuelas rurales y en digitalización impartidas por expertos de HP en diferentes pueblos de la España vacía para, con el asesoramiento de grandes multinacionales tecnológicas, permitir que los vecinos puedan desarrollar sus propios proyectos contribuyendo a la innovación digital del pueblo.

La brecha entre localidades grandes y pequeñas trae consigo mayor analfabetismo en tecnología y, finalmente, una desconexión del resto de poblaciones

De la misma manera, Tu carrera digital, impulsada por Adecco Formación en la Comunidad de Madrid, capacita a jóvenes de todos los entornos urbanos en conocimientos y habilidades digitales para incrementar su inserción laboral; mientras tanto, el programa Conecta Rural impulsado por el Ministerio de Asuntos Sociales cuenta con más de una decena de talleres y webinars dirigidos a ciudadanos de las zonas rurales con el objetivo de dotarles de las herramientas fundamentales para que se desenvuelvan con las nuevas tecnologías.

Más recientemente, el Grupo Red Eléctrica y la fundación Cibervoluntarios han puesto en marcha Eje Digital, un programa de apoyo a la transformación digital del medio rural que busca mejorar las competencias digitales de las poblaciones rurales y favorecer así su reactivación económica y social. Ha comenzado como un proyecto piloto en cuatro municipios de Castilla y León, Aragón y Andalucía, con formaciones que alcanzarán al menos a 400 personas, y pronto se replicará en otras localidades. «La digitalización supone la diferencia entre estar o no estar, especialmente en las zonas rurales. Muchas personas tienen acceso a la tecnología pero carecen de competencias digitales, lo que les limita el acceso a la igualdad de oportunidades», explica Yolanda Rueda, presidenta de Cibervoluntarios.

De hecho, el desarrollo de habilidades digitales básicas forma parte de la conocida estrategia España 2050 elaborada por el Gobierno, por lo que es común encontrar en las agendas de muchas ciudades medianas y pequeñas algún programa o estrategia que apueste por la digitalización de las urbes. Al fin y al cabo, esta también se incluye en las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y nadie puede (o debe) quedarse fuera.